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GONZALO Y LOS MEMBRILLOS


GONZALO Y LOS MEMBRILLOS





         Desde que cumplió los 15 y tal vez como consecuencia kármica colateral de nuestras lecturas aquel invierno -el Mahabhárata, el Ramayana y el Éxodo, entre otros-  Gonzalo se pasó al lado salvaje.



         Para empezar, se puso a fumar pero no como suelen fumar los jóvenes normalmente sino como si hubiese nacido para fumar un pitillo detrás de otro, como si viniese ya de otras encarnaciones con hambre de tabaco, con una codicia y un deleite casi lujuriosos que me alarmaron pues claramente vi que aquello solo era la antesala de los verdaderos humos (cáñamo y opio).



         Gonzalo estaba fascinado por el aroma sofisticado del estanco de  la plaza y, en general, por el aroma de todos los estancos. Con dinero ganado por sus ancestros Dios sabe gracias a qué maniobras o negocios, ya había comprado diversas variedades y marcas de cigarrillos. Hablaba de Gitanes y de puritos de Borneo como quien habla del chocolate belga y de chucherías. Pronto empezaría a interesarse por otro tipo de chocolate también llamado "costo". De momento se compraba Zippos con certificado de autenticidad, aprendía a entubar cigarrillos perfectos, experimentaba una extraña glotonería, se masturbaba los labios con la poco erótica nicotiana tabacum.



         No tardaría mucho en incurrir en los porros como yo había previsto con triste exactitud. -Una tarde me llamó muy excitado para preguntarme "qué pensaba del hachísch ya que yo le había confesado en un momento de incontinencia, que había probado la cocaína".  Antes de emitir ningún juicio al respecto, quedé con él y mientras nos fumábamos un porro por la ribera del Azuer le advertí seriamente acerca de los peligros y daños que causa el THC. -Así eran todas mis enseñanzas.



         A la vez que iniciaba su escalada por el fascinante mundo de las drogas, Gonzalo en sus gustos musicales y en su indumentaria pasaba de los años 50 a los 70 saltándose por la cara los 60 que, al igual que yo, odiaba con toda su alma.



En su corazón sonaban ahora las melodías trivialmente trágicas que escuchaba Charlie en Vietnam. De hecho Gonzalo parecía conocer la selva, el monzón, las explosiones de napalm y la matanza de la Colina de la Hamburguesa como si hubiese estado allí. Como si fuese un veterano mariscal de campo especializado en los conflictos bélicos de la zona, podía remontarse a la guerra de Indochina y a la de Corea para explicar la intervención: cuando los EE.UU. perdieron la inocencia.



         Gonzalo se estaba convirtiendo -no debido a mi influencia pero sí quizás en sincronía con nuestra relación- en un membrillo amargo que solo pensaba en fumar,  agredir a las autoridades y burlarse de los mayores. Ya le había pinchado a un vendedor de lotería que osó meterse con su hermano Juan Luis  las 4 ruedas del coche con un pica-hielos. Así se las gastaba. No fue sino la primera de una larga serie de pequeñas conductas ilegales con las que empezaba a definirse a sí mismo:  - Su madre le encontró en su cuarto una botella de Johnnie Walker; lo que ocasionó una sonora trifulca. -Fue amonestado y expulsado de la Fábrica dos o tres veces por comportamientos contrarios a las normas de convivencia y por menoscabar la autoridad de los Modeladores insultándoles con expresiones castizas muy arcaicas como "lechuguino, petimetre, ganapán" o "hermoso". -Algunos no sabían si les estaba faltando o hablándoles a la manera del Capitán Alatriste.



         Les manifestaba su absoluto desprecio con palabrotas que habían pasado de moda en el siglo de Ronsard. -Pero seguían sonando despectivas-. A esos insultos anticuados Gonzalo les añadía una pizca de ordinariez castellano-manchega variedad Manzanares. Mezcla explosiva entre la violencia verbal a lo José Mota y la altanería aristocrática muy siglo XVII. El resultado es que ofendía a sus superiores llamándoles "pisaverdes, sansironés, pamplinas" e "hijos de puta". -Naturalmente fue expulsado durante una semana de la Real Fábrica como membrillo disruptivo. Mi presunto discípulo ya se había hecho tristemente famoso. Era la Oveja Negra, el último de la fila  siempre allí con sus cosas, la Extraña Creatura pero sin la compasión del ciego ni la amistad de la niña. Un fracasado, un echado a perder, un futuro delincuente juvenil, un resentido lleno de ira, un activista furibundo -como Tom Cruise en Nacido el 4 de Julio- a favor de los estallidos bélicos. -Era el Chico Malo oficial y con certificado de garantía por si se volviera bueno poderlo cambiar por otro que siempre tenga broncas, cause problemas y mantenga a su madre alarmadísima.



         Mi discípulo, mi fruto, en cierta manera mi membrillo es un quinceañero degenerado que se queda en éxtasis al desplegar sobre un trozo de plástico verde su postura de 20 εuros de Juana super-skun (Premio Castilla-La Mancha 2011 a la variedad más voluminosa): Es una hermosura ese manto de cogollos verde-obscuro. -Pero tampoco es para quedarse así, más que en XTC.  Como si llevara toda la vida aguardando esta satisfacción, como si viniera con ganas de fumadas  desde avatares anteriores. Como si este momento lo hubiese estado esperando desde hace milenios: cuando hunde su larga nariz inglesa de oso goloso en el nido de flores de marihuana que piensa fumarse. En su deleite, en su sonrisa glotona hay algo que me da un poco de asco y que también me asusta: - Creo que es esa soledad, esa autosuficiencia del novel drogadicto. Ése del que decían que era mi Discípulo.



         Lo que duele es que ni siquiera me vea:  Yo no importo, no existo. Solo existe la marihuana, solo existe La Droga, la droga y él…  El olor  un poco ácido como el limón y a la vez dulzón como  la yerbabuena; cruce de menta, cítrico y perro mojado.  -Eso me da pena y dejo ahí solo a mi hijo con su juguete peligroso que le conducirá a infinitos males. No voy a fumar con él, menor de edad. Esto sabía que tendría que pasar. - Solo imaginarme a su madre denunciándome por haber iniciado a su hijo en el cannabis dispara mi humor: La voz hilarante de Gracita Morales se despepita ante un juez y un tribunal imaginarios: "Le enseñó a fumar porros. Y es homosexual. Pretendía seducir a Gonzalo".



         Pero ahora no tengo ganas de reírme solo ni de pensar que la madre es una pobre mujer siempre preocupadísima por nosotros mientras nosotros nos lo pasamos en grande pitorreándonos de todo lo que Toñi, la madre, dice, hace o piensa.



-Me da pena Gonzalo ahí solo, a 20 metros: me quedo observándole y él ni se da cuenta, no tiene ojos ni sentidos más que para su postura de super-skun, pobre chico.- Le miro y lloro por él: le veo totalmente enganchado, new kid in town del carrusel de las drogas en su never ending tour. Jamás había conocido a un junkie de 15 años, alguien tan tierno y ya tan metido en tóxicos como el tabaco y su mundo vaporoso. - A Gonzalo la gente le reconoce ya porque siempre va fumando: Si no va fumando, no es Gonzalo; es imposible. Consume más pitillos diarios que Adolfo Suárez, el Rey, Santiago Carrillo y Felipe González juntos en las delirantes fumadas de la Transición y del Golpe. Fuma más que Fritz Perls. Fuma más que Helmut Schmidt. Semejante a los dragones y al Hombre de Fuego siempre va envuelto en una fumarola. Es un decidido partidario del suicidio lento por auto-agresión directa al sistema cardio-respiratorio (pasando por el nervioso). -Mi hijo es un monstruo igual que yo, su quasi-padre, quasi-colega, quasi-discípulo, quasi-modelador-modelado y seductor seducido . -Así de volátil era nuestra relación.



-Sí, yo poco menos que lo he creado y en el fondo me siento culpable... ¿Cuánto tardará el jovencísimo Gonzalo en recorrer el proceso de caída al abismo, incidente escandaloso con trauma , desintoxicación, terapia, liberación, normalización y recaídas en los fumables? -Cuánto sufrimiento innecesario. Qué pena. Los post-modernos, los    post-nietszscheanos decían que era bueno meterse en todos los charcos, no mirar pasar los deseos desde la ventana, no reprimirse. Pero quizás se equivocaban.



         Aquella semana de expulsión solo sirvió para que Gonza se escorase más hacia lo marginal y los marginales. La mayoría de sus amigos -igual que los míos- eran gitanos o marroquíes que trapicheaban en El Carmen. Rusos, rumanos y hasta libyos como el hijo de Gadafi eran el tipo de gente con la que solía encontrarse mi tóxico hijo espiritual. La lectura del Mahabhárata y de otros textos épicos había hecho mella en su cerebro para siempre. Estaba muchísimo más loco después de pasar por los Vedas. Y era como si yo en el fondo disfrutase dejando a la gente turulata con mi amargo anti-sistema anti-educativo consistente en arrastrarles - con gusto-  a lo peor,  llevarles al lado más loco de sí mismos.



         -Llegó el fin de curso y Gonzalito ya no era capaz ni de atarse los cordones de los zapatos o de abrir una puerta normal. Parecía un desecho e iba desastrado: siempre con la misma camiseta verde militar, unos holgados vaqueros feos, caídos y sucios sobre su cuerpo de morsa obesa, zapatillas igual de negligentes, cazadora negra de cuero, gafas de sol redondas a lo John Lennon y la chapita de los marines colgada del cuello para no olvidar los horrores de Saigón ni los espantosos atardeceres amarillos sobre los arrozales... -El  desasosegante poniente vietnamita, el lado más cruel de Oriente le persigue en sus peores viajes, cuando, por abuso de marihuana, a Gonzalo "le da un amarillo".



         A final de curso estaba fatal: Drogado, aturdido y acabado. Era lamentable que estuviese "acabado" sin haber cumplido aún los 16; pero así era. Resultaba más que evidente en su estampa de chico al que se le ha ido la cabeza por las drogas, persona que padece una discapacidad cognitiva y psico-motriz permanente por abuso de substancias. Un irrecuperable. En eso se había convertido mi discípulo, mi membrillo preferido,  después de algunos meses de relación conmigo. - Tal vez esto me permitía ver más viejo que yo a un simple mocoso quinceañero. Verle consumido tal vez me produjese algún turbio regocijo, alguna clase mala de felicidad disfruta de que Gonzalo esté hecho un guiñapo, que se haya quedado grillado en plena adolescencia mientras que yo, -el que le metí en esto-, estoy perfectamente de la cabeza con 30 y pico años más.- Igual esa fue mi intención desde el principio.



         Antes  de que se marchara de vacaciones aquel junio  del 2011, jugué con él una partida de ajedrez en el bar de Alí junto a la terraza del Piscis. Fue como jugar con un mono o con un niño: Su arrogancia es tan grande que le da lo mismo perder. Juega totalmente distraído y habla en voz alta -muy lentamente, como los dementes- de la batalla de Yorktown y de la aventura de Lafayette en América y en Francia, de Thomas Payne, de Ulysses Grant y de Thomas Jefferson... Naturalmente terminamos un día más evocando a George Washington y el cruce del Delaware. Gonzalo puede contarte a qué temperatura estaba el agua o cómo iba vestido el futuro Presidente de la Unión. Dice que fue mucho más heroico que como aparece en la famosa pintura. "Fue peor", asegura; y yo le creo. Las guerras de Norteamérica y en general todas las guerras son para él una cosa más que conocida. Ahora también puede contar a su modo la de Kurukshetra.



         Pero aunque alucine los atardeceres cárdenos del Hudson sobre el llano castellano sin haber estado nunca en Nueva York, o le dé por narrar durante horas cómo fue la tragedia de Gettysburg - "la primera derrota seria de los sudistas"- , y todo eso, tiene las neuronas carbonizadas, está totalmente transtornado y trainspotter.-Qué pena.- Le digo que se cuide y deje las drogas que le están machacando el cerebro y arrojándole en brazos de los codiciados psicólogos de la Seguridad Social y las reuniones de grupo semanales de Alcohólicos Anónimos. Mientras tanto me voy liando un mai de discreto en la terraza de la plaza del pueblo y le pido con educación al musulmán Alí un tercio de Mahou. -Así solían ser mis enseñanzas.



         -Pobre Gonzalito, que Dios te ampare; que yo me largo. No estoy aquí para acompañarte en el breve camino escalonado de los yonkarras y los drogotas. No estoy aquí para satisfacer tus expectativas de púber in cannabis. Por mí puedes reventar solo:



         - Tú tienes tus drogas y yo las mías. Tú eres un pobre imbécil que se ha jodido la vida y yo un sabio que la he salvado. -Tú eres tú y yo soy yo- . No te digo hasta luego, te digo adiós. Tú, Gonzalito, eres tú, lo que no deja de ser una putada; y yo soy yo. No estoy  aquí para ayudarte ni para acompañarte ni mucho menos para quererte. Creo que estoy aquí para joderte, para arruinarte la vida. Si te veo con el agua al cuello, a lo mejor te doy una patada en la boca. -Tú eres tú y yo soy yo.-  Si por el camino alguna vez nos encontramos..., pues vale. Y si no, tampoco pasa nada. -Tú eres tú y yo soy yo-. No soy tu padre ni tu madre, gracias a Dios, me alegro muchísimo de no serlo. Tú a tu bola y yo a la mía.



- Y la verdad es que pareces una marmota sebosa ahí recordando con voz engolada y a una velocidad tediosa la quimera de Tara, las plantaciones de Virginia y sus perfumes, nostalgia del Viejo Sur, el Sur profundo...,  de manera que muchas veces ya no sé si estoy hablando con Gonzalo, con George Washington o con Rhet Butler. -Gonzalo habla raro. Incoherente.- Le recomiendo que se cuide y ya solo pienso en marcharme encomendándole a Dios...



         -Ya sabes, Gonzalo: cuando menciono tanto a Krsna, cuando tanto invoco a Krishná, -ayuda de la Providencia- , es porque la cosa se me va de las manos y no sé qué hacer.



- Así que ahora que te cuide Dios o la Vida o el Universo o los semi-terapeutas de la pseudo-sanidad semi-pública. O los semidioses del Valhalla. Que te cuide tu madre. Que te malcríe tu padre. Que se hagan cargo de ti tus abuelos paternos. Que cuide de ti el libro de Rousseau que te regalé, el Discurso sobre las Artes y las Ciencias. Que cuide de ti Bing Crosby. Que te cuide Dean Martin. ¿O prefieres como papá-monstruo a Frank Sinatra?- Yo me marcho.



         Pero mientras Gonzalo iniciaba su peregrinaje por los gabinetes de la asistencia psicológica semi-privada y se acomodaba al  patético perfil del drogadicto adolescente que les confiesa a los terapeutas que fuma THC pero que quiere quitarse, mientras tanto los Membrillos Perfectos, los de la banasta de junio de 2011, aquellos materiales excelentes de la última planta, eran llevados más allá de los estrechos límites de la Fábrica hacia procesos de moldeado y saporización más avanzados.- Un poco más de canela y me hubiese corrido solo de olerlos  pasar.- Estaban buenísimos. Tenían 17 años, la edad de la belleza estúpida.



         Se movían hacia mundos superiores como la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Madrid (ETSAM) donde moldeadores incesantemente rancios que se iban relevando sin dejar nunca de ser carcúmenes, enseñaban sumisión un día tras otro, el sentimiento de superioridad socio-profesional y la auto-conciencia mágica de las élites. ¡No era lo mismo que un membrillo hiciese la carrera de Arquitectura que tener un módulo de administrativo o trabajar en una peluquería! -Las primeras semanas los modeladores no hicieron más que repetir a los membrillos que ellos estaban destinados a "regir el espacio" y que, por tanto, debían sacrificarlo todo -el ocio, las distracciones, los amigos, la pareja, la familia, los sentimientos; toda vida personal- en aras de ese objetivo que les convertía en seres olímpicos. -Después de estos discursos iniciales sobre lo que se les venía encima a los dulces, los moldeadores empezaron a entonar las letanías académicas de costumbre; ya se las  sabían de memoria después de tantos cursos.



         Pero de vez en cuando volvían al tema de la importancia transcendental de la Arquitectura y la distancia enorme que separa a un simple ser humano normal de un verdadero Arquitecto. -Solo eran espontáneos, solo se salían del guión, solo se emocionaban cuando les venían estos impulsos de auto-elogiarse.

         Los más maquiavélicos hacían que compitieran entre sí los membrillos, creaban élites dentro de las élites, excluídos dentro de los excluídos. -Repetían con harta frecuencia que para que hubiese personas con éxito, primero tenía que haber fracasados y perdedores, derrotados y vencidos. ¿Qué clase de carrera sería aquella donde todos ganan la medalla de oro?- La tarea más importante de la ETSAM consistía en detectar a los mediocres y expulsarlos. A través de múltiples pruebas, trabajos y exámenes los membrillos eran estimulados para que revelasen su verdadera naturaleza: Si eran o no de los triunfadores, de los buenos, los eficaces, los creativos; o, si por el contrario, eran de los que se derrumban ante las exigencias y las presiones; de  los malos, los inútiles,  del montón. -Algunos podían disimularlo durante  meses pero al final eran descubiertos. En realidad, era muy fácil detectar qué membrillo tenía talento y cuál no: casi siempre los membrillos que mejor se llevaban con los señores modeladores, eran también los que conseguían mejores porcentajes en las evaluaciones. Los más antisociales también solían ser los membrillos más desechables. -Solo aprobaban todas las evaluaciones el 1% y daba igual la calidad de los materiales que llegaran en cada promoción; esta cuota se mantenía constante como las tasas nacionales de suicidio. -( Es curioso observar que la palabra "evaluación" casi puede confundirse  de un primer vistazo con "eyaculación" : Primera eyaculación, segunda eyaculación, eyaculación final y eyaculaciones de septiembre).



         Empeñado en llevar la competitividad hasta el paroxismo, a un modelador de Proyectos se le ocurrió formar un Top10 de selectos entre los más de 200 membrillos que componían la primera promoción de modelados de la ETSAM. Esos 10 escogidos obtendrían una serie de privilegios y oportunidades.



- De inmediato se desató entre los membrillos una guerra sin cuartel para arrebatar las mejores calificaciones como fuera. Muchos no durmieron durante todo el trimestre. Pero los que más trabajaban, muchas veces eran considerados los más mediocres.- Poco antes de Navidad se hizo pública la lista de los 10 elegidos. -Nadie entendió el criterio que se había seguido para distinguirlos. Nadie dio ninguna explicación. Todos acataron aquella decisión plagada de consecuencias.- Al fin y al cabo no le explicas a un pastel por qué lo has desechado de la cinta ni por qué has conservado otro que tenía mejor aspecto. -El éxito era una cuestión de "aspecto", un "aire", algo indefinible como el Duende.- Por eso la mayoría trataba de imitar el desparpajo  y la bohemia de los triunfadores. Y era muy triste cuando el modelador los desenmascaraba mostrando que detrás de su disfraz de sabios locos o de artistas excéntricos solo había un alma calculadora y al acecho siempre,  vacía y desierta, un sin-substancia, un tipo hueco incapaz de ser nunca en la vida Arquitecto.- Te echaban, porque se habían dado cuenta de que no valías.



         - Fue en ese momento -al verse excluido del Top-Ten- cuando el ente de membrillo al que llamábamos Miguel Ángel -igual que al ratón de La Milla Verde le llamaban Señor Jingles- decidió abandonar la ETSAM y el estudio de la Arquitectura aunque desde niño no había soñado con otra profesión ni tenido otra vocación.



         - Meditando sobre los conceptos más que sobre las palabras éxito y fracaso, triunfo y derrota..., llego a la evidencia de que tienen razón: No todos pueden ganar en una carrera olímpica. Hay muchos menos arquitectos que personas que lo hayan intentado. Hay más médicos frustrados que médicos en ejercicio. Y más escritores y artistas frustrados que escritores y artistas que terminaron de realizar una obra. -En cambio, las carreras de Derecho o Filosofía no son de las que más residuos arrojan-. El prurito de distinción que proporciona el Nobel se debe a que no es democrático, no tiene derecho todo el mundo. En cierta forma, licenciarse en  la carrera de Medicina o de Arquitectura es como recibir la estatuilla del Óscar a los Efectos Especiales.



         -Sin embargo, no veo la necesidad de ganar siempre: Cuando gano a un mismo rival dos partidas de ajedrez, la tercera la juego casi dejándome derrotar por equilibrar un poco las cosas; en las ocasiones en que dos chicas se han visto atraídas sexualmente por mí, he llamado a un amigo para compartirlas como sucedió aquel verano con las dos aprendizas de ninfómanas. Mucho menos interés en humillar a mis oponentes tengo en otros aspectos de la vida como el dinero o las victorias intelectuales: Hasta cierto punto me parece normal compartir un euro con el mendigo si llevo 50 en la cartera,  o dejar que te roben un poco si posees diez veces más dinero que tus pobres amigos. Tampoco me gusta en una conversación destacar demasiado y silenciar todas las voces porque la mía es la mejor y la más maravillosa. Entre personas rústicas o embrutecidas, procuro disimular,- igual que hace mi madre-,  la sutileza de mi nivel de lenguaje y rebuznar como ellos. -Me fatiga ser el número uno. -Prefiero ser del montón y que los demás me dispensen del protagonismo.



         Será  cierto que para que haya vencedores tiene que haber vencidos y que la vida se parece a unas olimpiadas. Pero no me gusta competir y ni siquiera, me gusta vencer. Y por supuesto no me gusta la guerra ni comparto la idea de Heráclito ni de Gurdjeff sobre la contienda como esencia del mundo.  Vencer siempre es triste:



- Sé, por ejemplo, que la mayoría de los escritores de mi generación caerá en el olvido mientras que yo permaneceré como una de las siete estrellas de La Pléyade junto a Joachim De Bellay, Pierre de Ronsard y los demás príncipes de los poetas que, al igual que yo, bebieron en las fuentes de Grecia. Pero no tiene sentido despreciar a los demás o competir con ellos como si yo perteneciese a una estirpe más egregia que los letraheridos de mi país y de mi época, como si yo fuese el único que merece la pena después de Tiempo de Silencio de Luis Martín-Santos y La Crónica del Alba de Ramón J.  Sender. (- Todo lo que vino después habían sido tostones insoportables como Alfanhuí, El Jarama o Volverás a Región. Se notaba que España no estaba muy novelesca:  Hasta que no llegaron Ruiz Zafón y Javier Cercas -y la excepción de  Arturo Pérez-Reverte, empeñado en emular a Galdós- y otros  que habían pasado por el realismo fantástico, la novela española era una de las más aburridas del mundo).



 -Yo esto lo veía con claridad pero no me hacía sentirme un triunfador. Más bien me daba pena por mi patria. - Ojalá hubiese más escritores de la estatura de Sender y de Unamuno en mi época, ojalá en vez de tan solo dos Revertes (Javier y Arturo) hubiese veinte, ojalá Umbral, Manuel Vicent, Terenci Moix, Fernando Arrabal, Javier Marías, Félix de Azúa, Llamazares, Eduardo Mendoza, Vázquez-Montalbán o Alberto Vázquez-Figueroa hubiesen terminado una obra "importante" (como solía decir mamá). - Pero al menos Vázquez-Figueroa o Vázquez-Montalbán no se lo habían siquiera propuesto: nunca habían querido ser Marcel Proust sino autores de consumo rápido que no escribían para la posteridad; por eso a mí me gustaban.- Ojalá  yo no fuese el triste ganador en solitario de esta carrera de fondo.



         Me agradaba y me halagaba que un membrillo que había pasado durante un año por mis manos,  ahora estuviera en un centro de estudios tan selecto como la ETSAM. -Pero no podía dejar de recordar las peripecias de Ignatius en aquella misma institución universitaria 40 años atrás.



         -Había sucedido en el mismo edificio: Ignatius entonces, -en aquel verano de los 70-, acababa de desvelar el Misterio de los Plomos del Sacromonte (su conclusión parecía ser la misma que la de Unamuno: no había misterio, fue una falsificación, Dios no existía), empezó a trabajar como moldeador en la Escuela de Arquitectura y a ejercer en el Madrid de la Movida como artista de provocativas "acciones" o performances que duraban la vida entera, uniéndose a los estudiantes rebeldes al tardo-franquismo en sus huelgas, asambleas y pintadas. - Lo de las pintadas y las acciones provocó un expediente disciplinario contra Ignatius que al final se fue de la ETSAM sin haber durado un curso. De la patada en el culo que le dieron las autoridades, Ignatius acabó en Japón.



- Me gusta y admiro a Ignatius por su rara inocencia de ser feliz hasta en las circunstancias más desdichadas. Si hay algo a lo que pueda llamarse sabiduría, en eso debe consistir  (y eso también es hallar la unidad (el Bien) en lo diverso como él mismo me enseñó: resolver un problema de conocimiento es un acto también de Amor). -Mal había terminado mi Maestro -pues aún no he conocido al Buddha, al Hombre Perfecto pero he conocido a Ignatius, y ya es bastante-, mal había acabado su aventura en la ETSAM. Él convirtió un exilio político en un viaje de iniciación al Oriente.- ¿Acabaría mal Miguel Ángel?



         Sin duda: Fue pensarlo un instante mirando el arroyo de Ruidera y una ráfaga de aire agitó las ramas temblonas de los chopos: -En la naturaleza Dios nos habla más claro; casi es imposible no oírLe si te sincronizas con los Arroyos, los Árboles y el Aire.- No tuve ninguna duda del mensaje y aunque pueda reconocer que es irracional, consideré como un hecho fehaciente del futuro que mi querido membrillo el excelente Miguel Ángel no iba a acabar Arquitectura.- Como terminó ocurriendo.



         Por ahora,-en 2011-  pese a los malos presagios de los que nunca hacemos caso ( o no hago caso del todo), me sentía ufano del resultado de mi pasteleo o de mi pastelización llamada Miguel Ángel, un simple bizcochuelo de pueblo emborrachado y horneado como hemos podido y ahora hele ahí, nada menos que en la ETSAM.



-Yo que siempre me enamoro de las hippies, de las tres o cuatro veces separadas, de las groopies,  de las putas, de las malas mujeres, de las abandonadas, de las lassies, de las indigentes, de las prostitutas de la Bukovina, de las daysies, de las ninis, de las lazies, de las freakies,  de las que se quedaron chaladas entre el Cuarteto de Alejandría y Marilyn Manson, o perdieron la chaveta poniéndoles cartelitos en griego a las cosas. Yo que siempre me enamoro de las raras y de las locas. De las fracasadas y de las perdidas. Yo que siempre me termino haciendo amigo de los inmigrantes, de los narcotraficantes, de los mendigos, de los colgados, de los delincuentes, de los estrambóticos, de los gitanos y de los yonquis. - Yo, por una vez tenía un pie, como quien dice, en una institución respetable como la ETSAM a través de mi hijo espiritual el membrillo Miguel Ángel.



-Yo mismo me volvía respetable al haber clavado aquella pica en Flandes. A toda costa quería defenderla. -A pesar del presagio en el arroyo de Ruidera, y aunque Miguel Ángel me contara que estaba amargado, que no tenía tiempo para nada sino para hacer continuos trabajos evaluables, que no comía, que no dormía..., bastante me importaba a mi que se destrozase la salud con tal de que defendiera la estatura académica: - Lo mejor para un centro universitario de éxito, de alto rendimiento, es que un gran número de estudiantes curso tras curso se suicide porque no puede aguantar la presión. Eso sí que es desechar pellas de membrillo y tirarlas al suelo.- En Oxford y en la London School of Economics las tasas de auto-asesinato permanecen peligrosamente elevadas como indicando que se trata de una Universidad de élite.- A mí no me preocupaba que se fuera a matar.



         Me imagino más o menos así su decisión de abandonar:



          Miguel Ángel una mañana a primera hora fantasea y medita en su lugar de la cinta de sinfín y mira por la ventana mientras un modelador les grita con expresión de maniaco que el Arquitecto es como Dios o, simplemente, que el Arquitecto, el Gran Arquitecto, es Dios. Miguel Ángel ya ha oído esa perorata con variantes en más de una ocasión pero esta vez contemplando por la ventana el paisaje de los pinares de Moncloa a las 8 de la mañana, decide dejarlo. -Su alma tiene en ese instante el control sobre su voluntad consciente y decide en ese momento con toda claridad y resolución dejar la carrera. - En ese instante, -creo-,  sintió una gran libertad que se sobreponía al miedo, a la vergüenza o a la culpa que sentían otros yoes dentro de él y ya anticipaban las consecuencias desta decisión.



         -Estaba escrito: La ETSAM -¿el éxito?- y mis amigos no podían llevarse bien: Miguel Ángel había terminado mal, igual que Ignatius desterrado a Extremo Oriente en los estertores de la Dictadura.



         En cuanto renunció a sus hermosos sueños profesionales de Arquitecto, el dulce llamado Miguel Ángel -igual que hablamos de Homer Simpson o de Charlie Brown- empezó a cobrar mejor aspecto. -Como si follase más.



         Por ahí se habían desvanecido mis fantasías de alcanzar cierto status o al menos prestigio profesional llevando membrillos ya hechos a alguna Universidad de renombre, esas donde los estudiantes se tiran por la ventana por un 4.5 o se ahorcan si les ponen un 3 mientras profesores de sonrisa  gélida descuelgan los cadáveres pero mantienen el nivel de exigencia.- Bueno, al menos todavía me quedaba Carlos.



         -El membrillo casi etérico al que llamábamos Carlos -igual que algunos quarks tienen nombres que parecen de tripis: charm. strange, bottom...  (sonaban a alucinógenos)- había decidido hacerse cargo de la Reina de las Ciencias, La Ciencia por antonomasia, lo que yo siempre quise estudiar: - Había decidido escalar el inmenso edificio de la Física.



         -Carlos era un membrillo de éter y sus ídolos eran Richard Feynmann, Alexander Grothendieck, Una Bomber, Olivier Messiaen y John  von Neumann cuyo nombre también te podía decir en húngaro.



- La verdad es que yo no tenía que salir del pueblo para cultivarme: Carlos me instruía sobre mil cosas y  en sus ratos libres estudiaba japonés. Miguel Ángel passaba de Lloyd-Wright y de la Bauhaus y me sugería que leyera La Arquitectura de la Luz de un autor zen. Gonzalo podía contarme la batalla de Gaugamela y la embestida en que Alejandro aterrorizó a Darío con una serie de detalles que me convencían de que en la realidad fue más heroico, que fue peor. También podía describir con vivacidad batallas y campañas más antiguas, batallas casi olvidadas: Si se le acababa la Historia escrita, proseguía hacia lo retro, en la dirección de la nostalgia y saltaba a las contiendas fabulosas de los mitos como si hubiese apoyado su brazo en los muros de Troya y pudiese corregir cualquier versión de los hechos.



         -No me hacía falta ir a la ciudad para cultivarme. -Un ramillete de entes raros me mantenía excitado con sus raras búsquedas, investigaciones e intereses.- En realidad ¿por qué me fascinaba Washington en el cruce del Delaware?, ¿a mí qué más me daba? -Y yo  en realidad ¿qué saco con que Carlos se haya leído en diez días el libro de más de 1000 páginas de Hofstadter  Gödel, Escher y Bach. Un Eterno y Grácil Bucle? - ¿Y por qué me emociona tanto que Miguel Ángel ese comienzo de verano me pida que le diga o le dé algún libro que leer?



- Era inútil como la sátira que no busca ningún objetivo ni lleva a ningún lado. Pero estábamos elevando el nivel cultural del pueblo en medio de la descompensación de la burricie, lo mismo que estábamos elevando las medias de la localidad en relaciones sexuales completas compensando la falta de Eros de amplias mayorías secas y castellanas. Él con su desempeño en las auroras de la infidelidad y yo con mi deseo constante de mi pareja Morphi. Contribuyendo con entusiasmo al logro de los objetivos comarcales de aumento de la frecuencia de coitos por habitante y año. No me hacía falta salir a Madrid ni a Antigua Ciudad Costera del Extremo Sur de Europa -donde hasta los taxistas parecen trovadores fenicios- para obtener estímulos intelectuales o altas tasas en dardos de Eros.

          Al final, en un golpe premonitorio, aturdido por la tarea de elegir un libro entre todos los libros para que lo leyera el membrillo-espuma Miguel Ángel, (membrillo bello), le di dos: El Manantial de Ayn Rand y La Vida está en Otra Parte de Milan Kundera. -El loco que hay en mí calculó con frialdad que aquellos dos libros eran los que más daño podrían hacerle, los que más podrían perjudicarle.- Como terminó ocurriendo. -Según fue avanzando nuestra relación -pero no creo que a causa de ella- Miguel Ángel empezó -igual que Gonzalo- a ponerse más loco, reír más de lo normal y expresar extrañas teorías que no entendía más que él. - Era para mí muy evidente que estaba follando más que antes, se le notaba.



         Desde que dejó arquitectura, Miguel Ángel me proponía cada vez que me veía, que hiciésemos juntos una ingesta de peyote junto con un amigo suyo que padecía ataques epilépticos. Yo, -drogota pero sensato-, le dije que ni se le ocurriera.



-Ahora Miguel Ángel no le hacía ascos a los cigarros de tabaco, marihuana o haschích. Pero no tenía huevos para meterse a fondo en el mundo de las drogas.



- No, no era un kamikaze como Gonzalo, el Hombre en Llamas. - Más bien Miguel Ángel  se cuidaba como un cuarentón aprensivo de esos que llevan siempre un botiquín y un kit de supervivencia a las excursiones. -Quería hacerse el porreta pero para eso hay que valer- : Chicos como Gonzalo que afronten el cáncer de pulmón y la futura EPO sin escrúpulos, a cara descubierta, saliéndoles al paso, casi buscando bronca con la Muerte, no hay tantos. -Si no, ya habría muerto toda una generación- :



-En contra de la alarma por el aumento del consumo y el descenso de la edad de iniciación en los jóvenes -una alarma que duraba en los medios de comunicación por lo menos desde los años 60-  la mayoría de los chicos controlaban y descontrolaban con las drogas. Y solían controlarse en todos los sentidos más que sus padres (descerebrados por las trapisondas de los 90).-  Fanáticos extremos del humo como Gonzalito no había muchos. Miguel Ángel iba a hora de flow y de neo-grunge (o de snob, de cualquier cosa que se pronunciase en ucraniano, en un idioma extranjero); pero no era de ésos.



         Se sentía liberado y había decidido resolver todas las cuestiones en un libro que se llamaría La Búsqueda. Previamente Miguel Ángel se propuso enterarse bien del estado de los conocimientos humanos, al menos de los científicos. Por lo cual, en un ataque de consumismo cultural muy propio de los picos maniacos, compró en las librerías de Madrid una gran cantidad de obras que iban desde una Historia de las Matemáticas de Stephen Hawking hasta la Teoría General de Sistemas de Ludwig von Bertalanffy.



- Aquel proyecto loco de resolver todas las preguntas o, lo que es lo mismo, establecer por escrito una Filosofía como Sistema fue un delirio de Miguel Ángel que yo alenté todo lo que pude volviéndole más desequilibrado.



 -Estaba claro para mí que proponerse escribir un tratado que resolviera todos los problemas filosóficos, era un síntoma inequívoco de enloquecimiento. Wittgenstein declaró que el Tractatus pretendía disolver todas las cuestiones importantes y  desde entonces ya jamás estuvo en sus cabales. A Nietzsche le sucedió lo mismo con su plan de La Voluntad de Poder que al final eclosionó en la multitud de sus librejos, alegatos y ladridos o performances literarias postreras como El Anticristo y demás escorzos y provocaciones que no nos gustaban a Sleyzer ni a mí. - Y gente menos famosa que escribiera sus pensamientos convencida de que lo iba a esclarecer todo, había conocido no a muchas pero sí a varias: personas siempre e invariablemente locas o en el camino hacia la locura.



 -Por eso vi con evidencia que Miguel Ángel se estaba quedando tarado, majara, taraja con La Búsqueda  y con todo eso, y sin embargo le animé con gran cinismo a que prosiguiera su insensata arquitectura de razonamientos que le estaban abrasando el cerebro después de haber padecido cortocircuitos y electroshocks de auto-importancia y auto-humillación en la ETSAM.- Le animé a que siguiera La Búsqueda hasta que reventara. -  Pero él estuvo listo y en un momento dado también abandonó el proyecto quemando en un fogaril de su cercao -le acompañaba sintomáticamente (o psico-mágicamente) su padre- aquellas miles de páginas que componían La Búsqueda; -obra hoy lamentablemente desaparecida.



-Estaba como una cabra desde que Kundera transformó su sensibilidad y ahora condensaba sus pensamientos en Post-Its que pensaba articular de alguna manera en una obra que sería La Continuación de la Búsqueda . Pues muy bien-:  Un amigo suyo resumía su día a día mediante grabaciones  de vídeo de 6 segundos para cada jornada de modo que un año se condensase en poco más de 3 minutos  y la vida entera de un hombre en una sinopsis de 4 horas; la idea era buena. Mucho más ágil que escribir unas memorias o anotar palabras en un diario. -Miguel Ángel andaba embelesado con la vida, tal vez porque estuviese follando con alegría durante aquella temporada, y desarrollaba una Filosofía del Flow consistente en pensar que todo está perfectamente bien y que no hay que empujar la barca.



          -Le irritaba sobremanera que le preguntase qué estaba escribiendo o qué estaba dibujando. Con enorme indignación y menosprecio me aseguraba que no leía nada, que no escribía una línea, que no dibujaba. Y que no tenía por qué hacerlo. Ni le importaba una mierda lo que yo pensase de ello. Además, - argumentaba con su voz delicada y su léxico lleno de matices- , estaba desarrollando un proceso de embrutecimiento consciente: ver partidos de fútbol con los amigotes dando rienda suelta a su lado macho hispánico podía ser más sabio que leer a Wittgenstein. - Yo entonces le acosaba con libros de Rudolf Steiner que él me devolvía asustado porque presentía que eran la verdad pero que él en ese momento de su juventud sensual no podía ni quería asumir ni practicar. -Esto me entristeció enormemente.- No pude predecir que tan solo dos años más tarde Miguel Ángel habría leído y asumido más a Steiner que yo. - Qué extraña relación entre moldeado y moldeador.



          Al principio el ente al que llamábamos "Carlos el Físico" -igual que hablamos del Mar de la Serenidad o del Blues de las Noches Perdidas - no me pareció tan inteligente o brillante como el prodigioso Miguel Ángel. No se expresaba tan bien. Carlos desarrollaba sus pensamientos deteniéndose en su discurso para hacer tensas pausas reflexivas y luego proseguía la frase hasta alcanzar mediante subordinadas encadenadas un nivel de complejidad angustioso. Así hablaba. Algo había de angustioso en la complejidad mental de los razonamientos y preguntas de Carlos: Era mareante:



-Desde el primer día y desde el primer minuto no discutimos de otra cosa sino de si Dios existía. Carlos era de una ateísmo sereno, sólido e inexpugnable. Me sentí un perfecto estúpido al evocar el orden de las galaxias y las regularidades de la astrofísica y todo eso como evidencias científicas de las que se deduce la existencia de Krishna. - Contarle esa milonga a Carlos el Físico sonaba sin sentido. Tal vez tuviera razón como Unamuno, como Yupanqui, como la mayoría: Dios al final no iba a existir. Verás como al final no va a existir... Ni la Diosa...- Sí, claro, también estaban los creyentes: por ejemplo, Miguel Ángel que no solo creía en Dios, sino que charlaba con Él personalmente cuando se le antojaba. Pero, claro, el membrillo Miguel Ángel pensaba así porque estaba echando los primeros polvos reales de su vida y, estando tan empinado todo el día, Dios le parecía casi evidente. -Oriol Junqueras, el Chapo Guzmán, Ruiz-Mateos y Gonzalo también creían en Dios con naturalidad; pero en un Dios con una mala leche terrible y animado de unos planes de venganza abrumadores.

        

-Así que estaban medio locos: El Dios de Oriol Junqueras llevaba barretina, bailaba la Sardana y tenía cara de judío. El de Ruiz-Mateos vestía las eróticas mallas de Supermán, en su vida normal era un caballero jerezano y golpeaba a los malvados hasta eliminarlos.- ¿Debía tomarme en serio todas las creencias religiosas? ¿Y si la imagen de Dios fuese una enorme hoja de cocaína?



- Si Dios era una simple, alucinación (como decía Fritz Perls, el ateo), entonces un continuado pensamiento en Dios es una sucesión de alucinaciones. Es decir, la religión es psicosis.



- (Por eso en la medida en que estaban más drogados, más idos, mejor follados, tanto más creían en Dios-. Igual que se alucina con más facilidad en Tahití que en Alemania y hay más ateos donde hace peor tiempo).-



          Pero Carlos no estaba en absoluto loco y en dos o tres frases desde el primer encuentro deshizo todo intento de identificar la mecánica cuántica con el indeterminismo. -No se podía decir que no supiéramos de qué estábamos hablando. - Tal vez tenga gracia ser la rubia tonta que dice que no puede entender la ecuación de Einstein sobre la equivalencia de masa y energía. Pero a esas alturas ya lo sabíamos todo sobre el Principio de Incertidumbre de Heisenberg, la Paradoja del Gato de Schrödinger y el comportamiento poético de los electrones- Lo habíamos leído todo. Entendíamos todo. Pero Carlos de un plumazo había echado a Dios de su Sytème du Monde.  Puesto que la cuántica no era indeterminista sino tan solo una nueva mecánica.



         - Me parecía que el membrillo llamado Carlos -igual que diversas variedades de marihuana reciben denominaciones como Cheese, Channel o White Widow- había viajado hasta la excéntrica Facultad de Física de la Universidad Complutense -igual que yo 30 años atrás fui a la de Filosofía para investigar a Ortega- solo para venir a decirme que no, que la cuántica nada tenía que ver con los mundos sobrenaturales insinuados por cuatro hippies:  Ken Wilber, Claudio Naranjo o Fritjor Capra. Ni Física del Tao ni hostias. -Carlos había ido a las fuentes, al máximo nivel de conocimientos dentro del país y venía diciendo que, según la actual teoría Física, Dios podía muy bien no existir. -Tal vez tenía razón, pero me había amargado la tarde. - Ya solo me apetece dejar a Carlos y volverme a casa a rezar el nombre de Krishna, a decir muchas veces los nombres de Harí, Madhava, Kesava, Gopala, Govinda, Krishná y así, repitiéndolos, inducir mi propia psicosis religiosa. -Y tan contento.





         Aquel fue el verano en el que no salimos del pueblo. En realidad, ya lo habíamos intentado otras veces. Pero al final nos resultaba imposible y teníamos que salir corriendo con los bártulos del cámping hacia algún viaje improvisado y sin presupuesto. Por muy fuertes que quisiéramos ser, el pueblo siempre terminaba por asfixiarnos. Lo mejor era pasearse de madrugada en bicicleta por la soledad sonámbula del pueblo, sin un alma. Algunas veces teníamos la impresión de estar soñando lo que estábamos viviendo, nos parecía un sueño en el mismo momento de estarlo viviendo.-  En esas ocasiones enigmáticas Morphi y yo no hablamos ni apenas necesitamos mirarnos.



         Yo, a pesar de todo, me empeñaba en ser feliz (como mi madre) aunque fuésemos a pasar los dos meses de vacaciones en aquel arisco poblachón del secarral manchego, mancha húmeda de no sé qué substancia. -Pretendía ser feliz en mi ocio con Morphi, mis películas de 10 horas, mis libros de 1000 páginas, mis extraños amigos y las piscinas. -Para mi suerte el Ayuntamiento acababa de inaugurar un complejo de tres estanques de baño público al aire libre. Fui uno de los primeros en disfrutarlas y luego un visitante asiduo.



          Eran muchos los que se quejaban de la falta de atractivos del pueblo, pero yo tenía placer más que de sobra con los baños de sol desnudo en mi terraza de Poniente, las visitas diarias a las maravillosas piletas públicas de aguas benéficas y la nueva novela de Michel Houellebecq que acababa de comprarme antes de que se hubiera traducido al español.



-Gracias a internet y a los periódicos, me enteraba no solo de lo que había publicado o estaba publicando -yo había leído todas sus novelas, pero también su poesía que me parecía lo mejor de su producción: Houellebecq era un Poeta- sino también de lo que estaba escribiendo en ese mismo momento. - Desde una obscura localidad de una zona calificada de "desierto" por su baja densidad demográfica, desde un insignificante pueblo de 17.000 habitantes, yo estaba tan al día de la carrera literaria del francés como puede estarlo un hombre de letras parisino. - Conocíamos hasta los chismorreos de la prensa sobre la detención de Beigbeder, su amigo. - Si Houellebecq se convertía al islam, nos enteraríamos antes que nadie.



         - Houellebecq acababa de publicar El Mapa y el Territorio y era evidente que estaba haciendo Historia, que había escrito y terminado, bajo la apariencia de una espeluznante crónica criminal, una novela perdurable casi a la altura de Las Partículas Elementales. Nos gustaba en general cualquier cosa que publicase la vieja hiena cínica. Nos gustaba él, y, con amor de Lectores, apoyábamos sus actitudes y sus puntos de vista pues le agradecíamos todo lo que nos había aportado.



         -Estaba claro que para Houellebecq Dios era una mentira de esas viejas putas, las hippies-.

-

         Me sentía feliz recibiendo la actualidad de las mejores novelas de mi tiempo mientras de manera caprichosa terminaba de leer Herodías de Mallarmé, los Cantos de Ezra Pound (sin poder asumirlos o entenderlos) y versos en sueco, por no descuidar a la Musa Lírica.  Sentía la necesidad de entender la mejor y más difícil Poesía de mis contemporáneos. Llegaba a comprender los Cuatro Cuartetos de T.S. Elliot, pero no a su amigo o amante Ezra Pound. - Me daba cuenta de a dónde yo no llegaba (tal vez esto fuera el único progreso). - Llegaba a Desnos pero no llegaba a Mallarmé aunque éste fuera anterior. -Perseveraba-:  Algún día comprenderé todo el sentido de los Cantos, sabré si son verdaderas profecías o retruécanos sin sentido. - Lo entenderé no porque tenga más cultura o más inteligencia sino porque ... entonces no me dejaré encantar por la belleza de los Cantos de Ezra Pound: - ¿lo entenderé porque no lo leeré como Poesía?



         La sensación de estar leyendo todos los libros y poder dominar a mi manera tanto la novela y la poesía universales, como el resto de los conocimientos humanos (la Física) era una tranquila seguridad como los fines de semana interminables del pueblo, sin otra cosa que hacer más que leer y estudiar. - (La sabiduría re-úne; no se lamenta de perderse en la inmensidad).- Cuando el tiempo de la tarde y el de los calendarios parece  muchísimo más amplio que cualquier tarea que uno se proponga. - El muerto tedio de domingo de pueblo en el que maduran las cosas.



          Sábato murió aquella primavera casi centenario, como si hubiese sellado un pacto con el Diablo, con Abbadón, con los ciegos, con el Mal. ¿Por eso había vivido tanto? -No creo...- Como inútil homenaje que a nadie nutría, decidí releer una vez más sus tres únicas novelas, las que marcaron mi vida. - Ya no entendía absolutamente nada del Informe sobre Ciegos. Había algo en ese libro dentro de un libro, relato dentro de novela, había allí, en su núcleo algo que sobrepasaba la intención o el resultado de una simple narración literaria. Sobre todo, en el descenso a los infiernos de Alejandro Vidal-Olmos y en el horroroso final de Alejandra. -Era imposible olvidar que Sábato -con posterioridad a la escritura del Informe sobre Ciegos- se había visto obligado a confeccionar el ominoso informe Nunca Más sobre los desaparecidos y torturados durante la guerra sucia de la Junta Militar. -Los dos informes se parecían demasiado.



         -Aquello era más que una novela,- pero yo no sabía lo que era. Tampoco era un mito (un mito ya no conmueve a nadie). Acaso se trataba de una Verdad Eterna que se había desprendido por casualidad de algún sitio.- Como no sabía qué hacer con ella, "me sucedió" lo mismo que 30 años atrás, cuando leí por primera vez en 1982 en Madrid Héroes yTumbas: -Me mareé, lo leí delirando de fiebre, perdí toda capacidad crítica; como si no quisiera en el fondo entender lo que decía: Para Sábato no es solo que Dios no exista sino que es un inútil y un incapaz mientras que el Diablo gobierna el mundo.- Y lo peor es que tenía razón.- Desde que Ernesto Sábato a los 18 años nos comunicó estas cosas, ya no pudimos vivir de la misma forma. Nuestra visión del mundo se volvió muchísimo más inquietante y espantosa. Las instituciones caritativas o humanitarias como la ONCE nos ponían la carne de gallina.



         Ahora, en 2011, en busca de alguien con quien compartir esta soledad que arrancando de un túnel y pasando por las tumbas y los héroes, (siempre derrotados), desembocaba en un gigantesco Diablo de la Modernidad que convertía a los hombres en engranajes, -en busca de compartir con alguien mi dolor/obsesión por Sábato, el escritor y sus fantasmas, estuve algún tiempo husmeando en la web y en otras partes quién andaba todavía por ahí,  como yo, leyendo a Sábato, quién quería discutir su mensaje.



          Me pareció que casi todo el mundo lo había olvidado. Ahora los nuevos escritores de Buenos Aires lo tenían por démodé y lo mencionaban solo para marcar distancias y mofarse de la cantidad de veces que en un párrafo Sábato podía repetir las palabras "angustia", "tristeza" y "soledad". Como si hubiesen superado a Sábato, como si Sábato no hubiese pasado el expediente del XXI.- No podían estar más equivocados.










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