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DELFINES IV. CONMOVIDO (PP. 77-91)


CONMOVIDO

 

Conmovido

Lloro y río

Al paraíso turquesa

-¡Mi padre ha perdido el juicio!-

Conmovido

Río y lloro.

 

Y en la mañana sin culpa

-Desdormido-

De trabajos bulliciosa,

A la dignidad, al Hombre

Con lágrimas les sonrío.

 

Mi mejor amigo me habla,

Me mira, no me ve solo,

Conmovido.

O en la saciedad del sexo,

Del  amor,

Huelo a ellas y estoy solo.

 

 


 

AMO Y CULPA

 

...y ahora el brillo del Amor

en halos de Luna Culpa.

- Amor físico por Dios

en el tacto de una pulpa.

 

... y ahora el túnel del Amor

en besos de prostituta.

- El vestigio de Midons

en la carne de otra fruta.

 

...relaciones sexuales

con mujeres diferentes

pero en la misma jornada:

- Dama blanca no me escribe,

Negra dama no me llama.

 

...visillos atravesados

por los faros o la Luna

- fingen faces diferentes

mientras beso sólo a una.

 

 

 

 

 

AUTOBIOGRAFÍA EMOCIONAL DE UN PORRO

Antes de que Dios me hiciera

Yo era solamente polvo,

Papel totalmente en blanco,

Hebra, madera, semilla.

 

Luego ya me fui enrollando;

Llegaba mi adolescencia

Entre crujires de mezcla

Y embestidas delicadas de ese filtro.

 

Me iba armando de valor para encenderme

Entre golpes por delante

Cada vez más penetrantes

Y un hedor íntimo, femenino.

 

Entonces fue lo de mi operación:

Tenía ya yo la edad de la razón

Cuando me cosieron el pito

Y me zarandearon (creo) por consolarme…

 

Y de súbito, con ansia,

La ignición y la chupada por la espalda.

Entre caladas diversas

Se consumiera mi vida.

 

Cada vez más ennegrecido

Fui ribete , voladizo y   anchos óleos.

El culo cerca de la boca,

Llegué a un estado lamentable.

 

Aún así me siguieron succionando.

Y yo quería sólo que me dejara de temblar el corazón,

Que me tirasen al suelo hecho colilla.

 

Seguí ardiendo hasta el final cerca de un charco.

 

 

 

 

 

 

 

 

INMACULADA CONCEPCIÓN

 

Un día si quisieras, Concepción,

Amor mío, en otra tierra

Inmaculada

Con sus rivas y ribera

De la cruz,

En un tiempo más intenso

Que en este ardiente presente,

Sin mácula concebir

En la noche luminosa

De mi vela,

En la siesta anaranjada

De tu nimbo

Niña o niño.

 

 

 
  

MADRUGADA DE UN DESVELO
 

En la noche angustiada, con temor y temblor ante el fondo sin fin de las tres y las cuatro de la madrugada, con miedo de espectros, todo erizado en el espacio entre muebles, igual que el niño que lucha por rezar y se debate primero entre sábanas, luego en el furtivo recorrer de pasillos y habitaciones misteriosas con sombras todavía de los sueños, pidiendo a Dios que detenga este pánico, sintiendo que en realidad nunca quiero encontrarme con Él, sintiendo que al mismo tiempo es Él quien causa el pánico, que Él es el Pánico.

 

Sintiendo que en realidad me da miedo encontrarme con Él,  que no me gustaría hacerlo solo, ni de noche; sintiendo que en realidad  me da miedo vivir a la altura de su radiación, notar su mirada sobre mi imagen y en mi alma en todo momento, que prefiero la mediocridad, mundo insulso habitual del pequeño hombre, no del prodigio, la mano izquierda vibrante como si fueran a estallar mis pulsos, mi cabeza volviendo, lamentable, a sus pequeños asuntos negativos del día.

 

No del prodigio. Se diría que ahora ni siquiera quiero creer en el Supremo y que no sé rezarle más que cuando me asusto tanto y sin embargo la voz de mi conciencia es nítida por su destinatario y por la claridad  de su declaración in mente, ¿creo y no creo?, ¿Le amo y me aparto? ¿Le busco y le temo?

 

Y no puedo preguntar “¿qué es lo que quieres de mí?” porque  lo sé; quieres que me entregue.

 

De modo que en la noche angustiada, temblando agradezco que se oiga algún ruido humano normal en la casa de abajo, el muelle del somier del dormitorio contiguo del otro edificio y que mis ojos completamente abiertos pasten su alimento ininterrumpido de sombras familiares: el resplandor de la calle sobre la pared violeta.

 

Comprendo que los niños tengan miedo a quedarse solos de noche por si se les aparece un fantasma, que es normal que los adolescentes rompan el silencio charlando o poniendo música. Que mamá no pueda coger el sueño sin el auricular de la radio –que es una especie de gusano gritón que le hace compañía. Me imagino el terror a dormir sola de Maruja. Y el miedo a perder la memoria y el control de los propios pensamientos de papá. Me parece que comprendo la raíz de todos los miedos e imagino el miedo a la ceguera…

 

Entonces Te suplico de todo corazón que no se manifieste, coloco su libro sobre el retrato de la Tía Alta (pues no me atrevo a quitarlo de la mesita), leo el más trivial  Hijos de Torremolinos (Mozambique) hasta caer en la inconsciencia, acercándome al límite con el sueño, ¿es ese el límite donde se experimenta el viaje astral? Pero según Tú no hay nada de bueno en el plano astral sino sólo a partir del etérico.

 

Y también hay un momento en que tras reflexionar, tras intentar imaginar el éxtasis, en la emoción de un encuentro conTigo, me quedo clavado con los ojos sobre los visillos, como ciego, sereno, y durante varias respiraciones ,  estupefacto, no albergo ni un solo pensamiento .        
 
   

 

 

 

 

 

 

 

    HIJOS DE TORREMOLINOS

 

 

Me gusta Torremolinos... El junkie andaluz nativo

recibe un chaparrón de hostias el domingo 24

de Hannuahr  del 2004

del señor con acento castellano, semivasco semicalvo, de ojos claros,

casi casi autofulgentes

aun cuando La Colina en sus trece

plantas,cerca de las doce,

apenas ha todavía despertado, ya la señora

madre del drogadicto local clausura

su tienducha

y ¿lo que me ocurra importa?

 

Me amazes Towémolinos y su mezcla de spaniards

con spinenglish,

idiolecto: carihuela... y camareros

hablan mayormente en alemán de Maguncia

con tornasoles provenzales y franceses adornados

con alguna guinda  british...

Calidad excepcional en los servicios hosteleros.

¿Lo que yo sentencie, importa?

 

A los hijos de San Jorge les repugna un poco

(no pueden disimularlo)

el moro que pasa cargando el cuerpo colgón  pero yerto

de un cordero pa su fiesta del cordero en bolsa verde…

Me asombra Torero Linos... y lo que me asombre ¿importa?

 

Ellos aunque cuiden de su yorkshire o perrinche

no fueron  benevolentes con  cerebros alimentos

de cerebros de terneras

y mi odio hacia Inglaterra ¿a quién le importa?

 

No van a comprar más Shivas

tallados en cristal de su forma de cuatro brazos

en la Om jewellery  de la calle San Miguel

a indios de nombre Krishna.

Y lo que me gusta importa:

 

Me gusta la flor de enero

temblando en Torremolinos  aunque no conozca

el blanco de la Edelweiss ni si este pentágono morado

es o no es una dhalia y ella es ...

lo sepa o no,  ¿su nombre importa?

 

 

Baja el viejo finlandés de Shangri-La con un ojo vaciado

o blanco que yo no puedo mirar

a eso de la una en busca

de su paquetilla de ducados overlooking a la bella.

La bella flor no mira hacia su ojo en blanco.

¿Y lo que yo mire importa?

 

Este pequeño suceso anecdótico de Tu continuo proceso

hace que me repantingue un poco en la recacha del sun

para disfrutar de un puerro.

Así da gusto fumar:

Aun en el semicaliente paraíso hay una insinuación de frío

como en el piso de al lado del que vio un asesinato.

¿Y lo que me fume importa?

 

Hasta en las playas de Flow-Coast donde se fomentan

desde hace dos siglos

las primaveras del amor y el invierno inexistente,

los restos de tempestades gélidas de Toronto

nos azotan algo profundo, y el aire

es hiriente como un Tour de Rhemolinos.

Me importa charlar del tiempo; para mí no es small talk.

¿Y a ti esto qué te importa?

 

 

Me gusta Tor de Pollinos donde mi atención  se reparte

entre las  naturalezas vivas de flores de flamboyants, daturas,

muchos paloborrachos y espinosos,

la espalda juguetona al sol de una gata pelirroja

y los senos un poco caídos, aún bellos, de mujeres

sureñas de 45 años

con pezones desabotonados o lisos tras sus leves

camisetas de tirantas.

 

Me gusta este Do Re Do Mi Do

donde me olvido

cerca de dos horas y media

de mi verdadero amor

por los ojos de galadsia de un marino.

 

Dice que él no pudo estudiar

más que un año.

Que se crió

en  granja del Guadalhorce

mucho antes de que existiera el polígono.

 

Que sólo con su mujer lo hace sin preservativo

y que lleva con ella 25 años.

También recordamos cuando éramos pequeños

y sólo sabíamos jugar al fútbol; fue antes de que americanos

nos enseñaran

el basketball y el voleo y el hockey y el balonmano.

 

Lleva una boina francesa, físicamente idéntico a Zeus,

el pelo muy bello, blanco y los ojos

grisverdosos como el mar en mareas turbulentas y turquesa.

Conoce perfectamente la costa desde Torre hasta Estepona.

“De todo hace ya 25 años”, sentencia muy risueño.

 

Es un hombre muy hermoso de 50 y yo me dejo invitar

por su amigo;

en este bar-madriguera pequeñísimo

donde me olvido…

me he quedado sin dinero

¿y lo que me quede, importa?

 

Me gusta Torremolinos y sus hijos (la noruega,

Cato, una inglesa de Vwarda, un israelita...)

Y eso que me gusta ¿importa?

(Y escuchar a medianoche en el umbral de San Juan a un  pescador

refiriéndose a la influencia sobre los peces de Luna).

 

Y borracho y trasnochado en pleno día,a las cuatro de la tarde, recordé,

-caminito sin saberlo

hacia  noche complicada en policía, detención y calabozo-

que en hoteles five stars

donde las fuentes descienden

por las paredes de mármol de los lobbies,

escuché en labios de Sat

las verdades siempre nuevas de los Vedas.

 

 

 

 

 

 

 

EN EL PUERTO DE LA DUQUESA

 

Había una sesentoncilla de lo más interesante en una esquina de la barra, tal vez escandinava o descendiente de alguna dinastía de Moldavia. Sonreía de continuo como si todo en la vida fuese perfecto y un brillo de picardía verde le entretenía los ojos de una variedad de destellos cada vez que cruzaba alguna palabra con el pipiolo del camarero, un atleta de plástico con el pelo rizado y gris, no llegaría ni a los 55.

La dama lucía unos muslos que para sí quisieran algunas adolescentes y sus brazos aurirrosados estaban muy lejos de parecer telas colgonas. Por educación no quise fijarme en el bulto de su torso pero fue inevitable comerle los pechos con la vista cuando me lanzó una franca y directa sonrisa de dominio: "Tú allí y yo acá y ya veo que me estás admirando como tantos".

El bar-man no era más que un crío sin experiencia y se hacía el simpático con ella sin dejar de devorarla con los ojos. De vez en cuando, la bellísima extranjera hacía el mismo gesto inconsciente que hizo después de sonreírme a mí a lo "Noli me tangere": Es decir: sacaba pecho hacia arriba y respiraba a pleno pulmón el aire de la Costa. Menudas tetas tenía la madurita de sesenta.

Pedí otra cerveza de 3€ procurando respetar el amplio límite espacial de la Reina; ella leía para sí una estrofa de un libro de Paul Celan violeta, y seguía encantada con su soledad...

Hasta para servir una consumición se notaba que al chico le faltaba mundo, era un recién llegado al planeta y su candor, su confianza en todo lo convencionalmente bueno, me parecieron por completo lamentables. Pobre chaval, me lo imaginaba humillado, corneado y burlado por Muslos Perfectos al menos de 10 maneras distintas. Y en mi fantasía la sueca (o lo que fuera) siempre sonreía con 10.000 reflejos en sus fascinantes ojos verdes con incrustaciones de ámbar polaco.

En esto irrumpió una septuagenaria morena y altísima y fue como si se apagasen todas las demás cosas y almas de la tavern. Venía escoltada por un séquito de sesentones que se hacían los mayores y hasta se las daban de refinados, pero que bien se veía que no eran más que unos niñatos de Bristol o  de Galway presumiendo de sus camisas de lino.

La recién llegada repartió besos y abrazos que evidenciaban su conocimiento de la libertades de los 60: Se detuvo especialmente con un anciano que llevaba en el cuello un parche con un punto negro y hablaba a través de un amplificador de la tráquea. Le hizo todo tipo de caricias mientras que a los bíceps del camarero semi-maduro no les dedicó ni un vistazo. El viejo sonreía nervioso, very very excited. Tal vez estas alegrías acabaran por rematarlo. Ya iba en silla de ruedas, con mascarilla de oxígeno, suero, bolsa fecal e intubado. Pero no renunciaba a los bares.

Tal es la tolerancia en la Costa: No parecía preocupar a nadie que aquel enfermo terminal expirase en el pub si esa era su elección. O su erección.

   Se veía desde lejos que aquel bellezón nacido en los tiempos de Hitler y de Leni Riefenstahl,  estaba habituada al esplendor físico: sus hijas, sus nietas, sus biznietas, quizás sus tataranietas habían heredado su constitución ajena a los estragos de la edad y ella les habría inculcado -no se podía dudar al ver sus párpados morados de sabia zíngara- todos sus hábitos saludables en lo relativo a nutrición, helioterapia, respiración yóguica, gemología y sexo tántrico.

Su vientre desnudo, sin la menor estría a pesar de las múltiples concepciones, partos y embarazos (36  entre unos y otros), esa bahía engendradora de vida,   me provocó una erección severa cuando saludó a la Muslos de Moldavia.

Porque esta última, mientras se besaban en los labios, le puso una mano en su ombligo aceitunado, con una insinuación lésbica que me llevó a imaginar toda clase de indecencias en las fiestas privadas de las mansiones de la Sierra (a algunos kilómetros del mar, como si quisieran recibir su brisa pero apartarse de su bulla). Y pensé que entre las dos sumaban unos 130 años, que ya es decir.

Era aquella mujer asendereada una mezcla de la hermosura de Cher con la vitalidad de Tina Turner y las altas caderas de Beyoncé, pero incluso ella pasó a un segundo plano (cosa que me pareció imposible, tan embobado estaba) cuando entró al bar del puerto una mujer menuda, timidísima que no llevaba en el mundo menos de 8 ó 9 décadas.

A su lado las otras dos beldades se eclipsaron como cuadros mal acabados, aún frescos, hechos deprisa y corriendo...

Se parecía por su presencia y sus ojos de gacela mágica a Audrey Hepburn o al busto de Nefertiti pero habiendo alcanzado una extensión en años que la actriz aristócrata nunca alcanzó y una sabiduría del mundo superior al que pesa sobre los párpados de la reina de Egipto. Era la Princesa del cuento, el Hada Madrina, La Emperatriz Infantil, Cenicienta en su ancianidad.

Su simple presencia calmaba las penas del corazón. La contemplación de sus rasgos era un bálsamo para el alma.

Renuncio a describir el cambio de clima que produjo su aparición; sólo "auras" tan destacadas como las del Dalai Lama, el  Papa, Presidente de los EE.UU. o Seleccionador Nacional de Fútbol podrían aproximarse. Pero había algo más que no acierto a precisar. Era tal vez el espíritu de todas las féminas pasadas, presentes y futuras lo que se había condensado en aquel ser tierno, y una tendencia automática a la ternura y a la servidumbre. Nunca existió ni existirá una dama como ella.

Lo más narrable fue la reverencia con la que la escandinava de las bellas piernas tanto como Cher-Tuner la obsequiaron cediéndole el protagonismo sin que ella hiciese nada más que abrir sonriendo sus largas pestañas de curva sentimental. La Belleza estaba discutiendo con la Edad; el Orgullo con la Memoria: La Historia de las Provincias Unidas de  Europa, la Resistencia, el Teatro de Londres, los campanarios  perfumados de Bruselas,  los jazmines de Hollywood, el misterio de Orión y de la Gran Pirámide, emanaban de aquella joya humana con brazos y piernas. No parecía rondarla la enfermedad ni la muerte, y su sumiller  -un fornido alemán que había participado en la Guerra de Indochina- se mantenía de ella casi a dos metros.

Como todos: La ochentona , -monísima-, parecía despedir la radiación de la bomba de hidrógeno. Algunas veinteañeras asediadas  minutos antes por sus novios en las sombras de los reservados, parecían ahora verdaderas ranas, repugnantes cornejas de piel tersa, jóvenes alimañas, monstruos de enloquecida vitalidad  a su lado: meretrices sin curva ni recoveco.- Y comparados con el cuerpo enteco y pulcro de la octogenaria, pulido por las  vivencias, fragante...; los cuerpos de las jóvenes eran grasientos como  los de sapas.

Recé todas las oraciones que me sabía por no tener más que 26 años y estar asistiendo en el Puerto de la Duquesa (Málaga) a estas epifanías de la Tercera Edad triunfante.

Casi me desmayo cuando abrieron las puertas para que pasara en camilla la centenaria. ¡Estaba requetebuena!

 

 

 

 

 



 

 

 

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