INTERREGNO DEL VERANO DE 2006: EL CAPRICHO DE MI BAÑO
Mis
conclusiones tras el curso fueron que no debía seguir embriagándome, que debía
apartarme todo lo posible de las drogas y en general de los tóxicos, de todo lo
que fuese ilusión, de todo lo que fuera adictivo: los viajes, la poesía, la
noche, las mujeres. Del placer y de las fantasías. Debía por fin pisar la
realidad y dejar de ser un fabulador.
Con
este propósito me dediqué a reformar mi cuarto de baño del pisucho de calle
Mendoza con la ayuda de dos obreros al borde de la indigencia o del lumpen. -
Algo práctico, prosaico, terreno. -También ellos salían o se encaminaban hacia
la cárcel, la miseria, las simas, aunque los hubiera conocido de día.
Toda
nuestra relación fue un error desde el primer momento: la solidaridad anárquica
de un burgués que se quiere desprender de cierta cantidad de dinero sobrante
(heredado) y así equilibrar las cosas; y dos proletarios sin estabilidad
económica o vital alguna que se pegan de buena gana a esa fuente de ingresos
sin prisa por acabar la obra. Todo terminaría fatal. Una vez concluido, el
cuarto de baño era más asimétrico que antes.
Hablaba
con el albañil Salvador de la carrera espacial, de Von Braun, de la
construcción de la bomba atómica, de OVNIs, de los misterios de Egipto y hasta
de Krishna, por quien se interesó al ver
tantas representaciones del Príncipe Azul en las paredes y rincones de mi casa
(imágenes que parecían haberse traído a sí mismas, como si yo no lo hubiera
hecho). Con tales pláticas muchas mañanas se nos pasaban sin haber avanzado un
centímetro en lo del baño. Al otro obrero –Paco Calderón- lo había conocido en
un bar del centro en torno a un bello libro que se llamaba The Spirit of
America y que hablaba de arte norteamericano contemporáneo. Paco parecía
saber muchísimo de arte, arquitectura y de urbanismo, leía en inglés, era capaz
de hacer un elogio sobre los distintos matices del color gris (que
contrariamente al blanco o al negro, sí era un color). Su voz era templada y
culta, sus modales excelentes. Su aspecto recordaba mucho al de Robinson Crusoe
o al de un barbado filósofo griego, o tal vez a un marino vasco, alguien que lo
ha visto todo y sigue conservando a sus 60 un físico de atleta. Cuando al final
me pidió 5 euros para comer, casi me dio vergüenza dárselos. Más tarde, cuando
decidí –casi como tarea de terapia para verano- reformar el capricho de mi
baño, de inmediato pensé en Paco. No sabía lo que me esperaba.
Muchas
mañanas no aparecía y cuando le preguntaba por qué no había venido, empezaba a
gritarme como un loco: “¡Yo no tengo por qué darte explicaciones! ¡Mi vida
es mucho más amplia que tú!” - Me daba un poco de pena y de risa porque me
hablaba como un novio o marido le hablaría a una esposa posesiva. Caramba con
el vasco Paco Calderón. ¿No era el pecado capital del Norte la arrogancia? –
Algunas mañanas nos tomábamos una cerveza y Paco me contaba conmovido que su
sueño era sumarse a alguna comuna alternativa y trabajar en ella. Y si eso no
surgía, tirarse a la calle como vagabundo y acabar sus días así. Yo le
sonreía cínicamente. No quería dejarme impresionar por sus proyectos de
mendigo. Por su tono de voz sentido, profundo, podía entender que no hablaba a
la ligera: Sabía qué me estaba proponiendo: Que yo fuera el creador o
empresario de la comuna alternativa y que le fichase a él como operario. Pues,
iba listo. Antes me lo gastaría en heroína. No se llega a una comuna anarquista
o fisiocrática poniendo 70.000 euros sobre la mesa de la sala de juntas y
exclamando: “Quiero formar parte de vuestra asociación”. Sonaría como: “Quiero
compraros vuestra asociación comunista, quiero ser el jefe absoluto de vuestra
célula anarca”. Lo que sería una
provocación para el verdadero anarquista que, de momento, le robaría la
cartera.
No,
señor, no patrocino obreros al borde de hacerse homeless más que un
ratito, lo que tardéis en terminarme el baño.
Paco
no es rápido, Salvador no es eficiente, en realidad no es albañil sino
electricista. Es la primera vez en su vida que va a colocar un plato de ducha.
Su maestro parece ser Paco Calderón que es muchísimo más fino que Salvador,
especie de Sancho Panza. Paco va de Quijote y de licenciado. Con mucha
frecuencia discuten entre sí por toda clase de motivos. A veces son motivos
personales, otras veces son técnicos porque no les gusta lo que el otro hace; a
veces son motivos políticos pues no paramos de hablar de ETA y del problema
vasco hasta agotar la cuestión. Paco parece saber mucho más de lo que dice – es
natural, era un bohemio y un radical veinteañero en los 70- y yo no paro de
sonsacarle; no es la primera vez que me encuentro a alguien que ha estado cerca
o ha pertenecido a una organización terrorista. Puedo facilitar información
sobre el FRAP, ETA, Al Qaeda, el IRA y hasta la guerrilla comunista de las
Molucas. Todas están conectadas entre sí
a través del negocio del tráfico de armas. El terrorismo y las mafias son los
motores de nuestro tiempo. -Salvador y Paco discuten mucho de política, a veces
sueltan las herramientas de trabajo para poder gesticular a gusto en el debate
que hasta entonces mantenían sin dejar de trabajar, como si la labor manual
fuera más importante que el debate.
Me
parece que lo estamos consiguiendo: estas relaciones sociolaborales no siguen
el patrón del capitalismo habitual: avanzamos poquísimo, se trabaja de manera
irregular, la cuestión económica carece de importancia, pero la elegancia de
Paco es indiscutible por su vocabulario: Me dice – y con esa palabra me
hipnotiza- que primero hay que “presentar” el plato de ducha. No lo
había oído nunca: De repente siento que soy el Niño Jesús y que los pastores y
los Reyes Magos me “pre-sentan ” el plato de ducha del capricho de mi
baño. Qué poder puede tener una sola palabra. Tras esta exhibición de Paco,
me pide 20 euros no para él sino para su escudero que vive en el almacén de la
gasolinera de los Baños del Carmen con dos perros y una montaña de aparatos y
de chatarra y que no tiene para comer. Estas escenas se repiten a lo largo del
mes. Hemos acordado que les pago al final todo, pero en realidad ya les voy
pagando para que vayan tirando mientras terminan la obra.
Acaso
esto sea vivir la utopía: ser ineficaz, perder dinero en aras de equilibrar la
balanza: Han tardado más de un mes en destrozar a martillazos la antigua bañera
casi cuadrada y espantosa y substituirla por un angosto cubículo de ducha con puertas
correderas. No es el tipo de baño que les enseñarías con orgullo a tus amigos.
No hay una sola línea simétrica o un plano no inclinado en todo el cuarto de
aseo. Parece cuando entras que vas tomado de absenta y de porros. Es la toilette
más espeluznante que pueda concebirse. Cuando estás allí te mareas, se te va la
cabeza y si prestas atención al mugriento respiradero con listones de vidrio
que da a un ojo ciego, puede que se te encoja el corazón de miedo. Es tan
obscuro y sopla siempre allí un viento tan frío... Ir al wáter nuevo de mi casa
es como ir al fin del mundo.
Las
desavenencias entre Paco y Salvador –llenas de motivos ocultos, tal vez el
deseo de Paco de convertir a Salvador (hombre del Sur, casi analfabeto) en su
escudero; puesto que Paco era más leído y era además vasco- terminaron llevando
a Paco a romper con su colega y a no venir más a mi casa. Era extraño: Yo había
contratado a Paco para que me reformase el baño, él había traído a Salvador,
que era como su ayudante, y ahora el ayudante se convertía en el jefe y único
operario mientras Paco se marchaba sin haber cobrado un duro. Caramba con
Salvador. No era tan tonto.
Quizás
llevar la contraria consistiese no en no darle importancia al dinero sino en
quemarlo en cuanto te cayese en las manos. ¿No era eso la Anarquía? Terminar
pagando el doble de lo que Salvador pedía al final de su obra en un extraño
regateo donde yo –el burgués- le recrimino a él –el proletario- que estime en
tan poco su labor, que me cobre demasiado barato y le doy doscientos euros más.
-Pero ¿realmente era tan revolucionario comportarse así, no era tan antigua
esta maniobra como la del dandy con mala conciencia que anda gastando el dinero
a espuertas, en particular cuando irrumpe en los bajos fondos? Sí, seguía
siendo una historia de anarquistas y burgueses, pero del siglo XIX. Pues nada
más burgués que invitarle a comer a Salvador en un restaurante italiano (el
Gianni) y verle contrariado y avergonzado al no entender ningún plato de la
carta y no saber qué pedir. Espero que aún hoy viva su madre y a él le vaya
bien. Espero que Paco Calderón no desfallezca en su vejez tirado en las calles
sino que haya encontrado la comunidad utópica de sus mejores sueños.
Tras
cerrar a mi manera este asunto del baño. Decidí refugiarme de las calenturas y
posibles aventuras del verano –con su mito de la libertad absoluta- en el yermo
secarral que rodea a Ciudad Maldita. Mi objetivo era apartarme de todo salvo de
mí mismo, tener mucho tiempo, meditar. No drogarme. No ligar. No salir. No
disfrutar. Estaba haciendo una especie de duelo –no sé cuándo empezó ni por
qué..., ¿fue antes de nacer?, ¿acaso no lo recuerdo...?
“La causa de esta angustia no consigo/ ni vagamente recordar siquiera”-, sí, tenía unas ganas tremendas de estar
solo, de estar triste, de echar de menos.
-
CIUDAD MALDITA
Soy el que no deja de aburrirse
en estas
Salidas de exploración nocturnas después de las 12,
De día pasada la sagrada hora 15.
Acudo a bailes muy avergonzado y vuelvo
Con manos semivacías y mon coeur half satisfied,
Para intentarlo con no menos brío e ilusiones al siguiente
En las torturas morales de la Feria.
-A esas horas impunes antes de hundirme en el sueño vigilo
El estado de las emisiones pornográficas registrando
Que aún no han llegado a descubrir la mesalina del XIX con la
que ensueño.
Todo es perfectamente frustrante e invita al spleen
Incluso este palacio donde habito y el dinero que no pago,
La sonrisa de este perro que me quiere y que no es mío, etc.
...Entonces...¿por qué de repente esta alegría
Cuando enciendo mi dormitorio y veo el lecho grande
Fragante, ajeno, esperándome?
Pienso en abrir la persiana para que entre la Luna y,
al final,
(Por pereza, por miedo) no lo hago nunca.
ME RECORDABA un poema de
ciénagas en la niebla que le escuché hace muchos años: “La niebla sobre el pantano/ simboliza nuestra falta de
piedad/ los charcos, las nubes negras/ ,el sol-
semejante a las cortinas/ y a la
lámpara tirada con violencia/-nuestro concepto de vida”. Podía recordar esos versos y
otros como una vieja canción que le asaltaba cada vez que regresaba a la ciudad
maldita. Nada había cambiado. Podía recordarlo todo: El Bhagavad-Gita y el Mahabharata,
los Vedas y los Upanisadas. La Poesía Completa del ser humano, bullía en mi
mente como una especie de tendencia al ensueño. Mas yo quiero solamente soñar a Diosa. –La poesía, el ensueño,
atropellaba al presente, lo avasallaba, abusaba de él, amenazaba con violarlo.
-A mí me daba lo mismo: como si quería engancharse a un megabrain
que se conecte al cráneo para inducir mediante estimulación cortical
rememoraciones mucho más intensas que las percepciones del presente. “·El futuro de las drogas es la emisión de
infrasonidos y descargas sobre las áreas cerebrales”. –Me parecía bien que
mi Señor se evadiera una vez y otra del
tedio mortal de la pequeña ciudad de provincias del interior adoptando algunos
ideales de rigor científico. - Su mortal aburrimiento parecía tranquilizarle,
volverle ascético,
inofensivo y casi bondadoso. Pero no le duraba mucho tiempo: Diez días todo lo más sin salir del caserón
manchego con camaranchón en las huertas que rodean Ciudad Maldita.
-
Al undécimo comenzó la Feria un año más con sus promesas firmes de sexo
asegurado, sobre todo en los días álgidos en torno al 15 de agosto donde
follaban hasta los que no querían y los que se habían propuesto no hacerlo. -Sí,
yo me aburría en la Feria, permanecía centrado en la leyenda del Buddha en el
burdel pero por otro lado –mientras guardaba mi voto de no beber alcohol- no
podía menos que observar la eclosión de mujeres jóvenes cada una más arreglada
y excéntrica que la siguiente, manada considerable de mujeres jóvenes normales
y deseables; por la forma en que me dirigen miradas cuidadosas mientras no
dejan de beber y bailar discretamente, parece que me aceptan en su parque
zoológico. Pues muy bien. Un poco más allá hay otro núcleo de jóvenes humanas:
puedo oler el olor de sus faldas como si lo amasase; éstas me miran de forma
más directa y provocativa como invitándome a unirme a su círculo de danza.
Parecen dispuestas a cualquier cosa y yo me río de ellas.
Volvía
con manos semi-vacías y semi-llenas
también, aún con un rastro del efluvio de los rozados brazos de las bellas de
la Feria, las guapas y jóvenes normales de la Ciudad Maldita que, esos días, se
permitían charlar con cualquiera. Algo bebidas en los chiringuitos.
A cierta hora, los límites de la permisividad estallaban
en pedazos. Las verdaderas historias obscuras, las más depravadas, no sucedían
en la Costa ni en Nueva York ni en una calleja de Juhu-Beach o de Old-Delhi
sino aquí, en la pequeña realidad, la necia. Sucedían en Ciudad Maldita. ¿O no
fue aquí,- en la eternamente tediosa, la más fea-, donde la bella casada (Tr)
me dejó acariciarla largamente en el pasillo de los wáteres del pub? ¿No fue
aquí, donde ella (R), me recibió en
mi camino a los aseos con un rostro tan lúbrico que, cerrando la puerta, me
abalancé sobre su cuerpo para besarle los senos? ¿No fue aquí donde besé a
Helena, donde conocí a María y a Cristina? ¿No era esta la erótica capital
adolescente de Iria negra, Rosa roja, Celia azul, Gemma verde? ¿No había sido
todo desde siempre truculento? Los sonidos de las rimas me llevaban a lo loco
de un lugar a otro, más en el delirio que en el ensueño.
Pero no era ese el orden, y la pérdida
de control neuronal indicaba que sí envejecíamos, de algún modo, en la
profundidad de la carne y en los sesos y que tal vez no haya Dios, ni alma, ni
Poesía, ni nada. Y ya no sé si hablo yo o mi Señor.
De
nuevo en estado de duelo, mi Señor se sumergía en el olor venerable de los
arcones y viejas estanterías de los camaranchones de la huerta, pretendía
retirarse, tener su verano ascético en su refugio de campo. Pero no.
El
sueño parecía lo único atractivo. Por eso lo del “lecho grande, fragante”.
Sin embargo, la felicidad no llegaba del todo: no al menos en la forma de una
noche clara de amor, con la ventana abierta y la Luna dentro del dormitorio.
MI LUGAR
FAVORITO
Mi
lugar favorito de este mundo no es el mármol
blanco y arcos, claustro y patio de Krishna-Balarám en
Vrindaván,
con mirdanga y sankirtán, plenilunio a
medianoche
sino la manguera tensa
goteando agónica en su argolla,
siseando su pérdida contra la boca
del grifo.
El sitio que yo prefiero de la Tierra
no es el alto
del Furka, el paso del San Gotardo
donde se engendran las fuentes
desde glaciares del Rotten
hasta el llano de los lagos de
Lausana
sino secarral tranquilo,
cereal de mies muy rala,
pocas vides
y almendral en retroceso.
Mi
lugar ideal no es Shangri-La
ni la Cuba de Colón ni la Isla del
Verano del Amor
ni Xanadú ni el Empíreo ni el Elíseo
ni el Potala
ni Hespérides ni
Shamballa
sino poblachón manchego,
erial reflorecido,
vieja huerta
que la llena Luna grava.
Ni dulzuras de Franconia ni de
Francia
ni mýtica duna lýbica,
Seléni en pinar de Icaria
sino el olivar tranquilo
que la Pleniluna mancha.
Mi
lugar favorito no es la Atlántida
sumergida,ni Lemuria, Babilonia,
sino jardín de San Pedro con sus
rosas calcinadas.
No piscinas de Betsaida
no las frondas de Gopala
sino este ahora necio.
El mejor lugar del mundo,
mi retiro favorito no era lejos sino
cerca,
junto al árbol. Sus raíces
olvidé y es crudo, ingenuo.
NO
ME COSTÓ mucho descifrar el sentido de aquella canción con la que mi Señor
había conseguido sobrevivir a aquel verano. Pues eso que llamaba “poesía” –una
epidemia repartida sobre todo el planeta y, desde antiguo, por todas las edades
sin que nadie hubiera conseguido definir nunca en qué consistía (aunque sin
duda tenía que ver con el misterio de la Luna)-, era una suerte de dimensión
oculta de su vida, su verdadera trama. Después de tantos años a su lado
comprendía que mi secuestrador, -mi Señor, mi obstáculo hacia la Diosa-, era un
hombre consagrado al vicio inmemorial de las palabras altisonantes, rimadas o
rimbombantes, cargadas de imágenes. Y de drogas.
De
sensaciones en su manía del exotismo había llenado o rellenado el comienzo de
su canción como un vendedor exagerado que para ponderar las virtudes y
excelencias de su producto lo comparase con otros objetos famosos y
fantásticos: Sí, no debía haber ningún sitio mejor en el mundo. Pero ¿por qué
tanta insistencia?
Esta
vez lo comprendí gracias un sueño:
Mi
Señor volvía a la casa familiar después de grandiosas travesías; sus ancianos
padres no eran sus padres de verdad sino unos campesinos galeses que hacían de
sus padres pero mucho más patéticos; simples y sedentarios, de hecho no se
habían movido del terruño; y él les contaba las maravillas de su viaje; es
hermoso evocar las aventuras en el hogar natal; afuera quedó la fantasía del
gran mundo; en casa, en la casa de siempre, nuestro pequeño mundo,
es el tiempo de contarlo; él sabe que no es más que una estancia o una
visita para recargarse y volver a viajar; que los padres son mayores y han
decidido envejecer y morir siendo simples y sedentarios; él es el hijo pródigo
imaginativo que regresa de vez en cuando pero que nunca se queda; y con esa
especie de fanfarronería les cuenta su historia, toda la aventura que no tiene
fin durante la tarde luminosa; y ellos le escuchan atónitos, muy comedidos y compuestos,
sentaditos como dos muñecos le escuchan en paralelo en el viejo salón de
siempre, donde se guardan las cosas estables y eternas en los arcones que
huelen a mueble antiguo; les cuenta de ciudades que nunca vieron, peripecias
que nunca vivirán; ahora él les está hablando de los jazmines que florecen en
Hibernia en las riberas del Ness, les está cantando la serenata del calicanto y
del sauzal... y de repente el padre sale
de su mutismo: “Nosotros también tenemos un jazmín en el patio”. Y de
pronto... es como si toda la alegría de los viajes se desvaneciese. Ha viajado
para nada. Todo ha sido mentira, él un niño. Ahora todo vuelve a estar en su
lugar: Los ojos sencillos y bondadosos de su padre le miran largamente,
tristísimos, conmovedores. Y él empieza a llorar. Y no puede parar de
llorar.
PROLONGACIÓN
DEL INTERREGNO 2001-2005 EN EL INTERREGNO DEL INTERREGNO DEL VERANO DE 2006:
YBBOZZIM.
La
prosa estaba invadiendo a la poesía, el interregno defenestraba a todas las
reinas advenedizas. Como no vivía más que para Eros
–sea lo que sea que signifique- recordaba de manera pormenorizada, en
mis largas soledades, cómo había pasado Lesbia, cómo se había perdido de vista
Carmen tras un baile, cómo me había alejado de Morphi y vuelto a ella de manera
paranormal (telepatía y hechizos), cómo había decidido sufrir, no ligar, no
enrollarme con nadie... Al menos durante una buena temporada. Pero no duró ni
diez días.
Por
las mañanas, -absorto en el camaranchón-, devoraba las obras del sabio que
conducían a una sola conclusión: Era necesario destruir cualquier certeza.
No
sé por qué los emisarios de la verdad tienen siempre la rara virtud de darnos
un baño de agua fría. Es esa sensación de desilusión precisamente la que les
convierte en sabios. Como si la sabiduría consistiera en recordar lo más
sencillo y sobre todo en desenmascarar nuestras quimeras: -Me sentía como si
hubiera dado la vuelta al mundo solo para descubrir que todo había sido una
estupidez: Lo que andaba buscando, ya lo tenía en el patio de mi casa. Eso me
hacía llorar de pena. No por mi estupidez sino por haberme apartado tantos años
de los míos. Qué triste era esa mirada sin reproche de los ojos de mi padre.
La
conclusión de todo esto no podía ser, sino que no debía haber salido de Ciudad
Maldita nunca. Acaso en su eterno tedio horizontal se ocultasen todas las
lecciones de la vida.
Allá
abajo en el Sur quedaba Morphi con su cachorrillo, mi presunta pareja de dos
meses de antigüedad (pues, aunque yo no podía haberlo querido, empezamos
a ser pareja en el mismo momento en que dejé de ser la pareja de Lesbia; había
sido como el cambio de neumáticos en la Fórmula1; por supuesto que hay que
tenerlos preparados). Me había bajado de la montaña rusa de la monogamia
sucesiva sin haber cumplido en ella 60 días. Tal vez todo era mentira, una
especie de borrachera. Tal vez mi vida era como un sueño estúpido. Tal vez
estuviera muerto. O peor: nunca había existido (pues los personajes ficticios,
los inventos, no podemos morir si no hemos existido nunca). - Pero seguiré
estando en el papel, con mi emoción, cuando tú ya no seas más que carroña y
silencio.
-
La soledad, el encierro, la sobriedad, el recuerdo de la voz del sabio que
parecía leerme en voz alta cada frase de sus libros con su seseo chileno,
empezaban a reflejar mi propia imagen real. La respuesta a quién soy yo
era una locura triste. Y me pareció entonces que no había habido más que
interregnos. Que toda mi vida había sido un exilio del verdadero Amor.
A
los diez días abandoné estas meditaciones y empecé a salir a la Feria y a
barruntar el perfume de mujeres normales que me miraban con interés y que
admitían como normal cualquier tipo de acercamiento. Algunas aceptaban
conductas que se podían parecer a una violación. El infierno de la lujuria no
estaba en Bizancio ni entre tribus antropófagas sino en la ciudad eternamente
gris durante la licencia colorista de los días de la Feria.
Me
había alejado de Morphi, de mi Bien, pero un día la llamé por teléfono después
de habernos comunicado por telepatía mirando la Luna los dos a medianoche; y
quedé con ella en Granada para un viaje alocado que era como salir de Ciudad
Maldita para no asfixiarse. -Tratábamos de confirmar por teléfono que nuestros
mensajes telepáticos habían llegado, y jamás fallábamos. Llegábamos a no
contentarnos si el mensaje no había llegado al pie de la letra. Con el tiempo
parecía que era al revés: que confirmábamos por telepatía si era verdad o no lo
que habíamos dicho por teléfono. El sueño y la realidad se confundían o
alteraban sus prioridades. -Y en esto, se parecía al Amor.
Por una rara casualidad del destino, apenas
salimos del Sacromonte. Fuimos por la tarde, por la mañana y por la noche, sin
proponérnoslo, para espiar su misterio. Morphi debía volver a la ciudad costera
del extremo Sur de Europa antes de las tres de la tarde y a la una todavía
estábamos atrapados en el Monte Santo. Era el segundo día que pasábamos allí.
No sé por qué. No nos gustaba. No lo entendíamos. Ignatius había desvelado el
misterio de los plomos del Sacromonte en un libro; pero no lo habíamos
leído. Aquel lugar nos había hechizado y
tuvimos que salir corriendo. Por suerte, el camino de salida era monte abajo.
Yo no podía olvidar que aquella fue la ciudad que mató al Poeta.
De
vuelta a Ciudad Maldita mi situación se hizo insostenible y, como seguía
teniendo todavía algo de dinero a pesar de los derroches en baños caprichosos,
burdeles y drogas, corrí a la primera agencia de viajes y compré un billete de avión
y una reserva de hotel en el Norte de Ybbozzim.
Los
primeros días los pasé en una sórdida pensión del centro de la ciudad, fora
vila, en una sombría calleja donde nada recuerda ni el placer de las calas
que han hecho famosa a la isla ni las leyendas púnicas ni el paso de los poetas
como Walter Benjamin o Vicente Valero. Quedaba cerca de la Fábrica donde
trabajé 15 años atrás, en la zona donde se aglomeran las instituciones de la
ciudad. Es cierto que había buscado algo barato porque me daba igual dónde durmiera,
pero incluso para mí, resultó insufrible la miseria de mi habitáculo: dos metros cuadrados para un camastro y una mesita.
Todo estaba sucio y gastado, era como si Salvador y Paco Calderón lo hubiesen
diseñado y amueblado. Al menos aquí las líneas de la edificación se mantenían
paralelas, no estaba todo ladeado como en el capricho de mi baño. Para colmo,
una joven pareja cuya ventana daba al patio común decidió echarse una siesta a
eso de las 7 de la tarde y los jadeos y gritos de ella me enervaron: eran
auténticos aullidos que no podían ser confundidos con ninguna otra expresión.
La cópula –como las que se oían a través de las ventanas de Huelin en las
noches de primavera- fue tan intensa como breve. Eso había sido quitarse las
ganas, sacarse una espina. –Yo no les envidiaba tanto.
Salía
por la mañana a desayunar solo en el Montesol, a curiosear los barcos y
pasajeros del puerto. Merodeaba por Sa Punta sin que ningún gitano se
dignara dirigirme la palabra, iba solo al cine, comía solo en Casa Juan. Leía a
solas mis libros del sabio en las terrazas de La Marina.
Harto
de la fea ciudad, decidí salir al bello campo. Como siempre, el campo era la
felicidad absoluta. O al menos la felicidad absoluta por un instante, lo que
duraba la paz de los pinares y de las calas olvidadas por los hombres. Que a
veces parecían eternos.
Fue
internarse más en el campo, tomar el autobús que me llevaría al Norte y a mi
hotel en la pequeña cala solitaria. Mis actividades seguían siendo las de un
hombre aislado en una zona aislada de una isla semi-olvidada. Recordé que en
aquella ensenada había desembarcado el asesino de Trotsky y que había vivido
allí escondido muchos años hasta que seguidores del intelectual comunista (o
comunista intelectual, según se mire que la Idea o la Acción fueran para él lo
primero) le dieron caza y lo mataron. No eran muy buenos presagios.
También
había pasado su exilio allí el filósofo del aura, mucho más elocuente que el
burracón de Heidegger que fue nazi pero no pidió disculpas. El filósofo que
acabara suicidándose en Port Bou ante la amenaza de ser entregado a la Gestapo
había pasado ratos buenos en la isla, con amor y amistad, entregado a su
utopía; pero al final, solo miseria, preámbulos de su muerte temprana. - Yo no
pensaba suicidarme todavía.
Aquí
se había dejado el sombrero Tristan Tzara tras despedir a su amante loca en el
manicomio. Artistas, espías, fascistas, revolucionarios, asesinos, arquitectos,
habían constituido esa especie de crisálida energética que rodea al nombre de
Ybbozzim y a la misma isla; algo así como el presentimiento en necrópolis de
una realidad macabra y a la vez el ansia de las playas, de la desnudez, la
bendición de la libertad en la isla.
¿Dónde
estaba ahora Amable, dónde estaría Marcos, dónde Vicente, dónde la Princesa de
los Ojos Verdes, dónde la Duende, dónde las que hace quince años fueron mis
enamoradas de la isla? Por esa costumbre de pasar todo el día solo sin hablar
con nadie, me deleito en mis recuerdos y recuerdo los ojos azules de Kati, mi
primera enamorada casada, fue hace miles de años, yo casi no me di cuenta, ella
se enamoró de mi novela. El tono azul de sus ojos era el más bello que he visto
en mi vida. ¿Qué será de ella ahora? ¿Qué sería si supiera que sale en mi
novela, la misma que ella leyó, si supiera que la lectora de la novela sin
acabar se ha convertido con los años en personaje de la novela acabada, algo
así como un mosquito muerto por casualidad entre las páginas de un libro sobre
mosquitos?
Cada
vez me adentro más en el campo de Ybbozzim, en sus ametlers, en sus
serranías de pinares que algunos llamaron little Tibet. Quiero descender
más hacia el Sur, donde se nota ya la vaharada negra de las multitudes de
África. Quiero ir siempre más hacia el Sur, hacia el mito del Sur, donde la
gente es sabia y amorosa y feliz bajo un clima armónico y benigno.
El
hotel es de esos que a cambio de una pulserita te dan cualquier cosa que
quieras pedir o consumir y cada dos horas sacan meriendas calientes, almuerzos
fríos, entre-desayunos, re-cenas, entremeses, aperitivos y tentempiés para
antes de irte a la cama. Si vas a lucir tu único vestido de fiesta -semi-prol,
semi-bourgeois-, será mejor que lo hagas al principio de tu estancia; al
final vas a estar gorda como una morsa. Es una lástima que la cosa me haya
pillado en un periodo de abstinencia porque el alcohol es gratis y sin límite.
No probaré ni una gota.
Y
ya me marcho, cuando el último día, en la recepción del hotel, la chica que
registra mi check-out, me observa de extraña manera. Yo voy en bañador y
camiseta luciendo el rastro de soles de todo el verano. Soles de la gran ciudad
costera, de Ciudad Maldita, de los pinares de Ybbozzim. He estado caminando por
los senderos estrechos y pedregosos –como un personaje de un poema de
Valero- una media de cuatro o cinco
horas de diarias y llevo pegado a la piel el aroma de la isla, una mezcla de
espículas y de productos de herboristería. Por lo demás, tras tantas jornadas
sin charlar con nadie, ya no espero ninguna compañía y hasta me molesta estar
cerca de los humanos, he adquirido esa mirada perdida de los animales salvajes
y una mueca en la cara del que no está acostumbrado a que nadie le atienda ni a
mantener un semblante social.
Sin
embargo, la chica no para de mirarme y yo la contemplo con una expresión vacía.
La verdad es que he tenido tiempo para pensar en todo y hasta agotar los temas,
y mi pensamiento está quieto y en completo silencio. Por otro lado, soy un
hombre de 42 años que acaba de convencerse de que su vida ha sido una sucesión
de sinsentidos y de mascaradas, alguien que está devastando todas las cosas en
las que creía. Por todo eso es como si mirase a través de los ojos de la chica
que me mira.
-
¿No sabes quién soy? –Me pregunta por fin sin levantar la cara de la
pantalla de su ordenador.
Reconozco ese tono insinuante porque me
provoca una punzada en el estómago. Sé que las mujeres solo lo usan cuando
están coqueteando. Ya no me dedico a ligar con la primera que pasa, pero me
acuerdo de cómo iba esto. Yo ahora debo adoptar una dureza flemática y
responder que no la conozco, que no la he visto en mi vida, y agredirla con la
mirada todo lo posible dándole a entender que no me importa. Eso, por algún
motivo, a veces las excita. No tengo ninguna duda de que a esta mujer le gusta
este juego. Además, parece que no hay nadie en el hotel ni en muchos kilómetros
a la redonda. Y yo no voy a ninguna parte.
- Cada vez más nerviosa ante mi actitud displicente,
la joven me explica que ella estuvo hace muchos años en la Fábrica de Membrillo
y que allí nos conocimos. Parece guardar un buen recuerdo. Se llama Susana
Prats Baumgartner; me parece muy bien; su madre sería una hippy alemana
que terminó casándose con un ybbozzenc.
Pregunto
si puedo dejar mi equipaje en el hotel hasta que me vaya, y ella me lleva a un
cuarto en los subterráneos. Caminamos entre el eco de nuestros pasos. No nos
cruzamos con nadie. Es como si hubieran desaparecido todos los habitantes de la
isla y estuviéramos en la del doctor Moreau. -La atmósfera es rara y sé que va
a pasar algo. Cuando estamos en la pequeña habitación llena de maletas, la
muchacha abre las manos como indicándome que deje mi bolsa donde quiera pero yo
la miro directo a los ojos y ella baja- los suyos como si no lo soportase.
Luego se arma de valor para levantar la cara. Tiene la mirada vidriosa y los
labios entreabiertos y el aroma a maletas de la consigna resulta el más erótico
del mundo. Al verla así, una fuerza me empuja hacia ella, hacia sus labios.
Empieza a agitarse y a suspirar desde el primer contacto...
-
...Trataba de no mezclarme con las mujeres, de vivir retirado. Ybbozzim se
había convertido en un lugar ajeno, poblado por los fantasmas de los amigos
perdidos. Solamente en las playas y en los bosques, en el santuario de Es
Cuyràm me había sentido como en casa. - Y sin embargo, a última hora, de
extraña manera la suerte me regalaba una dulce despedida en brazos de una mujer
que provenía de mi pasado aunque yo no la recordase. Desde hacía años, yo había
aceptado como algo evidente que mi vida es una novela –acaso una novela de
aventuras o “romántica paranormal”- escrita por una inteligencia superior (no
me refiero al Autor, que de superior no tiene nada) pero ¿qué quería decir? -
Tras
una hora investigando las posibilidades del cuarto de las maletas, volvimos a
la recepción. Allí estaba esperándola su novio, atónito al encontrarse el hotel
vacío. Parecía otro fantasma de una isla de la que ha desaparecido la vida.
Ella le dio un beso en la boca sin inmutarse (me pregunté si sus labios aún
guardarían huellas del sabor de alguna parte de mi cuerpo). Luego me lo
presentó y yo estreché su mano con la mía que conservaba aún una mancha de los
fluidos vaginales de su novia. El pobre notó la humedad y pensó que yo tenía
las manos mojadas de agua porque me las acababa de lavar. Se la secó con un
pañuelo sin olérsela, lo que le habría provocado una impresión descomunal.
No
era la primera vez que asistía a una escena parecida. Recordé a mujeres que me
acariciaban el canal entre los glúteos mientras con la otra mano, sin que las
vieran, cogían la de sus mariditos. No sentía la menor compasión ni sombra de
arrepentimiento. Si era su novio y era hombre, sería un ser primitivo, un macho
a medio evolucionar interesado en explotar, violar y asesinar a las mujeres.
Ahora me entraban ganas de poseerla allí mismo delante de su pareja oficial y luego
darle a él una paliza. Nos despedimos con un beso en las dos mejillas y cuando
llegué a la que quedaba fuera de vista de su novio, le di un mordisco calculado
pero fuerte en el lóbulo de la oreja. Ella no pudo reprimir un pequeño grito
seguido de una risita (también ella se había quedado con ganas). El novio alzó
mucho las cejas pero como nosotros sonreímos, él también sonrió y parecía más
estúpido que nunca. Sin embargo, no sentí pena de su ignorancia –que se elevaba
sobre su cabeza como una corona de cuernos de macho cabrío- pues no dejaba de
pensar en la cantidad de daño que los novios y maridos oficialmente casados
infligen a las mujeres.
La
única salida es la infidelidad. La única rebelión posible son los cüernos y
colgarles a los que pasaron por la vicaría hijos o cachorros que no soportarían
un examen de ADN. El hombre será un cabrón que no ha pensado jamás cumplir los
votos matrimoniales ni en su artículo de no tener nunca más relaciones sexuales
con otras –pues, aunque no se dice así, ese parece el voto fundamental como
indica el planteamiento de las despedidas de soltero- ni mucho menos en lo de “amarla
y respetarla”. -El hombre será un cabrón, pero la mujer puede ser muy
puta-. Con lo que están comprometidos de corazón es con odiarlas y humillarlas
hasta que la muerte les separe. O un tiro en la frente. Muchos ancianos en
nuestro país y en el mundo en general rematan su fechoría conyugal
descerrajándoles un tiro a sus mujeres a los 90 años. Eso sí que es un récord
de maltrato: 70 de explotación económica y sexual salpicados por episodios de
violencia y al final, cuando ya está hecha un guiñapo, la mata. Un gorila o un
australopiteco habrían sido más clementes con sus hembras. Pero los hombres
todavía andan a cuatro patas, abrevan en charcos de cerveza mientras discuten a
voces sus partidos de fútbol. Son menos corteses que un chimpancé. Los hombres
son la muerte; ellas, las madres de la vida.
El
feminicidio es tan universal como el adulterio. En realidad, están relacionados
aunque no conozco estudios estadísticos. Primero les ponen los cuernos mientras
les van sacando a sus esposas hasta la última gota; luego, cuando son viejas y
ya no valen para nada, las estrangulan. Las queman como a las brujas y a las
viudas de la India. Las emparedan en la pirámide con el faraón. Las ahorcan.
Las cuartean. Les cortan las tetas. Les sacan los ojos. Las desfiguran con
ácido. Les vendan los pies para que no puedan andar. Les rompen el cuello con
aros. Les cortan el clítoris con un vidrio roto o una cuchilla de afeitar. Les
cosen la vagina. Les ponen cinturones de hierro. Todo esto sin dejar de
violarlas. Los hombres siguen matando a
las mujeres hasta cuando ellos ya están muertos. Y ellas van dóciles -siempre
nobles, siempre hermosas- al matadero. El sacrificio para ellas es tan natural
como tener la regla.
Pero
algunas de vosotras os rebelaréis y os casaréis y plantearéis una batalla de
cüernos contra los machos con cerebros de iguana y vellos de osos. Les
engañaréis con sus mejores amigos en los servicios de vuestro banquete de
bodas. Seréis desas mujeres que provocan a los empleados de las gasolineras
pidiéndoles que les enseñen los aseos de Señoras (y remarcaréis con el tono la
palabra “Señoras”). El sexo rápido y furtivo y el conocimiento de toda clase de
reservados y lugares hurtados al mundo, pero en medio del tráfago del mundo,
serán vuestra especialidad. Poseídas de una megalomanía casi masculina, las
amigas –todas casadas por la Iglesia y por lo civil;- como botellas de alcohol
totalmente regulares - quedan a tomar café y compiten en número de hombres
follados aparte de mi marido.
Son
un grupo de revolucionarias lascivas como la Valentina de Guido Crépax, mujeres
que van trastocando el orden social con sus caderas mojadas. A Valentina le gusta
el sexo en los departamentos de los trenes y en los aseos. La más masculina –ya
mayor y algo parecida a Mercedes Milá por su determinación, su valentía-
presume de haberse tirado a todos los camareros de la cafetería. Otra
dice que ella también. La más modosita no habla; parece que está recibiendo la
lección escandalosa de un personaje del marqués de Sade. Ella está enamorada,
es la más femenina y no quiere dar el paso, aunque todas sus amigas la
presionan. Tanto sexo, a las casadas les ha puesto cara de lobas. Tienen pinta
de fulanones y además lo son. A base de comportarse como los hombres, han
terminado siendo unas putillas por muy casadas que estén. Por muchos
certificados de boda enmarcados que atesoren, de “señoras” tienen muy poco.
Tienen pinta de zorras, aunque vayan anilladas. A mí la que me gusta es la
rubia modosa, la fiel, la enamorada, la víctima.
Claro,
ya sé lo que haré: escribiré mi propia novela. Ya que se emplea a mi cargo el
viejo truco de que yo hable en primera persona como Castel o el Extranjero, me
inventaré mi propia historia. A través de la fantasía y del despropósito me
acercaré a la Realidad y al Sentido.
-Enamorado de la rubia recién casada que aún quiere a su marido y
respeta los votos que firmó. Las revolucionarias son unas furcias viejas y no
tienen nada ni de señoritas ni de señoras. Me dan un poco de asco, aunque no
dejo de fijarme en el impresionante busto de Mercedes Milá: Por mucha
testosterona que le eche a la vida, esas tetas se ven que son de estrógenos
naturales. En eso no es tan masculina. - La rubita,vergonzosa enamorada, no
tiene tetas sino senos.
Claramente
el que da la mano al novio después de haberla introducido cinco minutos antes
en los pliegues y dehiscencias de su novia o mujer, es como el que toca los
billetes que poco antes han estado en otra cartera: Más que un malvado, un
jugador del juego de Eros que no se toma del
todo en serio el noveno mandamiento ni el sexto (en realidad siempre oscilaban
en mi mente: ¿cometer actos impuros, codiciar los bienes ajenos o desear a la
mujer de tu prójimo?¿o todo a la vez?).
Y así volví de Ybbozzim a donde había ido a no
tener aventuras y a que no pasara nada.
GULA
Culos pasan como
angulas, como comas,
Dobles lunas,
Curvas en lapsos de
tormento
Paso como judío
relapso,
Mis vacances por silouhettes de pasiones,
Sin dulces caldos de
Cusa,
Ni éxitos con las majorettes
De muslámenes
Rubicundos
En las fanfarrias
Acróbatas
Del desfile de
carrozas de la feria. -
Transacción en
transición a treintaitresmil traiciones:
Cinturas que pasan
leves
Como el dharma de los Buddhas,
Como ribetes
De espuma...
Maldita sea la Gula por la cara
Que apareció con la
luz,
Los labios
entreabiertos
Como culos,
Corazones,
Norias,
Ojos
Horribles de los pontones...
Mister Panza Toujours Perdrix realiza
Cuatro o cinco veces
Al día sus
colaciones.
Pide agua antes que
vino,
Buen cordero, no mal
jamón
-Neeeed sth. Strrong...!-chapurrea
a voces-,
Liqores
Que administra
En razón
De los cálculos
Con tendencia al
redondeo de la Gula.
“Traigánle al menos dos putas
Al Nobel: que no be vien”,
No ve forma
De llegar sin
desmayarse
Hasta la cena de
bascas.
Tiene escuderos
repartidos escarbando
Yacimientos y Solaris
Para escaparse del
tedio.
-Casi se vuelve loco
Con el menú del
almuerzo.
MI
SEÑOR desvariaba cada vez más, volvíase críptico como aquéllos que no tienen
mucho que decir y por eso mismo lo encubren mucho. Pero la prisa de mi mente
por descifrar sus estúpidos enigmas era como un viento que lo barría todo, la
claridad invencible de mi pensamiento/elocuencia: Lo había escrito borracho,
eso seguro: conservaba manchurrones de barra, de gula, que difuminaban las
letras de tinta azul. - ¿Acaso se trataba de una oda a la Gula? Si así fuera,
se habría saldado con un fracaso estrepitoso. Pues en ese tipo de cánticos hay
que sacar todo lo que cualquiera ha pensado sobre el tema –como en una buena
adivinanza cuyo autor nadie recuerda- y él apenas agotaba nada.- Me lo podía
imaginar al final de aquel largo y árido verano en el que decidió no
emborracharse... ¡Pero su destino era ser un borracho y un
multi-drogadicto, mirar culos, pensar con odio en los golosos, odiarse a sí
mismo!- Y volvía a acordarse siempre del Buddha desde el burdel: las cinturas
de las ninfas las comparaba con su presencia: Intuí que tal sensación era como
el vuelo de un chal rojo; aunque esto no lo decía su poema –o, como se quiera
llamar- yo lo veía claramente entre líneas: El Buddha y un chal rojo.- Igual
que el grito crispado y contrahecho de maldecir a su propia madre, madre
humana: “maldita sea la Gula por la cara que apareció con la luz ”. - ¡Y
sin embargo los labios entreabiertos de sorpresa de su madre le recordaban
cosas bellas y horribles! – De aquellos bellos horrores –“un topic trend de los poetas desde
Benjamin” (ya iba yo hablando como humanos, agitado
como el cronista) - se apartaba horripilado. Pues eran horrendos,
horripilantes, horrorosos y hasta hórridos. - Prefería
horrorizarse de la gula ajena, más
odiosa cuanto más laureada.- Pero en el fondo, por más que desarticulase la
estrofa y la secuencia de los pensamientos, ¿en quién estaba pensando sino en
sí mismo? No, no en el Nobel. –Pues pareciera para el lírico no existir nada
más importante que sus propias sensaciones, sus propias emociones, sus
reflexiones, sus figuraciones y sus recuerdos. Odas al yo, como había
dicho Dylan (si eran los versos perfectos, aunque humanos, mi alma los
recordara). - En el fondo es él el que se siente culpable por tener a tanta
gente trabajando para conseguir su propio placer. - El final siempre era la
Muerte, la muerte sin sentido, triste final de tanto despliegue: El odioso
protagonista de aquel relato rimado es tan glotón que enloquece solo con leer
los menús. – Sí, él era la Gula, era la Muerte. Y no tenía remedio.
MÁS
DIVAGACIONES SOBRE EL KARMA
No hay tema de mayor interés que el
Destino. A los ateos les gustaría acabar
bien, como personajes de una novela donde vencen los héroes. Cualquier cosa que
quiera significar la palabra “Destino”, es evidente que tiene que ver con el
final de nuestra película: El destino de Alejandro, de César y de Napoleón
es similar pues terminaron de mala manera (los dos primeros eran maricones,
dicho sea de paso; Napoleón chiquitito pero matón). -Los personajes no queremos
ni acabar desterrados en una isla de mala muerte ni que nos acuchillen al
entrar en el Senado. Y a los que no creen en Dios ni en el alma, les gustaría
morir tranquilos y a edad avanzada. -Es que hay que tener muchos huevos para
encarar la aniquilación total. -Hay que echarle cojones para morir siendo un
ateo impecable.
Yo
admiro a esos hombres de hierro, materialistas clásicos que rechazan los
oficios del sacerdote en el lecho de muerte y afrontan con una sonrisa la
inminencia del vacío eterno.
Contingentistas incoherentes que creen en la eternidad: la eternidad de
no ser. - Por tanto antes de que eso les llegue (el apagón total y para siempre
de la existencia) es natural que se preocupen por su destino natural.
Tal vez no sea Dios el que haya inventado las leyes de la vida, será el Azar
y la Necesidad, pero en todo caso es difícil no admitir que hay leyes de la
vida: el escéptico no puede dudar de ciertas evidencias: si fuma, puede
contraer un cáncer con más probabilidad. A los ateos les interesa el
funcionamiento de la ley de acción y reacción en esta vida, les interesa
el karma físico. Convierten la salud en el objetivo último. Se aferran a este
mundo, a este cuerpo como a una tabla en un naufragio infinito.
A
los creyentes, por otro lado, también nos interesa tener un buen destino, pero
la cosa se complica al haber vida más allá de esta vida: Tal vez ser
crucificado es un “buen destino” pues constituye el cumplimiento de las
profecías y hace posible el Misterio de la Resurrección de nuestro Señor
Jesucristo. Para César también fue un buen destino –cargado de augurios- y un
buen karma ser asesinado por Bruto y sus secuaces bajo la estatua de Marte.
Y
el ateo aprensivo y a la vez implacable que no fuma ni una cachimba de melisa,
desayuna kiwis y no esboza movimiento que no le sirva para cuidarse, nadie le
asegura tampoco que, por respetar esas leyes de la vida, vaya a vivir más. Tal
vez ha descuidado otras: Aunque estaba sanísimo, le ha atropellado un trailer.
Fíjate tú por dónde. Mientras agoniza y se prepara con un par de cojones para
expirar sin esperanza, todavía se pregunta qué sentido ha tenido padecer este
accidente. - Puesto que ha vivido toda su vida en ateo, no debería
asombrarse: No hay Dios y por tanto no hay Destino. Solo hay tu voluntad y
accidentes incomprensibles, sin propósito; así que no preguntes tanto. Te has
muerto y te has muerto. Hay contingencias. No hay Providencia. No vayas a buscarle
ahora un significado oculto a todo esto porque eso sería renunciar a tu querido
ateísmo.
De
modo que nadie sabe qué es el karma, qué camino conduce a la felicidad. Los
ateos se sorprenden de lo que les pasa: dones de la providencia y castigos bíblicos
en un universo sin sentido. Los creyentes no sabemos cómo seguir las leyes de
la vida, cuál será la voluntad de Dios; a veces parece que todos los destinos
son buenos, que no hay mal karma sino solo karma, sin epítetos; otras veces,
parece que el problema es el mismo karma, el pasatiempo, la acción, que todos
son malos o estúpidos...
Yo
al menos, querida Lectora, no sé por qué ni cuándo cambia la substancia del
karma, cuándo cambia y por qué el rumbo del alma: y sin embargo, cambia:
A
la vuelta de Ybbozzim y de aquel árido verano de 2006, comencé a descender,
empecé a ser menos feliz, a internarme, a volver a mis simas: No había servido
de nada seguir las enseñanzas del sabio, no había servido de nada estar sobrio
desde julio, contratar a dos obreros semi-vagabundos, no buscar mujeres ni viajes ni aventuras. Al
final me había convertido en todo lo contrario de un charlatán, de un arlequín.
Era ahora una especie de psicópata virtuoso, un tipo que rehúye todo contacto
humano, alguien que no necesita hablar mucho, no toma más que fantas, no fuma
más que tabaco legal, folla o se masturba por estrictas necesidades higiénicas
y medita diez o doce veces al día. Sin gula y sin lujuria. Progresos de la
avaricia... ¿Y qué?
Había
cumplido todas y cada una de las tareas que me había propuesto para practicar
la sabiduría del sabio (las llevaba anotadas en un cuaderno y pude tacharlas
todas). A menudo pensaba en él con
absoluta admiración. Volvía a sus libros para oír su voz que seseaba en las
páginas pues era inevitable recordar cómo hablaba cuando leía sus estudios con
sus giros característicos. No quería simplemente leer esos libros. Quería
aprendérmelos de memoria, subrayarlos, resumirlos, penetrar por completo su
sentido, abarcar la mente –que a veces parecía infinita no solo por sus
conocimientos- del mismo sabio.
Pero
él no se equivocaba y yo sí: Me decía al abrir al azar uno de sus obras –
aquella donde analiza varias epopeyas sagradas desde el Gilgamesh a los
inquietantes poemas y creaciones de Totilla Albert-, me decía con su acento
chileno, su distintivo y sutil seseo, su buen humor invariable, que no me
desesperase, que estaba en el camino (no en el buen camino), en
el desierto, en la noche obscura del alma, y que aunque me creyera
estancado o en descenso, aunque todo fuera seco y sin deleite aquel verano,
nada se había perdido.
Sus
palabras me confortaban, me contagiaban paciencia, eran más que volúmenes
impresos con tinta, me levantaban de mi postración como aquella noche cuando
por primera vez escuché su voz en un vídeo. -´Tal vez el buen karma, el buen
destino sea el que aumenta la belleza, pero eso complicaría más la cuestión en
vez de resolverla: Tan difícil es definir lo bello como lo bueno. - Tal vez el
buen karma sea el que nos alza hacia Eros. El
buen dáimon o la suerte sea que te toque el lote de amante del amor.
Pero tampoco sabe nadie qué es el amor. Ni por qué te toca.
Me hacía bien leer los libros del sabio. No
consumía mis días en otra cosa más que en estudiarlos. Acaso con ello no me
volviera más lúcido, -más consciente de mi destino y de mi karma-, pero era
feliz leyéndolos y releyéndolos hasta casi poder repetir el sonido de sus
palabras. Acaso por imbuirme del sabio no estuviera yo más cerca de la
iluminación ni de la santidad, de resolver el embrollo del karma, pero de lo
que no podía dudar es de que había al menos un hombre santo entre nosotros,
alguien que lo había hecho todo bien. Estaba entonces ciegamente enamorado de
mi maestro sin haberlo visto nunca.
Pasado
mi verano de retiro, sobriedad y meditación (pues esa parecía mi terapia de
acuerdo con lo que yo había entendido del dharma de aquel curso) y sin
que se hubiese declarado todavía el otoño, decidí con días de anticipación y
casi plena consciencia volver a emborracharme, a fumar porros, chinés y bazookas,
lamer sapos, masticar setas, chupar tripis, esnifar lonchas, buscar hembras de
diferentes cataduras sin descartarme de Morphi que aguardaba sin fe mi
compromiso...
Fue entonces cuando la vi en mandil
francés.
Y lloré.
Cuando
empiezo a llorar conmovido por verla en mandil francés no sé todavía ni lo que
siento. Solo siento que lloro. Quizás me gustaría llorar míentras la espío
trabajando en el hotel, vestida en mandil francés... Ella a mí no me ve. Está
muy guapa, va tiesecita y parece pequeña, toda vestida de negro, lleva una
bandeja de pizarra que pesa mucho, sus ojos glaucos, glaucos que no me ven ni
me miran, otean el infinito, el infinito de la tarea por hacer... Entonces
lloro y me prometo -como un personaje de copla- que tengo que sacarla deste
trabajo, viviremos con mi sueldo de modelador de membrillos y seremos
absolutamente felices. Me hablo a mí mismo en la aturullada madrugada como si
fuese un personaje de una película neorrealista. No parece que me esté
sucediendo. Que nos esté sucediendo. No sé quién soy ni para quién hablo. Ni a
dónde me oriento.
Estaba
volviendo a ocurrir. El alma lo decide en una décima de segundo, -más aún: En
un instante sin tiempo-, tal vez ni siquiera lo decide, sino que se
entrega a ello, lo decreta... Eso debe ser la reorientación del karma: un
fenómeno mágico de naturaleza emocional que el ser humano a veces –no se sabe
bien por qué- realiza.
Cuando te vi en el hotel,
A través de los cristales
Saliendo para saludarme
Pequeña como Leonor,
Metida en mandil francés
Toda perfil afilado,
Y ojos glaucos, no serenos,
Los de dulce mirar nunca alabados,
Nariz como Om de Sem,
Cruzando tiesecita la ancha
sala,
Más que guapa, bonita
Entre butacas de mimbre
Y de tela dalias rojas,
Mi perfecta bailarina y
niña buena,
Pequeña como Leonor,
En negro mandil francés,
Y tus brazos sin bandeja.
Yo lloré.
DE NUEVO MI
SEÑOR se echó a llorar ante la combustión de un recuerdo. Ardientemente
había deseado ayudar a esa mujer mientras la veía trabajando... Al menos
habíamos progresado unos meses en su catálogo. Yo ya ni sabía dónde estábamos.
-
¿Y si la gran mentira fuera la felicidad?
–Casi gritó alguien
dentro de mí; era una voz áspera y conocida-. -¿Y, si después de
todo, la gran mentira de tu vida hubiera sido o estuviera siendo convencerte a
ti mismo de que eres feliz, de que estás alegre, como esos señores finos que
andan por la calle sonriendo todo el tiempo como si pasearan por un jardín en
día de fiesta?
-
Alegre mucho más que el resto (evidentemente amargados), alegre más de lo
normal.-Siguió cantando:- Sobrado. Más aún:
confiado en Dios, en tu suerte, en el Destino, confiado hasta la
despreocupación.-
- Debe
ser por eso que tanto te molesta ver a los viandantes con caras de amargados,
con caras contraídas, sobre todo que se les arruguen los días de lluvia como si
no supiesen disfrutar de los regalos del Cielo.
- A
las de ellos siempre opones un semblante satisfecho pero ¿estás tan contento de
verdad?
- Debe
ser por eso que una difusa pero lúcida agresividad se apodera de ti los días
sin hipnóticos. Entonces la jornada del soñador es árida y fatigosa como un camino
escarpado, calcinado por el sol. Entonces solo anhelas un poco de música, otro
porro, otra poesía. Hay que estar muy amargado para ser tan drogadicto.
- Y en
el fondo te preguntas si no será ese entusiasmo la gran mentira,
y esa
estúpida ilusión tuya aún por las cosas y alegrías
de
este mundo,
de
esta vida.
Pude
darme cuenta por su forma lánguida de decir todo esto mientras miraba su propio
rostro en un estanque, de que no me dirigía estas palabras (que él creía sinceras)
a mí sino a sí mismo. Y por eso le deseé la muerte, que le llegara cuanto
antes, que en sus venenos se ahogara para que hablara con su propia sombra, o
con la Felicidad, o con Dios, o con el alma durante toda la eternidad. Pero sus
frases se parecían cada vez más a las mías y yo solo quiero Diosa. - ¿A dónde
nos llevaba todo esto?
SUEÑOS DE YBBOZZIM
Soñé casi todas las
noches de aquel veraneo solitario en la isla. Tiempo atrás había conocido en
Ybbozzim a Pau, un poeta que escribía: “El nostre
mit era l´estiu”. Fue hacia 1996 y nos presentó Vicente Valero.
Aunque yo no fuera catalán, podía sentir que el catalá era más versátil
que nuestro seco y consonántico castellano; el sonido del provenzal era mil
veces más gentil que aquella lengua nuestra del Cid, celada, cota de malla y espada;
me imaginaba todo lo que quería dar a entender Pau con aquel primer verso de su
poemario, que aún conservo. Al final, muy borrachos, ya solo hablábamos de Krishna...Pero ahora era el 2006 del pujante siglo
XXI y ¿dónde estaba Pau?, ¿dónde estaba Vicente? Busqué su número de teléfono
en la guía. Ni rastro. Buscar en el listín de una cabina pública el
nombre de un antiguo amigo y no encontrarlo es una de las cosas más tristes del
mundo. Evítese en lo posible la experiencia. Pero encontrarlo es aún peor:
verlo escrito, poderle llamar y –rindiéndose a una especie de pereza que es una
pasión del alma- saber que no le vas a
llamar. Tal vez dejes transcurrir otros diez años, o toda la vida.
Soñé que mi padre se dedicaba a fumar
en una especie de transtienda o pasillo de la tramoya de un teatro. En este
lugar de paso y a su lado, estaba mi madre con muda pero grave complicidad. -
Yo les sorprendía y me acercaba a reprenderles por ceder al vicio. Entonces
veía que papá comenzaba a hacer una serie de gestos “rituales” extraños, de
loco, como tocarse la nariz con el pulgar de la mano o presionarse las muñecas.
Eran movimientos –como la expresión alucinada de su rostro- no exentos de
ironía, de una comicidad alocada como sus delirios durante lo que fue su agonía
o las rimas que soltaba en aquellos momentos finales, obedeciendo no sé a qué:
“Todo buen enfermero/ ha de tener/ un poco de
carpintero”, rimas e ingenios que encogían el corazón como si fueran
emanaciones directas del Diablo (yo no tenía tan claro que el Diablo y sus
legiones fueran mera mitología).- Su actitud irresponsable me angustiaba mucho.
¿¡Por qué se burlaba, por qué se comporta como un niño malcriado?! Pero no voy
a ser yo el que riña a su propio padre, que además está muerto desde hace 5
años. De modo que me pongo serio pero comprensivo. No le voy a reñir. Le
pregunto inocente si se toca el cuerpo para sentirse el pulso. Como si sus
venas –las de un drogadicto, un moribundo, un muerto- estuviesen tan débiles
que necesitara estimularlas palpándoselas. Para sentir que no está muerto.
LOS PRIMEROS MENSAJES
-
“Hola. ¿Cómo estás de vuelta a la vida real?”
Carmen se había marchado envuelta en los vapores de un baile, pero
persistía en los mensajes del móvil.
-
“Ahora me aparto de ti para no interferir en tu
desarrollo personal”.
Todas las del curso de la Revolución del Membrillo (Suckers After
Thicks) creían en todo ese rollo del desarrollo personal, como si cada uno
fuéramos personas con su destino y su ángel. Gente importante que va a alguna
parte. Pero Carmen era doblemente atractiva cuando empleaba un lenguaje de best-sellers
de la autoayuda, saldos del lavado de cerebro. Más hermosa cuanto más idiota.
Más deseable cuando era más vulgar. -No sé cómo pensaba interferir en mi
destino... ¿No había interferido ya?
-
“Ya tenía pensado hacerlo, pero quería hablarlo
antes contigo”.
Cada uno de sus mensajes llenos de tópicos me emocionaba como si me
clavase cada sílaba leída en el corazón y deslizase el corte hacia mi vientre y
mi entrepierna.
Después de la despedida
dramática a media tarde, volvía a escribirme por la noche con cualquier excusa:
- “Cuídate la cara”.
Podía imaginarme a Carmen allá en su casa, su mausoleo de Feng-Shui y
amatistas lavadas a la luz de la Luna, escribiéndome aquellos mensajes íntimos
que en el fondo no hablaban más que de amor. ¿Y su marido? ¿Estaba en otra
habitación, fuera de casa, junto a ella? ¿Tocaba el exterior de la mano derecha
de Carmen el exterior del muslo izquierdo de su esposo mientras me mandaba
mensajes? – Los mensajes eran el aura y la espuma, el vaho y el humo, las
cenizas de aquella burbuja de oro del curso. No era necesario que yo entendiese
todas sus palabras, que leyera concentrado todos sus mensajes, que contestara a
todo, me bastaba con oír la música del corazón de Carmen: Me parecía evidente
que estaba enamorada a su manera, como yo de ella. Que estuviera casada o que
viviera lejos, no tenía nada que ver con ello. Se cuenta que el trovador se
enamoró de la princesa de Trípoli –la árabe blanca- por los relatos de los
peregrinos, y que se embarcó para conocerla, y que enfermó en el barco; pero al
llegar a Tierra Santa, moribundo, vino la misma princesa a recibirle y expiró
en sus brazos. Aunque creo que otra versión dice que murió en el barco antes de
llegar a verla. - No es lo mismo.
SUEÑOS
Cuando nos dicen que traigamos sábanas
y almohadas, me temo ya lo peor: Va a haber hostias. A golpear y a gritar como antes. Un
frenopático. Una hipnotizadora de acento brasileiro como el de Pedro Carioca en
Los Tres Caballeros nos sugiere que visualicemos a nuestros padres mientras
permanecemos tendidos en nuestras camitas de niños. La que dirige el ritual
comienza a decir cosas sobre el padre y la madre con las que no puedo estar de
acuerdo: mi mamá sí me acariciaba, sí me daba un beso, sí me
contaba historias, sí me escuchaba, sí me quería. –(Se dice pronto:
haber rellenado más de 500 páginas de la novela del amor sin haberle dedicado
más que una línea a mi madre). -Y mi padre tampoco era un macho desatento y
frío que está siempre por ahí, fuera de casa.
El ejercicio tiene la virtud no solo de
hacerme sentir amado por mis progenitores sino de indignarme porque lo que
decía aquella hechicera con su líquida y cantarina voz brasileira era injusto
para mi padre, al que ni le he dedicado una palabra.
No sé qué ha sido de él tras la
desaparición de su cuerpo, pero le dedico todo mi agradecimiento. Estos
momentos de paz y de meditación me hacen temer que no esté realmente en un
sueño sino viviéndolo de verdad: Terapia de choque y a hostias, lloriqueos y
alaridos, algo muy muy serio.
Recordé cuánto jugaba con nosotros: al
fútbol y a todo tipo de juegos. Recordé con qué ternura me llamaba Tucho de
pequeño. Su humor. Sus pantomimas como las del sueño (el otro sueño), sus
aleluyas, sus rimas. Todo lo que le debo.
Gracias a él, leí el Martín Fierro y conocí la música: a veces cantaba algunas letras
flamencas con buen oído, con su dulce voz que aún resuena en mi memoria, a la
manera de Manolo Caracol. Gracias a él fui de viaje a Francia y recorrimos toda
la geografía española.
Pero eso no es nada al lado de su apoyo
moral: Porque charlábamos mucho, casi parecía un amigo en aquellas largas
veladas de conversación interminable. Junto a él siempre me sentía protegido y
confortado. Hasta el olor de su cuerpo –que aún recuerdo, que aún conservo- me
daba amparo.
En la sala se oyeron golpes primero,
gemidos, llantos desgarradores y expulsión de mucosidades por la nariz. Era
mejor que se desfogasen por las fosas a que expulsaran las mucosas por el culo.
A mí me da pena, miedo y asco, pero no siento pena de mí mismo. Estoy deseando
que se acabe el puto sueño donde no consigo maldecir el alma de mi madre, la
memoria de mi padre. Que era de lo que se trataba.
SUEÑOS
Ybbozzim. Julio de
2006- Esta tarde he tenido uno desos sueños de los que uno puede
contar poco y que sin embargo se experimentan como un largo suceder, como si
hubiéramos estado viviendo toda una larga temporada. –Yo estaba en Ybbozzim
acompañado, involucrado con viejos hippies tostados, flacos, de largos pelos
negros, perfiles aflamencados con acento catalán, ropa extravagante, ácida y
muchísimos amuletos. Algo esotérico o ilegal nos traíamos entre manos entrando
y saliendo todo el tiempo de los servicios del Montesol. Yo estaba orgulloso de
mezclarme con estas figuras emblemáticas, pero también me daba cuenta de que
ellos no me veían más que como un pardillo al que sacarle algo. Ïbamos en
coches destartalados de una casa vieja del interior a otra más deplorable,
casuchas como la del saddhu que había sido gogó en Pachá y en Amnesia, una de
esas donde nadie cuida el jardín, el murete está medio derruido, la cancela
desvencijada y hay tal vez una bicicleta con el sillín podrido y las ruedas
desinfladas, apoyada en una higuera salvaje. – En esa clase de sitios y tabernas
con un espíritu similar se encontraban ellos llevándome a mí como víctima
propiciatoria, cateto del timo de la estampita. –En un momento dado me
preguntaban dónde quedaríamos la próxima vez sugiriendo con una fórmula que no
recuerdo el lugar del encuentro. Y yo haciéndome el gracioso (el
infantil-manipulable-entregado; como en el resto del sueño), manifestaba mi
anuencia repitiendo la frase al pie de la letra, pero en mis labios no tenía
gracia. Y mi evidente sumisión me avergonzaba hasta sentir deseos de morirme.
SUEÑOS: MÁS SOBRE LOS AUTOBIOGRAPHICA
LA REALIDAD y los sueños se atropellaban como olas desordenadas y
superpuestas, en los médanos.
A veces me parecía que
vivía poco de verdad y demasiado en la imaginación.
Mi falta de vida social
aquel verano hacía que me acostase a horas ridículamente tempranas, a veces a
la caída del sol, como con un ansia de huir deste mundo, de soñar con otro.
Como si la otra mitad del día, obscurecido, careciera de interés.
Pero otras veces pensaba
lo contrario: que huía del dolor de mis pesadillas sumergiéndome en la realidad
y sus comunes actividades.
De modo que mi progresiva
soledad –que era una creciente afición a no necesitar de nadie- me llevaba a
vivir en sueños, pero la meditación de los sueños me llevaba a la soledad.
Muchas veces no sabía ni
dónde estaba: -Veía un charco de sangre; ah, menos mal: era un sueño, no
manchan. -Escuchaba un grito preternatural, me ponía los pelos de punta: pero
estábamos de verdad en la sala, en la realidad, en la que marca.
Verdad y ficción, poesía
y verdad intercambiaban sus máscaras desde que no me emborrachaba.
Todos los tóxicos eran
ahora los sueños. Pero al volver a ciudad costera tras aquel árido verano,
decidí contravenir la convención social que dicta más recogimiento en otoño y
más expansiones en verano: Yo avanzaría en sentido contrario a la obscuridad
invernal llenando de fiestas esa estación melancólica de la caída de las
hojas.
Carmen había dicho que en
realidad yo había ido al curso de Revolución del Membrillo no porque creyera en
ello sino porque quería escribir una novela de lo que se vivía por dentro.
Volvía a ocurrir, como con Athánasi e Irini en Salónica: alguien me
pronosticaba que terminaría contándolo en una novela, yo juraba que lo que
estábamos viviendo no se lo llevaría el viento, sino que quedaría registrado –no
para toda la eternidad sino por algún tiempo. El poder del novelista
es próximo al Creador puesto que el creador artístico emana una vibración de sí
mismo que se hace materia. Y cumple su promesa antigua y demorada. - Cada vez
me parezco más a quien me escucha.
Un novelista está muy
lejos de parecerse a Dios: - Don Miguel
de Unamuno era una mezcla de Yavéh-Júpiter-Brahama por su barba blanca y la
severidad científica de sus ojos de búho. Su rostro es inolvidable. Fue un
huérfano prodigio. Lo sabía todo y lo podía todo. Fue sin duda el mejor español
de su tiempo. Pero don Miguel, a pesar de su aspecto de Quijote y sus gafas
redondas de intelectual socialista, no era Dios.
Unamuno es el grande, el pensador, el
enamorado, el poeta, el patriota, el traductor, el publicista, el socialista,
el padre, el desterrado, el dibujante, el de millares de epístolas, el
articulista, el maestro, el filólogo, el escritor popular de tenso erotismo.
Pero no es Dios; el autor no es Dios, aunque se le parezca.
Dios no muere
desmayándose sobre la mesa-camilla como si se hubiera dormido, hasta que su
amigo se da cuenta de que se le están chamuscando las zapatillas. La imagen de
la muerte de Unamuno al amor del brasero junto a su exalumno falangista en
diciembre de 1936 es tierna y dulce como algunos de los mejores pasajes de sus
muchas obras. Pero Dios no muere así, en zapatillas de andar por casa. - Las
muertes de Dios son mucho más dramáticas: crucifixión, descuartizamiento y
fenómenos cósmicos como truenos, terremotos y plagas. Es mejor no matar a Dios,
por si las moscas. - (Krishna al final es
víctima de una antigua maldición y “muere” joven por una flecha que le
atraviesa el tobillo; el cazador (Jara) lo había confundido con el ojo de una
gacela. Pero Krishna es eterno; el autor no).
Además, Unamuno estaba
demasiado enfadado con su personaje como para ser Dios. Dios es el Clemente, el
Misericordioso. ¿Qué le habría costado darle unos cuantos años de vida a
Augusto Pérez? –Se ve ahí al contra-fóbico aferrado a su pequeño poder, el que
no puede cejar en su lucha contra esto y aquello. El objetivo final de
don Miguel bueno y mártir es que todos reconociéramos su grandeza y nos
sometiésemos a la política socialista unamuniana. Unánimes, unámonos en uno: en
Unamuno.
Parece un disparate, pero
vistos los acontecimientos que siguieron a su muerte, habría sido mejor nombrar
presidente de la República al levantisco rector y darle poder para arrestar y
ejecutar con sus propias manos al vesánico Millán Astray.
El autor no es Dios, pero
es como Dios, se le parece. Son ya muchos años leyendo y pensando en las
miríadas de historias, novelillas y novelas y diarios del bilbaíno-salmantino.
Siempre es divertido Unamuno, siempre es ameno, siempre es ligero, siempre es
agudo, único como su nombre. Ninguno de los de su generación es digno de
descalzarle la suela de los zapatos. No solo por su talento sino por su
valentía. Y sin embargo no es tan grande como Dios.
Resulta difícil imaginar
alguna habilidad en que no destacase el autor de Niebla: Incluso
físicamente sus fotografías nos recuerdan que fue un hombre perfecto, un atleta
enamorado de la naturaleza tanto como de los libros. - Los libros de Unamuno
los leí por mi madre (a la que apenas menciono en este catálogo). No recuerdo
cuál fue el primero, fue en una época en que yo estaba empezando a interesarme
por los detalles de un encuentro amoroso con una chica y, no sabía por qué,
todas las protagonistas de las novelillas de Unamuno me parecían extremadamente
eróticas. A falta de otro material pornográfico, me masturbaba imaginándome a
la Tía Tula: su mismo nombre ya me provocaba erecciones. Mi madre y yo nos
leíamos en voz alta sus libros y a veces reíamos hasta llorar. Era ya la voz de
un viejo amigo después de 30 años frecuentándole.
No es fácil ser
eternamente joven como la prosa de Unamuno, atraer durante toda la vida a
millares de lectores de dos continentes, divertirles y hacerles pensar siempre.
Cada vez que leíamos alguna cosa nueva de nuestro ídolo, sentíamos mayor
admiración por él. No hubo en la monarquía ni en la república ningún
intelectual del tamaño de un hombre. Y, sin embargo,
Unamuno no puede creerse Dios solo porque forzando la verosimilitud de
su nivola, decide sacrificar a su personaje como diciéndole –perdone la expresión-
“¡tengo más huevos que tú y te los pongo encima de la mesa!” O, por ser
menos vulgar: “Yo soy más hombre, más real que tú”. Aunque aquel caballero de la triste figura no
lo habría dicho de esta manera.- Eso sí que es el sentimiento trágico de la
vida y la agonía del cristianismo. -Su Dios era un Dios de tragedias y de
agonías. Unamuno tenía una deuda eterna con la poesía: su poesía era malísima.
- Mi padre siempre me
insistía en que leyera dos cosas: la poesía de Unamuno (en concreto El
Cristo de Velázquez que hojeé mil veces con extremo desagrado) y a Ortega.
Yo le hacía caso, pero con ojos de parricida. –(Los ojos de los parricidas son
los ojos de los hijos, de todos los hijos; es ley de vida. Naturalmente los
jóvenes no son conscientes desta guerra generacional, sino que le arrancan una
costilla a su padre o le rompen el tabique nasal a su madre por descuido,
porque se les va la mano, porque son jóvenes y tienen demasiadas energías).
En el fondo lo que más
envidio de Unamuno es su castidad feliz al lado de su esposa, amada desde la
primera juventud. Unamuno –según todo lo que sabemos- pertenece a ese 1 por
1000 de hombres casados que fueron fieles. Y además tuvo muchos hijos. Unamuno
es un patriarca, se parece al super-hombre, tiene algo de héroe a lo Kirk
Douglas, es lo contrario que yo: con muchos cüernos y sin semilla...
Acepto que Unamuno fuera
una nueva versión de Jesucristo. Él forma parte de los avatares de Eros, al
menos en mis sueños. Es algo más que papel impreso, gastadas fotografías,
anécdota y documento. No es un poeta (aunque él se lo cree); ni es un orador;
es un cuentista. Ya lo era de niño.
- Pero, a menudo, aquel
fenómeno de vida caía enfermo en periódicas crisis de fe. Y entonces escribía
poemas y dejaba de hacer cosas. -Tal vez Unamuno sea lo más parecido a Dios en
versión española pero no deja de ser cruel su sadismo con el personaje que le
suplica, primero, el suicidio y, luego, un alargamiento de vida.
Mi madre siempre me contó
que Unamuno había escrito mucho porque había tenido muchísimos hijos, nietos y
semi-primos crápulas a los que tenía que alimentar; era grande como un profeta
del Antiguo Testamento, capaz de cuidar a mucha gente. Tal vez por eso decidió
asesinar a Augusto. Porque tenía ya entre manos más cuentos y novelillas y
libelos y versos que llevar a la imprenta. Qué imaginación inmensa. Y, sin
embargo, muy inferior a la de Dios.
- Yo, tiempo atrás, había
peregrinado a la Universidad de Ortega para cumplir el deseo de mi padre: leer El
Cristo de Velázquez y al maestro de la obviedad madrileño que era él y su circum-stancia.
Quise cumplir el encargo lo antes posible y volver a Ciudad Maldita a contarle
a papá las novedades de mi viaje: que ya los había leído y acudido a una serie
de conferencias, y que Ortega era un fascista de chaqueta blanca; y que la
poesía de Unamuno era una mierda; otra cosa eran sus interminables y
formidables relatos y novelas, rápidas como su ingenio, o sus ensayos de poeta
clarividente. Pero sobre todo sus autobiographica: Unamuno sobre Unamuno
hablando de Unamuno y discutiendo consigo mismo. - Aquello sí era Poesía.
Sin embargo, el nocturno
seminario sobre Unamuno y Kierkeggaard había degenerado en una madrugada de
amor con la ninfómana Cristina convertida en una monomaniaca Yosune que habla y
habla a través de la noche. Mi padre bajaba el cabeza abochornado; como si
ahora yo supiera más que él.
La vida se parece a una
novela, sí, se parece muchísimo. Pero ¿qué quiere decir?, ¿cuál es su mensaje?
¿O será una desas nouvelles vanas, sin
enjundia ni significado? ¿Qué diferenciaría el Journal Intime de Henri
Fréderic Amiel de una novela? ¿Y si Amiel se hubiera inventado todas y cada una
de sus 18.000 páginas? ¿Y si en realidad Amiel hubiese sido un psicópata, un
hombre de hierro bien casado y en feliz relación con Dios? La coincidencia del
nombre del autor con la del protagonista no garantiza nada. ¿Qué diferenciaría
unas memorias confesadas de una historia fingida en primera persona? Apenas
nada: Los encabezamientos con fechas y localidades serán lo más fácil de
imitar.
Kierkegaard, Amiel, Ortega,
Unamuno no valían nada. Yo había peregrinado para conocerlos. Había comprado
varias ediciones del texto de Unamuno sobre Cristo. Lo había leído hacia
delante y hacia atrás, en ocasiones declamándolo pero solo para terminar
riéndome abochornado.
“Te recitaba Bécquer...
Golondrinas
Refrescaban tus sienes al volar;
Las mismas que, piadosas, hoy, Teresa,
Sobre tu tierra vuelan sin cesar.”
Qué jodidamente mal escribía Unamuno poesía. No era lo suyo. Para
desintoxicarme de sus obsoletas e impostadas versificaciones tenía que leer a
algún poeta de verdad como Amado Nervo, Machado, Lorca o Miguel Hernández.
Yo volvía a Ciudad
Maldita y le regalaba a mi padre la colección completa de El Espectador.
Era como darle de su propia medicina: “¿No querías que me leyera a Ortega?,
¡pues primero léetelo tú!”. Esa era mi fina maniobra intelectual cuando le
regalé a mi padre los ocho pequeños volúmenes de la colección Austral, la de
color verde para los ensayos, morada para la poesía. -En el fondo yo anhelaba
la muerte de mi padre desde el despertar de la adolescencia. Creo que en esto
tiene razón Freud, el fóbico judío malpensante: Todos los hijos somos parricidas,
aunque de manera inconsciente.
Si Unamuno hubiera sido
Poeta, no habría tenido tantas crisis de fe. Lo mismo cabe decir de Amiel, el
poeta del Diario Íntimo: Dudaba y le gustaba dudar en el gabinete; pero
no dudaba en el campo. La Poesía le hacía creer en Dios; el análisis le hundía
en el nihilismo. Y así iba. El único interesante era Sören Kierkegaard. No fue
bastante devorar, subrayar, resumir y asimilar su Diario de un Seductor
(cuya historia yo pretendía re-escenificar junto a Cristina, la ninfómana
sentimental pero satánica). A falta de recursos pornográficos en imágenes o en
la realidad, me masturbaba pensando en detalles velados de los capítulos
finales, sobre todo imaginándome a la seducida Cordelia (a la que yo siempre
veía chillando con un collar de pequeñas perlas negras en el cuello).
Pero un Unamuno
cabalmente místico y poético, sin crisis, no sería Unamuno. Tal vez si Unamuno
no hubiera sido toda su vida tan fiel a su mujer y si no hubiera tenido tantos
hijos, sus ideas y actitudes habrían sido distintas. Unamuno no era nada
maricón; era nada menos que todo un hombre. Pero, en otra dimensión, un alma
como la de Abel Sánchez podría haber sido la de un desaprensivo superdotado
seductor de jóvenes que permanece casado con la misma de siempre (como Spencer
Tracy y, en general, los machos católicos) dejándola preñada cada año. Quizás
no se habría puesto tan moralista con Alfonso XIII (Ganso Real) ni habría hecho
una cuestión personal de su repulsa al dictador Primo de Rivera, si él mismo se
hubiera fumado unos porros con unas amigas en alguna cala nudista de Canarias.
No digo que no sea un
alma muy importante, no un mediocre jugador de ajedrez, sino un ser de
múltiples dimensiones. Pero eso no le autoriza a interferir en la sagrada
libertad de su protagonista, que es algo más que el trazo voluntario de unas
letras sobre una cuartilla, sino un ser realmente existente, con propósitos
propios y sed de vida propia.- Aunque acaso el autor, en el fondo, no hizo
sino obedecer a su personaje creyendo que lo sometía: ¿Pues no vino a verle
Augusto para suicidarse?, ¿y acaso no
fue una especie de suicidio su final por el atracón de la cena? El autor no
hace sino transcribir el movimiento espontáneo y autónomo del personaje; el
personaje no obedece al autor, aunque crea hacerlo. Tanto el autor como el
personaje deambulan sonámbulos, inconscientes desde el punto de vista del
crítico, del lector. Ese recreador del creador.
- Tan poco natural, tan
provocativo, tan histriónico como el maestro y doctor don Miguel de Unamuno era
yo al adentrame en el otoño en dirección contraria a la socialmente acordada:
paz en la guerra: En vez de ir de la trapisonda de las vacaciones al tedio y la
sobriedad del otoño y sus trabajos, yo me rebelaba contra los días lunes donde
se supone que es casi imposible tener una aventura y donde sin embargo podías
encontrarte a la gente más interesante en los bares del centro, la más apartada
de la disciplina social donde que sea lunes todavía significa algo.
Los meses de abstinencia
del verano solo habían tenido el efecto de hacer más apetecible todo lo
renunciado. No había servido de nada aquel esfuerzo de sobriedad. Regresaba al
puerto como a mi lugar natural, donde los abogados y las putas. En todos los
locales me conocían, ya circulaban anécdotas sobre mí que se iban agrandando
según las iban transmitiendo las chicas. A veces yo parecía un gángster famoso,
un big monster.
Todo lo ahorrado en
verano, se derrochaba en los lunes de octubre y noviembre. Todo aquello de lo
que me había apartado –la mesa de cristal del reservado llena de rayas de
cocaína- cobraba nuevo vigor y nuevo brillo tras los dos meses de carencia. La
virtud hace bueno y deseable al vicio, como hubiese dicho Heráclito. Tenía
ganas de beber hasta perder la conciencia. Tenía un porro a medio consumir y ya
me estaba liando el siguiente para no tener sensación de escasez. Estaba
saliendo del duelo del amor perdido a través del agujero de las farras.
No me privaba de ninguna
tentación, las vencía sucumbiendo a todas
(como había dicho Oscar Wilde) y mi pensamiento permanecía abismado,
como en trance de meditación, sobre los sutiles detalles aromáticos de la
lencería de las mujeres que circulan por las noches de los lunes. -Como si en
esa curiosidad profunda que he sentido desde que puedo recordar, por el sexo
femenino –cuyo olor inconfundible no me parece repugnante- se escondiera un
movimiento del alma hacia los orígenes, hacia lo que el mayor poeta de
Alemania, y su seguidor Amiel, llamaban Las Madres.
AMIEL
“... ¿Qué significa este monólogo? Que la ensoñación
vuelve a sí misma, como el ensueño; que las impresiones adicionadas no forman
siempre un juicio equitativo; que el diario íntimo es un buen príncipe y sufre
las repeticiones, las expansiones y las quejas... Estas efusiones sin testigo
son la conversación del pensamiento consigo mismo, los arpegios involuntarios,
pero no inconscientes, de la lira eólica que llevamos dentro de nosotros. Estas
vibraciones no ejecutan ningún trozo musical, no agotan ningún tema, no acaban
ninguna melodía, no realizan ningún programa; pero traducen la vida en su
intimidad”
(H.F. Amiel, Diario Íntimo, A 31 de mayo de 1880).
Pero al final tenía razón
mi padre: Unamuno tal vez fuera el mayor poeta contemporáneo. Era como Lola
Flores, que no sabía cantar ni bailar pero comunicaba algo siempre (tal vez la
esencia del flamenco). - Unamuno había nacido hechizado y podía hechizar a
sus lectores. Era fácil señalar sus defectos pedantescos, sus absurdas rimas
con la excéntrica palabra “inmoble” (distinta, para él, de “inmóvil”, que usa
en el mismo poema para los álamos), o de “Salamanca” con “palanca”. Los
defectos daban igual; de pronto era un Unamuno machadiano cantando a Las
magnolias de la Plaza Nueva de Bilbao o un Miguel Hernández-Unamuno en su Elegía
en la Muerte de un perro:
“... Descansa en paz, mi pobre compañero,
Descansa en paz; más triste
la suerte de tu dios que no la tuya.
Los dioses lloran,
los dioses lloran cuando muere el perro
que les lamió las manos,
que les miró a los ojos,
y al mirarles así les preguntaba:
¿a dónde vamos?”
UNAMUNO EL NÚMERO UNO
Al final tenía razón mi
padre en su sueño y yo había viajado para nada: Unamuno era un poeta porque te
tocaba el corazón. Recuerdo perfectamente el verso y hasta la sílaba en que
empecé a entregarme a su ensueño, cuando empecé a llorar a mi modo, cuando
quedé conmovido...- Cuando siente, el alma ya no piensa exactamente. Solo
quiere seguir soñando el duelo del pobre perro muerto, ya ni se da cuenta de
que el autor le lleva de la mano. Y eso, aunque Unamuno parta de una fantasía
incomprobable: que los animales domésticos nos consideran sus dioses:
“... ¡ tal vez cuando acostabas la cabeza
en mi regazo
vagamente soñabas en ser hombre
después de muerto!
¡Ser hombre, pobre bestia!”
No, don Miguel, Vd. no fue su religión, ni su gloria, ni a Dios en
Vd. soñó. Qué manía con lo de creerse en seguida Dios: Si escribe una
novela, es el Dios Todopoderoso de sus personajes; si tiene un perro, lo
mismo... Su mujer, sus hijos, sus alumnos, sus admiradores como yo, le vemos
como un dios. Con esa arraigada tendencia al endiosamiento, tal vez al beberse
un vaso de agua, Unamuno pensara que él era el dios de aquel vaso y que el agua
le miraba suplicándole piedad.
Pero esa es una
ocurrencia que no está mal para un cuento o para una tremebunda elegía donde
los perros adoran como dioses a los humanos (solo porque suelen vivir más que
ellos). Pero no se lo tome demasiado en serio: Si los perros hubieran edificado
una religión acerca de los hombres-dioses, nosotros nos habríamos enterado. Y
si Dios hubiera muerto, también.
Más parece que la única
religión legítima para toda la humanidad de consuno debía ser el cristianismo
semi-protestante y existencialista de Unamuno. Pues muy bien. Y que el no-va-más
de claridad en la exposición de elegancias filosóficas era ese señor de los
tiempos de las exposiciones universales: don José La Sumisión de las Masas
(¡cómo se expresaba el tío!). Y que el non
plus ultra en el Deber de conocerse a sí mismo lo había avistado Amiel. Y
que la Poesía verdadera estaba en Kierkegaard. No había nada más sabio. - Y que
yo había viajado y estudiado para nada, puesto que todos estaban desde el
principio, desde siempre en la vieja biblioteca de mi padre, de mi casa. Junto
a los libros de Marañón, Ramón y Cajal y Rof-Carballo, como si hicieran juego
con ellos. No habían servido para nada. -Su mirada era tristísima como en el
sueño de los jazmines. Yo parecía más que el hijo pródigo, el idiota de la
familia: ¿Había tardado treinta años en dar la vuelta al mundo solo para volver
a casa con las manos vacías, corazón half-satisfied? - En la casa
natal ya estaba todo; pero entonces tú aún no lo veías.
Sí, padre, tenías razón,
ahora que estás muerto lo reconozco: Es fácil ironizar sobre la proeza de Amiel,
pero ¿qué escritor de diarios ha hecho tanto como él? El soliloquio es viviente
diálogo, nadie fue más activo que Amiel al anotar con pormenores sus
impresiones. Siento el deseo de decirle desde el fondo de los siglos que su
esfuerzo y su obstinación no fueron en vano. Nadie fue más valiente. Ni más
santo. Según se va acelerando su enfermedad, el diario se vuelve más profundo,
más necesario. ¿O no fue una hazaña y un triunfo escribir lo siguiente a tres
meses de su muerte?:
“El soliloquio interior es el único recurso del condenado a muerte cuya
ejecución se retarda. Se recoge en su fuero interno. Ya no irradia, sino que
psicologiza. Ya no procede a nada sino que contempla. Escribe aún a los que se
interesan por él, pero renuncia al público y se repliega en sí mismo. Como la
liebre, vuelve para morir en su agujero, que en este caso es su conciencia, su
pensamiento. Ese es también su diario íntimo. Mientras puede sostener la pluma
y tiene un momento de soledad, se recoge ante ese eco de sí mismo y conversa
con Dios.”
(Amiel, Diario, A 4 de febrero de
1881).
PODÍA DARME CUENTA de las maniobras de mi Señor porque yo cada vez era menos puro.
Hubo
un tiempo en que yo no conocía siquiera esa palabra, aunque podía sentirla como
un crecimiento de fuerzas, como los sutiles cambios de sonido que se dan en una
playa desierta justo después del crepúsculo.
Fue
hace mucho tiempo.
A veces dudo de si no lo
habré imaginado y entonces veo que me asemejo cada vez más a mi raptor, a mi
creador. Muchas veces ya no sé ni quién soy ni ante quién hablo. Solo sé que
busco a Diosa.
Podía darme cuenta de lo
que tramaba mi Señor y era triste a pesar de su avanzadísimo estado de
embriaguez –pues estaba absolutamente drogado a todas horas- sentir su astucia,
su raro afán enredándome ahora no solo en la lectura de su disparatado catálogo
sino en cosas de otros. Así no acabaríamos nunca.
Pues ya no se trataba al
parecer de enumerar a todas las Celias, Celestes, Celinas, Celestiales y
Celindas, los fantasmas de sus innúmeras novias, -plétora, pleno y pleroma-
sino de ir más allá, enumerar todos los objetos de amor.
No ya solo mujeres, sino
sabios o poemas o memorias o países o ciudades o burdeles o canciones. De tantas
cosas se había enamorado a lo largo de su vida que el contarlo nos habría
llevado toda una eternidad. Y él parecía saberlo –como insinuaba en
silencios telepáticos a través de una especie de chirrido/quejido que a la vez
era una especie de risa pero que poseía un tono amarillo muy definido-
y dispuesto a demorar su momento final mediante el relato de sus amores, a la
manera de la persa del cuento.
Yo veía su interior de
imitación y me parecía triste. Su manera de no afrontar la muerte me volvía
impuro, no sabría explicar por qué. Yo a mí mismo ni me conozco; yo solo
quiero a la Diosa, solo vivo para Diosa.
Estábamos ahora en el camaranchón de una casa
de campo, aislados por la nieve, pero con reservas de comida, bebida y
combustibles como para soportar veinte inviernos. Nunca he visto a nadie con
menos sensación de carencia. Es dulce permanecer aislado cuando estás al lado
de quien amas. Yo lo estoy, aunque le deseo la muerte en cuanto deja de
merodear con sus estúpidos séquitos por mis jardines cerebrales. Mi rival es inteligente,
pero carece de alma. Y he de vencerlo. Vive hipnotizado por unos objetos
cuadrados como mazacotes, tochos, volúmenes, infolios, los llamados “libros”
donde humanos mortales consignan cifradas, ocultas entre la grama, la clave de
los sagrados misterios. Yo lo sé porque soñé todos los libros en mi playa y
nunca aprendo nada nuevo, sino que lo recuerdo. Héroes y nombres, hombres y
tumbas, sentimientos y palabras. Es evidente que lo sé todo desde siempre
pero mi objetivo ahora era más inmediato: se trata de avanzar en la lectura de
su catálogo hasta arribar al presente y tener así una excusa para matarle con
el pretexto de que hay que cerrar su biografía de una vez y para siempre.
Estuve un rato
planteándome los detalles de su asesinato mientras él muy borracho abría una
botella de absenta de 5 litros, capaz de tumbar a un regimiento. Golpearle la
caja craneal con una de las pesadas sillas del camaranchón mientras dormitaba
borracho en la banca, no parecía cosa muy difícil de acometer. Si algo tengo,
es todo el tiempo del mundo.
Pues
soy el condenado eterno, el errante, el extranjero, el alma en el espejo y el
espectro.
Si yo me conociera a mí
mismo me daría miedo: Siempre elijo el pensamiento más violento, el flamígero.
Desde niño hubo en mis ojos un remolino que da vértigo. Tengo un cierto empeño
en la Destrucción... La destrucción de las cosas. Y yo solo quiero ver a Diösa.
Quise salir de la casa a
estirar las piernas, pero la puerta no podía abrirse porque la cubría más de un
metro de nieve. Miré los campos: suaves altozanos de cebada, olivo y viña bajo
el manso manto de la nevada. Una gran paz inundó mi alma. Era la primera vez
que veía los blancos y blandos copos, hilachas cayendo benéficas como el
milagro del maná. - Pero era como si lo recordara, no como si lo estuviera
viviendo.
Pensé que la instalación
eléctrica a pesar de su antigüedad no nos había fallado en ningún momento.
Teníamos bajo la boca de la chimenea una variedad de leña seca que iba desde la
encina, el olivo y la cepa hasta la madera de palisandro y trozos de ébano que parecían
marfil negro. El fuego era, más que un
espectáculo, un laboratorio donde mi Señor quemaba las cosas más diversas y se
preparaba mejunjes para emborracharse con la excusa de que hacía muy mal tiempo
y no se podía salir. Intentaba llevar a cabo un proceso de fabricación de dos
tazas de chocolate que duraba veinte meses. Me insinuaba que mientras tanto
siguiese leyendo su catálogo. “Ahora, eso sí: la taza es pequeña, pero te vas a
cagar amiguito”, me espetaba amenazante. A mí me gustaban
los pensamientos violentos y él había captado algo de los míos asomándose a
algún recodo donde yo me hurtaba corriendo por mis jardines cerebrales, donde
florecen los pensamientos arborescentes... El recuerdo de Desnos me hizo volver
a mí mismo, no sé por qué, ya que ignoro quién es Desnos... ¿Ssélavie? Éros
c´est la vie.
Tuve
la seguridad de que me iba a pegar como no siguiera leyéndole. Se le había
metido entre ceja y ceja que nos aisláramos aquellas Navidades en casa de
campo, teniendo por compañía nada más que gatos y estaba cumpliendo su sueño de
retiro y meditación. Había dispuesto como un verdadero loco –lo que era-
centenares de libros sobre baldas de madera de pino destinadas a contener
botellas de vino. Ese era su sueño de invierno, su cuento de Navidad. Debía
tener dinero y poder mi Señor para hacerse con esa colección de madera seca y
limpia, atados de flamboyán y de cerezos japoneses y de sándalo. La chimenea
huele tan bien a veces que dan ganas de entrar en el fuego y ser aspirado por
sus humos. Para salir de aquí.
Pero su fantasía favorita
era levantarse sin ninguna prisa en casa aislada por la nieve con todo el día
por delante sin poder salir. Se agradece que tengamos provisiones como para un
asedio de 6 años. No se le ocurre nada que pueda necesitar y que no tenga a
mano. El tiempo en la casa aislada es un velo blanco que lleva apagándose desde
las dos de la tarde. Parece que el cielo blanquigris estuviera incubando a la
nieve.
Su fantasía favorita es que
yo le lea mientras él pela patatas o frutos de cacao (dispone de una despensa
fastuosa) y a eso de las 11 de la mañana, sentados en mecedoras ya teníamos
hecha la cena y pensábamos en mermeladas de White Widow, si eran más o menos
dulces que la Critical, la Moby Dick, la Super-Skún o la
Sat (ganadora del concurso de Locarno deste año). Así pasamos muchos inviernos.
Eran imágenes efímeras y a la vez eternas: Principios del XXI: Los dos felices junto al fuego en mecedoras. -
¿Felices?
Bastante antes del
almuerzo empezaba a animarse con unos vermús, vino dulce y diversos afluentes,
con el pretexto de los aperitivos y las tapas. Por mí que no disimulase: Podía
armar la feria de Sevilla. Durante la comida adquiría un aire científico al
elegir los vinos que nunca sobrepasaban los dos o tres litros. -Yo no bebía
nada-. En la sobremesa, los digestivos, los carminativos, los cordiales que
olían a farmacia: El whisky le sentaba bien para la circulación, la cocaína le
regulaba el ritmo cardiaco, la heroína le calmaba el sistema endocrino, el
tabaco era “un conocido remedio contra el asma”, el hachisch se ha demostrado
que quema grasas, la marihuana le nutría
y le tonificaba; al final de la
comida los alcoholes de salón le
recibían otra vez en el linfático con la sana probidad de lo que se toman y se
fuman las personas formales un día cualquiera después de comer, cuando se han
quedado encerradas en su casa de campo. El anochecer lúbrico venía con la
languidez de los cubitos que titilan pidiendo otra gota de blanca.
La nieve de noche seguía
siendo blanca y nosotros seguíamos mirándola desde la ventana de la cocina, los
corazones estremecidos por el sufrimiento y la felina alegría de los gatos. A
esas horas mi Señor ya sí que se permitía comportarse como un verdadero y
vulgar borracho. Cantaba lamentaciones
y se adormecía mirando la nieve.
La presión de los sentimientos
se hizo insoportable: las campanas del convento cercano anunciaban el Día de
Navidad de 2009, todo era familiar amoroso y tierno, coros de voces-niñas y campanadas;
presentimiento de una Navidad de pureza. Ya no la recordamos. Lloramos a
gritos, lloramos aullando. - Y estallamos. -De pronto ya no estábamos en el
camaranchón sino en ciudad costera, rodeados de mujeres y el viejo juglar
lascivo, por ahí, inquietante.
De nuevo estaba en el
burdel. Esto había ocurrido algunos años antes, pero estaba sucediendo ahora al
mismo tiempo. No me costaba aceptarlo, que esto estuviera ocurriendo –el
retroceso de la vivencia hacia el pasado- pues estaba acostumbrado a pasar más
horas enfrascado en la novela (o Catálogo) que en la realidad y, por otra
parte, desde que partí de playa nada de lo que me sucede carece desos
componentes: crüeldad fría, vil delirio.
Alguna vez mis días
fueron ordenados y amables como el transcurso de la mañana que crece en la
playa. Alguna vez, -lo recuerdo-, el aire del alba me saludó con afecto al
respirarlo, cargado de todos los nutrientes. Y la Luna me hizo compañía y me
habló de su extraño mundo.
AMORES
PROSTIBULARIOS
Puestos a hablar del
amor en todas sus facetas, se debería hablar más de las pasiones que florecen
en los burdeles. Más de un hombre ha vendido su alma al diablo y hasta la tumba
de sus padres por una mujer de la vida. Parece, -de acuerdo con el
ambiguo relato de Hermann Hesse (pues para él, el príncipe Siddartha no es aún
el santo Gautama ni Ananda)-, que hasta el realizado Siddartha cayó bajo el hechizo de una
cortesana, igual que Sinuhé. -Pericles se casó con una hetaira. - Las geishas
llegaron a influir sobre la alta política del Imperio del Sol Naciente. - Se
dice que es el oficio más antiguo del mundo, (... será el de la
mujer). -Al Cristo le gustaban los desfavorecidos: por eso habló con la
samaritana; y María Magdalena para la Iglesia (celosa) no es mucho más que una
prostituta. -Calipso mantuvo a Ulises hechizado por mucho tiempo. - Gödel se
casó con una caberetera.
Aparte destos precedentes
ilustres, se calcula que el 80 % de los varones españoles han utilizado, están
utilizando y piensan utilizar los servicios de profesionales del sexo. No hay
porcentajes ni encuestas sobre la cantidad de ellos que se enamorarán de sus
putas. Ni datos sobre el negocio de los putos como no sea la carne que se
cepillan los bujarrones; y no las mujeres.
Y disculpe la distinguida
Lectora estos términos tan feos, pero tan inequívocos.
Vaya por delante que una puta no es una prostituta. Lo primero designa
algo así como una cualidad moral sexualmente insaciable y traicionera de
la hembra; lo segundo una profesión casi al margen de la ley. Una mujer
mala y puta (buena no puede ser por definición) acaso venda sus favores
sexuales, es decir, ejerza la prostitución por vicio, lo que para ella –dada su
adicción al sexo- no dejará de ser vocación. Pero también hay mujeres muy putas
que tienen otras profesiones como médicas, profesoras, juezas o simples amas de
casa. Y, por último, hay mujeres que hacen la calle o trabajan en un
club y que no son más que un poquito putas –es decir, maliciosas-, como todas.
Los machos se enamoran indistintamente de los
tres sub-grupos; se enamoran de las putas, de las prostitutas y de las mujeres decentes
que ponen cüernos platónicos.
- “A estos sitios no
viene uno a enamorarse”. “No se espera que en un sitio como este se hable de
amor”. “No pienso hablar de Dios en un lugar como este”. “Aquí se viene a
follar”. - Declaraciones unánimes de todas las prostitutas que eran prostitutas,
pero no tan putas como para no saber que el club no era para eso. Una verdadera
loca, una malvada, sedienta de sexo y de aventura, la Gran Puta, nunca se
hubiera planteado matices. Por el fondo de los camarines, los reservados más
sombríos donde solo es clara la raya de cocaína, en la profundidad de los
alcoholes, la buscaba.
La verdadera mujer fatal
me acompañaría a su manera en el duelo del amor perdido. -Ya no sé cuál fue el
último; no recuerdo cuándo empezó-. Ella hablaría de Dios y se permitiría toda
clase de blasfemias. Su sed de vida sería tan intensa que la haría caer en las
mayores aberraciones. Sería una fiera joven y desatada pendiente nada más que
de follar y de drogarse.
- A veces me cruzaba con su sombra en uno
desos clubs a los que no iba nunca: tenía la forma de una gitana blanca de los
Cárpatos y recitaba poemas de Eminescu mientras hacíamos el amor. A veces era
la árabe de ojos verdes y nariz respingona de mentirosa (o de zorra). Otras veces tenía las curvas anchas estatuarias
de las mujeres de la antigua Asiria.
La entreveía en el
libertinaje feliz de la princesa cretense que se acostó en Salónica con el
compañero de habitación de Irene. La había atisbado en la misma Irene con
innumerables amigos aquí y allá siempre guapos y atractivos y además un novio
de metro noventa en su ciudad de origen, como quien no quiere la cosa. Aricia
me enamoró cuando me dijo que hubo un tiempo en que “se tiraba a todo lo que
se movía”. Y más atrás la primera Cristina con su problema de ninfomanía
que yo pretendía solucionarle. –Desde siempre me gustaron las infieles, las
golfas porque parecían satisfechas. Las descaradas como la Duende, las que como
Hermine presumían de haber tenido 75 novios. En general me gustan las que no
pasan por esta vida como por un valle de lágrimas.
Pero tenían razón: No se
debía buscar amor en los lupanares; solo sexo. De hecho, esa era la gran
ventaja: Que se llegaba a la Tierra Prometida de Eros sin tener que atravesar
el Sinaí del sentimiento amoroso. Pero esa falta de compromiso y de pasión, la
asepsia de los contactos eventuales recaía en lo mismo apenas se volvía uno un
frecuentador de los burdeles. Del sexo se empezaba a pasar al amor cuando
te había gustado con una chica (y tal vez a ella contigo, o eso
te pareció), volvías a verla y te decían que “estaba ocupada”. Dada la
naturaleza de su oficio, entendías que no estaba cocinando ni en una reunión de
negocios. No había de qué extrañarse. Por la forma y el lugar donde os habíais
conocido, no habías pretendido nunca la exclusividad. Pero una cosa era la
teoría y otra, este quedarse esperándola en la barra, midiendo la envergadura
de todos los minutos que ella pasa ocupada con otro.
AUNQUE A ÉL todo
esto del lenocinio le sumiera en amargas meditaciones, y lamentos de cornudo, a
mí cada vez me gustaba más que regresáramos allí, un lugar insignificante pero
cómodo de la biografía emocional de mi amo.
Mi amo era uno de esos que
habían dibujado millares de auto-retratos.
Había cumplido la
obligación de conocerse a sí mismo más allá de toda medida y exigencia . Ni
Amiel ni Unamuno ni nadie habían sido más fieles que él en la tendencia a
retirarse a menudo, a recogerse del rüido y a dialogar consigo mismo.
-
Esa muchacha es demasiado bella e inocente
para estar aquí –me dijo al oído mientras me señalaba a
una chica efectivamente muy joven que se llamaba Mihaela (fue a partir de ese año
cuando empezó la afluencia de semi-adolescentes, lo recuerdo muy bien porque a
menudo regresábamos a ese tiempo).
-
Será demasiado joven, Señor, para estar aquí.
Pero no deja de mirarme desa manera mientras el otro, el cliente, el bárbaro,
la sobetea, y la sobetea y la requetesobetea.
-
Casi todo son verbos de acción. No albergues
escrúpulos.
-
La conversación entre nosotros estaba hace
mucho prácticamente interrumpida...
-
Así, de viva voz, si no recuerdo mal, desde
hace años.
El intercambio verbal
entre nosotros se había vuelto casual. -Pero a mí me gustaba cada vez más el
prostíbulo, la casa de muñecas (lo que no me hacía de ninguna manera menos
puro); me estaba enamorando no solo de los detalles aromáticos de lencería de
raso negro de los que se buscan en el fondo de los camerinos, en los senderos
arborescentes de los jardines de la cocaína, junto a las mujeres que salen los
lunes... Ni de los alcoholes con golpes
de electrón progresivos mientras una dama en bragas cada vez más nerviosas
solicita (o exige) pases de inmediato con ella “adentro” o pagues en demora una
cierta derrama de dinero en el reservado de fuera... - Cada vez hablaba yo de manera más parecida
a la de mi secuestrador.
- ¿Cuál es el enigma
universal de la prostitución? –Decía. ¡Y me daba asco!
Y se contestaba a sí mismo. Satisfecho triunfador sobre mi estúpido
silencio. Y proseguía y proseguía como si llevara narrando mil años, como si su
canto fuese el canto del Amado, de lo eterno:
-Yo lo buscaba en las
zonas más obscuras de los más sombríos reservados, en los sórdidos butacones,
en las trastiendas inferiores, las antesalas del mero sexo, los cavernosos
lupanares del puerto obscuro. Sí, donde los abogados y las putas, terreno
ganado al mar más allá de la Alameda. Un damero.
Y cada vez me asemejo más
a los humanos mortales y a sus sórdidos deseos. ¡A base de escuchar a mi
verdugo devendría como él! Mi lenguaje/pensamiento acusaba una y otra vez la
presencia de elementos extraños como si al vomitar descubriera lombrices de
colores. Términos y visiones que no eran del todo míos, que yo parecía recordar
como impresiones perdidas de una olvidada existencia. Y la soledad
destas cosas era lo más doloroso; y una soledad eterna, amor del todo
imposible.
¿Pero progresábamos algo, aunque no
envejeciéramos en la carne? ¿Éramos acaso más sabios? - Sabia solamente es
Diosa.
- Ante este pensamiento/sentimiento todas las
cosas durante un instante explotaron, deshaciéndose. No me sentí en ningún
lado, en ningún tiempo sino una especie de aire capaz de experimentarlo todo. Y
el deseo y la necesidad de experimentarlo me estremecían de emociones
imprevistas como las de un recién nacido ante la Vida o un adolescente ante los
primeros episodios del amor. Llamado Eros.
- Por el duelo del amor
inconcluso y tras un baile de Carmen, indeciso ante el de Morphi y todavía lastrado
de muerte y de duelo, -seguía contando mi señor en la
niebla, tristísimo- me abismaba en las temidas cavernas de Eros donde la
digna descendiente de Lilith con un taparrabos de hoja de parra puede bailar
los cuentos persas con melodías zíngaras.
- Es tan bella que muchos varones se asustarían; no es corriente ver a
una chica de veinte años buscando de forma tan directa un enfrentamiento
sexual. A mí me admira y me da miedo. Es tan bella...
- Pero a los clubs no se viene a eso. El Amor espera una noche y otra
noche mirando cómo la Bella se va con otros. Y la mira y la espera. Y la espera
y la mira. - Pero El Amor no tiene nada que hacer en un puti-club. No se admite
su entrada, ha sido declarada persona non grata.
- Y ella empieza a darse cuenta de que tú la
miras mucho. A veces se zafa de los cazadores de zorros y viene a rozarse con
tus brazos, en esos minutos preciosos ella te habla de Mircea Eliade y tú le
recitas de inmediato un sutra de Patanjali. Todo se calma; de nuevo es evidente
que Dios existe y que la vida tiene sentido como una novela
romántico-paranormal, como una fábula erótico-teísta. La joven geisha sostiene
las dos medias lunas de la Poesía y la Filosofía.
- Ella te mira con sus ojos claros: No es una
mujer; es la otra mitad de Occidente la que te mira: la latinidad secuestrada
por los bárbaros eslavos. Roma roumana, Roma la Romaní. Todo esto es muy difícil de diferenciar de
las ganas enormes de abrazarla. Y ella te mira: Queda (no sé de qué modo) extrañamente
convenido que acabaréis uniéndoos. No solo en el mitificado abrazo sexual sino
de mil y un modos.
LILITH
Empieza a parecer
enamorado el cliente del burdel que admira desde lejos a la bella mientras ella
se divierte con otros. La bella es joven y nueva -pues incluso en los antros de
perdición, hay alegres novedades a veces, primeras categorías y categoría
especial:
Está un día drogueando
con los cazadores de osos, vestida con un transparente vestido de lentejuelas
doradas, baila para ellos el baile del vientre. Casi no puedo creerme que una
chica tan joven y fina pueda insinuarse de manera más clara, ni siquiera en la
intimidad del club..
... Otro día ya no está
ocupada y me la presentan como la nueva adquisición del local, recién llegada
de los Cárpatos. Fresca como una carpa. Es rubia rubia como las legendarias
eslavas de la estepa Norte, pero hay algo latino, romano, menudo, civilizado en
ella.
El cliente empieza a
enamorarse cuando ella empieza a hablarle de Mircea Eliade y no de sus ensayos
sino de su novela y de sus diarios. Es una muchacha muy bien formada. Las
formas civilizadas de su mente se confunden con las bellas prominencias de su
cuerpo. Casi parece imposible que una chica tan bella esté en un lugar como
este. De vez en cuando se va con los cazadores de zorros, de vez en cuando
vuelve y se roza. -Nadie dijo nunca que los en los clubs de alterne no se pueda
hablar de filosofía. De lo que no se puede hablar es de religión. Además ella
parece tan lanzada y tan loca, que quizás hasta se atreva a hablar de Dios
directamente mientras degusta un peppermint, a proferir blasfemias y a
hacer toda clase de putadas. Porque ella es una puta, culta, que, por
coincidencia feliz, ejerce de prostituta.
- Tal vez ella sea la
mujer fatal absoluta, la Lilith triunfante que se burla de los hombres y que en
el fondo es el Diablo, la vampiresa madre, la Eva primordial sin vergüenza, sin
pecado y sin culpa. - Pensar este tipo de cosas es el comienzo de las ensoñaciones
que le hacen a uno enamorarse. Aunque una crónica erótica no debería contar
episodios de burdel; en la famosa lista de don Juan no cuentan las mujeres de
alquiler.
El usuario de servicios
sexuales a cambio de dinero ha empezado a enamorarse si reincide con la misma,
si la espera, si la admira a distancia, si queda con ella fuera del club. –La
luz y el aire de la ciudad de noche cambian las cosas; se la ve distinta que en
el interior sombrío del burdel. Su belleza y sus sugerencias permanecen intactas
con más luz, bajo el criterio de la mañana que se acerca clareando: Solo que
lleva más ropa. Pero su rostro es perfecto como una joya con las mismas facetas,
pero más brillante, con más color que entre los rojos y los negros oleosos del
burdel. ¿Qué se hace con una muchacha así a las 5 de la mañana?
... Hubo un momento en
que desfalleció: tal vez cuando hablaron de la Bukovina. -No sabe por qué el
nombre y la historia de la Bukovina le emocionan. Como si la Europa mal llamada
del Este atesorase un arcano, algo que tenía que ver con su destino, con el
destino de la poesía, con su vida... - Entonces ella por fin se entregó...
...O tal vez nada tuvo
que ver con la Bukovina ni con Paul Celan ni con el misterio del judaísmo y del
Este. Tal vez nunca hubo conexión de corazones ni de mentes sino disfraces para
una sórdida transacción al margen del porcentaje que se lleva el club. Tal vez
ella no está ni siquiera un poco enamorada, ni siquiera atraída, sino que tiene
detrás de sus ojos de golfa guapa una caja registradora. Tal vez. Cada vez pienso más como quien me escucha. Y
hablo de mí como si hablase de él.
A estas horas ya solo
apetece irse a casa. En el taxi ya no parecemos una prostituta joven y un
cliente mayor. En general nada parece lo mismo cuando se sale del club, de su
irrealidad rojiza, sus vapores mefíticos y sus túneles sin ventanas. Aquí fuera
huele a otras cosas, no a los espesos perfumes del club. - Pero a estas horas
ya solo apetece irse a la cama. El semi-enamorado le entrega todo su dinero,
todas sus ocurrencias, todas sus palabras, le regala sus piedras preciosas
(casi todas). Llora de deseo sobre su hombro y sus pechos lejanísimos, parece
que inmunes al deseo, a tan solo unos centímetros. Ella es la ganadora, aún
parece fresca y con ganas de hojear libros o de charlar de cualquier cosa tras
toda la noche en blanco. El cliente siente una necesidad dolorosa de desnudarla
y de bebérsela y de fundirse con ella y de cerrar la aventura. Al fin ella
consiente y él se precipita sin que ella deje de reírse, indiferente aunque
mojada.
- Él parece rendido, el
panoli patético en esta mezcla eros- extra-prostibulo o fornicio
quasi-enamorado. Pero no olvida la hora en que sale su tren. Puesto que tiene
billete para las 10 de la mañana. Corre por los pasillos de la estación nueva
de la gran ciudad costera del extremo sur de Europa y ella –la bukoviana, la
que anoche era tan alta- le sigue y le mira con insistencia y es la patética: a
esta hora de la mañana parece bajita e insignificante, joven y vulnerable. Ya
no Lilith ni la Reina de la Noche sino casi una adolescente desas que lloran en
las estaciones pidiendo más dinero. O más atención.
Casi es un deber moral,
un imperativo pedagógico reírse de ellas, no darle ni un céntimo. El cliente lo
único que sabe es que se larga en un tren que no va a perder y que aquí termina
la aventura. Y para toda la vida. Ella casi llora, él le arroja pullas
sonriendo con cinismo mientras va cubriendo los metros finales hacia el andén y
la insana despedida. Sabe que en el control de pasajeros los guardias de
seguridad la separarán de él. Ya otra vez se encontró en la misma situación en
este mismo hangar ferroviario con una chica de los clubs; Iba con un moro que
la había pegado la noche anterior en La Dolce Vita, se iba con él a
Madrid. Pues muy bien. - Él prefiere marcharse solo.
Después de todo, es lo
bueno de la prostitución: que te marchas y no tienes que sentirte culpable ni
dar explicaciones. Después de haberte “corrido” en tu casa, descubres que no
estabas tan enamorado como te creías en el burdel. Es como cuando te vayas a
morir: entonces descubrirás hasta qué punto creías en Dios y en la inmortalidad
y en el karma. Y en todo lo demás.
La primera persona que se
encuentra en el descansillo del AVE es un señor con kipá que reza sus oraciones
matinales. Le saluda con respeto pues capta el signo en todo su significado:
Dios, Israel y el rapto de Europa. Si el Creador o Providencia ha querido
escribir un cuento instructivo con esta noche de pecado sin sueño, es obvio que
lo redondea con este último encuentro matutino: Todos los días no se ve en el
AVE a un judío rabínico rezando su rosario. Todo está perfectamente claro. -Si
no fuese porque es la vida, la simple autobiografía, parecería un episodio de
novela bien cerrado.
VOLVÍAMOS sin
transición a estar otra vez en casa de campo rodeada por la nieve, a enero de
2009 (y ya iba yo haciendo mapas de años, planos de meses). Comparado con el
burdel, nuestro mundo parecía ahora de retiro y meditación, aunque mi Señor
siguiera intoxicándose siempre, entrregándose al ensueño de día, a los delirios
de noche. Estaba tan ciego que a menudo ni me veía. Los fantasmas de sus vivos
eran para él zombis y aunque viviera ahora vida de familia con otros seres
humanos, gatos numerosos, aves de horroroso graznido y hasta algún mastín que
pasaba por el camino perdido y pretendía quedarse en la casa, en realidad mi
Señor estaba solo como la Mente. Solo
como la Muerte.
Cruzábase con otros
mortales, les saludaba, decía frases de cortesía y en realidad nunca los miraba
a los ojos, no les amaba de veras. En cambio, a mí –que no soy humano - me
dirigía de alguna manera todas sus plegarias y permanecía absorto, aunque no
pudiera verme, mucho más espectral que ellos. Su comedia de refugio con
chimenea en el campo requería ahora de mi extraña presencia (que ni yo mismo entiendo)
y no de la de ellos. Componía a veces poemas.
Yo le odiaba desde hacía
más de mil años. Le amaba también más que entonces: Aunque no envejeciéramos,
yo no era el mismo que partió de Playa, el que fue abandonado por Diosa. Cada
vez me asemejo más a mi captor. Menos mal que pronto estará muerto y yo podré
ir a donde vaya.
Cada vez odio más lo que
mortales llaman Poesía. Es la actividad del hombre más dañina entre todas las
imaginables. La bomba atómica o el virus del ántrax, el alcohol o el tabaco no
han causado ni causarán nunca tanto sufrimiento. El ensueño, lo fascinosum es
el verdadero enemigo del ser humano, su verdadero aliado. Cada vez pienso más
como ellos.
La cercanía de mi Señor
casi todo el tiempo borracho, me hacía parecer inteligente, tal y como se
siente más joven el que debe cuidar a un moribundo que agoniza –estas cosas yo
las sabía porque las había soñado o porque se me transmitía de mi Raptor el
pensamiento; el límite entre mi ser y el suyo nunca estuvo muy claro-. Por eso
odié la Poesía que extravía a los hombres y con ella al Arte y al empeño de
transfigurar la vida. “La futilidad de todos los esfuerzos”. - Es decir, odié a los hombres.
Con toda mi alma odié a
la Pintura, a la Escultura y especialmente a la Música, las Musas y los museos.
Odié la emoción de la cándida mañana de Navidad y la nieve con sus sugestiones
de pureza cayendo todo el día mientras suenan las campanadas del cercano
convento. Odié el convento y a sus beatas pobladoras. Odié todo lo
supuestamente santo. Odié a los escolares. Todo lo que veía. Parecía el mundo
una gran cárcel que me estrechara en torno, -hasta en el ensueño-, y sentí
arder dentro de mí el deseo de reventarlo por los aires.
Con toda mi alma, toda mi
mente, todo mi cuerpo lo odié una vez más, perseverando como si lo maldijese,
no solo a su mundo y a nuestra vida sino a todas las dimensiones posibles de
existencia. Hasta que el Odio hacia Todo llegó a hacerme daño porque me
alcanzaba a mí y a la vez partía de mí. Me faltaban órganos para odiar tanto.
Tal vez yo solo no podía
provocar el Fin del Mundo. Me faltaba poder para ello, estaba aislado. Pero si
muchos otros se ponían a rezar para que se produjera la destrucción del
universo... Quizás crearan-creáramos una conciencia colectiva capaz de
exterminar para siempre la raza maldita del ser humano. “Los megaterios
desaparecieron –dijo el Loco- y nadie los echa de menos”. Su misma voz - eternamente escuchada – (o la del Viejo Juglar), su
forma de expresarse, las palabras que escogía, su tono, su intención ya me
resultaban insufribles y me hacían enloquecer de ganas de matarle. Pero no
podía hacerlo sino solo precipitar su despeñamiento. Así que le seguí leyendo.
ROMA. NOCHEVIEJA DE 2006
30 de diciembre de
2006
En el reverso de unas postales de Roma antica
“Carmen Flores nos lleva al aeropuerto
donde Morphi se reencuentra con dos amigos después de 13 años (Ángel y Amelia).
¿No es demasiada coincidencia?, ¿qué nos dice la novela de la vida?- Tomamos el
avión de l´Alitalia y vimos una isla que podía ser Ibiza o tal vez Menorca...,
en todo caso solo con pronunciar el bello nombre de Ybbozzim me imagino: un
Tiempo sin tiempo, un silencio arcaico, de mito, la expectación de los
misterios, del Amor, un recuerdo egregio...Es inevitable acordarse de Benjamin
y del libro de Vicente Valero (Experiencia y
Pobreza). Cómo me calma leer a Vicente, aunque sea ensayo o crónica; siempre
es Poesía: Benjamin pretendió despojar sus diarios de cualquier impresión
subjetiva para centrarse nada más que en los relatos, las cosas que se le
cuentan al viajero, las viejas historias que aquí y allá escuchará el
viajero. Pero, al final, ni él mismo consigue lo que se propone; no es más que
otro viajero romántico, otro bobalicón de las islas viviendo su utopía.
“Llegamos a Fiumicino-Lionardo da Vinci
sobre las 19 h. La agencia nos lleva en autobús al hotel “Parco di Medici” a 15
kms. di lontananza dil centro... Ahí empezaron nuestras desventuras con el
transporte romano tras ingresar por equivocación del chófer en el lujoso
Holiday Inn. Es como si se mofase de nosotros enseñándonos lo que es un buen
hotel.
“Y no estas aventuras: Nuestro hotel no
se merece ni una descripción: Bastará con decir que los tickets del bus los
vende la propia recepción! Qué cosas. Cogimos el siniestro 771 junto a unos
agitados adolescentes nativos que se ofrecen a guiarnos aunque no hace falta...
Tras espantoso recorrido de baches y carreteruchas por cañaverales y suburbios
de la Sagrada Roma, la Urbe, arribamos a Magliana para subir a un treno
totalmente cubierto de graffitis. Sin inmutarnos por tanto cutrerío, bajamos en
Cavour. Esa noche apenas vemos nada bonito. Como si la ciudad nos velase sus
tesoros o nosotros no pudiéramos apoderarnos de ellos tan pronto.
31 de diciembre de
2006
Pésimo desayuno en la base de una de
las cilíndricas torres del aparthotel. Gracias a una pareja de catalanes nos
enteramos de la existencia de la misteriosa red de trenes de cercanías
“gratuitos”que nos lleva al Colosseo con transbordo en Pirámides. Rodeamos los
Foros Imperiales. Subimos hasta los Museos Capitolinos. Descendemos la
escalinata de Miguel Ángel solo para volver a subir por la de al lado hasta Ara
Coeli(¿). De allí otra vez al Coliseo y por Via de San Gregorio hacia el
Tévere.- Compro en un puesto callejero una rosa roja para Morphi y ella la
conserva en buen estado hasta la noche.- No me impresiona el circo, ni los
foros, no he venido a Roma por esto.
Por el hipódromo llegamos de nuevo al
río a la altura de la iglesia donde hacen cola para fotografiar la Boca de la
Verdad. Y es junto a la Insola Tiberina y el Tévere cuando me invade el júbilo
de estar en Roma; curiosamente mientras pìenso en París y en su Sena.
Paramos a tomar una cerveza en un
chiringuito de la ribera y sería feliz si Conxi no me contase, con su estilo
prudente, ciertas cosas...
Por callejas pintorescas del Trastévere
buscamos un restaurante hasta dar con una especie de catacumba con comida
aceptable pero no impresionante.-Rumbo al Vaticano nos paramos en Sta. Maria in
Trastevere donde charlo con un gitano roumano de muy dulces modales, los dos
sonriendo ante las evoluciones de una gatita, nos entendemos bien y termina
contándome que otro mendigo amigo suyo, alemán, ha muerto hace dos días debido
al frío y al alcohol; está muy triste, le doy todo el dinero suelto y me
despido como de un amigo.- (Días después veré en el vídeo de mi hermano al
alemán de quien me habló el roumano. Cuando aún vivía. Pues mi hermano ha
vuelto de Roma el mismo día que llegamos nosotros y estuvo en esta misma
iglesia. Aunque el mundo en reducción turística sea un pañuelo, no deja de
impresionarme esta coincidencia. ¿Qué me quiere decir? Mi hermano filmó aún
vivo al mendigo alemán en el mismo lugar en que días después su compañero
rumano me contó que había muerto).
“Después de esto volvimos a enfilar la
ribera hasta toparnos de frente con el Castelo de Sant Angelo y el puente del
mismo nombre, uno de los que más nos gustó en la ciudad de los hacedores de
puentes.- Morphi estaba todavía admirando el castello cuando le señalé a su
izquierda El Vaticano al fondo de Via della Conziliazione...
A partir de ahí, como otras veces al
lado del Amor, al lado de Morphi, todo discurrió irreal y vertiginoso como en
un sueño:
Avanzamos sonámbulos
hasta la Piazza de San Pedro, como si derivásemos, sin voluntad ni
pensamientos, todo ojos: Pero aun sin salir de nuestro estado de shock, se
produce otro suceso que nos da escalofríos: Las campanas del Vaticano empiezan
a doblar en ese momento... “En aquel momento pensé que pocas cosas podían
provocar tantas emociones y sentimientos” (Morphi). Cuando más o menos
recuperamos la conciencia, nos percatamos de las largas colas de personas que
esperaban para entrar a la Basílica; sin más nos agregamos a una de ellas sin
saber muy bien para qué pues no habíamos esperado entrar siquiera. Una señora
mayor con prisas nos muestra un sobre ocre y la dejamos adelantarnos. Otra
pareja de americanos con un niño y con otro sobre, nos dicen que se han casado
allí en S. Pietro hace poco; les damos la enhorabuena (yo, como siempre,
preguntándome si el hecho lo merece) y también les dejamos pasar. En el control
de bultos de los arcos, los guardias –con levita y gorra de plato, enormes,
seres casi fantásticos- nos hacen pasar sin inspeccionar nada de nada como si
confiaran en nosotros por una especie de sexto sentido, al fin y al cabo son
personajes de Dan Brown, parte activa en las conjuras teleplásticas del código Da Vinci. Y sin poder creérnoslo
ya estamos dentro, en el centro del centro, pisando mármol rosa y de varios
colores, rodeados de formas colosales ante cuya proporción la vista se deleita,
ecos apagados que sobrecogen y a la vez tranquilizan el alma, estamos
boquiabiertos en medio de tanta claridad y bogamos por el gentío despacio, muy
asombrados, ensoñando... cuando se difunde a media voz entre la multitud –y
casi puedo ver el culebreo del rumor y cuchicheos haciendo curvas en la masa-
una sola emoción: “Vieni il Papa”. “Ante las palabras de Javier “Ahí está el Papa” se me encogió el
estómago y volví a sentir los escalofríos (que no frío) y la sensación de estar
en un sueño, aunque en honor a la verdad, al principio no lo creí, pensé que
estaba bromeando, porque momentos antes de entrar bromeó con la posibilidad de
encontrarnos con el Papa, pero el alboroto de la gente y los aplausos me
hicieron abandonar mis dudas y para terminar de creérmelo sólo hizo falta que
J. me aupara para verlo con mis propios ojos. En ese momento no pude evitar
emocionarme y tomar conciencia de que estaba en un lugar y frente a alguien que
durante siglos ha marcado la vida espiritual e incluso cotidiana de miles de
millones de personas. Realmente creo que me emocionó el fervor y la pasión de
la gente que el hecho de ver al Papa. Pero sea como fuere, marcó nuestro viaje
y será algo difícil de olvidar” (Morphi). –
A mí también me electrizó el fervor de la
multitud (lo notaba de un modo muy evidente en los brazos como una especie de
corriente de pánico): su solideo rojo, un armiño alrededor del cuello, portaba
una cruz de brazos algo doblados hacia atrás, bendecía con lentitud a los
presentes y sonreía con esa mirada algo abstraída o maravillada de Ratzinger.
Por un momento me pareció un hombre santo, un bello espectáculo, todo estaba
bien.
“Justo entonces –rebelándome- comenzó a
salir por mi boca de manera inesperada una sarta de maldiciones en voz alta al
Pontífice y a su comunidad la Iglesia, como ya ocurrió la otra vez en el
anterior viaje a Roma con Lesbia: “Maldito seas. Ojalá
que tu tiempo pase pronto”, y cosas así, con un ardor raro, a veces me
parecía que había entrado en el trance de los que poseen el don profético,..
hasta que un señor italiano con un niño sobre los hombros y barbas y gafas de
John Lennon pacífico me mira con expresión vacía, tal vez asustado de mis
blasfemias, y, disimulándolo, yo me callo, me callo, me acallo, me aquieto,
está bien, hermano, coloco mi brújula
resignado en el capitel de una columna y compruebo satisfecho que el altar se
sitúa al Oeste; escucho con agrado, manso, un buen rato la voz suave, aflautada
del Papa. Parece un poquito maricón el Santo Padre, pero a mí eso en el fondo
me da igual: Entrega un interesante sermón sobre la Asunción de la Virgen el 31
de diciembre. Da que pensar que el año se termine con este otro misterio
litúrgico. ¿No significa “liturgéi” funcionar? Y es como si al final la
Santa Madre Iglesia, el Orden, la Monarquía, los conservadores, los
tradicionalistas siempre tuvieran razón.”
ABLA INTERRUPTA
Pienso en tu cuerpo pequeño por no correrme
A la lujuria cerval de tu cara:
- En la esquina de papel
Que tú no vayas a ver
Dibujaré las almendras de tus ojos, bella ABla
Mas si me hallo ante ti
Solo acusaré tus piernas.
- En lo que tú lees te pongo
“Me gustan tus comparaciones
Y giros personales!”
Rozando ya con la `punta
Más formal
Las trémulas alusiones...
-Tu largo pelo castaño
De menos de veinte años. -
- Por no ser el hipnepta de tu pelo,
Me empeño en soñar tu caño.
-Y prefiero enlodarme en la sorna
Del oculto viejo verde
De la perrera
de abajo
A...
TRAS
EL RECORTE Y LA CRISIS, LA RECUPERACIÓN Y
EL REBOTE
Crónica
Hasta
el otoño de 2016 no surgieron los primeros “brotes verdes” tras una
economía de deuda –o de guerra- que ya duraba demasiado. Entonces el PIB creció
muy por encima del 3% que el Ministro de Economía Erre que Erre se había
marcado como objetivo ideal para finales de año. Pronto repuntaron la
Construcción y el Turismo. Rebrotaron, se redoblaron las inversiones en el
sector del Juego y las Prostituciones.
Pronto volvieron para la mayoría social las vacaciones en Punta Cana o
Riviera Maya; los Hummers y los Ferraris para los chicos; la casita en la playa
y los chalets de 50 millones para los papis. Volvía el empleo y la opulencia a
la España de la Crisis. Pero la mal llamada crisis no había hecho más que
empezar...
Paro
Cero. Inmigración Cero. Terrorismo Cero. Crecimiento Cero. Tolerancia Cero con
la violencia de género. El grado de libertades y posibilidades de desarrollo
humano que ofrece el actual sistema conservador- revolucionario (scr) de España
en 2112 apenas conoce parangón en la Historia. Jamás ha disfrutado el pueblo de
mayor democracia o bienestar social. Ni en los fabulosos 60 ni en la Roma de
Antonino Pío.
“Todo
el poder para los mercados”. “Para el emprendedor empresario: ¡Modalidad manos
libres!” “Hay que charlar menos y trabajar más”, decía la ministra
Portela -. “Comparado el tiempo que un español le dedica a charlar y a tener
interacciones sociales con el que le dedica un trabajador alemán, nuestros
centros de trabajo son un chafardeo”.
Fue
precisamente la super-ministra Portela la- pionera del reportaje en directo de
16 horas al día con una pausa de 8 horas de privacidad: no se podían obtener
imágenes de ella en ese lapso, pero ella solía mandar twitters y
mensajes a la audiencia. “Esta es mi alternativa a los scracthes”.
Lo
primero que hizo la super-ministra fue hacerse una soberbia paja de 27 minutos
y medio filmada por su marido, con asistencia de sus hijos, primos y amigos.
Previamente Portela se informó de las consecuencias legales de hacerse filmar
desnuda y masturbándose a mano batiente en la web. Y supo que no tenía ninguna.
Así que eso parece que aumentó su alegría. La ciudadanía online alcanzó
el deliquio. Fue una liberación para todos.
Tuvo más visitas que habitantes tiene nuestro país. Porque algunos veían
el video docenas de veces y muchos no eran españoles. Hasta los eremitas de los iglúes de Groenlandia
conocían a Portela, a Shakira y a Beyoncé; en cambio, jamás habían oído el
nombre de Cristo, Buddha o Krishna. Portela con su video “Htttp.youtube.org:
Me hurgo por el elector delante de mi familia”, había conseguido ser más
famosa que Jesucristo.
Pronto
los gestores públicos ganaron menos que los ciudadanos medios. El caso más
patético fue el de Tomás Gómez que vivía en un tonel y acudía a la Asamblea de
Madrid nada más abrían, para entrar en calor cuanto antes. Una señora turista
que visitaba la Asamblea le regaló una vez una mandarina, detalle que fue
captado por las cámaras.
La
democracia telemática agotó el ansia participativa de los ciudadanos, hartos de
que Portela les remitiera enormes cantidades de documentos recabando su opinión
vía internet: “¿No quiere volver a recibir estos mensajes? Clickee que de
ahora en adelante delega sus funciones políticas en esta representante para que
decida por Vd.”
Un
simple chatarrero de ciudad vivía mejor y cobraba más que un político. Se podía
ver al representante público trabajando día y noche como un negro siempre bajo
el punto de vista de la cámara de TV. Mientras el obrero se tomaba su cervecita
y pensaba “yo desde luego no he trabajado nunca 16 horas como ellos”, y
pensaba: “y todo por el ridículo salario anual de 80.000 euros, poco más de
6000 al mes...” Y votaba vía internet por triplicarles el sueldo, una inicativa
legislativa popular que firmaron más de 200 000 personas pero que fue rechazada
por unanimidad en la Cámara. “No somos esclavos de las ILP ni de las
encuestas ni de la web. Ni del dinero, por supuesto; yo ya tengo más del que
puedo desear y créame, da igual”, sentenciaba Portela mientras no cesaba de
incrementar su patrimonio por negocios al margen de su carrera política.
- Hay
que producir más y gastar menos –insistía la hiper-mediática Portela con un
escote que casi dejaba al desnudo las copas de sus senos-. Si comparamos los gastos mensuales de un
adolescente español, el total equivale a los que realiza una familia de
Madagascar a lo largo de un año.
Todo el mundo trabajaba más y cobraba menos, madrugaba más y
se divertía menos, se concentraba más y chafardeaba menos, producía más y
consumía menos.
En vista de los buenos resultados económicos de España, un
Vladimir Putin aún radiante a sus 90 (debido al consumo sistemático de
sirtuina, la hormona de la longevidad) le habría hecho una broma soez a nuestro
Presidente del Gobierno y luego besado en la boca durante un tiempo bastante
largo a la super-ministra, la que se atrevió a publicar su onanismo en
internet. “Constumbre rrusa”, se justificó la Oficina de Prensa del
Kremlim. Pero eso no impidió que se cursara una orden fulminante contra la
entrada de más ciudadanos de la Federación en nuestro país y sobre cancelación
de proyectos empresariales en las antiguas repúblicas soviéticas. Se rumoreó que Putin había llegado a morderle
los labios.
Babeaba por nuestro crédito y nuestros bonos no solo la gran
Rusia: se orinaba de ansiedad la China de la paciencia mítica. Quedaban
reducidos a la adoración los hindúes. Perdían la razón los alemanes
aflamencados. Se abría de piernas la dulce Francia provocándonos desde Hendaya.
Bailaban a nuestro son los brasileños. Y Australia, Canadá y Japón se peleaban
en el Pacífico por firmar acuerdos. -Marruecos ofendidísimo e insumiso como
siempre apretaba el culo con dignidad.
Después de veinte años de continuas confirmaciones en el
cargo, la super-ministra Portela ya no era la misma. Había aprendido a cortarle
en seco sus avances al Cavaliere (radiante como si tuviera 50 años menos
de repente; se había implantado los
testículos de un mandril y un tabique nasal de titanio como Frank Sinatra) en las reuniones del G20.
El Cavaliere solía transgredir la distancia íntima de 50 cms. para
escupirle en los labios la salivilla de sus súplicas, para que les perdonáramos
la deuda y no les dejáramos caer del euro.
-
- ¿Qué queréis que os
diga dese cerdo hijo de puta? –Abordaba Portela al enjambre de reporteros-.
Muchos partidos de fútbol nos han enseñado cómo hay que jugarle a Italia. Hay
que comprar menos pizzas y preparar más paella.
Su blog era el más
visitado. En Facebook tenía 5.638.457 amigos a los que respondía personalmente
a diario mediante un programa de respuestas personalizadas que nadie había
conseguido desencriptar. Su retransmisión “16 horas en la Vida de una Ministra”
era ya mundialmente famosa.
Era famosa, era rica, era de derechas, era guapa, tenía status
(ya antes de entrar al Gobierno), era alta, era eficaz, era trabajadora, era
ingeniosa, era elocuente, era graciosa, era femenina, era innegablemente
inteligente, estaba muy bien constituida en todas las partes de su cuerpo,
pero, sobre todo, era elegante.
La politesse costazurina de Elena Salgado, el
erotismo extremo de la cintura de Espe Aguirre, los ojos de caramelo de María
Dolores de Cospedal, la Andalucía trágica en el rostro de Rosa Aguilar, los
labios más que besables de Leyre Pajín, la barbilla retadora pero sensual de
Elena Valenciano, las preciosas rodillas afrodisíacas de Ana Botella, la
estatura de Christine Lagarde, el erotismo Charlot a lo Merkel,la naricita
respingona de Soraya, todo retrocedió y se deshizo ante la elegancia
apabullante de la Señora Portela.
Así el pueblo empezó, sin darse cuenta, a amar a sus
gobernantes. Pues admitían que el auto-gobierno, la Anarquía, era un sueño.
Y como la popularidad se parece al amor, nada más amoroso
que un partido popular: capitalismo popular a lo Thatcher: El joven neo-con
nacido tal vez en la Cocina del Infierno de un poblado, vecino de un suburbio,
el joven de derechas, ¿qué es sino un soñador con su polito anudado por
delante, alguien que otea horizontes de azur norteamericano? Pequeño Nicolás
procedente de clase baja que no ha perdido el alma de Nicolás el Travieso.
Microjobs de Steve Jobs y microjobs y microsofts y microwords... Falsos brillantes por todas partes en aquellas
generaciones ridículas de solteritos liberales y casadas neo-liberadas que
transgredían las normas pero dentro de un orden (podían follar con otros aparte
de sus maridos, pero solo de vez en cuando y en ciertas circunstancias).
La esencia del pensamiento conservador es, no el afán de mantener el orden,
sino el afán de traicionarlo todo a cambio de “orden”. Apostaban ahora por la
excelencia, por la calidad, en suma, por la aristocracia.
- Pero muchos soñaron con estudiar las delicias del Khorán
y en cambio acabaron sirviendo
hamburguesas desde una sucia furgoneta del Bronx.
No todo el mundo podía ser triunfadora o triunfador, como
explicó la Señora Portela (no sin triunfalismo) en el curso de una aturullada
entrevista donde ejercía como jurado a la vez que participante,
finaciadora y organizadora en un
campeonato de felaciones:
-
Para que haya vencedores
en este tipo de competiciones, tan respetables como cualesquiera otras, tiene
que haber vencidos. Los vencidos con los años derivan hacia la casi extinta
izquierda o a la acracia, todavía pujante en nuestros tiempos (movimientos
anti-sistema). Si se fija Vd. un poco, los vencedores, los satisfechos siempre
son de derechas: Franco, Fraga, Gil-Robles, Aznar o nuestro actual
Presidente... Fueron estudiantes destacados en sus respectivas carreras
profesionales. Puedo asegurarle que los empollones y ganadores de oposiciones
son generalmente de derechas. 87.55 % de los chicos torpes y malos, por el
contrario, se vuelven socialistas a ver si pescan algo con el rollo de la re-
distribución y la equidad o igualdad de oportunidades. Los buenos, los azules,
por lo general son de derechas; los rojos, de izquierdas. Fíjese Vd. , bien señorita. Y no quiero
hablar más porque... dada la naturaleza de este concurso, también se demuestra
que... la tienen más pequeña.
Tras los locos 90 del siglo XXI y los brotes de radicalismo
casi psicóticos de Portela, vinieron los Recortes de los Recortes, el Ajuste de
la Carta de Ajuste, la Redistribución del Coste, el Adegalzamiento del
Adelgazamiento, la Contracción de Esfínteres Cronificándose. –Algunos senadores
por no gastar, se alimentaban de caramelos y de vasos de agua. El
super-ministro de Economía por ahorrar, les robaba bolígrafos a los periodistas.
Eliminaba instituciones públicas como quien elimina broza para abrir una
carretera: “La riqueza de las naciones es hoy la riqueza de las transnacionales
o multinacionales. Todo el poder para las macro-empresas. Todo el poder para
los supermercados”.
Portela podía empinar el ángulo de las cámaras y hacer soñar
a sus incondicionales con un platónico enamoramiento de una ninfómana
dominátrix. Pero en la intimidad, el que llevaba los pantalones y ponía las
barbas encima de la mesa, era Mariano. Mucho se han comentado las humillaciones
que la bella y siempre joven Portela, habría tenido que sufrir en el silencio
mediático, esa materia obscura donde no llega Twitter ni el bloggero de
Samarkanda. La humillaba a veces en private pero solo para que ella
siguiera prevaleciendo en la escena pública, en sus comparecencias de los
viernes.
-
Yo es que me río poco,
pero trabajo mucho –comentaba tras tres meses de silencio el super-eficaz
ministro de Economía y Hacienda R que R. -Los datos del IBEX 35 hablan por mí.
-El pueblo empezaba a divertirse con su humor negro. No se le vio reír nunca ni
dar muestra alguna de haber sido feliz. Cuando crecimos en 2109 por encima del
5% poniendo de rodillas a la producción alemana y con el culo en pompa a
Francia, se le vio levantar una ceja.
Se inició así la lenta y
dolorosa recuperación. Francia, Rusia y Reino Unido empezaron a acercar
posturas para hacerle una pinza a España como otras veces. Planeaban
electrocutarnos desde Dunquerque.
-
Y a partir de ahora la
Universidad te la vas a costear tú solito. 20.000 euros la licenciatura y
subiendo. Eso es lo que hay. Sí o sí. ¿Qué me dices? Sin un seguro privado,
te morirás desangrado. A mi hija a la privada para que sea educada.
Le había cogido el gusto a la articulación irreflexiva de
eslóganes, le gustaba hasta la breve palabra “eslógan”.
-Hay que hacer más y pensar menos –pronosticó en otro
concurso de “enculadas” donde participaba como beneficiaria- . Comparado el
tiempo que un español dedica a pensarse lo que va a hacer con el que dedica a
lo mismo un estadounidense, nuestras empresas son un rebaño de indecisos. Una
panda de hombres blandos sin sangre en las venas que apunta cosas en
libretitas.
Este giro imprevisto hacia la violencia sexual en sus
relaciones con la prensa ya no se apaciguaría en los años siguientes. La que
había sido reina del glamour y a la vez “Helena del pueblo”, la que
alteraba con su erotismo el ángulo de todas las cámaras durante la Crisis,
ahora en el Rebote –o en su vejez- se volvía agria y faltaba el respeto por
sistema a todos los medios acreditados excepción hecha de los de cadenas y
periódicos del Paraguay, país por el que sentía una preferencia inexplicable.
-
Hay que sentir más y pensar menos – y ya no sonreía: - Hemos salido de la puta
crisis y yo me siento vacía, vacía, vacía... –Y se echó a llorar en medio
de la rueda de prensa o habitual comparecencia de los viernes. Nunca había
ocurrido algo así en 50 años.
Había envejecido de alguna manera detrás de sus pechos de
turgente silicona, de tacto muy semejante al de la verdadera carne. Detrás de
sus sirtuinas y de sus bótox tendría unos 140 años. Y no solo estaba buena sino
todavía super-requete-buena.
-
Standard & Poor´s,
Moody y las demás van a tener que replantearse una nota por encima de la AAA,
porque les hemos roto la barrera.
“Porque les hemos roto los dientes”, era lo que el adicto de
la web entendía. Que el ministro les había partido la boca a Standard &
Poor´s, a Demoscopia y a los Gemelos Mágicos de la guerrilla filipina. Aquel
hombre no le tenía miedo a nada.
-
Fíjese en lo que le digo:
Ahora mismo España puede vivir de las rentas (es decir, de la deuda contraída
por otros países) durante medio siglo o más. Realmente no percibo la necesidad
que tendríamos de producir más. Hay que hacer menos y ser más.
-
-
¿Le importaría concretar
a qué se refiere? ¿Es que piensa aumentar los subsidios de desempleo?
-
Naturalmente. Nuestra
meta es que todo el mundo gane más estando en el paro que trabajando. Es
mentira eso de que el trabajo dignifica al hombre. Lo que le dignifica es
mantenerse lejos de él. Cuando trabajas, eres una mercancía y te pagan por lo
que produces. Cuando no trabajas eres tú mismo y la Seguridad Social te paga
por lo que eres, te paga por ser, el único derecho realmente universal.
Anterior, posterior y superior al derecho a la vida.
En poco tiempo la mayoría social abrazó la carrera con la que
llevaba soñando siglos: todos se convirtieron en rentistas. Los españoles
apenas trabajaban. No les preocupaba más que el golf, el tenis y las noticias
de regatas. Alejados cada vez más de los centros laborales, ociosos y
millonarios, los españoles empezaron a tener dignidad, a ser elegantes.
España estaba ya no solo a la cabeza de la UE sino
“destacada y por delante”. Y ahora que hasta los ariscos chinos nos hacían unas
reverencias de un servilismo meta-nacional, nos interesaba medirnos con cada
uno en su propio terreno. Con los americanos subiendo nuestras insignificantes
tasas de asesinato y de cópulas anuales. Con los ingleses, siendo todavía más cool
que ellos: la juventud española pronto se volvió más flemática y con mayor
indiferencia moral que la Naranja Mecánica de Londres. A los franceses
queríamos vencerles por el lado de la infidelidad conyugal y la destrucción
total del patriarcado. Pero la principal implicación de la astuta Portela fue
la moda. Pues vio que si superaba en el vestido garconnière a Lagarde o
dejaba en ridículo en el Elíseo a la huesuda Carla Bruni, el resto de los
asuntos quedarían ventilados.
Un espectacular picado captado por un reportero del Paraguay
comparaba en un primer plano el culo en tergal azul celeste de Angela Merkel y
el culo de nuestra ministra. En un argumentario simplón, casi simiesco, media
Europa se decantó por la Portela. Era una voluntad masculina general basada en
las brutalidades del instinto más que en la luz de la razón. Los griegos la
apodaron Aphrodíta Kalipígia (Bella de Nalgas) aunque esto les acarreó
una subida del 5% de los intereses de su deuda con España. - Ingenieros
alemanes de primera línea, especialistas de la aerodinámica, reconocían que
Portela estaba muchísimo más buena que Merkel. - Pero cuando derrotó en la
batalla del glamour y la elegancia a la nariguda directora del FMI, el
resto fue coser y cantar. La melena
flameante de la super-ministra española convirtió a Lagarde en una anciana Cenicienta. Después de aquello
nos lo concedieron todo.
Los españoles eran ricos y felices. Eran famosos. Los niños
llevaban al colegio canapés de caviar y neverillas con docenas de ostras. Sus
padres veraneaban en Goa, Florianópolis o Melanesia. Los abuelos languidecían
en fastuosas residencias para ancianos de la Seguridad Social. Algunos se
jubilaban prematuramente, enfermos crónicos con una salud de hierro desde los
19 años a los 103: “Es increíble”, reflexionaba uno, “que llevo cerca de 84
años jubilado”. Y no era posible saber si lo decía con pena o con orgullo. O
tal vez con una mezcla de ambos.
Los escolares iban a clase en alfombras voladoras totalmente
silenciosas, tripuladas por sus pensamientos-móviles. Y aprendían mediante
hipnosis, megabrains, enseñanza durante el sueño e inyecciones de serotonina.
- La vieja escuela fue barrida por la tecnología de la información que sometía
al estudiante no ya a exámenes sino a intervenciones quirúrgicas sobre el
lóbulo frontal. En pocos días un cerebro sano podía procesar el contenido de 4
carreras universitarias. Lo malo es que el sujeto sometido a estas avalanchas
de “enseñanza química”, al principio no se acordaba de nada ni sabía nada. En 3
días podía haber absorbido el estado actual de todos los conocimientos en el
campo de la Aritmética, la Geometría y la Gramática; en 4 la Retórica, la Astronomía, la Música, y la
Dialéctica. Es normal que se quedase bloqueado, atónito.
España empezó a bajar sus tasas de prostitución al tiempo
que subieron las de coitos por habitante, las de nudismo, infidelidad y
adulterio. Fue el Despendole (la época que siguió al Rebrote): De las 90
cópulas anuales pasamos a liderar el ránkin de orgasmos mundial con 360 en
2109. No nos ganaban ni las lascivas groenlandesas ni los trisexuales del Yemen ni las cocottes
del Tiempo de las Violetas. Si nacías en España tenías asegurada
estadísticamente una cópula por día con cinco jornadas de “descanso” al año (o
tal vez puede que acumularas tus 360 en 120 fechas con tres desempeños
sistemáticos en esos días; todo es cuestión de organizarse y de planificar la
productividad, el beneficio y tu rendimiento para que te sobre tiempo; la única
alternativa al Dinero es Eros).
-
Hay que hacer más el Amor y follar menos – dijo entonces Portela que desde que podía salir
a cualquier hora en la pantalla de cualquiera haciéndose una larga paja delante
de su marido, familiares y amigos, había liberado al lenguaje y a la nación al
liberarse a sí misma.
En la Navidad del 2107 se permitió filmar un anuncio de un
conocido champán catalán: Aparecía desnuda tras las portezuelas translúcidas de
una ducha. Nuevamente la “Helena del glam” era la “Helena del Pueblo”. A veces
convocaba a los periodistas solo para contarles chistes y “hacer unas risas”.
Eso indicaba la estabilidad de la economía, la absoluta falta de problemas
políticos. -Como cuando Franco en los 60 se pasaba tres semanas cazando y
olvidado del mundo, seguro de que España funcionaba por sí sola.- Si en esas
comparecencias de los viernes, alguien desentonaba formulando una pregunta seria,
la super-ministra se levantaba riéndose y se marchaba sin dejar de soltar
carcajadas. “Me río..., me río,... porque me entra la risa”.
-
Más sexo y menos seso – sentenció a las puertas del Tribunal
Constitucional donde había ido a apoyar a la ONG “Ninfómanas e Incestuosas. Por
los Derechos de los Monstruos”.
- Yo no hago apología de la violencia pero si a ti “te
pone” romperle el tabique nasal a tu padre, rómpeselo; eso es mejor que
quedarte con las ganas, toda la vida parado, hecho un pichafría. Y no hago
apología de las drogas pero si meterte una raya te va a entonar, métetela. Los
raros, los que llamas perversos, también tienen derechos. Aunque te joda. Lo
esencial es que estés caliente, vivo; no que seas bueno ni un ciudadano-modelo.
¡Quiero una juventud vibrante de violencia! Quiero a mi lado hombres hombres,
hombres de verdad, hombres viriles. ¡Qué cojones! Y no petimetres amariconados
con gafitas que apuntan cosas en sus libretas. Comparados con los mejicanos,
los colombianos o los argentinos parece que los españoles tengáis horchata en
las venas.
Estas invectivas reafirmaban un sexismo racista sin
complejos en sintonía con la Escuela de Palo Alto (partidaria de un belicismo
extremo). Pero sus transgresiones no habían hecho más que empezar:
-
A mí los Derechos Humanos y la Ilustración, me
tocan las tetas. La verdad. Y las mías, créanmelo, no están obsoletas.
Había llegado a un exceso
de intimidad con su público –que desembocaba 16 horas al día sobre ella como
una avalancha de amor que desbordaba por varias fuentes: la TV, la radio, facebook,
twitter y la ouija de internet. Había llegado a ese exceso de
éxito que da en reñir a su propio público. Dylan y Silvio Rodríguez (ejemplos
de famosos y amados artistas del siglo anterior) lo hicieron con su auditorio,
poniendo a prueba su verdadero amor insultando y regañando al público, que
escuchaba callado y humilde; hasta eso se le acepta al ídolo, dios colérico.
Así la escucharon y la soportaron una vez más los reporteros. Entonces la
Portela llegó al extremo de golpear a uno de ellos en los testículos siendo
inmediatamente protegida por sus guardias de seguridad. No paró de reírse todo
lo que duró la reyerta retransmitida en directo con cotas de audiencia. Al
final se pudo ver al periodista pidiendo perdón a la ministra –no se entendía
bien por qué- y ella le perdonó y le ayudó a caminar unos pasos puesto que aún
cojeaba con las gónadas revueltas.
- Un poco de violencia no siempre es mala.- Comentaba
en medio de una manifestación a favor de la “Legalización Exclusiva del
Crack”.- Yo me pongo violenta porque me importa. Y si nada te pone violento es
que nada te importa. Un rodillazo en los huevos, les dejará como nuevos.
El cuestionamiento de los sagrados Derechos Humanos la había
llevado con los años al cuestionamiento de la misma caridad:
-
¿Quién te ha dicho que tienes derecho por ser
humano? Tal vez ni siquiera eres
humano. Pero ¿por qué vas a tener derecho por ser?, ¿y a qué tienes
derecho por tan poca cosa? ...Yo, qué quieren que les diga, creo que los
derechos hay que ganárselos. Pero, cuidado, ser cojo, sordo, ciego, “retra”
o falto, no te da más derecho. Se lo digo, con franqueza: nunca me han gustado
los paralíticos. ¿Por qué se supone que tienen que gustarme? ¿Por qué he de ser
buena y solidaria con ellos?
En declaraciones a micrófono abierto manifestó su desprecio
por las “putas y maricones de la sub-cultura de la Izquierda”.
-
Y a partir de ahora –remachaba- si quieres hacer una peli, ¡te la
financias tú solito y luego te la cobras en taquilla!
-
Y ahora si un hijo te sale tonto, le buscas tú
tres profesores terapeutas que te lo cuiden.
-
Lo mismo que cualquier moro o negrata o psicópata
eslavo no va a tener los mismos derechos que un ciudadano normal, un verdadero
español. Si yo piso Nueva York no por eso adquiero de inmediato los derechos
que garantiza la Constitución de los Estados Unidos. Un gran país, por cierto.
No, hombre no: un extranjero siempre es un extranjero, un emigrante, un
desarraigado, un caso digno de misericordia. Pero se le devuelve su dignidad
cuando se le repatría. Fuera con la patulea de parásitos denigrantes.
-
Yo lo único que digo –comentó como de pasada en unas “Jornadas para
la Reivindicación de la Pederastia o Amor Joven”- es que, si de repente
se marchasen los 5 millones de marroquíes, rumanos, eslavos, ingleses,
alemanes, chinos, argentinos, andinos, subsaharianos y demás morralla, la
economía española no iba a sentir ni frío ni calor. ¿Qué echarías de menos, el
sucio supermercado chino alegal de la esquina o al pequeño narcotraficante del
Tetuán integrista?
Sus continuos ataques a las minorías étnicas, a los
discapacitados, al pacifismo, a los Derechos Humanos y a la democracia –es
decir, a los valores sagrados del siglo anterior (el XX)- no quedaban
compensados por gestos políticos como su participación en actos de aclamación a
un famoso serial killer a su salida de la cárcel.
-
El que Vd., acaba de llamar “asesino en serie” no
es más que un ser humano como cualquier otro y le advierto que tiene un club de
fans bastante numeroso. Así que haga el favor de no abusar de esa etiqueta. La
tolerancia con los que son diferentes
implica la adoración de los monstruos.
Portela había dejado de rimar, pero, por un extraño
desempeño, la sintaxis de sus frases finales siempre acusaba una cualidad
memorable. Los periodistas –más que humillados- eran avisados por telepatía de
cuándo la super-ministra les estaba suministrando un titular entre cuatro o cinco
posibles. Aquella mujer casi bicentenaria pero aún de muy buen ver (gracias a
las dosis de “células-madre regeneradoras de tejidos especializados”) y
sexualmente activa, seguía erizando a los camera-men. Pero parecía haber
perdido el corazón y la razón. Tal vez eran las cosas que pasaban cuando se
aplicaba la ingeniería celular a organismos, como los humanos, programados para
vivir como máximo un siglo. En vez de progresar hacia la sabiduría y la calma,
se volvían más y más locos con el paso de los años.
-
¿Por qué tengo que ser
buena? A ver, dadme una sola razón, y saldré a rezar por vosotros. ¿Por qué
tengo que ser buena más allá de la obligación legal de no cometer delitos ni
crímenes (o que al menos estos no sean descubiertos)?. ¿Por qué tengo que decir
la verdad, por ejemplo? – Reflexionaba en un vídeo de Luciferistas.com
que había sido prohibido porque, según los rumores, los satanistas de Esalen
habían perpetrado, filmado y publicado atrocidades que la pluma se resiste a relatar.
- ¿Se han planteado que a lo mejor llevo dos siglos engañándoles a todos
Vds., raza de escuchadores pasivos con la cara enterrada en aparatitos y
libretas? Pues claro que lo sabéis, aunque no digáis ni pío. Yo no les pido el
voto a los españoles. Ellos me lo dan online porque quieren y porque les
apetece. Y si me votan cada 10 horas y todos los resultados de las encuestas
jamás descienden de los picos de mayor popularidad, ¿por qué me habría de
importar ser buena? ¿Me lo queréis decir, mequetrefes, chupabolis, chancleta?
¿Es que iba con la cartera del Ministerio? Por favor... Es infantil y estúpido
como vosotros mismos. Yo sé que no me votáis para que proteja y fomente
vuestros intereses sino para que los destruya en todos los sentidos posibles y
a la mayor brevedad- añadió volviéndose hacia otra cámara en un plano frontal
perfecto de su hermoso rostro de morena mientras sonaba la sintonía del PP
tocada por una orquesta de violonchelos- . Eso sí que os lo puedo prometer y
prometo.
Aquella misma noche Demoscopia informó de que el amor del
público y la adhesión a las líneas maestras de la política social de Portela -todo
para ella- habían rebotado, rebrotado, repuntado, rebasado y las líneas
rojas. La masa ciberespacial, las ondinas vibratorias, las sílfides del
silicio, y en general todos los medios interpuestos, mensajes y técnicas de las
que el hombre dispone para comunicarse –o para huír de la realidad- vibraron de deseo por la Portela décimas de
segundo después de su primera declaración en el añejo blog censurado de los
luciferistas.
La campaña “Y si yo quiero ser mala, ¡qué pasa!”
con esa única rotulación como mensaje y el sello del Ministerio de la
Presidencia del Estado Español, desató el entusiasmo. Pero la siguiente
comparecencia de los viernes de Helena Portela ante los medios no fue una nueva
incitación al odio inter-naciones ni a
la guerra civil (“Pues, mire Vd., más de algún episodio de aquel periodo no me
importaría que se repitiera. Como comedia no, como tragedia...”) ni tampoco una
sarta de macabros chistes coreados por las risas casi estremecidas de espanto
de los reporteros que no sabían cuándo ni con quién la tomaría ese viernes
apacible la intratable super-ministra. No hubo apenas chistes aquel día sino un
furor continuado y desde el principio contra un viejo analista político nacido
aún en el siglo XX, y que murió a los pocos días.
- Pero cómo me puedes preguntar otra vez por la Prima,
tío- le contestó con grosería al decano de los periodistas españoles sin
dejarle terminar-. A mí, la Prima me toca las tetas, ¿no te has enterado
todavía merluzo? Es un invento de Bruselas. -(Risas de los primeros
periodistas que empiezan a traicionar a su compañero). - Me toca los ovarios
tu puta pregunta pedante por la Deuda, la Economía y la Hacienda y toda tu
fétida jerga, esqueleto..., que eres un migoso esqueleto parlanchín. Me vas a
hacer vomitar. No tienes ni idea de cómo puedo ser si me pones de mala leche. ¡Y te voy a decir una cosa, idiota, para que
no te vayas de vacío! Sí. Y es que la Poesía me interesa mil veces más que la
Economía. Y que hoy no voy a aceptar más que preguntas sobre la actualidad y la
evolución de la poesía mundial. No hace falta que de momento entendáis por qué.
Lo que es* tú no lo entenderás nunca. Ojalá te mueras.
Esto desconcertó de momento a los hombres de la prensa.
Después de doscientos años padeciendo humillaciones y amenazas cada siete días,
tenían muy mal aspecto. Parecían seres destinados a las cámaras de gas y
conscientes de ello.
- Es una verdadera vergüenza que os preocupéis, y te lo
digo también a ti, avinagrado gilipollas, por la Deuda y el woogy-woogy y todo
eso, en cambio no sabéis ni quién es Yehuda Amijay ni Adam Zagajevski. Ni
Laurent Binet. Ni siquiera Desnos... Todavía no lo sabíais, cenutrios, pero la
Poesía es 100.000 años más antigua que la Prima y todo eso. La Poesía es la
política del futuro.
A la siguiente rueda de prensa los mass media
acudieron mucho mejor preparados: Se habían leído toda la poesía polaca de los
siglos XIX y XX, la de Francia hasta Raimbaut, así como la literatura judía
desde los Salmos. Pero Helena les cambió el paso:
-
La Poesía es una gilipollez y vivir en la Poesía y
para la Poesía ha sido una gilipollez. Por supuesto que la Economía es más
importante que la Poesía. ¿Lo dudásteis alguna vez? Hay que ser tonto... ¿Qué
es más importante, leer un libro de Zbigniev Herbert o poder comer? Ya os he
dicho muchas veces que os engaño, que hago con vosotros lo que me da la gana. Y
ahora este viernes os digo que el rumbo del mundo no lo dirige la Poesía sino el Pensamiento. Al principio os va a
costar pero tenéis tiempo para pensarlo...
Empezaba a tratar a los profesionales de los periódicos, de
la radio y de la prensa, como a discípulos de una secta esotérica; a los
posibles votantes en cambio les seguía tratando como siempre: como a unos “despreciables
hijos de puta que me adoran”. Ya casi se habían olvidado de don Mariano: El
anciano y bondadoso presidente había fallecido en la Navidad de 2019 en un
accidente “técnico” durante el concurso mundial de fumadas de puros (3 gramos
de tabaco, una pipa y tres cerillas). El siniestro y taciturno plenipotenciario
de economía R que R asumió la Presidencia del Gobierno sin abandonar su
secretaría que englobaba la de Hacienda y otras 7 antiguas carteras
ministeriales más. “Así ahorramos: menos cargos, menos gastos. Yo no tengo
el menor interés en continuar en los míos si la otra y única responsable del
gabinete de gobierno quisiere asumirlos
todos”. La ciudadanía online quedó totalmente conmovida por este
testimonio de R que R en Gran Hermano 140; nunca le habían visto hablar
tanto; pero lo que dijo a continuación les heló la sangre. “ Y creo que ella
tiene toda la razón cuando insinúa que
abandonemos las cuestiones político-económico-financieras (que funcionan por sí
solas) y nos entreguemos a la especulación filosófica y al cultivo de pequeños
objetos simbólicos como los poemas”.
Todo el mundo pudo darse cuenta viendo el programa de
Mercedes Milá (que sobrevivía juvenil
con más de 187 años gracias a la medicina ayurvédica y a los inyectables
de estrógenos), que R que R en realidad estaba enamorado de Helena Portela
desde siempre y que por eso espaciaba sus declaraciones tanto. Ahora que Rajoy
, -nuestro Presi el de la barba florida, ni grueso ni delgado, alto más que
Júpiter, montura de pestaña de oro y sin embargo modesto, de espaldas más
anchas que Atlas, terno de azur infrangible que no podía ser el mismo del siglo
XXI pero parecía idéntico-, ahora que el simpático socarrón gallego no estaba,
R que R podía levantar el secreto de su larga devoción a Helena. Pero ella reaccionó publicando otra bomba
mediática: su segunda masturbación transmitida esta vez en directo por internet
en un amplio programa de miscelánea donde aparecían varios primeros ministros,
científicos, artistas, músicos y sobre todo bailarines mientras la Portela se
acariciaba en un plató los pechos y el cuerpo entero en un largo striptease
que duró más de dos horas y media y que filmado por profesionales tanto como
por amigos y familiares se tiene por el mejor
amateur de la historia del porno. Luego ha habido muchas malas
imitaciones de su follada final al cristal de la cámara.
Al poco murió Erre que Erre rehusando los cuidados
paliativos y la posibilidad de regenerarse por tercera vez los pulmones con
células embrionarias. La población mundial fumaba muchísimo más desde que
podías limpiarte con células-madre los órganos internos. Portela confesaba, en
una entrevista a Private que luego también publicó la Revista Oficial
de la Asociación Nacional del Rifle,
que no le gustaba “comer más que porquerías: chistorra frita, chocolate
en todas sus variedades, en fin, grasas y azúcares, no quiero ser más explícita
sobre el tipo de cosas que me gusta comerme”.- Al entrevistador se le
ponía la carne de gallina mientras distendida, en un albornoz blanco, recién
salida de las duchas con jacuzzi del Hotel Ritz, Helena le sonreía comiéndoselo
con los ojos. “Total”, añadía picoteando un trozo de apio, “luego me implanto
en el estómago el Germinal ese y ... como nueva. Así que ahora como toda la
mierda que se me antoja y a la hora que me da la gana y no engordo y además
estoy segura de no ir a morirme tan pronto. Tengo ya descendientes de los que
nuestro idioma aún no ha acuñado la categoría: ¿cómo se dice ‘la tataranieta de
mi bisnieta’?”
– Y de pronto tras
haberse rozado un pecho con el dedo meñique, pareció enloquecer y mirando a la
grabadora habló a su público como posesa:
- “Pero vosotros, piltrafas, nuncios
emisarios, no sabéis ni lo que es tener una bisnieta... He ahí una cuestión que
planteo a los filólogos y los lingüistas. Ellos son, así lo creo, los únicos
que nos pueden salvar de este fatal declive que ya dura tres centurias.
-A mí, que
soy tan mayor, me parece que dura desde siempre-. Y les pido por su propio bien
que todo lo que he dicho hasta ahora consideren no han sido más que sofisterías
y engaños y lo que continuaré declarándoles a mis electores muy posiblemente
sea más de lo mismo. Aunque creo que, como dijo alguien, es necesario adornar con un poco de verdad un
buen embuste.
- Así que
vosotros sabréis”
. Hizo una pausa para
pintarse las uñas de los pies abriéndose de piernas ante el objetivo de modo
que aquel su pubis a pantalla completa pudo verse en todos los televisores de
helenoadictos que la seguían. Su triángulo púbico era más rotundo que El
Origen del Mundo de Courbet. Tras este plano, un Avance Informativo
interrumpió “16 horas en la Vida de una Ministra”, para notificar que el
macabro romántico de la Economía, y Presidente en funciones, acababa de
fallecer en su casa mientras contemplaba el programa de Helena, que a partir
dese momento pasaba a ocupar todo el poder en el Gobierno de la Nación.
-
“¡¿POR QUÉ TENGO QUE RESPETAR A LOS MUERTOS SI NO RESPETO A
LOS VIVOS?!”, fue su primer discurso como mandataria. Se dice que hizo orinarse
de risa sobre el féretro de R que R a Cristóbal
Montoro, el avejentado ex-ministro de Hacienda que asistía a su toma de posesión. A esto siguieron otros
pronunciamientos cada uno más extravagante que el anterior: “SI TENEMOS ARMAS,
¿POR QUÉ NO LAS UTILIZAMOS? Prospectiva del Gobierno Español sobre la
Solución Final al Problema de la Guerra mediante el incremento de las Guerras”.
(“Contra el Concepto de Asesinato Selectivo y a favor del Genocidio de Grandes
masas”). En otras publicaciones más minoritarias de las páginas de la web por
donde ya no navega casi nadie, daba rienda suelta a sus salvajadas naturales:
-
“Yo ya me voy como mis tres siglos. Algunos ya no
sabéis cuándo estáis soñando y cuándo estáis despiertos. A veces me veis en las
pantallas de vuestros celulares de grafeno y a veces me veis en el plasma tft.
Me escucháis en la soledad de vuestras noches y lleváis desde siempre conmigo.
Toda la edad moderna. Pero ahora ya es hora de que me marche. Con todo mi tesón
he intentado hacer las cosas de la peor manera posible, harta del buenismo de
principios del XXI. Hasta donde he podido, he intentado perjudicar vuestros
intereses, arrasar y envenenar vuestras tierras, ríos y mares, asesinar todas
vuestras esperanzas e ilusiones. Inculcaros la mayor cantidad posible de odio y
de envidia entre vosotros. Me faltaban órganos y días para odiaros. La empresa
de dejar este mundo un poco peor de lo que lo encontré y que mis hijos, nietos
y bisnietos lo encuentren cada vez peor y más insoportable, la he cumplido
mucho más allá de lo esperable. Yo sé perfectamente por qué os hago todo esto y
no tengo por qué explicároslo. Y ahora voy y me largo. Para muchos soy la
Diablo. Y ahora os dejo solos. Con vuestro amor babeante. Lo siento,
chiquillos, ni más emisiones ni más pajas ni más nada. Buscadme debajo de las
piedras. No estoy. Portela coge la puerta. O bien: de la Dictadura Femenina a
la Anarquía de los Huérfanos. O: La Super-Ministra nos pregunta si nos hemos
caído del guindo.
Se hizo otra paja (en directo; había fragmentos de sus
aullidos que fueron utilizados por los politonos de Nokya) y desapareció de la
web-. No se la ha vuelto a ver nunca. España no volvería a ser como en la época del Despelote. Del
Rebrote. Los Trescientos años de lenta recuperación gracias al Presi Rajoy, a
la eficacia de R que R y a la Ministra de Cultura-Educación-Turismo-Administraciones-Defensa-e-Interior,
Helena Portela.- Se marchó. No sabemos dónde ha ido, si ha existido. -Pero
siempre nos quedarán sus emisiones.
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