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INTERREGNO DEL 2006


INTERREGNO DEL VERANO DE 2006: EL CAPRICHO DE MI BAÑO







         Mis conclusiones tras el curso fueron que no debía seguir embriagándome, que debía apartarme todo lo posible de las drogas y en general de los tóxicos, de todo lo que fuese ilusión, de todo lo que fuera adictivo: los viajes, la poesía, la noche, las mujeres. Del placer y de las fantasías. Debía por fin pisar la realidad y dejar de ser un fabulador.



         Con este propósito me dediqué a reformar mi cuarto de baño del pisucho de calle Mendoza con la ayuda de dos obreros al borde de la indigencia o del lumpen. - Algo práctico, prosaico, terreno. -También ellos salían o se encaminaban hacia la cárcel, la miseria, las simas, aunque los hubiera conocido de día.



         Toda nuestra relación fue un error desde el primer momento: la solidaridad anárquica de un burgués que se quiere desprender de cierta cantidad de dinero sobrante (heredado) y así equilibrar las cosas; y dos proletarios sin estabilidad económica o vital alguna que se pegan de buena gana a esa fuente de ingresos sin prisa por acabar la obra. Todo terminaría fatal. Una vez concluido, el cuarto de baño era más asimétrico que antes.



         Hablaba con el albañil Salvador de la carrera espacial, de Von Braun, de la construcción de la bomba atómica, de OVNIs, de los misterios de Egipto y hasta de Krishna, por quien se interesó al ver tantas representaciones del Príncipe Azul en las paredes y rincones de mi casa (imágenes que parecían haberse traído a sí mismas, como si yo no lo hubiera hecho). Con tales pláticas muchas mañanas se nos pasaban sin haber avanzado un centímetro en lo del baño. Al otro obrero –Paco Calderón- lo había conocido en un bar del centro en torno a un bello libro que se llamaba The Spirit of America y que hablaba de arte norteamericano contemporáneo. Paco parecía saber muchísimo de arte, arquitectura y de urbanismo, leía en inglés, era capaz de hacer un elogio sobre los distintos matices del color gris (que contrariamente al blanco o al negro, sí era un color). Su voz era templada y culta, sus modales excelentes. Su aspecto recordaba mucho al de Robinson Crusoe o al de un barbado filósofo griego, o tal vez a un marino vasco, alguien que lo ha visto todo y sigue conservando a sus 60 un físico de atleta. Cuando al final me pidió 5 euros para comer, casi me dio vergüenza dárselos. Más tarde, cuando decidí –casi como tarea de terapia para verano- reformar el capricho de mi baño, de inmediato pensé en Paco. No sabía lo que me esperaba.



         Muchas mañanas no aparecía y cuando le preguntaba por qué no había venido, empezaba a gritarme como un loco: “¡Yo no tengo por qué darte explicaciones! ¡Mi vida es mucho más amplia que tú!” - Me daba un poco de pena y de risa porque me hablaba como un novio o marido le hablaría a una esposa posesiva. Caramba con el vasco Paco Calderón. ¿No era el pecado capital del Norte la arrogancia? – Algunas mañanas nos tomábamos una cerveza y Paco me contaba conmovido que su sueño era sumarse a alguna comuna alternativa y trabajar en ella. Y si eso no surgía, tirarse a la calle como vagabundo y acabar sus días así. Yo le sonreía cínicamente. No quería dejarme impresionar por sus proyectos de mendigo. Por su tono de voz sentido, profundo, podía entender que no hablaba a la ligera: Sabía qué me estaba proponiendo: Que yo fuera el creador o empresario de la comuna alternativa y que le fichase a él como operario. Pues, iba listo. Antes me lo gastaría en heroína. No se llega a una comuna anarquista o fisiocrática poniendo 70.000 euros sobre la mesa de la sala de juntas y exclamando: “Quiero formar parte de vuestra asociación”. Sonaría como: “Quiero compraros vuestra asociación comunista, quiero ser el jefe absoluto de vuestra célula anarca”.  Lo que sería una provocación para el verdadero anarquista que, de momento, le robaría la cartera.



         No, señor, no patrocino obreros al borde de hacerse homeless más que un ratito, lo que tardéis en terminarme el baño.



         Paco no es rápido, Salvador no es eficiente, en realidad no es albañil sino electricista. Es la primera vez en su vida que va a colocar un plato de ducha. Su maestro parece ser Paco Calderón que es muchísimo más fino que Salvador, especie de Sancho Panza. Paco va de Quijote y de licenciado. Con mucha frecuencia discuten entre sí por toda clase de motivos. A veces son motivos personales, otras veces son técnicos porque no les gusta lo que el otro hace; a veces son motivos políticos pues no paramos de hablar de ETA y del problema vasco hasta agotar la cuestión. Paco parece saber mucho más de lo que dice – es natural, era un bohemio y un radical veinteañero en los 70- y yo no paro de sonsacarle; no es la primera vez que me encuentro a alguien que ha estado cerca o ha pertenecido a una organización terrorista. Puedo facilitar información sobre el FRAP, ETA, Al Qaeda, el IRA y hasta la guerrilla comunista de las Molucas.  Todas están conectadas entre sí a través del negocio del tráfico de armas. El terrorismo y las mafias son los motores de nuestro tiempo. -Salvador y Paco discuten mucho de política, a veces sueltan las herramientas de trabajo para poder gesticular a gusto en el debate que hasta entonces mantenían sin dejar de trabajar, como si la labor manual fuera más importante que el debate.



         Me parece que lo estamos consiguiendo: estas relaciones sociolaborales no siguen el patrón del capitalismo habitual: avanzamos poquísimo, se trabaja de manera irregular, la cuestión económica carece de importancia, pero la elegancia de Paco es indiscutible por su vocabulario: Me dice – y con esa palabra me hipnotiza- que primero hay que “presentar” el plato de ducha. No lo había oído nunca: De repente siento que soy el Niño Jesús y que los pastores y los Reyes Magos me “pre-sentan ” el plato de ducha del capricho de mi baño. Qué poder puede tener una sola palabra. Tras esta exhibición de Paco, me pide 20 euros no para él sino para su escudero que vive en el almacén de la gasolinera de los Baños del Carmen con dos perros y una montaña de aparatos y de chatarra y que no tiene para comer. Estas escenas se repiten a lo largo del mes. Hemos acordado que les pago al final todo, pero en realidad ya les voy pagando para que vayan tirando mientras terminan la obra.



         Acaso esto sea vivir la utopía: ser ineficaz, perder dinero en aras de equilibrar la balanza: Han tardado más de un mes en destrozar a martillazos la antigua bañera casi cuadrada y espantosa y substituirla por un angosto cubículo de ducha con puertas correderas. No es el tipo de baño que les enseñarías con orgullo a tus amigos. No hay una sola línea simétrica o un plano no inclinado en todo el cuarto de aseo. Parece cuando entras que vas tomado de absenta y de porros. Es la toilette más espeluznante que pueda concebirse. Cuando estás allí te mareas, se te va la cabeza y si prestas atención al mugriento respiradero con listones de vidrio que da a un ojo ciego, puede que se te encoja el corazón de miedo. Es tan obscuro y sopla siempre allí un viento tan frío... Ir al wáter nuevo de mi casa es como ir al fin del mundo.

        

         Las desavenencias entre Paco y Salvador –llenas de motivos ocultos, tal vez el deseo de Paco de convertir a Salvador (hombre del Sur, casi analfabeto) en su escudero; puesto que Paco era más leído y era además vasco- terminaron llevando a Paco a romper con su colega y a no venir más a mi casa. Era extraño: Yo había contratado a Paco para que me reformase el baño, él había traído a Salvador, que era como su ayudante, y ahora el ayudante se convertía en el jefe y único operario mientras Paco se marchaba sin haber cobrado un duro. Caramba con Salvador. No era tan tonto.



         Quizás llevar la contraria consistiese no en no darle importancia al dinero sino en quemarlo en cuanto te cayese en las manos. ¿No era eso la Anarquía? Terminar pagando el doble de lo que Salvador pedía al final de su obra en un extraño regateo donde yo –el burgués- le recrimino a él –el proletario- que estime en tan poco su labor, que me cobre demasiado barato y le doy doscientos euros más. -Pero ¿realmente era tan revolucionario comportarse así, no era tan antigua esta maniobra como la del dandy con mala conciencia que anda gastando el dinero a espuertas, en particular cuando irrumpe en los bajos fondos? Sí, seguía siendo una historia de anarquistas y burgueses, pero del siglo XIX. Pues nada más burgués que invitarle a comer a Salvador en un restaurante italiano (el Gianni) y verle contrariado y avergonzado al no entender ningún plato de la carta y no saber qué pedir. Espero que aún hoy viva su madre y a él le vaya bien. Espero que Paco Calderón no desfallezca en su vejez tirado en las calles sino que haya encontrado la comunidad utópica de sus mejores sueños.



         Tras cerrar a mi manera este asunto del baño. Decidí refugiarme de las calenturas y posibles aventuras del verano –con su mito de la libertad absoluta- en el yermo secarral que rodea a Ciudad Maldita. Mi objetivo era apartarme de todo salvo de mí mismo, tener mucho tiempo, meditar. No drogarme. No ligar. No salir. No disfrutar. Estaba haciendo una especie de duelo –no sé cuándo empezó ni por qué..., ¿fue antes de nacer?, ¿acaso no lo recuerdo...? “La causa de esta angustia no consigo/ ni vagamente recordar siquiera-, sí, tenía unas ganas tremendas de estar solo, de estar triste, de echar de menos.  



















-

CIUDAD MALDITA



Soy el que no deja de aburrirse en estas

Salidas de exploración nocturnas después de las 12,

De día pasada la sagrada hora 15.

Acudo a bailes muy avergonzado y vuelvo

Con manos semivacías y mon coeur half satisfied,

Para intentarlo con no menos brío e ilusiones al siguiente

En las torturas morales de la Feria.

-A esas horas impunes antes de hundirme en el sueño vigilo

El estado de las emisiones pornográficas registrando

Que aún no han llegado a descubrir la mesalina del XIX con la que ensueño.

Todo es perfectamente frustrante e invita al spleen

Incluso este palacio donde habito y el dinero que no pago,

La sonrisa de este perro que me quiere y que no es mío, etc.

...Entonces...¿por qué de repente esta alegría

Cuando enciendo mi dormitorio y veo el lecho grande

Fragante, ajeno, esperándome?

Pienso en abrir la persiana para que entre la Luna y,

al final,

(Por pereza, por miedo) no lo hago nunca.







ME RECORDABA un poema de ciénagas en la niebla que le escuché hace muchos años: “La niebla sobre el pantano/ simboliza nuestra falta de piedad/ los charcos, las nubes negras/ ,el sol-  semejante a las cortinas/ y  a la lámpara tirada con violencia/-nuestro concepto de vida”. Podía recordar esos versos y otros como una vieja canción que le asaltaba cada vez que regresaba a la ciudad maldita. Nada había cambiado. Podía recordarlo todo: El Bhagavad-Gita y el Mahabharata, los Vedas y los Upanisadas. La Poesía Completa del ser humano, bullía en mi mente como una especie de tendencia al ensueño. Mas yo quiero solamente soñar a Diosa. –La poesía, el ensueño, atropellaba al presente, lo avasallaba, abusaba de él, amenazaba con violarlo. -A mí me daba lo mismo: como si quería engancharse a  un megabrain que se conecte al cráneo para inducir mediante estimulación cortical rememoraciones mucho más intensas que las percepciones del presente. “·El futuro de las drogas es la emisión de infrasonidos y descargas sobre las áreas cerebrales”. –Me parecía bien que mi Señor se evadiera una vez y otra  del tedio mortal de la pequeña ciudad de provincias del interior adoptando algunos ideales de rigor científico. - Su mortal aburrimiento parecía tranquilizarle, volverle ascético, inofensivo y casi bondadoso. Pero no le duraba mucho tiempo:  Diez días todo lo más sin salir del caserón manchego con camaranchón en las huertas que rodean Ciudad Maldita.



         - Al undécimo comenzó la Feria un año más con sus promesas firmes de sexo asegurado, sobre todo en los días álgidos en torno al 15 de agosto donde follaban hasta los que no querían y los que se habían propuesto no hacerlo. -Sí, yo me aburría en la Feria, permanecía centrado en la leyenda del Buddha en el burdel pero por otro lado –mientras guardaba mi voto de no beber alcohol- no podía menos que observar la eclosión de mujeres jóvenes cada una más arreglada y excéntrica que la siguiente, manada considerable de mujeres jóvenes normales y deseables; por la forma en que me dirigen miradas cuidadosas mientras no dejan de beber y bailar discretamente, parece que me aceptan en su parque zoológico. Pues muy bien. Un poco más allá hay otro núcleo de jóvenes humanas: puedo oler el olor de sus faldas como si lo amasase; éstas me miran de forma más directa y provocativa como invitándome a unirme a su círculo de danza. Parecen dispuestas a cualquier cosa y yo me río de ellas.



         Volvía con manos semi-vacías y semi-llenas también, aún con un rastro del efluvio de los rozados brazos de las bellas de la Feria, las guapas y jóvenes normales de la Ciudad Maldita que, esos días, se permitían charlar con cualquiera. Algo bebidas en los chiringuitos.



A cierta hora, los límites de la permisividad estallaban en pedazos. Las verdaderas historias obscuras, las más depravadas, no sucedían en la Costa ni en Nueva York ni en una calleja de Juhu-Beach o de Old-Delhi sino aquí, en la pequeña realidad, la necia. Sucedían en Ciudad Maldita. ¿O no fue aquí,- en la eternamente tediosa, la más fea-, donde la bella casada (Tr) me dejó acariciarla largamente en el pasillo de los wáteres del pub? ¿No fue aquí, donde ella (R), me recibió en mi camino a los aseos con un rostro tan lúbrico que, cerrando la puerta, me abalancé sobre su cuerpo para besarle los senos? ¿No fue aquí donde besé a Helena, donde conocí a María y a Cristina? ¿No era esta la erótica capital adolescente de Iria negra, Rosa roja, Celia azul, Gemma verde? ¿No había sido todo desde siempre truculento? Los sonidos de las rimas me llevaban a lo loco de un lugar a otro, más en el delirio que en el ensueño.



         Pero no era ese el orden, y la pérdida de control neuronal indicaba que sí envejecíamos, de algún modo, en la profundidad de la carne y en los sesos y que tal vez no haya Dios, ni alma, ni Poesía, ni nada. Y ya no sé si hablo yo o mi Señor.



         De nuevo en estado de duelo, mi Señor se sumergía en el olor venerable de los arcones y viejas estanterías de los camaranchones de la huerta, pretendía retirarse, tener su verano ascético en su refugio de campo. Pero no.



         El sueño parecía lo único atractivo. Por eso lo del “lecho grande, fragante”. Sin embargo, la felicidad no llegaba del todo: no al menos en la forma de una noche clara de amor, con la ventana abierta y la Luna dentro del dormitorio.





















































MI LUGAR FAVORITO



Mi lugar favorito de este mundo no es el mármol

blanco y  arcos, claustro y patio de  Krishna-Balarám en Vrindaván,

con mirdanga y sankirtán, plenilunio a medianoche

sino la manguera tensa

goteando agónica en su argolla,

siseando su pérdida contra la boca del grifo.

El sitio que yo prefiero de la Tierra no es el alto

del Furka, el paso del San Gotardo

donde se engendran las fuentes

desde glaciares del Rotten

hasta el llano de los lagos de Lausana

sino secarral tranquilo,

cereal de mies muy rala,

pocas vides

y almendral en retroceso.



Mi lugar ideal no es Shangri-La

ni la Cuba de Colón ni la Isla del Verano del Amor

ni Xanadú ni el Empíreo ni el Elíseo ni el Potala

ni Hespérides  ni  Shamballa

sino poblachón manchego,

erial reflorecido,

vieja huerta

que la llena Luna grava.

Ni dulzuras de Franconia ni de Francia

ni mýtica duna lýbica,

Seléni en pinar de Icaria

sino el olivar tranquilo

que la Pleniluna mancha.



Mi lugar favorito no es la Atlántida

sumergida,ni Lemuria,  Babilonia,

sino jardín de San Pedro con sus rosas calcinadas.

No piscinas de Betsaida

no las frondas de Gopala

sino este ahora necio.



El mejor lugar del mundo,

mi retiro favorito no era lejos sino cerca,

junto al árbol. Sus raíces

olvidé y es crudo, ingenuo.







         NO ME COSTÓ mucho descifrar el sentido de aquella canción con la que mi Señor había conseguido sobrevivir a aquel verano. Pues eso que llamaba “poesía” –una epidemia repartida sobre todo el planeta y, desde antiguo, por todas las edades sin que nadie hubiera conseguido definir nunca en qué consistía (aunque sin duda tenía que ver con el misterio de la Luna)-, era una suerte de dimensión oculta de su vida, su verdadera trama. Después de tantos años a su lado comprendía que mi secuestrador, -mi Señor, mi obstáculo hacia la Diosa-, era un hombre consagrado al vicio inmemorial de las palabras altisonantes, rimadas o rimbombantes, cargadas de imágenes. Y de drogas.



         De sensaciones en su manía del exotismo había llenado o rellenado el comienzo de su canción como un vendedor exagerado que para ponderar las virtudes y excelencias de su producto lo comparase con otros objetos famosos y fantásticos: Sí, no debía haber ningún sitio mejor en el mundo. Pero ¿por qué tanta insistencia?



         Esta vez lo comprendí gracias un sueño:



         Mi Señor volvía a la casa familiar después de grandiosas travesías; sus ancianos padres no eran sus padres de verdad sino unos campesinos galeses que hacían de sus padres pero mucho más patéticos; simples y sedentarios, de hecho no se habían movido del terruño; y él les contaba las maravillas de su viaje; es hermoso evocar las aventuras en el hogar natal; afuera quedó la fantasía del gran mundo; en casa, en la casa de siempre, nuestro pequeño  mundo,  es el tiempo de contarlo; él sabe que no es más que una estancia o una visita para recargarse y volver a viajar; que los padres son mayores y han decidido envejecer y morir siendo simples y sedentarios; él es el hijo pródigo imaginativo que regresa de vez en cuando pero que nunca se queda; y con esa especie de fanfarronería les cuenta su historia, toda la aventura que no tiene fin durante la tarde luminosa; y ellos le escuchan atónitos, muy comedidos y compuestos, sentaditos como dos muñecos le escuchan en paralelo en el viejo salón de siempre, donde se guardan las cosas estables y eternas en los arcones que huelen a mueble antiguo; les cuenta de ciudades que nunca vieron, peripecias que nunca vivirán; ahora él les está hablando de los jazmines que florecen en Hibernia en las riberas del Ness, les está cantando la serenata del calicanto y del sauzal...  y de repente el padre sale de su mutismo: “Nosotros también tenemos un jazmín en el patio”. Y de pronto... es como si toda la alegría de los viajes se desvaneciese. Ha viajado para nada. Todo ha sido mentira, él un niño. Ahora todo vuelve a estar en su lugar: Los ojos sencillos y bondadosos de su padre le miran largamente, tristísimos, conmovedores. Y él empieza a llorar. Y no puede parar de llorar. 









































Veleros y Alt Vila 1999



PROLONGACIÓN DEL INTERREGNO 2001-2005 EN EL INTERREGNO DEL INTERREGNO DEL VERANO DE 2006: YBBOZZIM.



         La prosa estaba invadiendo a la poesía, el interregno defenestraba a todas las reinas advenedizas. Como no vivía más que para Eros –sea lo que sea que signifique- recordaba de manera pormenorizada, en mis largas soledades, cómo había pasado Lesbia, cómo se había perdido de vista Carmen tras un baile, cómo me había alejado de Morphi y vuelto a ella de manera paranormal (telepatía y hechizos), cómo había decidido sufrir, no ligar, no enrollarme con nadie... Al menos durante una buena temporada. Pero no duró ni diez días.



         Por las mañanas, -absorto en el camaranchón-, devoraba las obras del sabio que conducían a una sola conclusión: Era necesario destruir cualquier certeza.



         No sé por qué los emisarios de la verdad tienen siempre la rara virtud de darnos un baño de agua fría. Es esa sensación de desilusión precisamente la que les convierte en sabios. Como si la sabiduría consistiera en recordar lo más sencillo y sobre todo en desenmascarar nuestras quimeras: -Me sentía como si hubiera dado la vuelta al mundo solo para descubrir que todo había sido una estupidez: Lo que andaba buscando, ya lo tenía en el patio de mi casa. Eso me hacía llorar de pena. No por mi estupidez sino por haberme apartado tantos años de los míos. Qué triste era esa mirada sin reproche de los ojos de mi padre.



         La conclusión de todo esto no podía ser, sino que no debía haber salido de Ciudad Maldita nunca. Acaso en su eterno tedio horizontal se ocultasen todas las lecciones de la vida.



         Allá abajo en el Sur quedaba Morphi con su cachorrillo, mi presunta pareja de dos meses de antigüedad (pues, aunque yo no podía haberlo querido, empezamos a ser pareja en el mismo momento en que dejé de ser la pareja de Lesbia; había sido como el cambio de neumáticos en la Fórmula1; por supuesto que hay que tenerlos preparados). Me había bajado de la montaña rusa de la monogamia sucesiva sin haber cumplido en ella 60 días. Tal vez todo era mentira, una especie de borrachera. Tal vez mi vida era como un sueño estúpido. Tal vez estuviera muerto. O peor: nunca había existido (pues los personajes ficticios, los inventos, no podemos morir si no hemos existido nunca). - Pero seguiré estando en el papel, con mi emoción, cuando tú ya no seas más que carroña y silencio.



         - La soledad, el encierro, la sobriedad, el recuerdo de la voz del sabio que parecía leerme en voz alta cada frase de sus libros con su seseo chileno, empezaban a reflejar mi propia imagen real. La respuesta a quién soy yo era una locura triste. Y me pareció entonces que no había habido más que interregnos. Que toda mi vida había sido un exilio del verdadero Amor.



         A los diez días abandoné estas meditaciones y empecé a salir a la Feria y a barruntar el perfume de mujeres normales que me miraban con interés y que admitían como normal cualquier tipo de acercamiento. Algunas aceptaban conductas que se podían parecer a una violación. El infierno de la lujuria no estaba en Bizancio ni entre tribus antropófagas sino en la ciudad eternamente gris durante la licencia colorista de los días de la Feria. 



         Me había alejado de Morphi, de mi Bien, pero un día la llamé por teléfono después de habernos comunicado por telepatía mirando la Luna los dos a medianoche; y quedé con ella en Granada para un viaje alocado que era como salir de Ciudad Maldita para no asfixiarse. -Tratábamos de confirmar por teléfono que nuestros mensajes telepáticos habían llegado, y jamás fallábamos. Llegábamos a no contentarnos si el mensaje no había llegado al pie de la letra. Con el tiempo parecía que era al revés: que confirmábamos por telepatía si era verdad o no lo que habíamos dicho por teléfono. El sueño y la realidad se confundían o alteraban sus prioridades. -Y en esto, se parecía al Amor.



          Por una rara casualidad del destino, apenas salimos del Sacromonte. Fuimos por la tarde, por la mañana y por la noche, sin proponérnoslo, para espiar su misterio. Morphi debía volver a la ciudad costera del extremo Sur de Europa antes de las tres de la tarde y a la una todavía estábamos atrapados en el Monte Santo. Era el segundo día que pasábamos allí. No sé por qué. No nos gustaba. No lo entendíamos. Ignatius había desvelado el misterio de los plomos del Sacromonte en un libro; pero no lo habíamos leído.  Aquel lugar nos había hechizado y tuvimos que salir corriendo. Por suerte, el camino de salida era monte abajo. Yo no podía olvidar que aquella fue la ciudad que mató al Poeta.



         De vuelta a Ciudad Maldita mi situación se hizo insostenible y, como seguía teniendo todavía algo de dinero a pesar de los derroches en baños caprichosos, burdeles y drogas, corrí a la primera agencia de viajes y compré un billete de avión y una reserva de hotel en el Norte de Ybbozzim.



         Los primeros días los pasé en una sórdida pensión del centro de la ciudad, fora vila, en una sombría calleja donde nada recuerda ni el placer de las calas que han hecho famosa a la isla ni las leyendas púnicas ni el paso de los poetas como Walter Benjamin o Vicente Valero. Quedaba cerca de la Fábrica donde trabajé 15 años atrás, en la zona donde se aglomeran las instituciones de la ciudad. Es cierto que había buscado algo barato porque me daba igual dónde durmiera, pero incluso para mí, resultó insufrible la miseria de mi habitáculo: dos metros cuadrados para un camastro y una mesita. Todo estaba sucio y gastado, era como si Salvador y Paco Calderón lo hubiesen diseñado y amueblado. Al menos aquí las líneas de la edificación se mantenían paralelas, no estaba todo ladeado como en el capricho de mi baño. Para colmo, una joven pareja cuya ventana daba al patio común decidió echarse una siesta a eso de las 7 de la tarde y los jadeos y gritos de ella me enervaron: eran auténticos aullidos que no podían ser confundidos con ninguna otra expresión. La cópula –como las que se oían a través de las ventanas de Huelin en las noches de primavera- fue tan intensa como breve. Eso había sido quitarse las ganas, sacarse una espina. –Yo no les envidiaba tanto.



         Salía por la mañana a desayunar solo en el Montesol, a curiosear los barcos y pasajeros del puerto. Merodeaba por Sa Punta sin que ningún gitano se dignara dirigirme la palabra, iba solo al cine, comía solo en Casa Juan. Leía a solas mis libros del sabio en las terrazas de La Marina.



         Harto de la fea ciudad, decidí salir al bello campo. Como siempre, el campo era la felicidad absoluta. O al menos la felicidad absoluta por un instante, lo que duraba la paz de los pinares y de las calas olvidadas por los hombres. Que a veces parecían eternos.



         Fue internarse más en el campo, tomar el autobús que me llevaría al Norte y a mi hotel en la pequeña cala solitaria. Mis actividades seguían siendo las de un hombre aislado en una zona aislada de una isla semi-olvidada. Recordé que en aquella ensenada había desembarcado el asesino de Trotsky y que había vivido allí escondido muchos años hasta que seguidores del intelectual comunista (o comunista intelectual, según se mire que la Idea o la Acción fueran para él lo primero) le dieron caza y lo mataron. No eran muy buenos presagios.

        

         También había pasado su exilio allí el filósofo del aura, mucho más elocuente que el burracón de Heidegger que fue nazi pero no pidió disculpas. El filósofo que acabara suicidándose en Port Bou ante la amenaza de ser entregado a la Gestapo había pasado ratos buenos en la isla, con amor y amistad, entregado a su utopía; pero al final, solo miseria, preámbulos de su muerte temprana. - Yo no pensaba suicidarme todavía.



         Aquí se había dejado el sombrero Tristan Tzara tras despedir a su amante loca en el manicomio. Artistas, espías, fascistas, revolucionarios, asesinos, arquitectos, habían constituido esa especie de crisálida energética que rodea al nombre de Ybbozzim y a la misma isla; algo así como el presentimiento en necrópolis de una realidad macabra y a la vez el ansia de las playas, de la desnudez, la bendición de la libertad en la isla.



         ¿Dónde estaba ahora Amable, dónde estaría Marcos, dónde Vicente, dónde la Princesa de los Ojos Verdes, dónde la Duende, dónde las que hace quince años fueron mis enamoradas de la isla? Por esa costumbre de pasar todo el día solo sin hablar con nadie, me deleito en mis recuerdos y recuerdo los ojos azules de Kati, mi primera enamorada casada, fue hace miles de años, yo casi no me di cuenta, ella se enamoró de mi novela. El tono azul de sus ojos era el más bello que he visto en mi vida. ¿Qué será de ella ahora? ¿Qué sería si supiera que sale en mi novela, la misma que ella leyó, si supiera que la lectora de la novela sin acabar se ha convertido con los años en personaje de la novela acabada, algo así como un mosquito muerto por casualidad entre las páginas de un libro sobre mosquitos?



         Cada vez me adentro más en el campo de Ybbozzim, en sus ametlers, en sus serranías de pinares que algunos llamaron little Tibet. Quiero descender más hacia el Sur, donde se nota ya la vaharada negra de las multitudes de África. Quiero ir siempre más hacia el Sur, hacia el mito del Sur, donde la gente es sabia y amorosa y feliz bajo un clima armónico y benigno.



         El hotel es de esos que a cambio de una pulserita te dan cualquier cosa que quieras pedir o consumir y cada dos horas sacan meriendas calientes, almuerzos fríos, entre-desayunos, re-cenas, entremeses, aperitivos y tentempiés para antes de irte a la cama. Si vas a lucir tu único vestido de fiesta -semi-prol, semi-bourgeois-, será mejor que lo hagas al principio de tu estancia; al final vas a estar gorda como una morsa. Es una lástima que la cosa me haya pillado en un periodo de abstinencia porque el alcohol es gratis y sin límite. No probaré ni una gota.



         Y ya me marcho, cuando el último día, en la recepción del hotel, la chica que registra mi check-out, me observa de extraña manera. Yo voy en bañador y camiseta luciendo el rastro de soles de todo el verano. Soles de la gran ciudad costera, de Ciudad Maldita, de los pinares de Ybbozzim. He estado caminando por los senderos estrechos y pedregosos –como un personaje de un poema de Valero-  una media de cuatro o cinco horas de diarias y llevo pegado a la piel el aroma de la isla, una mezcla de espículas y de productos de herboristería. Por lo demás, tras tantas jornadas sin charlar con nadie, ya no espero ninguna compañía y hasta me molesta estar cerca de los humanos, he adquirido esa mirada perdida de los animales salvajes y una mueca en la cara del que no está acostumbrado a que nadie le atienda ni a mantener un semblante social.



         Sin embargo, la chica no para de mirarme y yo la contemplo con una expresión vacía. La verdad es que he tenido tiempo para pensar en todo y hasta agotar los temas, y mi pensamiento está quieto y en completo silencio. Por otro lado, soy un hombre de 42 años que acaba de convencerse de que su vida ha sido una sucesión de sinsentidos y de mascaradas, alguien que está devastando todas las cosas en las que creía. Por todo eso es como si mirase a través de los ojos de la chica que me mira.



-                   ¿No sabes quién soy? –Me pregunta por fin sin levantar la cara de la pantalla de su ordenador.



Reconozco ese tono insinuante porque me provoca una punzada en el estómago. Sé que las mujeres solo lo usan cuando están coqueteando. Ya no me dedico a ligar con la primera que pasa, pero me acuerdo de cómo iba esto. Yo ahora debo adoptar una dureza flemática y responder que no la conozco, que no la he visto en mi vida, y agredirla con la mirada todo lo posible dándole a entender que no me importa. Eso, por algún motivo, a veces las excita. No tengo ninguna duda de que a esta mujer le gusta este juego. Además, parece que no hay nadie en el hotel ni en muchos kilómetros a la redonda. Y yo no voy a ninguna parte.



- Cada vez más nerviosa ante mi actitud displicente, la joven me explica que ella estuvo hace muchos años en la Fábrica de Membrillo y que allí nos conocimos. Parece guardar un buen recuerdo. Se llama Susana Prats Baumgartner; me parece muy bien; su madre sería una hippy alemana que terminó casándose con un ybbozzenc.



         Pregunto si puedo dejar mi equipaje en el hotel hasta que me vaya, y ella me lleva a un cuarto en los subterráneos. Caminamos entre el eco de nuestros pasos. No nos cruzamos con nadie. Es como si hubieran desaparecido todos los habitantes de la isla y estuviéramos en la del doctor Moreau. -La atmósfera es rara y sé que va a pasar algo. Cuando estamos en la pequeña habitación llena de maletas, la muchacha abre las manos como indicándome que deje mi bolsa donde quiera pero yo la miro directo a los ojos y ella baja- los suyos como si no lo soportase. Luego se arma de valor para levantar la cara. Tiene la mirada vidriosa y los labios entreabiertos y el aroma a maletas de la consigna resulta el más erótico del mundo. Al verla así, una fuerza me empuja hacia ella, hacia sus labios. Empieza a agitarse y a suspirar desde el primer contacto...



         - ...Trataba de no mezclarme con las mujeres, de vivir retirado. Ybbozzim se había convertido en un lugar ajeno, poblado por los fantasmas de los amigos perdidos. Solamente en las playas y en los bosques, en el santuario de Es Cuyràm me había sentido como en casa. - Y sin embargo, a última hora, de extraña manera la suerte me regalaba una dulce despedida en brazos de una mujer que provenía de mi pasado aunque yo no la recordase. Desde hacía años, yo había aceptado como algo evidente que mi vida es una novela –acaso una novela de aventuras o “romántica paranormal”- escrita por una inteligencia superior (no me refiero al Autor, que de superior no tiene nada) pero ¿qué quería decir? -



         Tras una hora investigando las posibilidades del cuarto de las maletas, volvimos a la recepción. Allí estaba esperándola su novio, atónito al encontrarse el hotel vacío. Parecía otro fantasma de una isla de la que ha desaparecido la vida. Ella le dio un beso en la boca sin inmutarse (me pregunté si sus labios aún guardarían huellas del sabor de alguna parte de mi cuerpo). Luego me lo presentó y yo estreché su mano con la mía que conservaba aún una mancha de los fluidos vaginales de su novia. El pobre notó la humedad y pensó que yo tenía las manos mojadas de agua porque me las acababa de lavar. Se la secó con un pañuelo sin olérsela, lo que le habría provocado una impresión descomunal.



         No era la primera vez que asistía a una escena parecida. Recordé a mujeres que me acariciaban el canal entre los glúteos mientras con la otra mano, sin que las vieran, cogían la de sus mariditos. No sentía la menor compasión ni sombra de arrepentimiento. Si era su novio y era hombre, sería un ser primitivo, un macho a medio evolucionar interesado en explotar, violar y asesinar a las mujeres. Ahora me entraban ganas de poseerla allí mismo delante de su pareja oficial y luego darle a él una paliza. Nos despedimos con un beso en las dos mejillas y cuando llegué a la que quedaba fuera de vista de su novio, le di un mordisco calculado pero fuerte en el lóbulo de la oreja. Ella no pudo reprimir un pequeño grito seguido de una risita (también ella se había quedado con ganas). El novio alzó mucho las cejas pero como nosotros sonreímos, él también sonrió y parecía más estúpido que nunca. Sin embargo, no sentí pena de su ignorancia –que se elevaba sobre su cabeza como una corona de cuernos de macho cabrío- pues no dejaba de pensar en la cantidad de daño que los novios y maridos oficialmente casados infligen a las mujeres. 



         La única salida es la infidelidad. La única rebelión posible son los cüernos y colgarles a los que pasaron por la vicaría hijos o cachorros que no soportarían un examen de ADN. El hombre será un cabrón que no ha pensado jamás cumplir los votos matrimoniales ni en su artículo de no tener nunca más relaciones sexuales con otras –pues, aunque no se dice así, ese parece el voto fundamental como indica el planteamiento de las despedidas de soltero- ni mucho menos en lo de “amarla y respetarla”. -El hombre será un cabrón, pero la mujer puede ser muy puta-. Con lo que están comprometidos de corazón es con odiarlas y humillarlas hasta que la muerte les separe. O un tiro en la frente. Muchos ancianos en nuestro país y en el mundo en general rematan su fechoría conyugal descerrajándoles un tiro a sus mujeres a los 90 años. Eso sí que es un récord de maltrato: 70 de explotación económica y sexual salpicados por episodios de violencia y al final, cuando ya está hecha un guiñapo, la mata. Un gorila o un australopiteco habrían sido más clementes con sus hembras. Pero los hombres todavía andan a cuatro patas, abrevan en charcos de cerveza mientras discuten a voces sus partidos de fútbol. Son menos corteses que un chimpancé. Los hombres son la muerte; ellas, las madres de la vida.



         El feminicidio es tan universal como el adulterio. En realidad, están relacionados aunque no conozco estudios estadísticos. Primero les ponen los cuernos mientras les van sacando a sus esposas hasta la última gota; luego, cuando son viejas y ya no valen para nada, las estrangulan. Las queman como a las brujas y a las viudas de la India. Las emparedan en la pirámide con el faraón. Las ahorcan. Las cuartean. Les cortan las tetas. Les sacan los ojos. Las desfiguran con ácido. Les vendan los pies para que no puedan andar. Les rompen el cuello con aros. Les cortan el clítoris con un vidrio roto o una cuchilla de afeitar. Les cosen la vagina. Les ponen cinturones de hierro. Todo esto sin dejar de violarlas.  Los hombres siguen matando a las mujeres hasta cuando ellos ya están muertos. Y ellas van dóciles -siempre nobles, siempre hermosas- al matadero. El sacrificio para ellas es tan natural como tener la regla.



         Pero algunas de vosotras os rebelaréis y os casaréis y plantearéis una batalla de cüernos contra los machos con cerebros de iguana y vellos de osos. Les engañaréis con sus mejores amigos en los servicios de vuestro banquete de bodas. Seréis desas mujeres que provocan a los empleados de las gasolineras pidiéndoles que les enseñen los aseos de Señoras (y remarcaréis con el tono la palabra “Señoras”). El sexo rápido y furtivo y el conocimiento de toda clase de reservados y lugares hurtados al mundo, pero en medio del tráfago del mundo, serán vuestra especialidad. Poseídas de una megalomanía casi masculina, las amigas –todas casadas por la Iglesia y por lo civil;- como botellas de alcohol totalmente regulares - quedan a tomar café y compiten en número de hombres follados aparte de mi marido.



         Son un grupo de revolucionarias lascivas como la Valentina de Guido Crépax, mujeres que van trastocando el orden social con sus caderas mojadas. A Valentina le gusta el sexo en los departamentos de los trenes y en los aseos. La más masculina –ya mayor y algo parecida a Mercedes Milá por su determinación, su valentía- presume de haberse tirado a todos los camareros de la cafetería. Otra dice que ella también. La más modosita no habla; parece que está recibiendo la lección escandalosa de un personaje del marqués de Sade. Ella está enamorada, es la más femenina y no quiere dar el paso, aunque todas sus amigas la presionan. Tanto sexo, a las casadas les ha puesto cara de lobas. Tienen pinta de fulanones y además lo son. A base de comportarse como los hombres, han terminado siendo unas putillas por muy casadas que estén. Por muchos certificados de boda enmarcados que atesoren, de “señoras” tienen muy poco. Tienen pinta de zorras, aunque vayan anilladas. A mí la que me gusta es la rubia modosa, la fiel, la enamorada, la víctima.



         Claro, ya sé lo que haré: escribiré mi propia novela. Ya que se emplea a mi cargo el viejo truco de que yo hable en primera persona como Castel o el Extranjero, me inventaré mi propia historia. A través de la fantasía y del despropósito me acercaré a la Realidad y al Sentido.  -Enamorado de la rubia recién casada que aún quiere a su marido y respeta los votos que firmó. Las revolucionarias son unas furcias viejas y no tienen nada ni de señoritas ni de señoras. Me dan un poco de asco, aunque no dejo de fijarme en el impresionante busto de Mercedes Milá: Por mucha testosterona que le eche a la vida, esas tetas se ven que son de estrógenos naturales. En eso no es tan masculina. - La rubita,vergonzosa enamorada, no tiene tetas sino senos.



         Claramente el que da la mano al novio después de haberla introducido cinco minutos antes en los pliegues y dehiscencias de su novia o mujer, es como el que toca los billetes que poco antes han estado en otra cartera: Más que un malvado, un jugador del juego de Eros que no se toma del todo en serio el noveno mandamiento ni el sexto (en realidad siempre oscilaban en mi mente: ¿cometer actos impuros, codiciar los bienes ajenos o desear a la mujer de tu prójimo?¿o todo a la vez?).



                   Y así volví de Ybbozzim a donde había ido a no tener aventuras y a que no pasara nada.































GULA



Culos pasan como angulas, como comas,

Dobles lunas,

Curvas en lapsos de tormento

Paso como judío relapso,

Mis vacances  por silouhettes de pasiones,

Sin dulces caldos de Cusa,

Ni éxitos con las majorettes

De muslámenes

Rubicundos

En las fanfarrias

Acróbatas

Del desfile de carrozas de la feria. -

Transacción en transición a treintaitresmil traiciones:

Cinturas que pasan leves

Como el dharma de los Buddhas,

Como ribetes

De espuma...



Maldita sea la Gula por la cara

Que apareció con la luz,

Los labios entreabiertos

Como culos,

Corazones,

Norias,

Ojos

Horribles de los pontones...

Mister Panza Toujours Perdrix realiza

Cuatro o cinco veces

Al día sus colaciones.

Pide agua antes que vino,

Buen cordero, no mal jamón

-Neeeed sth. Strrong...!-chapurrea a voces-,

Liqores

Que administra

En razón

De los cálculos

Con tendencia al redondeo de la Gula.



“Traigánle al menos dos putas

Al Nobel: que no be vien”,

No ve forma

De llegar sin desmayarse

Hasta la cena de bascas.

Tiene escuderos repartidos escarbando

Yacimientos y Solaris

Para escaparse del tedio.

-Casi se vuelve loco

Con el menú del almuerzo.





         MI SEÑOR desvariaba cada vez más, volvíase críptico como aquéllos que no tienen mucho que decir y por eso mismo lo encubren mucho. Pero la prisa de mi mente por descifrar sus estúpidos enigmas era como un viento que lo barría todo, la claridad invencible de mi pensamiento/elocuencia: Lo había escrito borracho, eso seguro: conservaba manchurrones de barra, de gula, que difuminaban las letras de tinta azul. - ¿Acaso se trataba de una oda a la Gula? Si así fuera, se habría saldado con un fracaso estrepitoso. Pues en ese tipo de cánticos hay que sacar todo lo que cualquiera ha pensado sobre el tema –como en una buena adivinanza cuyo autor nadie recuerda- y él apenas agotaba nada.- Me lo podía imaginar al final de aquel largo y árido verano en el que decidió no emborracharse... ¡Pero su destino era ser un borracho y un multi-drogadicto, mirar culos, pensar con odio en los golosos, odiarse a sí mismo!- Y volvía a acordarse siempre del Buddha desde el burdel: las cinturas de las ninfas las comparaba con su presencia: Intuí que tal sensación era como el vuelo de un chal rojo; aunque esto no lo decía su poema –o, como se quiera llamar- yo lo veía claramente entre líneas: El Buddha y un chal rojo.- Igual que el grito crispado y contrahecho de maldecir a su propia madre, madre humana: “maldita sea la Gula por la cara que apareció con la luz ”. - ¡Y sin embargo los labios entreabiertos de sorpresa de su madre le recordaban cosas bellas y horribles! – De aquellos bellos horrores –“un topic trend de los poetas desde Benjamin” (ya iba yo hablando como humanos, agitado como el cronista) - se apartaba horripilado. Pues eran horrendos, horripilantes, horrorosos y hasta hórridos. - Prefería horrorizarse de la gula ajena,  más odiosa cuanto más laureada.- Pero en el fondo, por más que desarticulase la estrofa y la secuencia de los pensamientos, ¿en quién estaba pensando sino en sí mismo? No, no en el Nobel. –Pues pareciera para el lírico no existir nada más importante que sus propias sensaciones, sus propias emociones, sus reflexiones, sus figuraciones y sus recuerdos. Odas al yo, como había dicho Dylan (si eran los versos perfectos, aunque humanos, mi alma los recordara). - En el fondo es él el que se siente culpable por tener a tanta gente trabajando para conseguir su propio placer. - El final siempre era la Muerte, la muerte sin sentido, triste final de tanto despliegue: El odioso protagonista de aquel relato rimado es tan glotón que enloquece solo con leer los menús. – Sí, él era la Gula, era la Muerte. Y no tenía remedio.

















MÁS DIVAGACIONES SOBRE EL KARMA



         No hay tema de mayor interés que el Destino.  A los ateos les gustaría acabar bien, como personajes de una novela donde vencen los héroes. Cualquier cosa que quiera significar la palabra “Destino”, es evidente que tiene que ver con el final de nuestra película: El destino de Alejandro, de César y de Napoleón es similar pues terminaron de mala manera (los dos primeros eran maricones, dicho sea de paso; Napoleón chiquitito pero matón). -Los personajes no queremos ni acabar desterrados en una isla de mala muerte ni que nos acuchillen al entrar en el Senado. Y a los que no creen en Dios ni en el alma, les gustaría morir tranquilos y a edad avanzada. -Es que hay que tener muchos huevos para encarar la aniquilación total. -Hay que echarle cojones para morir siendo un ateo impecable.



         Yo admiro a esos hombres de hierro, materialistas clásicos que rechazan los oficios del sacerdote en el lecho de muerte y afrontan con una sonrisa la inminencia del vacío eterno.  Contingentistas incoherentes que creen en la eternidad: la eternidad de no ser. - Por tanto antes de que eso les llegue (el apagón total y para siempre de la existencia) es natural que se preocupen por su destino natural. Tal vez no sea Dios el que haya inventado las leyes de la vida, será el Azar y la Necesidad, pero en todo caso es difícil no admitir que hay leyes de la vida: el escéptico no puede dudar de ciertas evidencias: si fuma, puede contraer un cáncer con más probabilidad. A los ateos les interesa el funcionamiento de la ley de acción y reacción en esta vida, les interesa el karma físico. Convierten la salud en el objetivo último. Se aferran a este mundo, a este cuerpo como a una tabla en un naufragio infinito.



         A los creyentes, por otro lado, también nos interesa tener un buen destino, pero la cosa se complica al haber vida más allá de esta vida: Tal vez ser crucificado es un “buen destino” pues constituye el cumplimiento de las profecías y hace posible el Misterio de la Resurrección de nuestro Señor Jesucristo. Para César también fue un buen destino –cargado de augurios- y un buen karma ser asesinado por Bruto y sus secuaces bajo la estatua de Marte.



         Y el ateo aprensivo y a la vez implacable que no fuma ni una cachimba de melisa, desayuna kiwis y no esboza movimiento que no le sirva para cuidarse, nadie le asegura tampoco que, por respetar esas leyes de la vida, vaya a vivir más. Tal vez ha descuidado otras: Aunque estaba sanísimo, le ha atropellado un trailer. Fíjate tú por dónde. Mientras agoniza y se prepara con un par de cojones para expirar sin esperanza, todavía se pregunta qué sentido ha tenido padecer este accidente. - Puesto que ha vivido toda su vida en ateo, no debería asombrarse: No hay Dios y por tanto no hay Destino. Solo hay tu voluntad y accidentes incomprensibles, sin propósito; así que no preguntes tanto. Te has muerto y te has muerto. Hay contingencias. No hay Providencia. No vayas a buscarle ahora un significado oculto a todo esto porque eso sería renunciar a tu querido ateísmo.



         De modo que nadie sabe qué es el karma, qué camino conduce a la felicidad. Los ateos se sorprenden de lo que les pasa: dones de la providencia y castigos bíblicos en un universo sin sentido. Los creyentes no sabemos cómo seguir las leyes de la vida, cuál será la voluntad de Dios; a veces parece que todos los destinos son buenos, que no hay mal karma sino solo karma, sin epítetos; otras veces, parece que el problema es el mismo karma, el pasatiempo, la acción, que todos son malos o estúpidos...



         Yo al menos, querida Lectora, no sé por qué ni cuándo cambia la substancia del karma, cuándo cambia y por qué el rumbo del alma: y sin embargo, cambia:



         A la vuelta de Ybbozzim y de aquel árido verano de 2006, comencé a descender, empecé a ser menos feliz, a internarme, a volver a mis simas: No había servido de nada seguir las enseñanzas del sabio, no había servido de nada estar sobrio desde julio, contratar a dos obreros semi-vagabundos,  no buscar mujeres ni viajes ni aventuras. Al final me había convertido en todo lo contrario de un charlatán, de un arlequín. Era ahora una especie de psicópata virtuoso, un tipo que rehúye todo contacto humano, alguien que no necesita hablar mucho, no toma más que fantas, no fuma más que tabaco legal, folla o se masturba por estrictas necesidades higiénicas y medita diez o doce veces al día. Sin gula y sin lujuria. Progresos de la avaricia... ¿Y qué?



         Había cumplido todas y cada una de las tareas que me había propuesto para practicar la sabiduría del sabio (las llevaba anotadas en un cuaderno y pude tacharlas todas).  A menudo pensaba en él con absoluta admiración. Volvía a sus libros para oír su voz que seseaba en las páginas pues era inevitable recordar cómo hablaba cuando leía sus estudios con sus giros característicos. No quería simplemente leer esos libros. Quería aprendérmelos de memoria, subrayarlos, resumirlos, penetrar por completo su sentido, abarcar la mente –que a veces parecía infinita no solo por sus conocimientos- del mismo sabio.



         Pero él no se equivocaba y yo sí: Me decía al abrir al azar uno de sus obras – aquella donde analiza varias epopeyas sagradas desde el Gilgamesh a los inquietantes poemas y creaciones de Totilla Albert-, me decía con su acento chileno, su distintivo y sutil seseo, su buen humor invariable, que no me desesperase, que estaba en el camino (no en el buen camino), en el desierto, en la noche obscura del alma, y que aunque me creyera estancado o en descenso, aunque todo fuera seco y sin deleite aquel verano, nada se había perdido.



         Sus palabras me confortaban, me contagiaban paciencia, eran más que volúmenes impresos con tinta, me levantaban de mi postración como aquella noche cuando por primera vez escuché su voz en un vídeo. -´Tal vez el buen karma, el buen destino sea el que aumenta la belleza, pero eso complicaría más la cuestión en vez de resolverla: Tan difícil es definir lo bello como lo bueno. - Tal vez el buen karma sea el que nos alza hacia Eros. El buen dáimon o la suerte sea que te toque el lote de amante del amor. Pero tampoco sabe nadie qué es el amor. Ni por qué te toca.



          Me hacía bien leer los libros del sabio. No consumía mis días en otra cosa más que en estudiarlos. Acaso con ello no me volviera más lúcido, -más consciente de mi destino y de mi karma-, pero era feliz leyéndolos y releyéndolos hasta casi poder repetir el sonido de sus palabras. Acaso por imbuirme del sabio no estuviera yo más cerca de la iluminación ni de la santidad, de resolver el embrollo del karma, pero de lo que no podía dudar es de que había al menos un hombre santo entre nosotros, alguien que lo había hecho todo bien. Estaba entonces ciegamente enamorado de mi maestro sin haberlo visto nunca.



         Pasado mi verano de retiro, sobriedad y meditación (pues esa parecía mi terapia de acuerdo con lo que yo había entendido del dharma de aquel curso) y sin que se hubiese declarado todavía el otoño, decidí con días de anticipación y casi plena consciencia volver a emborracharme, a fumar porros, chinés y bazookas, lamer sapos, masticar setas, chupar tripis, esnifar lonchas, buscar hembras de diferentes cataduras sin descartarme de Morphi que aguardaba sin fe mi compromiso...



         Fue entonces cuando la vi en mandil francés.



         Y lloré.



         Cuando empiezo a llorar conmovido por verla en mandil francés no sé todavía ni lo que siento. Solo siento que lloro. Quizás me gustaría llorar míentras la espío trabajando en el hotel, vestida en mandil francés... Ella a mí no me ve. Está muy guapa, va tiesecita y parece pequeña, toda vestida de negro, lleva una bandeja de pizarra que pesa mucho, sus ojos glaucos, glaucos que no me ven ni me miran, otean el infinito, el infinito de la tarea por hacer... Entonces lloro y me prometo -como un personaje de copla- que tengo que sacarla deste trabajo, viviremos con mi sueldo de modelador de membrillos y seremos absolutamente felices. Me hablo a mí mismo en la aturullada madrugada como si fuese un personaje de una película neorrealista. No parece que me esté sucediendo. Que nos esté sucediendo. No sé quién soy ni para quién hablo. Ni a dónde me oriento.



         Estaba volviendo a ocurrir. El alma lo decide en una décima de segundo, -más aún: En un instante sin tiempo-, tal vez ni siquiera lo decide, sino que se entrega a ello, lo decreta... Eso debe ser la reorientación del karma: un fenómeno mágico de naturaleza emocional que el ser humano a veces –no se sabe bien por qué- realiza.



Cuando te vi en el hotel,

A través de los cristales

Saliendo para saludarme

Pequeña  como Leonor,

Metida en mandil francés

Toda perfil afilado,

Y ojos glaucos, no serenos,

Los de dulce mirar nunca alabados,

Nariz  como Om de  Sem,

Cruzando tiesecita la ancha  sala,

Más que guapa, bonita

Entre butacas de mimbre

Y de tela dalias rojas,

Mi perfecta bailarina y  niña buena,

Pequeña como Leonor,

En negro mandil francés,

Y tus brazos sin bandeja.

Yo lloré.



































         DE NUEVO MI SEÑOR se echó a llorar ante la combustión de un recuerdo. Ardientemente había deseado ayudar a esa mujer mientras la veía trabajando... Al menos habíamos progresado unos meses en su catálogo. Yo ya ni sabía dónde estábamos.



- ¿Y  si la gran mentira fuera la felicidad? –Casi gritó alguien dentro de mí; era una voz áspera y conocida-. -¿Y, si después de todo, la gran mentira de tu vida hubiera sido o estuviera siendo convencerte a ti mismo de que eres feliz, de que estás alegre, como esos señores finos que andan por la calle sonriendo todo el tiempo como si pasearan por un jardín en día de fiesta?



- Alegre mucho más que el resto (evidentemente amargados), alegre más de lo normal.-Siguió cantando:- Sobrado. Más aún: confiado en Dios, en tu suerte, en el Destino, confiado hasta la despreocupación.-



- Debe ser por eso que tanto te molesta ver a los viandantes con caras de amargados, con caras contraídas, sobre todo que se les arruguen los días de lluvia como si no supiesen disfrutar de los regalos del Cielo.



- A las de ellos siempre opones un semblante satisfecho pero ¿estás tan contento de verdad?



- Debe ser por eso que una difusa pero lúcida agresividad se apodera de ti los días sin hipnóticos. Entonces la jornada del soñador es árida y fatigosa como un camino escarpado, calcinado por el sol. Entonces solo anhelas un poco de música, otro porro, otra poesía. Hay que estar muy amargado para ser tan drogadicto.



- Y en el fondo te preguntas si no será ese entusiasmo la gran mentira,

y esa estúpida ilusión tuya aún por las cosas y alegrías

de este mundo,

de esta vida.



         Pude darme cuenta por su forma lánguida de decir todo esto mientras miraba su propio rostro en un estanque, de que no me dirigía estas palabras (que él creía sinceras) a mí sino a sí mismo. Y por eso le deseé la muerte, que le llegara cuanto antes, que en sus venenos se ahogara para que hablara con su propia sombra, o con la Felicidad, o con Dios, o con el alma durante toda la eternidad. Pero sus frases se parecían cada vez más a las mías y yo solo quiero Diosa. - ¿A dónde nos llevaba todo esto?













SUEÑOS DE YBBOZZIM



         Soñé casi todas las noches de aquel veraneo solitario en la isla. Tiempo atrás había conocido en Ybbozzim a Pau, un poeta que escribía: “El nostre mit era l´estiu”. Fue hacia 1996 y nos presentó Vicente Valero. Aunque yo no fuera catalán, podía sentir que el catalá era más versátil que nuestro seco y consonántico castellano; el sonido del provenzal era mil veces más gentil que aquella lengua nuestra del Cid, celada, cota de malla y espada; me imaginaba todo lo que quería dar a entender Pau con aquel primer verso de su poemario, que aún conservo. Al final, muy borrachos, ya solo hablábamos de Krishna...Pero ahora era el 2006 del pujante siglo XXI y ¿dónde estaba Pau?, ¿dónde estaba Vicente? Busqué su número de teléfono en la guía. Ni rastro. Buscar en el listín de una cabina pública el nombre de un antiguo amigo y no encontrarlo es una de las cosas más tristes del mundo. Evítese en lo posible la experiencia. Pero encontrarlo es aún peor: verlo escrito, poderle llamar y –rindiéndose a una especie de pereza que es una pasión del alma-  saber que no le vas a llamar. Tal vez dejes transcurrir otros diez años, o toda la vida.



         Soñé que mi padre se dedicaba a fumar en una especie de transtienda o pasillo de la tramoya de un teatro. En este lugar de paso y a su lado, estaba mi madre con muda pero grave complicidad. - Yo les sorprendía y me acercaba a reprenderles por ceder al vicio. Entonces veía que papá comenzaba a hacer una serie de gestos “rituales” extraños, de loco, como tocarse la nariz con el pulgar de la mano o presionarse las muñecas. Eran movimientos –como la expresión alucinada de su rostro- no exentos de ironía, de una comicidad alocada como sus delirios durante lo que fue su agonía o las rimas que soltaba en aquellos momentos finales, obedeciendo no sé a qué: “Todo buen enfermero/ ha de tener/ un poco de carpintero”, rimas e ingenios que encogían el corazón como si fueran emanaciones directas del Diablo (yo no tenía tan claro que el Diablo y sus legiones fueran mera mitología).- Su actitud irresponsable me angustiaba mucho. ¿¡Por qué se burlaba, por qué se comporta como un niño malcriado?! Pero no voy a ser yo el que riña a su propio padre, que además está muerto desde hace 5 años. De modo que me pongo serio pero comprensivo. No le voy a reñir. Le pregunto inocente si se toca el cuerpo para sentirse el pulso. Como si sus venas –las de un drogadicto, un moribundo, un muerto- estuviesen tan débiles que necesitara estimularlas palpándoselas. Para sentir que no está muerto.

















LOS PRIMEROS MENSAJES



-         “Hola. ¿Cómo estás de vuelta a la vida real?”



Carmen se había marchado envuelta en los vapores de un baile, pero persistía en los mensajes del móvil.



-         “Ahora me aparto de ti para no interferir en tu desarrollo personal”.



Todas las del curso de la Revolución del Membrillo (Suckers After Thicks) creían en todo ese rollo del desarrollo personal, como si cada uno fuéramos personas con su destino y su ángel. Gente importante que va a alguna parte. Pero Carmen era doblemente atractiva cuando empleaba un lenguaje de best-sellers de la autoayuda, saldos del lavado de cerebro. Más hermosa cuanto más idiota. Más deseable cuando era más vulgar. -No sé cómo pensaba interferir en mi destino... ¿No había interferido ya?



-         “Ya tenía pensado hacerlo, pero quería hablarlo antes contigo”.



Cada uno de sus mensajes llenos de tópicos me emocionaba como si me clavase cada sílaba leída en el corazón y deslizase el corte hacia mi vientre y mi entrepierna.



         Después de la despedida dramática a media tarde, volvía a escribirme por la noche con cualquier excusa:



    -    “Cuídate la cara”.



Podía imaginarme a Carmen allá en su casa, su mausoleo de Feng-Shui y amatistas lavadas a la luz de la Luna, escribiéndome aquellos mensajes íntimos que en el fondo no hablaban más que de amor. ¿Y su marido? ¿Estaba en otra habitación, fuera de casa, junto a ella? ¿Tocaba el exterior de la mano derecha de Carmen el exterior del muslo izquierdo de su esposo mientras me mandaba mensajes? – Los mensajes eran el aura y la espuma, el vaho y el humo, las cenizas de aquella burbuja de oro del curso. No era necesario que yo entendiese todas sus palabras, que leyera concentrado todos sus mensajes, que contestara a todo, me bastaba con oír la música del corazón de Carmen: Me parecía evidente que estaba enamorada a su manera, como yo de ella. Que estuviera casada o que viviera lejos, no tenía nada que ver con ello. Se cuenta que el trovador se enamoró de la princesa de Trípoli –la árabe blanca- por los relatos de los peregrinos, y que se embarcó para conocerla, y que enfermó en el barco; pero al llegar a Tierra Santa, moribundo, vino la misma princesa a recibirle y expiró en sus brazos. Aunque creo que otra versión dice que murió en el barco antes de llegar a verla. - No es lo mismo.







SUEÑOS



         Cuando nos dicen que traigamos sábanas y almohadas, me temo ya lo peor: Va a haber hostias.  A golpear y a gritar como antes. Un frenopático. Una hipnotizadora de acento brasileiro como el de Pedro Carioca en Los Tres Caballeros nos sugiere que visualicemos a nuestros padres mientras permanecemos tendidos en nuestras camitas de niños. La que dirige el ritual comienza a decir cosas sobre el padre y la madre con las que no puedo estar de acuerdo: mi mamá sí me acariciaba, sí me daba un beso, sí me contaba historias, sí me escuchaba, sí me quería. –(Se dice pronto: haber rellenado más de 500 páginas de la novela del amor sin haberle dedicado más que una línea a mi madre). -Y mi padre tampoco era un macho desatento y frío que está siempre por ahí, fuera de casa.



         El ejercicio tiene la virtud no solo de hacerme sentir amado por mis progenitores sino de indignarme porque lo que decía aquella hechicera con su líquida y cantarina voz brasileira era injusto para mi padre, al que ni le he dedicado una palabra.



         No sé qué ha sido de él tras la desaparición de su cuerpo, pero le dedico todo mi agradecimiento. Estos momentos de paz y de meditación me hacen temer que no esté realmente en un sueño sino viviéndolo de verdad: Terapia de choque y a hostias, lloriqueos y alaridos, algo muy muy serio.



         Recordé cuánto jugaba con nosotros: al fútbol y a todo tipo de juegos. Recordé con qué ternura me llamaba Tucho de pequeño. Su humor. Sus pantomimas como las del sueño (el otro sueño), sus aleluyas, sus rimas. Todo lo que le debo.



         Gracias a él, leí el Martín Fierro y conocí la música: a veces cantaba algunas letras flamencas con buen oído, con su dulce voz que aún resuena en mi memoria, a la manera de Manolo Caracol. Gracias a él fui de viaje a Francia y recorrimos toda la geografía española.



         Pero eso no es nada al lado de su apoyo moral: Porque charlábamos mucho, casi parecía un amigo en aquellas largas veladas de conversación interminable. Junto a él siempre me sentía protegido y confortado. Hasta el olor de su cuerpo –que aún recuerdo, que aún conservo- me daba amparo.



         En la sala se oyeron golpes primero, gemidos, llantos desgarradores y expulsión de mucosidades por la nariz. Era mejor que se desfogasen por las fosas a que expulsaran las mucosas por el culo. A mí me da pena, miedo y asco, pero no siento pena de mí mismo. Estoy deseando que se acabe el puto sueño donde no consigo maldecir el alma de mi madre, la memoria de mi padre. Que era de lo que se trataba.





SUEÑOS



         Ybbozzim. Julio de 2006- Esta tarde he tenido uno desos sueños de los que uno puede contar poco y que sin embargo se experimentan como un largo suceder, como si hubiéramos estado viviendo toda una larga temporada. –Yo estaba en Ybbozzim acompañado, involucrado con viejos hippies tostados, flacos, de largos pelos negros, perfiles aflamencados con acento catalán, ropa extravagante, ácida y muchísimos amuletos. Algo esotérico o ilegal nos traíamos entre manos entrando y saliendo todo el tiempo de los servicios del Montesol. Yo estaba orgulloso de mezclarme con estas figuras emblemáticas, pero también me daba cuenta de que ellos no me veían más que como un pardillo al que sacarle algo. Ïbamos en coches destartalados de una casa vieja del interior a otra más deplorable, casuchas como la del saddhu que había sido gogó en Pachá y en Amnesia, una de esas donde nadie cuida el jardín, el murete está medio derruido, la cancela desvencijada y hay tal vez una bicicleta con el sillín podrido y las ruedas desinfladas, apoyada en una higuera salvaje. – En esa clase de sitios y tabernas con un espíritu similar se encontraban ellos llevándome a mí como víctima propiciatoria, cateto del timo de la estampita. –En un momento dado me preguntaban dónde quedaríamos la próxima vez sugiriendo con una fórmula que no recuerdo el lugar del encuentro. Y yo haciéndome el gracioso (el infantil-manipulable-entregado; como en el resto del sueño), manifestaba mi anuencia repitiendo la frase al pie de la letra, pero en mis labios no tenía gracia. Y mi evidente sumisión me avergonzaba hasta sentir deseos de morirme.













SUEÑOS: MÁS SOBRE LOS AUTOBIOGRAPHICA



                   LA REALIDAD y los sueños se atropellaban como olas desordenadas y superpuestas, en los médanos.



         A veces me parecía que vivía poco de verdad y demasiado en la imaginación.



         Mi falta de vida social aquel verano hacía que me acostase a horas ridículamente tempranas, a veces a la caída del sol, como con un ansia de huir deste mundo, de soñar con otro. Como si la otra mitad del día, obscurecido, careciera de interés.

        

         Pero otras veces pensaba lo contrario: que huía del dolor de mis pesadillas sumergiéndome en la realidad y sus comunes actividades.



         De modo que mi progresiva soledad –que era una creciente afición a no necesitar de nadie- me llevaba a vivir en sueños, pero la meditación de los sueños me llevaba a la soledad.



         Muchas veces no sabía ni dónde estaba: -Veía un charco de sangre; ah, menos mal: era un sueño, no manchan. -Escuchaba un grito preternatural, me ponía los pelos de punta: pero estábamos de verdad en la sala, en la realidad, en la que marca.



         Verdad y ficción, poesía y verdad intercambiaban sus máscaras desde que no me emborrachaba.



         Todos los tóxicos eran ahora los sueños. Pero al volver a ciudad costera tras aquel árido verano, decidí contravenir la convención social que dicta más recogimiento en otoño y más expansiones en verano: Yo avanzaría en sentido contrario a la obscuridad invernal llenando de fiestas esa estación melancólica de la caída de las hojas. 



         Carmen había dicho que en realidad yo había ido al curso de Revolución del Membrillo no porque creyera en ello sino porque quería escribir una novela de lo que se vivía por dentro. Volvía a ocurrir, como con Athánasi e Irini en Salónica: alguien me pronosticaba que terminaría contándolo en una novela, yo juraba que lo que estábamos viviendo no se lo llevaría el viento, sino que quedaría registrado –no para toda la eternidad sino por algún tiempo. El poder del novelista es próximo al Creador puesto que el creador artístico emana una vibración de sí mismo que se hace materia. Y cumple su promesa antigua y demorada. - Cada vez me parezco más a quien me escucha. 



         Un novelista está muy lejos de parecerse a Dios: -  Don Miguel de Unamuno era una mezcla de Yavéh-Júpiter-Brahama por su barba blanca y la severidad científica de sus ojos de búho. Su rostro es inolvidable. Fue un huérfano prodigio. Lo sabía todo y lo podía todo. Fue sin duda el mejor español de su tiempo. Pero don Miguel, a pesar de su aspecto de Quijote y sus gafas redondas de intelectual socialista, no era Dios.



          Unamuno es el grande, el pensador, el enamorado, el poeta, el patriota, el traductor, el publicista, el socialista, el padre, el desterrado, el dibujante, el de millares de epístolas, el articulista, el maestro, el filólogo, el escritor popular de tenso erotismo. Pero no es Dios; el autor no es Dios, aunque se le parezca.



         Dios no muere desmayándose sobre la mesa-camilla como si se hubiera dormido, hasta que su amigo se da cuenta de que se le están chamuscando las zapatillas. La imagen de la muerte de Unamuno al amor del brasero junto a su exalumno falangista en diciembre de 1936 es tierna y dulce como algunos de los mejores pasajes de sus muchas obras. Pero Dios no muere así, en zapatillas de andar por casa. - Las muertes de Dios son mucho más dramáticas: crucifixión, descuartizamiento y fenómenos cósmicos como truenos, terremotos y plagas. Es mejor no matar a Dios, por si las moscas. - (Krishna al final es víctima de una antigua maldición y “muere” joven por una flecha que le atraviesa el tobillo; el cazador (Jara) lo había confundido con el ojo de una gacela. Pero Krishna es eterno; el autor no).



         Además, Unamuno estaba demasiado enfadado con su personaje como para ser Dios. Dios es el Clemente, el Misericordioso. ¿Qué le habría costado darle unos cuantos años de vida a Augusto Pérez? –Se ve ahí al contra-fóbico aferrado a su pequeño poder, el que no puede cejar en su lucha contra esto y aquello. El objetivo final de don Miguel bueno y mártir es que todos reconociéramos su grandeza y nos sometiésemos a la política socialista unamuniana. Unánimes, unámonos en uno: en Unamuno.



         Parece un disparate, pero vistos los acontecimientos que siguieron a su muerte, habría sido mejor nombrar presidente de la República al levantisco rector y darle poder para arrestar y ejecutar con sus propias manos al vesánico Millán Astray.



         El autor no es Dios, pero es como Dios, se le parece. Son ya muchos años leyendo y pensando en las miríadas de historias, novelillas y novelas y diarios del bilbaíno-salmantino. Siempre es divertido Unamuno, siempre es ameno, siempre es ligero, siempre es agudo, único como su nombre. Ninguno de los de su generación es digno de descalzarle la suela de los zapatos. No solo por su talento sino por su valentía. Y sin embargo no es tan grande como Dios.



         Resulta difícil imaginar alguna habilidad en que no destacase el autor de Niebla: Incluso físicamente sus fotografías nos recuerdan que fue un hombre perfecto, un atleta enamorado de la naturaleza tanto como de los libros. - Los libros de Unamuno los leí por mi madre (a la que apenas menciono en este catálogo). No recuerdo cuál fue el primero, fue en una época en que yo estaba empezando a interesarme por los detalles de un encuentro amoroso con una chica y, no sabía por qué, todas las protagonistas de las novelillas de Unamuno me parecían extremadamente eróticas. A falta de otro material pornográfico, me masturbaba imaginándome a la Tía Tula: su mismo nombre ya me provocaba erecciones. Mi madre y yo nos leíamos en voz alta sus libros y a veces reíamos hasta llorar. Era ya la voz de un viejo amigo después de 30 años frecuentándole.



         No es fácil ser eternamente joven como la prosa de Unamuno, atraer durante toda la vida a millares de lectores de dos continentes, divertirles y hacerles pensar siempre. Cada vez que leíamos alguna cosa nueva de nuestro ídolo, sentíamos mayor admiración por él. No hubo en la monarquía ni en la república ningún intelectual del tamaño de un hombre. Y, sin embargo,



Unamuno no puede creerse Dios solo porque forzando la verosimilitud de su nivola, decide sacrificar a su personaje como diciéndole –perdone la expresión- “¡tengo más huevos que tú y te los pongo encima de la mesa!” O, por ser menos vulgar: “Yo soy más hombre, más real que tú”.  Aunque aquel caballero de la triste figura no lo habría dicho de esta manera.- Eso sí que es el sentimiento trágico de la vida y la agonía del cristianismo. -Su Dios era un Dios de tragedias y de agonías. Unamuno tenía una deuda eterna con la poesía: su poesía era malísima.



         - Mi padre siempre me insistía en que leyera dos cosas: la poesía de Unamuno (en concreto El Cristo de Velázquez que hojeé mil veces con extremo desagrado) y a Ortega. Yo le hacía caso, pero con ojos de parricida. –(Los ojos de los parricidas son los ojos de los hijos, de todos los hijos; es ley de vida. Naturalmente los jóvenes no son conscientes desta guerra generacional, sino que le arrancan una costilla a su padre o le rompen el tabique nasal a su madre por descuido, porque se les va la mano, porque son jóvenes y tienen demasiadas energías).



         En el fondo lo que más envidio de Unamuno es su castidad feliz al lado de su esposa, amada desde la primera juventud. Unamuno –según todo lo que sabemos- pertenece a ese 1 por 1000 de hombres casados que fueron fieles. Y además tuvo muchos hijos. Unamuno es un patriarca, se parece al super-hombre, tiene algo de héroe a lo Kirk Douglas, es lo contrario que yo: con muchos cüernos y sin semilla...



         Acepto que Unamuno fuera una nueva versión de Jesucristo. Él forma parte de los avatares de Eros, al menos en mis sueños. Es algo más que papel impreso, gastadas fotografías, anécdota y documento. No es un poeta (aunque él se lo cree); ni es un orador; es un cuentista. Ya lo era de niño.



         - Pero, a menudo, aquel fenómeno de vida caía enfermo en periódicas crisis de fe. Y entonces escribía poemas y dejaba de hacer cosas. -Tal vez Unamuno sea lo más parecido a Dios en versión española pero no deja de ser cruel su sadismo con el personaje que le suplica, primero, el suicidio y, luego, un alargamiento de vida. 



         Mi madre siempre me contó que Unamuno había escrito mucho porque había tenido muchísimos hijos, nietos y semi-primos crápulas a los que tenía que alimentar; era grande como un profeta del Antiguo Testamento, capaz de cuidar a mucha gente. Tal vez por eso decidió asesinar a Augusto. Porque tenía ya entre manos más cuentos y novelillas y libelos y versos que llevar a la imprenta. Qué imaginación inmensa. Y, sin embargo, muy inferior a la de Dios.



         - Yo, tiempo atrás, había peregrinado a la Universidad de Ortega para cumplir el deseo de mi padre: leer El Cristo de Velázquez y al maestro de la obviedad madrileño que era él y su circum-stancia. Quise cumplir el encargo lo antes posible y volver a Ciudad Maldita a contarle a papá las novedades de mi viaje: que ya los había leído y acudido a una serie de conferencias, y que Ortega era un fascista de chaqueta blanca; y que la poesía de Unamuno era una mierda; otra cosa eran sus interminables y formidables relatos y novelas, rápidas como su ingenio, o sus ensayos de poeta clarividente. Pero sobre todo sus autobiographica: Unamuno sobre Unamuno hablando de Unamuno y discutiendo consigo mismo. - Aquello sí era Poesía.



         Sin embargo, el nocturno seminario sobre Unamuno y Kierkeggaard había degenerado en una madrugada de amor con la ninfómana Cristina convertida en una monomaniaca Yosune que habla y habla a través de la noche. Mi padre bajaba el cabeza abochornado; como si ahora yo supiera más que él.



         La vida se parece a una novela, sí, se parece muchísimo. Pero ¿qué quiere decir?, ¿cuál es su mensaje?



          ¿O será una desas nouvelles vanas, sin enjundia ni significado? ¿Qué diferenciaría el Journal Intime de Henri Fréderic Amiel de una novela? ¿Y si Amiel se hubiera inventado todas y cada una de sus 18.000 páginas? ¿Y si en realidad Amiel hubiese sido un psicópata, un hombre de hierro bien casado y en feliz relación con Dios? La coincidencia del nombre del autor con la del protagonista no garantiza nada. ¿Qué diferenciaría unas memorias confesadas de una historia fingida en primera persona? Apenas nada: Los encabezamientos con fechas y localidades serán lo más fácil de imitar.



         Kierkegaard, Amiel, Ortega, Unamuno no valían nada. Yo había peregrinado para conocerlos. Había comprado varias ediciones del texto de Unamuno sobre Cristo. Lo había leído hacia delante y hacia atrás, en ocasiones declamándolo pero solo para terminar riéndome abochornado.



“Te recitaba Bécquer... Golondrinas

Refrescaban tus sienes al volar;

Las mismas que, piadosas, hoy, Teresa,

Sobre tu tierra vuelan sin cesar.”



Qué jodidamente mal escribía Unamuno poesía. No era lo suyo. Para desintoxicarme de sus obsoletas e impostadas versificaciones tenía que leer a algún poeta de verdad como Amado Nervo, Machado, Lorca o Miguel Hernández.



         Yo volvía a Ciudad Maldita y le regalaba a mi padre la colección completa de El Espectador. Era como darle de su propia medicina: “¿No querías que me leyera a Ortega?, ¡pues primero léetelo tú!”. Esa era mi fina maniobra intelectual cuando le regalé a mi padre los ocho pequeños volúmenes de la colección Austral, la de color verde para los ensayos, morada para la poesía. -En el fondo yo anhelaba la muerte de mi padre desde el despertar de la adolescencia. Creo que en esto tiene razón Freud, el fóbico judío malpensante: Todos los hijos somos parricidas, aunque de manera inconsciente.



         Si Unamuno hubiera sido Poeta, no habría tenido tantas crisis de fe. Lo mismo cabe decir de Amiel, el poeta del Diario Íntimo: Dudaba y le gustaba dudar en el gabinete; pero no dudaba en el campo. La Poesía le hacía creer en Dios; el análisis le hundía en el nihilismo. Y así iba. El único interesante era Sören Kierkegaard. No fue bastante devorar, subrayar, resumir y asimilar su Diario de un Seductor (cuya historia yo pretendía re-escenificar junto a Cristina, la ninfómana sentimental pero satánica). A falta de recursos pornográficos en imágenes o en la realidad, me masturbaba pensando en detalles velados de los capítulos finales, sobre todo imaginándome a la seducida Cordelia (a la que yo siempre veía chillando con un collar de pequeñas perlas negras en el cuello).

          

         Pero un Unamuno cabalmente místico y poético, sin crisis, no sería Unamuno. Tal vez si Unamuno no hubiera sido toda su vida tan fiel a su mujer y si no hubiera tenido tantos hijos, sus ideas y actitudes habrían sido distintas. Unamuno no era nada maricón; era nada menos que todo un hombre. Pero, en otra dimensión, un alma como la de Abel Sánchez podría haber sido la de un desaprensivo superdotado seductor de jóvenes que permanece casado con la misma de siempre (como Spencer Tracy y, en general, los machos católicos) dejándola preñada cada año. Quizás no se habría puesto tan moralista con Alfonso XIII (Ganso Real) ni habría hecho una cuestión personal de su repulsa al dictador Primo de Rivera, si él mismo se hubiera fumado unos porros con unas amigas en alguna cala nudista de Canarias.



         No digo que no sea un alma muy importante, no un mediocre jugador de ajedrez, sino un ser de múltiples dimensiones. Pero eso no le autoriza a interferir en la sagrada libertad de su protagonista, que es algo más que el trazo voluntario de unas letras sobre una cuartilla, sino un ser realmente existente, con propósitos propios y sed de vida propia.- Aunque acaso el autor, en el fondo, no hizo sino obedecer a su personaje creyendo que lo sometía: ¿Pues no vino a verle Augusto para  suicidarse?, ¿y acaso no fue una especie de suicidio su final por el atracón de la cena? El autor no hace sino transcribir el movimiento espontáneo y autónomo del personaje; el personaje no obedece al autor, aunque crea hacerlo. Tanto el autor como el personaje deambulan sonámbulos, inconscientes desde el punto de vista del crítico, del lector. Ese recreador del creador.



         - Tan poco natural, tan provocativo, tan histriónico como el maestro y doctor don Miguel de Unamuno era yo al adentrame en el otoño en dirección contraria a la socialmente acordada: paz en la guerra: En vez de ir de la trapisonda de las vacaciones al tedio y la sobriedad del otoño y sus trabajos, yo me rebelaba contra los días lunes donde se supone que es casi imposible tener una aventura y donde sin embargo podías encontrarte a la gente más interesante en los bares del centro, la más apartada de la disciplina social donde que sea lunes todavía  significa algo.



         Los meses de abstinencia del verano solo habían tenido el efecto de hacer más apetecible todo lo renunciado. No había servido de nada aquel esfuerzo de sobriedad. Regresaba al puerto como a mi lugar natural, donde los abogados y las putas. En todos los locales me conocían, ya circulaban anécdotas sobre mí que se iban agrandando según las iban transmitiendo las chicas. A veces yo parecía un gángster famoso, un big monster.



         Todo lo ahorrado en verano, se derrochaba en los lunes de octubre y noviembre. Todo aquello de lo que me había apartado –la mesa de cristal del reservado llena de rayas de cocaína- cobraba nuevo vigor y nuevo brillo tras los dos meses de carencia. La virtud hace bueno y deseable al vicio, como hubiese dicho Heráclito. Tenía ganas de beber hasta perder la conciencia. Tenía un porro a medio consumir y ya me estaba liando el siguiente para no tener sensación de escasez. Estaba saliendo del duelo del amor perdido a través del agujero de las farras. 



         No me privaba de ninguna tentación, las vencía sucumbiendo a todas  (como había dicho Oscar Wilde) y mi pensamiento permanecía abismado, como en trance de meditación, sobre los sutiles detalles aromáticos de la lencería de las mujeres que circulan por las noches de los lunes. -Como si en esa curiosidad profunda que he sentido desde que puedo recordar, por el sexo femenino –cuyo olor inconfundible no me parece repugnante- se escondiera un movimiento del alma hacia los orígenes, hacia lo que el mayor poeta de Alemania, y su seguidor Amiel, llamaban Las Madres.



























AMIEL



“... ¿Qué significa este monólogo? Que la ensoñación vuelve a sí misma, como el ensueño; que las impresiones adicionadas no forman siempre un juicio equitativo; que el diario íntimo es un buen príncipe y sufre las repeticiones, las expansiones y las quejas... Estas efusiones sin testigo son la conversación del pensamiento consigo mismo, los arpegios involuntarios, pero no inconscientes, de la lira eólica que llevamos dentro de nosotros. Estas vibraciones no ejecutan ningún trozo musical, no agotan ningún tema, no acaban ninguna melodía, no realizan ningún programa; pero traducen la vida en su intimidad”



(H.F. Amiel, Diario Íntimo, A 31 de mayo de 1880).



         Pero al final tenía razón mi padre: Unamuno tal vez fuera el mayor poeta contemporáneo. Era como Lola Flores, que no sabía cantar ni bailar pero comunicaba algo siempre (tal vez la esencia del flamenco). - Unamuno había nacido hechizado y podía hechizar a sus lectores. Era fácil señalar sus defectos pedantescos, sus absurdas rimas con la excéntrica palabra “inmoble” (distinta, para él, de “inmóvil”, que usa en el mismo poema para los álamos), o de “Salamanca” con “palanca”. Los defectos daban igual; de pronto era un Unamuno machadiano cantando a Las magnolias de la Plaza Nueva de Bilbao o un Miguel Hernández-Unamuno  en  su Elegía en la Muerte de un perro:



“... Descansa en paz, mi pobre compañero,

Descansa en paz; más triste

la suerte de tu dios que no la tuya.

Los dioses lloran,

los dioses lloran cuando muere el perro

que les lamió las manos,

que les miró a los ojos,

y  al mirarles así les preguntaba:

¿a dónde vamos?”











UNAMUNO EL NÚMERO UNO





         Al final tenía razón mi padre en su sueño y yo había viajado para nada: Unamuno era un poeta porque te tocaba el corazón. Recuerdo perfectamente el verso y hasta la sílaba en que empecé a entregarme a su ensueño, cuando empecé a llorar a mi modo, cuando quedé conmovido...- Cuando siente, el alma ya no piensa exactamente. Solo quiere seguir soñando el duelo del pobre perro muerto, ya ni se da cuenta de que el autor le lleva de la mano. Y eso, aunque Unamuno parta de una fantasía incomprobable: que los animales domésticos nos consideran sus dioses:



“... ¡ tal vez cuando acostabas la cabeza

en mi regazo

vagamente soñabas en ser hombre

después de muerto!

¡Ser hombre, pobre bestia!”



No, don Miguel, Vd. no fue su religión, ni su gloria, ni a Dios en Vd. soñó. Qué manía con lo de creerse en seguida Dios: Si escribe una novela, es el Dios Todopoderoso de sus personajes; si tiene un perro, lo mismo... Su mujer, sus hijos, sus alumnos, sus admiradores como yo, le vemos como un dios. Con esa arraigada tendencia al endiosamiento, tal vez al beberse un vaso de agua, Unamuno pensara que él era el dios de aquel vaso y que el agua le miraba suplicándole piedad.



         Pero esa es una ocurrencia que no está mal para un cuento o para una tremebunda elegía donde los perros adoran como dioses a los humanos (solo porque suelen vivir más que ellos). Pero no se lo tome demasiado en serio: Si los perros hubieran edificado una religión acerca de los hombres-dioses, nosotros nos habríamos enterado. Y si Dios hubiera muerto, también.



         Más parece que la única religión legítima para toda la humanidad de consuno debía ser el cristianismo semi-protestante y existencialista de Unamuno. Pues muy bien. Y que el no-va-más de claridad en la exposición de elegancias filosóficas era ese señor de los tiempos de las exposiciones universales: don José La Sumisión de las Masas (¡cómo se expresaba el tío!).  Y que el non plus ultra en el Deber de conocerse a sí mismo lo había avistado Amiel. Y que la Poesía verdadera estaba en Kierkegaard. No había nada más sabio. - Y que yo había viajado y estudiado para nada, puesto que todos estaban desde el principio, desde siempre en la vieja biblioteca de mi padre, de mi casa. Junto a los libros de Marañón, Ramón y Cajal y Rof-Carballo, como si hicieran juego con ellos. No habían servido para nada. -Su mirada era tristísima como en el sueño de los jazmines. Yo parecía más que el hijo pródigo, el idiota de la familia: ¿Había tardado treinta años en dar la vuelta al mundo solo para volver a casa con las manos vacías, corazón half-satisfied? - En la casa natal ya estaba todo; pero entonces tú aún no lo veías.



         Sí, padre, tenías razón, ahora que estás muerto lo reconozco: Es fácil ironizar sobre la proeza de Amiel, pero ¿qué escritor de diarios ha hecho tanto como él? El soliloquio es viviente diálogo, nadie fue más activo que Amiel al anotar con pormenores sus impresiones. Siento el deseo de decirle desde el fondo de los siglos que su esfuerzo y su obstinación no fueron en vano. Nadie fue más valiente. Ni más santo. Según se va acelerando su enfermedad, el diario se vuelve más profundo, más necesario. ¿O no fue una hazaña y un triunfo escribir lo siguiente a tres meses de su muerte?:



“El soliloquio interior es el único recurso del condenado a muerte cuya ejecución se retarda. Se recoge en su fuero interno. Ya no irradia, sino que psicologiza. Ya no procede a nada sino que contempla. Escribe aún a los que se interesan por él, pero renuncia al público y se repliega en sí mismo. Como la liebre, vuelve para morir en su agujero, que en este caso es su conciencia, su pensamiento. Ese es también su diario íntimo. Mientras puede sostener la pluma y tiene un momento de soledad, se recoge ante ese eco de sí mismo y conversa con Dios.”



(Amiel, Diario, A 4 de febrero de 1881).













         PODÍA DARME CUENTA de las maniobras de mi Señor porque yo cada vez era menos puro.



         Hubo un tiempo en que yo no conocía siquiera esa palabra, aunque podía sentirla como un crecimiento de fuerzas, como los sutiles cambios de sonido que se dan en una playa desierta justo después del crepúsculo.



         Fue hace mucho tiempo.



         A veces dudo de si no lo habré imaginado y entonces veo que me asemejo cada vez más a mi raptor, a mi creador. Muchas veces ya no sé ni quién soy ni ante quién hablo. Solo sé que busco a Diosa.



         Podía darme cuenta de lo que tramaba mi Señor y era triste a pesar de su avanzadísimo estado de embriaguez –pues estaba absolutamente drogado a todas horas- sentir su astucia, su raro afán enredándome ahora no solo en la lectura de su disparatado catálogo sino en cosas de otros. Así no acabaríamos nunca.



         Pues ya no se trataba al parecer de enumerar a todas las Celias, Celestes, Celinas, Celestiales y Celindas, los fantasmas de sus innúmeras novias, -plétora, pleno y pleroma- sino de ir más allá, enumerar todos los objetos de amor.



         No ya solo mujeres, sino sabios o poemas o memorias o países o ciudades o burdeles o canciones. De tantas cosas se había enamorado a lo largo de su vida que el contarlo nos habría llevado toda una eternidad. Y él parecía saberlo –como insinuaba en silencios telepáticos a través de una especie de chirrido/quejido que a la vez era una especie de risa pero que poseía un tono amarillo muy definido- y dispuesto a demorar su momento final mediante el relato de sus amores, a la manera de la persa del cuento.



         Yo veía su interior de imitación y me parecía triste. Su manera de no afrontar la muerte me volvía impuro, no sabría explicar por qué. Yo a mí mismo ni me conozco; yo solo quiero a la Diosa, solo vivo para Diosa.



          Estábamos ahora en el camaranchón de una casa de campo, aislados por la nieve, pero con reservas de comida, bebida y combustibles como para soportar veinte inviernos. Nunca he visto a nadie con menos sensación de carencia. Es dulce permanecer aislado cuando estás al lado de quien amas. Yo lo estoy, aunque le deseo la muerte en cuanto deja de merodear con sus estúpidos séquitos por mis jardines cerebrales. Mi rival es inteligente, pero carece de alma. Y he de vencerlo. Vive hipnotizado por unos objetos cuadrados como mazacotes, tochos, volúmenes, infolios, los llamados “libros” donde humanos mortales consignan cifradas, ocultas entre la grama, la clave de los sagrados misterios. Yo lo sé porque soñé todos los libros en mi playa y nunca aprendo nada nuevo, sino que lo recuerdo. Héroes y nombres, hombres y tumbas, sentimientos y palabras. Es evidente que lo sé todo desde siempre pero mi objetivo ahora era más inmediato: se trata de avanzar en la lectura de su catálogo hasta arribar al presente y tener así una excusa para matarle con el pretexto de que hay que cerrar su biografía de una vez y para siempre.



         Estuve un rato planteándome los detalles de su asesinato mientras él muy borracho abría una botella de absenta de 5 litros, capaz de tumbar a un regimiento. Golpearle la caja craneal con una de las pesadas sillas del camaranchón mientras dormitaba borracho en la banca, no parecía cosa muy difícil de acometer. Si algo tengo, es todo el tiempo del mundo.



 Pues soy el condenado eterno, el errante, el extranjero, el alma en el espejo y el espectro.



         Si yo me conociera a mí mismo me daría miedo: Siempre elijo el pensamiento más violento, el flamígero. Desde niño hubo en mis ojos un remolino que da vértigo. Tengo un cierto empeño en la Destrucción... La destrucción de las cosas. Y yo solo quiero ver a Diösa.



         Quise salir de la casa a estirar las piernas, pero la puerta no podía abrirse porque la cubría más de un metro de nieve. Miré los campos: suaves altozanos de cebada, olivo y viña bajo el manso manto de la nevada. Una gran paz inundó mi alma. Era la primera vez que veía los blancos y blandos copos, hilachas cayendo benéficas como el milagro del maná. - Pero era como si lo recordara, no como si lo estuviera viviendo.



         Pensé que la instalación eléctrica a pesar de su antigüedad no nos había fallado en ningún momento. Teníamos bajo la boca de la chimenea una variedad de leña seca que iba desde la encina, el olivo y la cepa hasta la madera de palisandro y trozos de ébano que parecían marfil negro.  El fuego era, más que un espectáculo, un laboratorio donde mi Señor quemaba las cosas más diversas y se preparaba mejunjes para emborracharse con la excusa de que hacía muy mal tiempo y no se podía salir. Intentaba llevar a cabo un proceso de fabricación de dos tazas de chocolate que duraba veinte meses. Me insinuaba que mientras tanto siguiese leyendo su catálogo. “Ahora, eso sí: la taza es pequeña, pero te vas a cagar amiguito”, me espetaba amenazante. A mí me gustaban los pensamientos violentos y él había captado algo de los míos asomándose a algún recodo donde yo me hurtaba corriendo por mis jardines cerebrales, donde florecen los pensamientos arborescentes... El recuerdo de Desnos me hizo volver a mí mismo, no sé por qué, ya que ignoro quién es Desnos... ¿Ssélavie? Éros c´est la vie.



         Tuve la seguridad de que me iba a pegar como no siguiera leyéndole. Se le había metido entre ceja y ceja que nos aisláramos aquellas Navidades en casa de campo, teniendo por compañía nada más que gatos y estaba cumpliendo su sueño de retiro y meditación. Había dispuesto como un verdadero loco –lo que era- centenares de libros sobre baldas de madera de pino destinadas a contener botellas de vino. Ese era su sueño de invierno, su cuento de Navidad. Debía tener dinero y poder mi Señor para hacerse con esa colección de madera seca y limpia, atados de flamboyán y de cerezos japoneses y de sándalo. La chimenea huele tan bien a veces que dan ganas de entrar en el fuego y ser aspirado por sus humos. Para salir de aquí.



         Pero su fantasía favorita era levantarse sin ninguna prisa en casa aislada por la nieve con todo el día por delante sin poder salir. Se agradece que tengamos provisiones como para un asedio de 6 años. No se le ocurre nada que pueda necesitar y que no tenga a mano. El tiempo en la casa aislada es un velo blanco que lleva apagándose desde las dos de la tarde. Parece que el cielo blanquigris estuviera incubando a la nieve.



         Su fantasía favorita es que yo le lea mientras él pela patatas o frutos de cacao (dispone de una despensa fastuosa) y a eso de las 11 de la mañana, sentados en mecedoras ya teníamos hecha la cena y pensábamos en mermeladas de White Widow, si eran más o menos dulces que la Critical, la Moby Dick, la Super-Skún  o  la Sat (ganadora del concurso de Locarno deste año). Así pasamos muchos inviernos. Eran imágenes efímeras y a la vez eternas: Principios del XXI:  Los dos felices junto al fuego en mecedoras. - ¿Felices?



         Bastante antes del almuerzo empezaba a animarse con unos vermús, vino dulce y diversos afluentes, con el pretexto de los aperitivos y las tapas. Por mí que no disimulase: Podía armar la feria de Sevilla. Durante la comida adquiría un aire científico al elegir los vinos que nunca sobrepasaban los dos o tres litros. -Yo no bebía nada-. En la sobremesa, los digestivos, los carminativos, los cordiales que olían a farmacia: El whisky le sentaba bien para la circulación, la cocaína le regulaba el ritmo cardiaco, la heroína le calmaba el sistema endocrino, el tabaco era “un conocido remedio contra el asma”, el hachisch se ha demostrado que  quema grasas, la marihuana le nutría y le tonificaba;  al final de la comida  los alcoholes de salón le recibían otra vez en el linfático con la sana probidad de lo que se toman y se fuman las personas formales un día cualquiera después de comer, cuando se han quedado encerradas en su casa de campo. El anochecer lúbrico venía con la languidez de los cubitos que titilan pidiendo otra gota de blanca.



         La nieve de noche seguía siendo blanca y nosotros seguíamos mirándola desde la ventana de la cocina, los corazones estremecidos por el sufrimiento y la felina alegría de los gatos. A esas horas mi Señor ya sí que se permitía comportarse como un verdadero y vulgar borracho.   Cantaba lamentaciones y se adormecía mirando la nieve.



         La presión de los sentimientos se hizo insoportable: las campanas del convento cercano anunciaban el Día de Navidad de 2009, todo era familiar amoroso y tierno, coros de voces-niñas y campanadas; presentimiento de una Navidad de pureza. Ya no la recordamos. Lloramos a gritos, lloramos aullando. - Y estallamos. -De pronto ya no estábamos en el camaranchón sino en ciudad costera, rodeados de mujeres y el viejo juglar lascivo, por ahí, inquietante.



         De nuevo estaba en el burdel. Esto había ocurrido algunos años antes, pero estaba sucediendo ahora al mismo tiempo. No me costaba aceptarlo, que esto estuviera ocurriendo –el retroceso de la vivencia hacia el pasado- pues estaba acostumbrado a pasar más horas enfrascado en la novela (o Catálogo) que en la realidad y, por otra parte, desde que partí de playa nada de lo que me sucede carece desos componentes: crüeldad fría, vil delirio.



         Alguna vez mis días fueron ordenados y amables como el transcurso de la mañana que crece en la playa. Alguna vez, -lo recuerdo-, el aire del alba me saludó con afecto al respirarlo, cargado de todos los nutrientes. Y la Luna me hizo compañía y me habló de su extraño mundo.

BRUJO EN CERRO GORDO











AMORES PROSTIBULARIOS



         Puestos a hablar del amor en todas sus facetas, se debería hablar más de las pasiones que florecen en los burdeles. Más de un hombre ha vendido su alma al diablo y hasta la tumba de sus padres por una mujer de la vida. Parece, -de acuerdo con el ambiguo relato de Hermann Hesse (pues para él, el príncipe Siddartha no es aún el santo Gautama ni Ananda)-, que hasta el realizado  Siddartha cayó bajo el hechizo de una cortesana, igual que Sinuhé. -Pericles se casó con una hetaira. - Las geishas llegaron a influir sobre la alta política del Imperio del Sol Naciente. - Se dice que es el oficio más antiguo del mundo, (... será el de la mujer). -Al Cristo le gustaban los desfavorecidos: por eso habló con la samaritana; y María Magdalena para la Iglesia (celosa) no es mucho más que una prostituta. -Calipso mantuvo a Ulises hechizado por mucho tiempo. - Gödel se casó con una caberetera.



         Aparte destos precedentes ilustres, se calcula que el 80 % de los varones españoles han utilizado, están utilizando y piensan utilizar los servicios de profesionales del sexo. No hay porcentajes ni encuestas sobre la cantidad de ellos que se enamorarán de sus putas. Ni datos sobre el negocio de los putos como no sea la carne que se cepillan los bujarrones; y no las mujeres.



         Y disculpe la distinguida Lectora estos términos tan feos, pero tan inequívocos.



                          Vaya por delante que una puta no es una prostituta. Lo primero designa algo así como una cualidad moral sexualmente insaciable y traicionera de la hembra; lo segundo una profesión casi al margen de la ley. Una mujer mala y puta (buena no puede ser por definición) acaso venda sus favores sexuales, es decir, ejerza la prostitución por vicio, lo que para ella –dada su adicción al sexo- no dejará de ser vocación. Pero también hay mujeres muy putas que tienen otras profesiones como médicas, profesoras, juezas o simples amas de casa. Y, por último, hay mujeres que hacen la calle o trabajan en un club y que no son más que un poquito putas –es decir, maliciosas-, como todas. Los machos se enamoran indistintamente de los tres sub-grupos; se enamoran de las putas, de las prostitutas y de las mujeres decentes que ponen  cüernos platónicos.



         - “A estos sitios no viene uno a enamorarse”. “No se espera que en un sitio como este se hable de amor”. “No pienso hablar de Dios en un lugar como este”. “Aquí se viene a follar”. - Declaraciones unánimes de todas las prostitutas que eran prostitutas, pero no tan putas como para no saber que el club no era para eso. Una verdadera loca, una malvada, sedienta de sexo y de aventura, la Gran Puta, nunca se hubiera planteado matices. Por el fondo de los camarines, los reservados más sombríos donde solo es clara la raya de cocaína, en la profundidad de los alcoholes, la buscaba.



         La verdadera mujer fatal me acompañaría a su manera en el duelo del amor perdido. -Ya no sé cuál fue el último; no recuerdo cuándo empezó-. Ella hablaría de Dios y se permitiría toda clase de blasfemias. Su sed de vida sería tan intensa que la haría caer en las mayores aberraciones. Sería una fiera joven y desatada pendiente nada más que de follar y de drogarse.



          - A veces me cruzaba con su sombra en uno desos clubs a los que no iba nunca: tenía la forma de una gitana blanca de los Cárpatos y recitaba poemas de Eminescu mientras hacíamos el amor. A veces era la árabe de ojos verdes y nariz respingona de mentirosa (o de zorra).  Otras veces tenía las curvas anchas estatuarias de las mujeres de la antigua Asiria.



         La entreveía en el libertinaje feliz de la princesa cretense que se acostó en Salónica con el compañero de habitación de Irene. La había atisbado en la misma Irene con innumerables amigos aquí y allá siempre guapos y atractivos y además un novio de metro noventa en su ciudad de origen, como quien no quiere la cosa. Aricia me enamoró cuando me dijo que hubo un tiempo en que “se tiraba a todo lo que se movía”. Y más atrás la primera Cristina con su problema de ninfomanía que yo pretendía solucionarle. –Desde siempre me gustaron las infieles, las golfas porque parecían satisfechas. Las descaradas como la Duende, las que como Hermine presumían de haber tenido 75 novios. En general me gustan las que no pasan por esta vida como por un valle de lágrimas.



         Pero tenían razón: No se debía buscar amor en los lupanares; solo sexo. De hecho, esa era la gran ventaja: Que se llegaba a la Tierra Prometida de Eros sin tener que atravesar el Sinaí del sentimiento amoroso. Pero esa falta de compromiso y de pasión, la asepsia de los contactos eventuales recaía en lo mismo apenas se volvía uno un frecuentador de los burdeles. Del sexo se empezaba a pasar al amor cuando te había gustado con una chica (y tal vez a ella contigo, o eso te pareció), volvías a verla y te decían que “estaba ocupada”. Dada la naturaleza de su oficio, entendías que no estaba cocinando ni en una reunión de negocios. No había de qué extrañarse. Por la forma y el lugar donde os habíais conocido, no habías pretendido nunca la exclusividad. Pero una cosa era la teoría y otra, este quedarse esperándola en la barra, midiendo la envergadura de todos los minutos que ella pasa ocupada con otro.





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         AUNQUE A ÉL todo esto del lenocinio le sumiera en amargas meditaciones, y lamentos de cornudo, a mí cada vez me gustaba más que regresáramos allí, un lugar insignificante pero cómodo de la biografía emocional de mi amo.



         Mi amo era uno de esos que habían dibujado millares de auto-retratos.

        

         Había cumplido la obligación de conocerse a sí mismo más allá de toda medida y exigencia . Ni Amiel ni Unamuno ni nadie habían sido más fieles que él en la tendencia a retirarse a menudo, a recogerse del rüido y a dialogar consigo mismo.



-         Esa muchacha es demasiado bella e inocente para estar aquí –me dijo al oído mientras me señalaba a una chica efectivamente muy joven que se llamaba Mihaela (fue a partir de ese año cuando empezó la afluencia de semi-adolescentes, lo recuerdo muy bien porque a menudo regresábamos a ese tiempo).



-         Será demasiado joven, Señor, para estar aquí. Pero no deja de mirarme desa manera mientras el otro, el cliente, el bárbaro, la sobetea, y la sobetea y la requetesobetea.



-         Casi todo son verbos de acción. No albergues escrúpulos.



-         La conversación entre nosotros estaba hace mucho prácticamente interrumpida...



-         Así, de viva voz, si no recuerdo mal, desde hace años.



         El intercambio verbal entre nosotros se había vuelto casual. -Pero a mí me gustaba cada vez más el prostíbulo, la casa de muñecas (lo que no me hacía de ninguna manera menos puro); me estaba enamorando no solo de los detalles aromáticos de lencería de raso negro de los que se buscan en el fondo de los camerinos, en los senderos arborescentes de los jardines de la cocaína, junto a las mujeres que salen los lunes...  Ni de los alcoholes con golpes de electrón progresivos mientras una dama en bragas cada vez más nerviosas solicita (o exige) pases de inmediato con ella “adentro” o pagues en demora una cierta derrama de dinero en el reservado de fuera...  - Cada vez hablaba yo de manera más parecida a la de mi secuestrador.



         - ¿Cuál es el enigma universal de la prostitución? –Decía. ¡Y me daba asco!



Y se contestaba a sí mismo. Satisfecho triunfador sobre mi estúpido silencio. Y proseguía y proseguía como si llevara narrando mil años, como si su canto fuese el canto del Amado, de lo eterno:



         -Yo lo buscaba en las zonas más obscuras de los más sombríos reservados, en los sórdidos butacones, en las trastiendas inferiores, las antesalas del mero sexo, los cavernosos lupanares del puerto obscuro. Sí, donde los abogados y las putas, terreno ganado al mar más allá de la Alameda. Un damero. 



         Y cada vez me asemejo más a los humanos mortales y a sus sórdidos deseos. ¡A base de escuchar a mi verdugo devendría como él! Mi lenguaje/pensamiento acusaba una y otra vez la presencia de elementos extraños como si al vomitar descubriera lombrices de colores. Términos y visiones que no eran del todo míos, que yo parecía recordar como impresiones perdidas de una olvidada existencia. Y la soledad destas cosas era lo más doloroso; y una soledad eterna, amor del todo imposible.



          ¿Pero progresábamos algo, aunque no envejeciéramos en la carne? ¿Éramos acaso más sabios? - Sabia solamente es Diosa.



          - Ante este pensamiento/sentimiento todas las cosas durante un instante explotaron, deshaciéndose. No me sentí en ningún lado, en ningún tiempo sino una especie de aire capaz de experimentarlo todo. Y el deseo y la necesidad de experimentarlo me estremecían de emociones imprevistas como las de un recién nacido ante la Vida o un adolescente ante los primeros episodios del amor. Llamado Eros.



         - Por el duelo del amor inconcluso y tras un baile de Carmen, indeciso ante el de Morphi y todavía lastrado de muerte y de duelo, -seguía contando mi señor en la niebla, tristísimo- me abismaba en las temidas cavernas de Eros donde la digna descendiente de Lilith con un taparrabos de hoja de parra puede bailar los cuentos persas con melodías zíngaras.



- Es tan bella que muchos varones se asustarían; no es corriente ver a una chica de veinte años buscando de forma tan directa un enfrentamiento sexual. A mí me admira y me da miedo. Es tan bella...



- Pero a los clubs no se viene a eso. El Amor espera una noche y otra noche mirando cómo la Bella se va con otros. Y la mira y la espera. Y la espera y la mira. - Pero El Amor no tiene nada que hacer en un puti-club. No se admite su entrada, ha sido declarada persona non grata.



- Y ella empieza a darse cuenta de que tú la miras mucho. A veces se zafa de los cazadores de zorros y viene a rozarse con tus brazos, en esos minutos preciosos ella te habla de Mircea Eliade y tú le recitas de inmediato un sutra de Patanjali. Todo se calma; de nuevo es evidente que Dios existe y que la vida tiene sentido como una novela romántico-paranormal, como una fábula erótico-teísta. La joven geisha sostiene las dos medias lunas de la Poesía y la Filosofía.



- Ella te mira con sus ojos claros: No es una mujer; es la otra mitad de Occidente la que te mira: la latinidad secuestrada por los bárbaros eslavos. Roma roumana, Roma la Romaní.  Todo esto es muy difícil de diferenciar de las ganas enormes de abrazarla. Y ella te mira: Queda (no sé de qué modo) extrañamente convenido que acabaréis uniéndoos. No solo en el mitificado abrazo sexual sino de mil y un modos.











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LILITH



         Empieza a parecer enamorado el cliente del burdel que admira desde lejos a la bella mientras ella se divierte con otros. La bella es joven y nueva -pues incluso en los antros de perdición, hay alegres novedades a veces, primeras categorías y categoría especial:



         Está un día drogueando con los cazadores de osos, vestida con un transparente vestido de lentejuelas doradas, baila para ellos el baile del vientre. Casi no puedo creerme que una chica tan joven y fina pueda insinuarse de manera más clara, ni siquiera en la intimidad del club..



         ... Otro día ya no está ocupada y me la presentan como la nueva adquisición del local, recién llegada de los Cárpatos. Fresca como una carpa. Es rubia rubia como las legendarias eslavas de la estepa Norte, pero hay algo latino, romano, menudo, civilizado en ella.



         El cliente empieza a enamorarse cuando ella empieza a hablarle de Mircea Eliade y no de sus ensayos sino de su novela y de sus diarios. Es una muchacha muy bien formada. Las formas civilizadas de su mente se confunden con las bellas prominencias de su cuerpo. Casi parece imposible que una chica tan bella esté en un lugar como este. De vez en cuando se va con los cazadores de zorros, de vez en cuando vuelve y se roza. -Nadie dijo nunca que los en los clubs de alterne no se pueda hablar de filosofía. De lo que no se puede hablar es de religión. Además ella parece tan lanzada y tan loca, que quizás hasta se atreva a hablar de Dios directamente mientras degusta un peppermint, a proferir blasfemias y a hacer toda clase de putadas. Porque ella es una puta, culta, que, por coincidencia feliz, ejerce de prostituta.



         - Tal vez ella sea la mujer fatal absoluta, la Lilith triunfante que se burla de los hombres y que en el fondo es el Diablo, la vampiresa madre, la Eva primordial sin vergüenza, sin pecado y sin culpa. - Pensar este tipo de cosas es el comienzo de las ensoñaciones que le hacen a uno enamorarse. Aunque una crónica erótica no debería contar episodios de burdel; en la famosa lista de don Juan no cuentan las mujeres de alquiler.



         El usuario de servicios sexuales a cambio de dinero ha empezado a enamorarse si reincide con la misma, si la espera, si la admira a distancia, si queda con ella fuera del club. –La luz y el aire de la ciudad de noche cambian las cosas; se la ve distinta que en el interior sombrío del burdel. Su belleza y sus sugerencias permanecen intactas con más luz, bajo el criterio de la mañana que se acerca clareando: Solo que lleva más ropa. Pero su rostro es perfecto como una joya con las mismas facetas, pero más brillante, con más color que entre los rojos y los negros oleosos del burdel. ¿Qué se hace con una muchacha así a las 5 de la mañana?



         ... Hubo un momento en que desfalleció: tal vez cuando hablaron de la Bukovina. -No sabe por qué el nombre y la historia de la Bukovina le emocionan. Como si la Europa mal llamada del Este atesorase un arcano, algo que tenía que ver con su destino, con el destino de la poesía, con su vida... - Entonces ella por fin se entregó...



         ...O tal vez nada tuvo que ver con la Bukovina ni con Paul Celan ni con el misterio del judaísmo y del Este. Tal vez nunca hubo conexión de corazones ni de mentes sino disfraces para una sórdida transacción al margen del porcentaje que se lleva el club. Tal vez ella no está ni siquiera un poco enamorada, ni siquiera atraída, sino que tiene detrás de sus ojos de golfa guapa una caja registradora. Tal vez.  Cada vez pienso más como quien me escucha. Y hablo de mí como si hablase de él.



         A estas horas ya solo apetece irse a casa. En el taxi ya no parecemos una prostituta joven y un cliente mayor. En general nada parece lo mismo cuando se sale del club, de su irrealidad rojiza, sus vapores mefíticos y sus túneles sin ventanas. Aquí fuera huele a otras cosas, no a los espesos perfumes del club. - Pero a estas horas ya solo apetece irse a la cama. El semi-enamorado le entrega todo su dinero, todas sus ocurrencias, todas sus palabras, le regala sus piedras preciosas (casi todas). Llora de deseo sobre su hombro y sus pechos lejanísimos, parece que inmunes al deseo, a tan solo unos centímetros. Ella es la ganadora, aún parece fresca y con ganas de hojear libros o de charlar de cualquier cosa tras toda la noche en blanco. El cliente siente una necesidad dolorosa de desnudarla y de bebérsela y de fundirse con ella y de cerrar la aventura. Al fin ella consiente y él se precipita sin que ella deje de reírse, indiferente aunque mojada.



         - Él parece rendido, el panoli patético en esta mezcla eros- extra-prostibulo o fornicio quasi-enamorado. Pero no olvida la hora en que sale su tren. Puesto que tiene billete para las 10 de la mañana. Corre por los pasillos de la estación nueva de la gran ciudad costera del extremo sur de Europa y ella –la bukoviana, la que anoche era tan alta- le sigue y le mira con insistencia y es la patética: a esta hora de la mañana parece bajita e insignificante, joven y vulnerable. Ya no Lilith ni la Reina de la Noche sino casi una adolescente desas que lloran en las estaciones pidiendo más dinero. O más atención.



         Casi es un deber moral, un imperativo pedagógico reírse de ellas, no darle ni un céntimo. El cliente lo único que sabe es que se larga en un tren que no va a perder y que aquí termina la aventura. Y para toda la vida. Ella casi llora, él le arroja pullas sonriendo con cinismo mientras va cubriendo los metros finales hacia el andén y la insana despedida. Sabe que en el control de pasajeros los guardias de seguridad la separarán de él. Ya otra vez se encontró en la misma situación en este mismo hangar ferroviario con una chica de los clubs; Iba con un moro que la había pegado la noche anterior en La Dolce Vita, se iba con él a Madrid. Pues muy bien. - Él prefiere marcharse solo.



         Después de todo, es lo bueno de la prostitución: que te marchas y no tienes que sentirte culpable ni dar explicaciones. Después de haberte “corrido” en tu casa, descubres que no estabas tan enamorado como te creías en el burdel. Es como cuando te vayas a morir: entonces descubrirás hasta qué punto creías en Dios y en la inmortalidad y en el karma. Y en todo lo demás.



         La primera persona que se encuentra en el descansillo del AVE es un señor con kipá que reza sus oraciones matinales. Le saluda con respeto pues capta el signo en todo su significado: Dios, Israel y el rapto de Europa. Si el Creador o Providencia ha querido escribir un cuento instructivo con esta noche de pecado sin sueño, es obvio que lo redondea con este último encuentro matutino: Todos los días no se ve en el AVE a un judío rabínico rezando su rosario. Todo está perfectamente claro. -Si no fuese porque es la vida, la simple autobiografía, parecería un episodio de novela bien cerrado.





























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         VOLVÍAMOS sin transición a estar otra vez en casa de campo rodeada por la nieve, a enero de 2009 (y ya iba yo haciendo mapas de años, planos de meses). Comparado con el burdel, nuestro mundo parecía ahora de retiro y meditación, aunque mi Señor siguiera intoxicándose siempre, entrregándose al ensueño de día, a los delirios de noche. Estaba tan ciego que a menudo ni me veía. Los fantasmas de sus vivos eran para él zombis y aunque viviera ahora vida de familia con otros seres humanos, gatos numerosos, aves de horroroso graznido y hasta algún mastín que pasaba por el camino perdido y pretendía quedarse en la casa, en realidad mi Señor estaba solo como la Mente.  Solo como la Muerte.



         Cruzábase con otros mortales, les saludaba, decía frases de cortesía y en realidad nunca los miraba a los ojos, no les amaba de veras. En cambio, a mí –que no soy humano - me dirigía de alguna manera todas sus plegarias y permanecía absorto, aunque no pudiera verme, mucho más espectral que ellos. Su comedia de refugio con chimenea en el campo requería ahora de mi extraña presencia (que ni yo mismo entiendo) y no de la de ellos. Componía a veces poemas.



         Yo le odiaba desde hacía más de mil años. Le amaba también más que entonces: Aunque no envejeciéramos, yo no era el mismo que partió de Playa, el que fue abandonado por Diosa. Cada vez me asemejo más a mi captor. Menos mal que pronto estará muerto y yo podré ir a donde vaya.



         Cada vez odio más lo que mortales llaman Poesía. Es la actividad del hombre más dañina entre todas las imaginables. La bomba atómica o el virus del ántrax, el alcohol o el tabaco no han causado ni causarán nunca tanto sufrimiento. El ensueño, lo fascinosum es el verdadero enemigo del ser humano, su verdadero aliado. Cada vez pienso más como ellos.



         La cercanía de mi Señor casi todo el tiempo borracho, me hacía parecer inteligente, tal y como se siente más joven el que debe cuidar a un moribundo que agoniza –estas cosas yo las sabía porque las había soñado o porque se me transmitía de mi Raptor el pensamiento; el límite entre mi ser y el suyo nunca estuvo muy claro-. Por eso odié la Poesía que extravía a los hombres y con ella al Arte y al empeño de transfigurar la vida. “La futilidad de todos los esfuerzos”. - Es decir, odié a los hombres.



         Con toda mi alma odié a la Pintura, a la Escultura y especialmente a la Música, las Musas y los museos. Odié la emoción de la cándida mañana de Navidad y la nieve con sus sugestiones de pureza cayendo todo el día mientras suenan las campanadas del cercano convento. Odié el convento y a sus beatas pobladoras. Odié todo lo supuestamente santo. Odié a los escolares. Todo lo que veía. Parecía el mundo una gran cárcel que me estrechara en torno, -hasta en el ensueño-, y sentí arder dentro de mí el deseo de reventarlo por los aires.



         Con toda mi alma, toda mi mente, todo mi cuerpo lo odié una vez más, perseverando como si lo maldijese, no solo a su mundo y a nuestra vida sino a todas las dimensiones posibles de existencia. Hasta que el Odio hacia Todo llegó a hacerme daño porque me alcanzaba a mí y a la vez partía de mí. Me faltaban órganos para odiar tanto.



         Tal vez yo solo no podía provocar el Fin del Mundo. Me faltaba poder para ello, estaba aislado. Pero si muchos otros se ponían a rezar para que se produjera la destrucción del universo... Quizás crearan-creáramos una conciencia colectiva capaz de exterminar para siempre la raza maldita del ser humano. “Los megaterios desaparecierondijo el Loco- y nadie los echa de menos”. Su misma voz - eternamente escuchada – (o la del Viejo Juglar), su forma de expresarse, las palabras que escogía, su tono, su intención ya me resultaban insufribles y me hacían enloquecer de ganas de matarle. Pero no podía hacerlo sino solo precipitar su despeñamiento. Así que le seguí leyendo.





















ROMA. NOCHEVIEJA DE 2006



30 de diciembre de 2006

En el reverso de unas postales de Roma antica



         “Carmen Flores nos lleva al aeropuerto donde Morphi se reencuentra con dos amigos después de 13 años (Ángel y Amelia). ¿No es demasiada coincidencia?, ¿qué nos dice la novela de la vida?- Tomamos el avión de l´Alitalia y vimos una isla que podía ser Ibiza o tal vez Menorca..., en todo caso solo con pronunciar el bello nombre de Ybbozzim me imagino: un Tiempo sin tiempo, un silencio arcaico, de mito, la expectación de los misterios, del Amor, un recuerdo egregio...Es inevitable acordarse de Benjamin y del libro de Vicente Valero (Experiencia y Pobreza). Cómo me calma leer a Vicente, aunque sea ensayo o crónica; siempre es Poesía: Benjamin pretendió despojar sus diarios de cualquier impresión subjetiva para centrarse nada más que en los relatos, las cosas que se le cuentan al viajero, las viejas historias que aquí y allá escuchará el viajero. Pero, al final, ni él mismo consigue lo que se propone; no es más que otro viajero romántico, otro bobalicón de las islas viviendo su utopía.



         “Llegamos a Fiumicino-Lionardo da Vinci sobre las 19 h. La agencia nos lleva en autobús al hotel “Parco di Medici” a 15 kms. di lontananza dil centro... Ahí empezaron nuestras desventuras con el transporte romano tras ingresar por equivocación del chófer en el lujoso Holiday Inn. Es como si se mofase de nosotros enseñándonos lo que es un buen hotel.



         “Y no estas aventuras: Nuestro hotel no se merece ni una descripción: Bastará con decir que los tickets del bus los vende la propia recepción! Qué cosas. Cogimos el siniestro 771 junto a unos agitados adolescentes nativos que se ofrecen a guiarnos aunque no hace falta... Tras espantoso recorrido de baches y carreteruchas por cañaverales y suburbios de la Sagrada Roma, la Urbe, arribamos a Magliana para subir a un treno totalmente cubierto de graffitis. Sin inmutarnos por tanto cutrerío, bajamos en Cavour. Esa noche apenas vemos nada bonito. Como si la ciudad nos velase sus tesoros o nosotros no pudiéramos apoderarnos de ellos tan pronto.





31 de diciembre de 2006



         Pésimo desayuno en la base de una de las cilíndricas torres del aparthotel. Gracias a una pareja de catalanes nos enteramos de la existencia de la misteriosa red de trenes de cercanías “gratuitos”que nos lleva al Colosseo con transbordo en Pirámides. Rodeamos los Foros Imperiales. Subimos hasta los Museos Capitolinos. Descendemos la escalinata de Miguel Ángel solo para volver a subir por la de al lado hasta Ara Coeli(¿). De allí otra vez al Coliseo y por Via de San Gregorio hacia el Tévere.- Compro en un puesto callejero una rosa roja para Morphi y ella la conserva en buen estado hasta la noche.- No me impresiona el circo, ni los foros, no he venido a Roma por esto.



         Por el hipódromo llegamos de nuevo al río a la altura de la iglesia donde hacen cola para fotografiar la Boca de la Verdad. Y es junto a la Insola Tiberina y el Tévere cuando me invade el júbilo de estar en Roma; curiosamente mientras pìenso en París y en su Sena.



         Paramos a tomar una cerveza en un chiringuito de la ribera y sería feliz si Conxi no me contase, con su estilo prudente, ciertas cosas...



         Por callejas pintorescas del Trastévere buscamos un restaurante hasta dar con una especie de catacumba con comida aceptable pero no impresionante.-Rumbo al Vaticano nos paramos en Sta. Maria in Trastevere donde charlo con un gitano roumano de muy dulces modales, los dos sonriendo ante las evoluciones de una gatita, nos entendemos bien y termina contándome que otro mendigo amigo suyo, alemán, ha muerto hace dos días debido al frío y al alcohol; está muy triste, le doy todo el dinero suelto y me despido como de un amigo.- (Días después veré en el vídeo de mi hermano al alemán de quien me habló el roumano. Cuando aún vivía. Pues mi hermano ha vuelto de Roma el mismo día que llegamos nosotros y estuvo en esta misma iglesia. Aunque el mundo en reducción turística sea un pañuelo, no deja de impresionarme esta coincidencia. ¿Qué me quiere decir? Mi hermano filmó aún vivo al mendigo alemán en el mismo lugar en que días después su compañero rumano me contó que había muerto).



         “Después de esto volvimos a enfilar la ribera hasta toparnos de frente con el Castelo de Sant Angelo y el puente del mismo nombre, uno de los que más nos gustó en la ciudad de los hacedores de puentes.- Morphi estaba todavía admirando el castello cuando le señalé a su izquierda El Vaticano al fondo de Via della Conziliazione...



         A partir de ahí, como otras veces al lado del Amor, al lado de Morphi, todo discurrió irreal y vertiginoso como en un sueño:



Avanzamos sonámbulos hasta la Piazza de San Pedro, como si derivásemos, sin voluntad ni pensamientos, todo ojos: Pero aun sin salir de nuestro estado de shock, se produce otro suceso que nos da escalofríos: Las campanas del Vaticano empiezan a doblar en ese momento... En aquel momento pensé que pocas cosas podían provocar tantas emociones y sentimientos” (Morphi). Cuando más o menos recuperamos la conciencia, nos percatamos de las largas colas de personas que esperaban para entrar a la Basílica; sin más nos agregamos a una de ellas sin saber muy bien para qué pues no habíamos esperado entrar siquiera. Una señora mayor con prisas nos muestra un sobre ocre y la dejamos adelantarnos. Otra pareja de americanos con un niño y con otro sobre, nos dicen que se han casado allí en S. Pietro hace poco; les damos la enhorabuena (yo, como siempre, preguntándome si el hecho lo merece) y también les dejamos pasar. En el control de bultos de los arcos, los guardias –con levita y gorra de plato, enormes, seres casi fantásticos- nos hacen pasar sin inspeccionar nada de nada como si confiaran en nosotros por una especie de sexto sentido, al fin y al cabo son personajes de Dan Brown, parte activa en las conjuras teleplásticas  del código Da Vinci. Y sin poder creérnoslo ya estamos dentro, en el centro del centro, pisando mármol rosa y de varios colores, rodeados de formas colosales ante cuya proporción la vista se deleita, ecos apagados que sobrecogen y a la vez tranquilizan el alma, estamos boquiabiertos en medio de tanta claridad y bogamos por el gentío despacio, muy asombrados, ensoñando... cuando se difunde a media voz entre la multitud –y casi puedo ver el culebreo del rumor y cuchicheos haciendo curvas en la masa- una sola emoción: “Vieni il Papa”. “Ante las palabras de Javier “Ahí está el Papa” se me encogió el estómago y volví a sentir los escalofríos (que no frío) y la sensación de estar en un sueño, aunque en honor a la verdad, al principio no lo creí, pensé que estaba bromeando, porque momentos antes de entrar bromeó con la posibilidad de encontrarnos con el Papa, pero el alboroto de la gente y los aplausos me hicieron abandonar mis dudas y para terminar de creérmelo sólo hizo falta que J. me aupara para verlo con mis propios ojos. En ese momento no pude evitar emocionarme y tomar conciencia de que estaba en un lugar y frente a alguien que durante siglos ha marcado la vida espiritual e incluso cotidiana de miles de millones de personas. Realmente creo que me emocionó el fervor y la pasión de la gente que el hecho de ver al Papa. Pero sea como fuere, marcó nuestro viaje y será algo difícil de olvidar” (Morphi). –



 A mí también me electrizó el fervor de la multitud (lo notaba de un modo muy evidente en los brazos como una especie de corriente de pánico): su solideo rojo, un armiño alrededor del cuello, portaba una cruz de brazos algo doblados hacia atrás, bendecía con lentitud a los presentes y sonreía con esa mirada algo abstraída o maravillada de Ratzinger. Por un momento me pareció un hombre santo, un bello espectáculo, todo estaba bien.



         “Justo entonces –rebelándome- comenzó a salir por mi boca de manera inesperada una sarta de maldiciones en voz alta al Pontífice y a su comunidad la Iglesia, como ya ocurrió la otra vez en el anterior viaje a Roma con Lesbia: “Maldito seas. Ojalá que tu tiempo pase pronto”, y cosas así, con un ardor raro, a veces me parecía que había entrado en el trance de los que poseen el don profético,.. hasta que un señor italiano con un niño sobre los hombros y barbas y gafas de John Lennon pacífico me mira con expresión vacía, tal vez asustado de mis blasfemias, y,  disimulándolo,  yo me callo, me callo, me acallo, me aquieto, está bien, hermano,  coloco mi brújula resignado en el capitel de una columna y compruebo satisfecho que el altar se sitúa al Oeste; escucho con agrado, manso, un buen rato la voz suave, aflautada del Papa. Parece un poquito maricón el Santo Padre, pero a mí eso en el fondo me da igual: Entrega un interesante sermón sobre la Asunción de la Virgen el 31 de diciembre. Da que pensar que el año se termine con este otro misterio litúrgico. ¿No significa “liturgéi” funcionar? Y es como si al final la Santa Madre Iglesia, el Orden, la Monarquía, los conservadores, los tradicionalistas siempre tuvieran razón.”









ABLA INTERRUPTA



Pienso en tu cuerpo pequeño por no correrme

A la lujuria cerval de tu cara:

- En la esquina de papel

Que tú no vayas a ver

Dibujaré las almendras de tus ojos, bella  ABla

Mas si me hallo ante ti

Solo acusaré tus piernas.

- En lo que tú lees te pongo

“Me gustan tus comparaciones

Y giros personales!”

Rozando ya con la `punta

Más formal

Las trémulas alusiones...

-Tu largo pelo castaño

De menos de veinte años. -

- Por no ser el hipnepta de tu pelo,

Me empeño en soñar tu caño.

-Y prefiero enlodarme en la sorna

Del oculto viejo verde

De  la perrera de abajo

A...





TRAS EL RECORTE Y LA CRISIS, LA RECUPERACIÓN Y 

EL REBOTE

Crónica



         Hasta el otoño de 2016 no surgieron los primeros “brotes verdes” tras una economía de deuda –o de guerra- que ya duraba demasiado. Entonces el PIB creció muy por encima del 3% que el Ministro de Economía Erre que Erre se había marcado como objetivo ideal para finales de año. Pronto repuntaron la Construcción y el Turismo. Rebrotaron, se redoblaron las inversiones en el sector del Juego y las Prostituciones.  Pronto volvieron para la mayoría social las vacaciones en Punta Cana o Riviera Maya; los Hummers y los Ferraris para los chicos; la casita en la playa y los chalets de 50 millones para los papis. Volvía el empleo y la opulencia a la España de la Crisis. Pero la mal llamada crisis no había hecho más que empezar...



         Paro Cero. Inmigración Cero. Terrorismo Cero. Crecimiento Cero. Tolerancia Cero con la violencia de género. El grado de libertades y posibilidades de desarrollo humano que ofrece el actual sistema conservador- revolucionario (scr) de España en 2112 apenas conoce parangón en la Historia. Jamás ha disfrutado el pueblo de mayor democracia o bienestar social. Ni en los fabulosos 60 ni en la Roma de Antonino Pío.



         Todo el poder para los mercados”. “Para el emprendedor empresario: ¡Modalidad manos libres!”Hay que charlar menos y trabajar más”, decía la ministra Portela -. “Comparado el tiempo que un español le dedica a charlar y a tener interacciones sociales con el que le dedica un trabajador alemán, nuestros centros de trabajo son un chafardeo”.



         Fue precisamente la super-ministra Portela la- pionera del reportaje en directo de 16 horas al día con una pausa de 8 horas de privacidad: no se podían obtener imágenes de ella en ese lapso, pero ella solía mandar twitters y mensajes a la audiencia. “Esta es mi alternativa a los scracthes”.



         Lo primero que hizo la super-ministra fue hacerse una soberbia paja de 27 minutos y medio filmada por su marido, con asistencia de sus hijos, primos y amigos. Previamente Portela se informó de las consecuencias legales de hacerse filmar desnuda y masturbándose a mano batiente en la web. Y supo que no tenía ninguna. Así que eso parece que aumentó su alegría. La ciudadanía online alcanzó el deliquio. Fue una liberación para todos.  Tuvo más visitas que habitantes tiene nuestro país. Porque algunos veían el video docenas de veces y muchos no eran españoles. Hasta  los eremitas de los iglúes de Groenlandia conocían a Portela, a Shakira y a Beyoncé; en cambio, jamás habían oído el nombre de Cristo, Buddha o Krishna. Portela con su video “Htttp.youtube.org: Me hurgo por el elector delante de mi familia”, había conseguido ser más famosa que Jesucristo.



         Pronto los gestores públicos ganaron menos que los ciudadanos medios. El caso más patético fue el de Tomás Gómez que vivía en un tonel y acudía a la Asamblea de Madrid nada más abrían, para entrar en calor cuanto antes. Una señora turista que visitaba la Asamblea le regaló una vez una mandarina, detalle que fue captado por las cámaras.



         La democracia telemática agotó el ansia participativa de los ciudadanos, hartos de que Portela les remitiera enormes cantidades de documentos recabando su opinión vía internet: “¿No quiere volver a recibir estos mensajes? Clickee que de ahora en adelante delega sus funciones políticas en esta representante para que decida por Vd.”



         Un simple chatarrero de ciudad vivía mejor y cobraba más que un político. Se podía ver al representante público trabajando día y noche como un negro siempre bajo el punto de vista de la cámara de TV. Mientras el obrero se tomaba su cervecita y pensaba “yo desde luego no he trabajado nunca 16 horas como ellos”, y pensaba: “y todo por el ridículo salario anual de 80.000 euros, poco más de 6000 al mes...” Y votaba vía internet por triplicarles el sueldo, una inicativa legislativa popular que firmaron más de 200 000 personas pero que fue rechazada por unanimidad en la Cámara. “No somos esclavos de las ILP ni de las encuestas ni de la web. Ni del dinero, por supuesto; yo ya tengo más del que puedo desear y créame, da igual”, sentenciaba Portela mientras no cesaba de incrementar su patrimonio por negocios al margen de su carrera política.



         - Hay que producir más y gastar menos –insistía la hiper-mediática Portela con un escote que casi dejaba al desnudo las copas de sus senos-.  Si comparamos los gastos mensuales de un adolescente español, el total equivale a los que realiza una familia de Madagascar a lo largo de un año.



         Todo el mundo trabajaba más y cobraba menos, madrugaba más y se divertía menos, se concentraba más y chafardeaba menos, producía más y consumía menos.



         En vista de los buenos resultados económicos de España, un Vladimir Putin aún radiante a sus 90 (debido al consumo sistemático de sirtuina, la hormona de la longevidad) le habría hecho una broma soez a nuestro Presidente del Gobierno y luego besado en la boca durante un tiempo bastante largo a la super-ministra, la que se atrevió a publicar su onanismo en internet. “Constumbre rrusa”, se justificó la Oficina de Prensa del Kremlim. Pero eso no impidió que se cursara una orden fulminante contra la entrada de más ciudadanos de la Federación en nuestro país y sobre cancelación de proyectos empresariales en las antiguas repúblicas soviéticas.  Se rumoreó que Putin había llegado a morderle los labios.



         Babeaba por nuestro crédito y nuestros bonos no solo la gran Rusia: se orinaba de ansiedad la China de la paciencia mítica. Quedaban reducidos a la adoración los hindúes. Perdían la razón los alemanes aflamencados. Se abría de piernas la dulce Francia provocándonos desde Hendaya. Bailaban a nuestro son los brasileños. Y Australia, Canadá y Japón se peleaban en el Pacífico por firmar acuerdos. -Marruecos ofendidísimo e insumiso como siempre apretaba el culo con dignidad.



         Después de veinte años de continuas confirmaciones en el cargo, la super-ministra Portela ya no era la misma. Había aprendido a cortarle en seco sus avances al Cavaliere (radiante como si tuviera 50 años menos de repente;  se había implantado los testículos de un mandril y un tabique nasal de titanio  como Frank Sinatra) en las reuniones del G20. El Cavaliere solía transgredir la distancia íntima de 50 cms. para escupirle en los labios la salivilla de sus súplicas, para que les perdonáramos la deuda y no les dejáramos caer del euro.



-         - ¿Qué queréis que os diga dese cerdo hijo de puta? –Abordaba Portela al enjambre de reporteros-. Muchos partidos de fútbol nos han enseñado cómo hay que jugarle a Italia. Hay que comprar menos pizzas y preparar más paella.



Su blog era el más visitado. En Facebook tenía 5.638.457 amigos a los que respondía personalmente a diario mediante un programa de respuestas personalizadas que nadie había conseguido desencriptar. Su retransmisión “16 horas en la Vida de una Ministra” era ya mundialmente famosa.



         Era famosa, era rica, era de derechas, era guapa, tenía status (ya antes de entrar al Gobierno), era alta, era eficaz, era trabajadora, era ingeniosa, era elocuente, era graciosa, era femenina, era innegablemente inteligente, estaba muy bien constituida en todas las partes de su cuerpo, pero, sobre todo, era elegante.



         La politesse costazurina de Elena Salgado, el erotismo extremo de la cintura de Espe Aguirre, los ojos de caramelo de María Dolores de Cospedal, la Andalucía trágica en el rostro de Rosa Aguilar, los labios más que besables de Leyre Pajín, la barbilla retadora pero sensual de Elena Valenciano, las preciosas rodillas afrodisíacas de Ana Botella, la estatura de Christine Lagarde, el erotismo Charlot a lo Merkel,la naricita respingona de Soraya, todo retrocedió y se deshizo ante la elegancia apabullante de la Señora Portela.



         Así el pueblo empezó, sin darse cuenta, a amar a sus gobernantes. Pues admitían que el auto-gobierno, la Anarquía, era un sueño. 



         Y como la popularidad se parece al amor, nada más amoroso que un partido popular: capitalismo popular a lo Thatcher: El joven neo-con nacido tal vez en la Cocina del Infierno de un poblado, vecino de un suburbio, el joven de derechas, ¿qué es sino un soñador con su polito anudado por delante, alguien que otea horizontes de azur norteamericano? Pequeño Nicolás procedente de clase baja que no ha perdido el alma de Nicolás el Travieso.



         Microjobs de Steve Jobs y microjobs y microsofts y microwords... Falsos brillantes por todas partes en aquellas generaciones ridículas de solteritos liberales y casadas neo-liberadas que transgredían las normas pero dentro de un orden (podían follar con otros aparte de sus maridos, pero solo de vez en cuando y en ciertas circunstancias). La esencia del pensamiento conservador es, no el afán de mantener el orden, sino el afán de traicionarlo todo a cambio de “orden”. Apostaban ahora por la excelencia, por la calidad, en suma, por la aristocracia.



         - Pero muchos soñaron con estudiar las delicias del Khorán y  en cambio acabaron sirviendo hamburguesas desde una sucia furgoneta del Bronx.



         No todo el mundo podía ser triunfadora o triunfador, como explicó la Señora Portela (no sin triunfalismo) en el curso de una aturullada entrevista donde ejercía como jurado a la vez que participante, finaciadora  y organizadora en un campeonato de felaciones:



-         Para que haya vencedores en este tipo de competiciones, tan respetables como cualesquiera otras, tiene que haber vencidos. Los vencidos con los años derivan hacia la casi extinta izquierda o a la acracia, todavía pujante en nuestros tiempos (movimientos anti-sistema). Si se fija Vd. un poco, los vencedores, los satisfechos siempre son de derechas: Franco, Fraga, Gil-Robles, Aznar o nuestro actual Presidente... Fueron estudiantes destacados en sus respectivas carreras profesionales. Puedo asegurarle que los empollones y ganadores de oposiciones son generalmente de derechas. 87.55 % de los chicos torpes y malos, por el contrario, se vuelven socialistas a ver si pescan algo con el rollo de la re- distribución y la equidad o igualdad de oportunidades. Los buenos, los azules, por lo general son de derechas; los rojos, de izquierdas.  Fíjese Vd. , bien señorita. Y no quiero hablar más porque... dada la naturaleza de este concurso, también se demuestra que... la tienen más pequeña.



         Tras los locos 90 del siglo XXI y los brotes de radicalismo casi psicóticos de Portela, vinieron los Recortes de los Recortes, el Ajuste de la Carta de Ajuste, la Redistribución del Coste, el Adegalzamiento del Adelgazamiento, la Contracción de Esfínteres Cronificándose. –Algunos senadores por no gastar, se alimentaban de caramelos y de vasos de agua. El super-ministro de Economía por ahorrar, les robaba bolígrafos a los periodistas. Eliminaba instituciones públicas como quien elimina broza para abrir una carretera: “La riqueza de las naciones es hoy la riqueza de las transnacionales o multinacionales. Todo el poder para las macro-empresas. Todo el poder para los supermercados”.



         Portela podía empinar el ángulo de las cámaras y hacer soñar a sus incondicionales con un platónico enamoramiento de una ninfómana dominátrix. Pero en la intimidad, el que llevaba los pantalones y ponía las barbas encima de la mesa, era Mariano. Mucho se han comentado las humillaciones que la bella y siempre joven Portela, habría tenido que sufrir en el silencio mediático, esa materia obscura donde no llega Twitter ni el bloggero de Samarkanda. La humillaba a veces en private pero solo para que ella siguiera prevaleciendo en la escena pública, en sus comparecencias de los viernes.



-             Yo es que me río poco, pero trabajo mucho –comentaba tras tres meses de silencio el super-eficaz ministro de Economía y Hacienda R que R. -Los datos del IBEX 35 hablan por mí. -El pueblo empezaba a divertirse con su humor negro. No se le vio reír nunca ni dar muestra alguna de haber sido feliz. Cuando crecimos en 2109 por encima del 5% poniendo de rodillas a la producción alemana y con el culo en pompa a Francia, se le vio levantar una ceja.



Se inició así la lenta y dolorosa recuperación. Francia, Rusia y Reino Unido empezaron a acercar posturas para hacerle una pinza a España como otras veces. Planeaban electrocutarnos desde Dunquerque.



-                       Y a partir de ahora la Universidad te la vas a costear tú solito. 20.000 euros la licenciatura y subiendo. Eso es lo que hay. Sí o sí. ¿Qué me dices? Sin un seguro privado, te morirás desangrado. A mi hija a la privada para que sea educada.



         Le había cogido el gusto a la articulación irreflexiva de eslóganes, le gustaba hasta la breve palabra “eslógan”.



         -Hay que hacer más y pensar menos –pronosticó en otro concurso de “enculadas” donde participaba como beneficiaria- . Comparado el tiempo que un español dedica a pensarse lo que va a hacer con el que dedica a lo mismo un estadounidense, nuestras empresas son un rebaño de indecisos. Una panda de hombres blandos sin sangre en las venas que apunta cosas en libretitas.



         Este giro imprevisto hacia la violencia sexual en sus relaciones con la prensa ya no se apaciguaría en los años siguientes. La que había sido reina del glamour y a la vez “Helena del pueblo”, la que alteraba con su erotismo el ángulo de todas las cámaras durante la Crisis, ahora en el Rebote –o en su vejez- se volvía agria y faltaba el respeto por sistema a todos los medios acreditados excepción hecha de los de cadenas y periódicos del Paraguay, país por el que sentía una preferencia inexplicable.



-         Hay que sentir más y pensar menos – y ya no sonreía: - Hemos salido de la puta crisis y yo me siento vacía, vacía, vacía... –Y se echó a llorar en medio de la rueda de prensa o habitual comparecencia de los viernes. Nunca había ocurrido algo así en 50 años.



         Había envejecido de alguna manera detrás de sus pechos de turgente silicona, de tacto muy semejante al de la verdadera carne. Detrás de sus sirtuinas y de sus bótox tendría unos 140 años. Y no solo estaba buena sino todavía super-requete-buena.



-             Standard & Poor´s, Moody y las demás van a tener que replantearse una nota por encima de la AAA, porque les hemos roto la barrera.



         “Porque les hemos roto los dientes”, era lo que el adicto de la web entendía. Que el ministro les había partido la boca a Standard & Poor´s, a Demoscopia y a los Gemelos Mágicos de la guerrilla filipina. Aquel hombre no le tenía miedo a nada.



-             Fíjese en lo que le digo: Ahora mismo España puede vivir de las rentas (es decir, de la deuda contraída por otros países) durante medio siglo o más. Realmente no percibo la necesidad que tendríamos de producir más. Hay que hacer menos y ser más.

-              

-         ¿Le importaría concretar a qué se refiere? ¿Es que piensa aumentar los subsidios de desempleo?



-             Naturalmente. Nuestra meta es que todo el mundo gane más estando en el paro que trabajando. Es mentira eso de que el trabajo dignifica al hombre. Lo que le dignifica es mantenerse lejos de él. Cuando trabajas, eres una mercancía y te pagan por lo que produces. Cuando no trabajas eres tú mismo y la Seguridad Social te paga por lo que eres, te paga por ser, el único derecho realmente universal. Anterior, posterior y superior al derecho a la vida.



         En poco tiempo la mayoría social abrazó la carrera con la que llevaba soñando siglos: todos se convirtieron en rentistas. Los españoles apenas trabajaban. No les preocupaba más que el golf, el tenis y las noticias de regatas. Alejados cada vez más de los centros laborales, ociosos y millonarios, los españoles empezaron a tener dignidad, a ser elegantes.



         España estaba ya no solo a la cabeza de la UE sino “destacada y por delante”. Y ahora que hasta los ariscos chinos nos hacían unas reverencias de un servilismo meta-nacional, nos interesaba medirnos con cada uno en su propio terreno. Con los americanos subiendo nuestras insignificantes tasas de asesinato y de cópulas anuales. Con los ingleses, siendo todavía más cool que ellos: la juventud española pronto se volvió más flemática y con mayor indiferencia moral que la Naranja Mecánica de Londres. A los franceses queríamos vencerles por el lado de la infidelidad conyugal y la destrucción total del patriarcado. Pero la principal implicación de la astuta Portela fue la moda. Pues vio que si superaba en el vestido garconnière a Lagarde o dejaba en ridículo en el Elíseo a la huesuda Carla Bruni, el resto de los asuntos quedarían ventilados.





PORTELA





         Un espectacular picado captado por un reportero del Paraguay comparaba en un primer plano el culo en tergal azul celeste de Angela Merkel y el culo de nuestra ministra. En un argumentario simplón, casi simiesco, media Europa se decantó por la Portela. Era una voluntad masculina general basada en las brutalidades del instinto más que en la luz de la razón. Los griegos la apodaron Aphrodíta Kalipígia (Bella de Nalgas) aunque esto les acarreó una subida del 5% de los intereses de su deuda con España. - Ingenieros alemanes de primera línea, especialistas de la aerodinámica, reconocían que Portela estaba muchísimo más buena que Merkel. - Pero cuando derrotó en la batalla del glamour y la elegancia a la nariguda directora del FMI, el resto fue coser y cantar.  La melena flameante de la super-ministra española convirtió a Lagarde  en una anciana Cenicienta. Después de aquello nos lo concedieron todo.  



         Los españoles eran ricos y felices. Eran famosos. Los niños llevaban al colegio canapés de caviar y neverillas con docenas de ostras. Sus padres veraneaban en Goa, Florianópolis o Melanesia. Los abuelos languidecían en fastuosas residencias para ancianos de la Seguridad Social. Algunos se jubilaban prematuramente, enfermos crónicos con una salud de hierro desde los 19 años a los 103: “Es increíble”, reflexionaba uno, “que llevo cerca de 84 años jubilado”. Y no era posible saber si lo decía con pena o con orgullo. O tal vez con una mezcla de ambos.



         Los escolares iban a clase en alfombras voladoras totalmente silenciosas, tripuladas por sus pensamientos-móviles. Y aprendían mediante hipnosis, megabrains, enseñanza durante el sueño e inyecciones de serotonina. - La vieja escuela fue barrida por la tecnología de la información que sometía al estudiante no ya a exámenes sino a intervenciones quirúrgicas sobre el lóbulo frontal. En pocos días un cerebro sano podía procesar el contenido de 4 carreras universitarias. Lo malo es que el sujeto sometido a estas avalanchas de “enseñanza química”, al principio no se acordaba de nada ni sabía nada. En 3 días podía haber absorbido el estado actual de todos los conocimientos en el campo de la Aritmética, la Geometría y la Gramática; en 4  la Retórica, la Astronomía, la Música, y la Dialéctica. Es normal que se quedase bloqueado, atónito.



         España empezó a bajar sus tasas de prostitución al tiempo que subieron las de coitos por habitante, las de nudismo, infidelidad  y  adulterio. Fue el Despendole (la época que siguió al Rebrote): De las 90 cópulas anuales pasamos a liderar el ránkin de orgasmos mundial con 360 en 2109. No nos ganaban ni las lascivas groenlandesas ni   los trisexuales del Yemen ni las cocottes del Tiempo de las Violetas. Si nacías en España tenías asegurada estadísticamente una cópula por día con cinco jornadas de “descanso” al año (o tal vez puede que acumularas tus 360 en 120 fechas con tres desempeños sistemáticos en esos días; todo es cuestión de organizarse y de planificar la productividad, el beneficio y tu rendimiento para que te sobre tiempo; la única alternativa al Dinero es Eros).



-  Hay que hacer más el Amor y follar menos – dijo entonces Portela que desde que podía salir a cualquier hora en la pantalla de cualquiera haciéndose una larga paja delante de su marido, familiares y amigos, había liberado al lenguaje y a la nación al liberarse a sí misma.



         En la Navidad del 2107 se permitió filmar un anuncio de un conocido champán catalán: Aparecía desnuda tras las portezuelas translúcidas de una ducha. Nuevamente la “Helena del glam” era la “Helena del Pueblo”. A veces convocaba a los periodistas solo para contarles chistes y “hacer unas risas”. Eso indicaba la estabilidad de la economía, la absoluta falta de problemas políticos. -Como cuando Franco en los 60 se pasaba tres semanas cazando y olvidado del mundo, seguro de que España funcionaba por sí sola.- Si en esas comparecencias de los viernes, alguien desentonaba formulando una pregunta seria, la super-ministra se levantaba riéndose y se marchaba sin dejar de soltar carcajadas. “Me río..., me río,... porque me entra la risa”.



-             Más sexo y menos seso – sentenció a las puertas del Tribunal Constitucional donde había ido a apoyar a la ONG “Ninfómanas e Incestuosas. Por los Derechos de los Monstruos”.



         - Yo no hago apología de la violencia pero si a ti “te pone” romperle el tabique nasal a tu padre, rómpeselo; eso es mejor que quedarte con las ganas, toda la vida parado, hecho un pichafría. Y no hago apología de las drogas pero si meterte una raya te va a entonar, métetela. Los raros, los que llamas perversos, también tienen derechos. Aunque te joda. Lo esencial es que estés caliente, vivo; no que seas bueno ni un ciudadano-modelo. ¡Quiero una juventud vibrante de violencia! Quiero a mi lado hombres hombres, hombres de verdad, hombres viriles. ¡Qué cojones! Y no petimetres amariconados con gafitas que apuntan cosas en sus libretas. Comparados con los mejicanos, los colombianos o los argentinos parece que los españoles tengáis horchata en las venas.



         Estas invectivas reafirmaban un sexismo racista sin complejos en sintonía con la Escuela de Palo Alto (partidaria de un belicismo extremo). Pero sus transgresiones no habían hecho más que empezar:



-                   A mí los Derechos Humanos y la Ilustración, me tocan las tetas. La verdad. Y las mías, créanmelo, no están obsoletas.



Había llegado a un exceso de intimidad con su público –que desembocaba 16 horas al día sobre ella como una avalancha de amor que desbordaba por varias fuentes: la TV, la radio, facebook, twitter y la ouija de internet. Había llegado a ese exceso de éxito que da en reñir a su propio público. Dylan y Silvio Rodríguez (ejemplos de famosos y amados artistas del siglo anterior) lo hicieron con su auditorio, poniendo a prueba su verdadero amor insultando y regañando al público, que escuchaba callado y humilde; hasta eso se le acepta al ídolo, dios colérico. Así la escucharon y la soportaron una vez más los reporteros. Entonces la Portela llegó al extremo de golpear a uno de ellos en los testículos siendo inmediatamente protegida por sus guardias de seguridad. No paró de reírse todo lo que duró la reyerta retransmitida en directo con cotas de audiencia. Al final se pudo ver al periodista pidiendo perdón a la ministra –no se entendía bien por qué- y ella le perdonó y le ayudó a caminar unos pasos puesto que aún cojeaba con las gónadas revueltas.





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         - Un poco de violencia no siempre es mala.- Comentaba en medio de una manifestación a favor de la “Legalización Exclusiva del Crack”.- Yo me pongo violenta porque me importa. Y si nada te pone violento es que nada te importa. Un rodillazo en los huevos, les dejará como nuevos.



         El cuestionamiento de los sagrados Derechos Humanos la había llevado con los años al cuestionamiento de la misma caridad:



-             ¿Quién te ha dicho que tienes derecho por ser humano? Tal vez ni siquiera eres humano. Pero ¿por qué vas a tener derecho por ser?, ¿y a qué tienes derecho por tan poca cosa? ...Yo, qué quieren que les diga, creo que los derechos hay que ganárselos. Pero, cuidado, ser cojo, sordo, ciego, “retra” o falto, no te da más derecho. Se lo digo, con franqueza: nunca me han gustado los paralíticos. ¿Por qué se supone que tienen que gustarme? ¿Por qué he de ser buena y solidaria con ellos?



         En declaraciones a micrófono abierto manifestó su desprecio por las “putas y maricones de la sub-cultura de la Izquierda”.



-         Y a partir de ahora –remachaba- si quieres hacer una peli, ¡te la financias tú solito y luego te la cobras en taquilla!



-         Y ahora si un hijo te sale tonto, le buscas tú tres profesores terapeutas que te lo cuiden.



-         Lo mismo que cualquier moro o negrata o psicópata eslavo no va a tener los mismos derechos que un ciudadano normal, un verdadero español. Si yo piso Nueva York no por eso adquiero de inmediato los derechos que garantiza la Constitución de los Estados Unidos. Un gran país, por cierto. No, hombre no: un extranjero siempre es un extranjero, un emigrante, un desarraigado, un caso digno de misericordia. Pero se le devuelve su dignidad cuando se le repatría. Fuera con la patulea de parásitos denigrantes.



-         Yo lo único que digo –comentó como de pasada en unas “Jornadas para la Reivindicación de la Pederastia o Amor Joven”- es que, si de repente se marchasen los 5 millones de marroquíes, rumanos, eslavos, ingleses, alemanes, chinos, argentinos, andinos, subsaharianos y demás morralla, la economía española no iba a sentir ni frío ni calor. ¿Qué echarías de menos, el sucio supermercado chino alegal de la esquina o al pequeño narcotraficante del Tetuán integrista?



         Sus continuos ataques a las minorías étnicas, a los discapacitados, al pacifismo, a los Derechos Humanos y a la democracia –es decir, a los valores sagrados del siglo anterior (el XX)- no quedaban compensados por gestos políticos como su participación en actos de aclamación a un famoso serial killer a su salida de la cárcel.



-         El que Vd., acaba de llamar “asesino en serie” no es más que un ser humano como cualquier otro y le advierto que tiene un club de fans bastante numeroso. Así que haga el favor de no abusar de esa etiqueta. La tolerancia con los que son diferentes  implica la adoración de los monstruos.



         Portela había dejado de rimar, pero, por un extraño desempeño, la sintaxis de sus frases finales siempre acusaba una cualidad memorable. Los periodistas –más que humillados- eran avisados por telepatía de cuándo la super-ministra les estaba suministrando un titular entre cuatro o cinco posibles. Aquella mujer casi bicentenaria pero aún de muy buen ver (gracias a las dosis de “células-madre regeneradoras de tejidos especializados”) y sexualmente activa, seguía erizando a los camera-men. Pero parecía haber perdido el corazón y la razón. Tal vez eran las cosas que pasaban cuando se aplicaba la ingeniería celular a organismos, como los humanos, programados para vivir como máximo un siglo. En vez de progresar hacia la sabiduría y la calma, se volvían más y más locos con el paso de los años.



-                       ¿Por qué tengo que ser buena? A ver, dadme una sola razón, y saldré a rezar por vosotros. ¿Por qué tengo que ser buena más allá de la obligación legal de no cometer delitos ni crímenes (o que al menos estos no sean descubiertos)?. ¿Por qué tengo que decir la verdad, por ejemplo? – Reflexionaba en un vídeo de Luciferistas.com que había sido prohibido porque, según los rumores, los satanistas de Esalen habían perpetrado, filmado y publicado atrocidades que la pluma se resiste a relatar. - ¿Se han planteado que a lo mejor llevo dos siglos engañándoles a todos Vds., raza de escuchadores pasivos con la cara enterrada en aparatitos y libretas? Pues claro que lo sabéis, aunque no digáis ni pío. Yo no les pido el voto a los españoles. Ellos me lo dan online porque quieren y porque les apetece. Y si me votan cada 10 horas y todos los resultados de las encuestas jamás descienden de los picos de mayor popularidad, ¿por qué me habría de importar ser buena? ¿Me lo queréis decir, mequetrefes, chupabolis, chancleta? ¿Es que iba con la cartera del Ministerio? Por favor... Es infantil y estúpido como vosotros mismos. Yo sé que no me votáis para que proteja y fomente vuestros intereses sino para que los destruya en todos los sentidos posibles y a la mayor brevedad- añadió volviéndose hacia otra cámara en un plano frontal perfecto de su hermoso rostro de morena mientras sonaba la sintonía del PP tocada por una orquesta de violonchelos- . Eso sí que os lo puedo prometer y prometo.



         Aquella misma noche Demoscopia informó de que el amor del público y la adhesión a las líneas maestras de la política social de Portela -todo para ella- habían rebotado, rebrotado, repuntado, rebasado y las líneas rojas. La masa ciberespacial, las ondinas vibratorias, las sílfides del silicio, y en general todos los medios interpuestos, mensajes y técnicas de las que el hombre dispone para comunicarse –o para huír de la realidad-  vibraron de deseo por la Portela décimas de segundo después de su primera declaración en el añejo blog censurado de los luciferistas.



         La campaña “Y si yo quiero ser mala, ¡qué pasa!” con esa única rotulación como mensaje y el sello del Ministerio de la Presidencia del Estado Español, desató el entusiasmo. Pero la siguiente comparecencia de los viernes de Helena Portela ante los medios no fue una nueva incitación al odio inter-naciones ni  a la guerra civil (“Pues, mire Vd., más de algún episodio de aquel periodo no me importaría que se repitiera. Como comedia no, como tragedia...”) ni tampoco una sarta de macabros chistes coreados por las risas casi estremecidas de espanto de los reporteros que no sabían cuándo ni con quién la tomaría ese viernes apacible la intratable super-ministra. No hubo apenas chistes aquel día sino un furor continuado y desde el principio contra un viejo analista político nacido aún en el siglo XX, y que murió a los pocos días.



         - Pero cómo me puedes preguntar otra vez por la Prima, tío- le contestó con grosería al decano de los periodistas españoles sin dejarle terminar-. A mí, la Prima me toca las tetas, ¿no te has enterado todavía merluzo? Es un invento de Bruselas. -(Risas de los primeros periodistas que empiezan a traicionar a su compañero). - Me toca los ovarios tu puta pregunta pedante por la Deuda, la Economía y la Hacienda y toda tu fétida jerga, esqueleto..., que eres un migoso esqueleto parlanchín. Me vas a hacer vomitar. No tienes ni idea de cómo puedo ser si me pones de mala leche.   ¡Y te voy a decir una cosa, idiota, para que no te vayas de vacío! Sí. Y es que la Poesía me interesa mil veces más que la Economía. Y que hoy no voy a aceptar más que preguntas sobre la actualidad y la evolución de la poesía mundial. No hace falta que de momento entendáis por qué. Lo que es* tú no lo entenderás nunca. Ojalá te mueras.



         Esto desconcertó de momento a los hombres de la prensa. Después de doscientos años padeciendo humillaciones y amenazas cada siete días, tenían muy mal aspecto. Parecían seres destinados a las cámaras de gas y conscientes de ello.



         - Es una verdadera vergüenza que os preocupéis, y te lo digo también a ti, avinagrado gilipollas, por la Deuda y el woogy-woogy y todo eso, en cambio no sabéis ni quién es Yehuda Amijay ni Adam Zagajevski. Ni Laurent Binet. Ni siquiera Desnos... Todavía no lo sabíais, cenutrios, pero la Poesía es 100.000 años más antigua que la Prima y todo eso. La Poesía es la política del futuro.



         A la siguiente rueda de prensa los mass media acudieron mucho mejor preparados: Se habían leído toda la poesía polaca de los siglos XIX y XX, la de Francia hasta Raimbaut, así como la literatura judía desde los Salmos. Pero Helena les cambió el paso:



-             La Poesía es una gilipollez y vivir en la Poesía y para la Poesía ha sido una gilipollez. Por supuesto que la Economía es más importante que la Poesía. ¿Lo dudásteis alguna vez? Hay que ser tonto... ¿Qué es más importante, leer un libro de Zbigniev Herbert o poder comer? Ya os he dicho muchas veces que os engaño, que hago con vosotros lo que me da la gana. Y ahora este viernes os digo que el rumbo del mundo no lo dirige la Poesía  sino el Pensamiento. Al principio os va a costar pero tenéis tiempo para pensarlo...



         Empezaba a tratar a los profesionales de los periódicos, de la radio y de la prensa, como a discípulos de una secta esotérica; a los posibles votantes en cambio les seguía tratando como siempre: como a unos “despreciables hijos de puta que me adoran”. Ya casi se habían olvidado de don Mariano: El anciano y bondadoso presidente había fallecido en la Navidad de 2019 en un accidente “técnico” durante el concurso mundial de fumadas de puros (3 gramos de tabaco, una pipa y tres cerillas). El siniestro y taciturno plenipotenciario de economía R que R asumió la Presidencia del Gobierno sin abandonar su secretaría que englobaba la de Hacienda y otras 7 antiguas carteras ministeriales más. “Así ahorramos: menos cargos, menos gastos. Yo no tengo el menor interés en continuar en los míos si la otra y única responsable del gabinete de gobierno  quisiere asumirlos todos”. La ciudadanía online quedó totalmente conmovida por este testimonio de R que R en Gran Hermano 140; nunca le habían visto hablar tanto; pero lo que dijo a continuación les heló la sangre. “ Y creo que ella tiene  toda la razón cuando insinúa que abandonemos las cuestiones político-económico-financieras (que funcionan por sí solas) y nos entreguemos a la especulación filosófica y al cultivo de pequeños objetos simbólicos como los poemas”.



         Todo el mundo pudo darse cuenta viendo el programa de Mercedes Milá (que sobrevivía juvenil  con más de 187 años gracias a la medicina ayurvédica y a los inyectables de estrógenos), que R que R en realidad estaba enamorado de Helena Portela desde siempre y que por eso espaciaba sus declaraciones tanto. Ahora que Rajoy , -nuestro Presi el de la barba florida, ni grueso ni delgado, alto más que Júpiter, montura de pestaña de oro y sin embargo modesto, de espaldas más anchas que Atlas, terno de azur infrangible que no podía ser el mismo del siglo XXI pero parecía idéntico-, ahora que el simpático socarrón gallego no estaba, R que R podía levantar el secreto de su larga devoción a Helena.  Pero ella reaccionó publicando otra bomba mediática: su segunda masturbación transmitida esta vez en directo por internet en un amplio programa de miscelánea donde aparecían varios primeros ministros, científicos, artistas, músicos y sobre todo bailarines mientras la Portela se acariciaba en un plató los pechos y el cuerpo entero en un largo striptease que duró más de dos horas y media y que filmado por profesionales tanto como por amigos y familiares se tiene por el mejor  amateur de la historia del porno. Luego ha habido muchas malas imitaciones de su follada final al cristal de la cámara.



         Al poco murió Erre que Erre rehusando los cuidados paliativos y la posibilidad de regenerarse por tercera vez los pulmones con células embrionarias. La población mundial fumaba muchísimo más desde que podías limpiarte con células-madre los órganos internos. Portela confesaba, en una entrevista a Private que luego también publicó la Revista Oficial de la Asociación Nacional del Rifle,  que no le gustaba “comer más que porquerías: chistorra frita, chocolate en todas sus variedades, en fin, grasas y azúcares, no quiero ser más explícita sobre el tipo de cosas que me gusta comerme”.- Al entrevistador se le ponía la carne de gallina mientras distendida, en un albornoz blanco, recién salida de las duchas con jacuzzi del Hotel Ritz, Helena le sonreía comiéndoselo con los ojos. “Total”, añadía picoteando un trozo de apio, “luego me implanto en el estómago el Germinal ese y ... como nueva. Así que ahora como toda la mierda que se me antoja y a la hora que me da la gana y no engordo y además estoy segura de no ir a morirme tan pronto. Tengo ya descendientes de los que nuestro idioma aún no ha acuñado la categoría: ¿cómo se dice ‘la tataranieta de mi bisnieta’?”



          – Y de pronto tras haberse rozado un pecho con el dedo meñique, pareció enloquecer y mirando a la grabadora habló a su público como posesa:



 - “Pero vosotros, piltrafas, nuncios emisarios, no sabéis ni lo que es tener una bisnieta... He ahí una cuestión que planteo a los filólogos y los lingüistas. Ellos son, así lo creo, los únicos que nos pueden salvar de este fatal declive que ya dura tres centurias.



 -A mí, que soy tan mayor, me parece que dura desde siempre-. Y les pido por su propio bien que todo lo que he dicho hasta ahora consideren no han sido más que sofisterías y engaños y lo que continuaré declarándoles a mis electores muy posiblemente sea más de lo mismo. Aunque creo que, como dijo alguien, es necesario adornar con un poco de verdad un buen embuste.



-  Así que vosotros sabréis



. Hizo una pausa para pintarse las uñas de los pies abriéndose de piernas ante el objetivo de modo que aquel su pubis a pantalla completa pudo verse en todos los televisores de helenoadictos que la seguían. Su triángulo púbico era más rotundo que El Origen del Mundo de Courbet. Tras este plano, un Avance Informativo interrumpió “16 horas en la Vida de una Ministra”, para notificar que el macabro romántico de la Economía, y Presidente en funciones, acababa de fallecer en su casa mientras contemplaba el programa de Helena, que a partir dese momento pasaba a ocupar todo el poder en el Gobierno de la Nación.

-

        

         “¡¿POR QUÉ TENGO QUE RESPETAR A LOS MUERTOS SI NO RESPETO A LOS VIVOS?!”, fue su primer discurso como mandataria. Se dice que hizo orinarse de risa sobre el féretro de R que R a Cristóbal  Montoro, el avejentado ex-ministro de Hacienda que asistía  a su toma de posesión. A esto siguieron otros pronunciamientos cada uno más extravagante que el anterior: “SI TENEMOS ARMAS, ¿POR QUÉ NO LAS UTILIZAMOS? Prospectiva del Gobierno Español sobre la Solución Final al Problema de la Guerra mediante el incremento de las Guerras”. (“Contra el Concepto de Asesinato Selectivo y a favor del Genocidio de Grandes masas”). En otras publicaciones más minoritarias de las páginas de la web por donde ya no navega casi nadie, daba rienda suelta a sus salvajadas naturales:



-         “Yo ya me voy como mis tres siglos. Algunos ya no sabéis cuándo estáis soñando y cuándo estáis despiertos. A veces me veis en las pantallas de vuestros celulares de grafeno y a veces me veis en el plasma tft. Me escucháis en la soledad de vuestras noches y lleváis desde siempre conmigo. Toda la edad moderna. Pero ahora ya es hora de que me marche. Con todo mi tesón he intentado hacer las cosas de la peor manera posible, harta del buenismo de principios del XXI. Hasta donde he podido, he intentado perjudicar vuestros intereses, arrasar y envenenar vuestras tierras, ríos y mares, asesinar todas vuestras esperanzas e ilusiones. Inculcaros la mayor cantidad posible de odio y de envidia entre vosotros. Me faltaban órganos y días para odiaros. La empresa de dejar este mundo un poco peor de lo que lo encontré y que mis hijos, nietos y bisnietos lo encuentren cada vez peor y más insoportable, la he cumplido mucho más allá de lo esperable. Yo sé perfectamente por qué os hago todo esto y no tengo por qué explicároslo. Y ahora voy y me largo. Para muchos soy la Diablo. Y ahora os dejo solos. Con vuestro amor babeante. Lo siento, chiquillos, ni más emisiones ni más pajas ni más nada. Buscadme debajo de las piedras. No estoy. Portela coge la puerta. O bien: de la Dictadura Femenina a la Anarquía de los Huérfanos. O: La Super-Ministra nos pregunta si nos hemos caído del  guindo.



         Se hizo otra paja (en directo; había fragmentos de sus aullidos que fueron utilizados por los politonos de Nokya) y desapareció de la web-. No se la ha vuelto a ver nunca. España no volvería  a ser como en la época del Despelote. Del Rebrote. Los Trescientos años de lenta recuperación gracias al Presi Rajoy, a la eficacia de R que R y a la Ministra de Cultura-Educación-Turismo-Administraciones-Defensa-e-Interior, Helena Portela.- Se marchó. No sabemos dónde ha ido, si ha existido. -Pero siempre nos quedarán sus emisiones.



MUJER CON POLLA

        








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