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         MI SEÑOR volvía, inconstante, a ensimismarse.



                   Así no terminaríamos nunca. Bien veía yo su maniobra: Ahora se proponía incluir en su catálogo a las damas soñadas, amores meramente fantaseados.



                   Renacían en mi Raptor, los ardores de las libídines de su adolescencia. Cuando se enamoraba hasta de la sobria locutora del Telediario. - La rêverie de una dominatrix que llega a ser la dictadora de un país tecno-fascista no era más que otra forma de buscar en las simas, al fondo de los laberintos de los lupanares, en los escondrijos de las cavernas donde, a la luz de las teas, se celebran los misterios de las Lupercalia en el espíritu de la Infiel.



                   Al menos estas ideaciones suyas no atropellaban la realidad, -como la Poesía-, porque eran de naturaleza endeble, muy ficticia y era evidente que no existían.



-    Yo lo de un hombre un voto..., francamente, me lo paso por la entrepierna.  La estadística y la participación online han desbancado por completo al antiguo sistema de democracia representativa, las elecciones, las urnas y las putas papeletas en sus sobres. Tú mira primero mis cotas de audiencia, y luego me dices cuándo celebramos unas elecciones. Por otro lado, no creo que todos los votos valgan lo mismo. El mío vale por lo menos diez veces más que el de todos vosotros juntos, se lo digo a mis electores. Un cenutrio que no sabe hacer la O con un canuto no puede tener el mismo derecho a decidir que yo. La democracia será vertical o no será.



         No confiaba especialmente en sus manifestaciones emocionales ni por supuesto en lo que él llamaba Amor (o amor, según sus intenciones). Ni en el agradecimiento a su padre. Ni en el duelo por el hijo nonato. El amor era una de las cosas más perversas que habían inventado los mortales, los lavadores de manos. No había provocado desde su invención más que miseria y esclavitud. –El amor me aparta de Diosa. Así de raras eran mis conclusiones, estremecidas siempre por un viento de otro tono, como la clarividencia.



         Seguíamos en la casa rodeada por la nieve. Yo no podía creer en su amor por la que llamaba su ladera y que ahora era su mujer, pues con ella vivía y con su cachorro. Pero, aunque con ellos cohabitara y a menudo les dirigiera la palabra y actuase de manera conveniente y automática, en realidad no los veía. Me veía a mí en cambio –que no soy humano. Trataba de hablar con mi alma y a ellos los ignoraba. De día vivía entre mi compañía y el recuerdo de sus novias; de noche le visitaba un tumulto de sueños. Casi siempre parecía ido. Un zombi. Además, fumaba y bebía mucho. Pasó todo un verano solitario nada más que mirando la manguera sobre el césped y los juegos de los cachorros de gatos: Lola; Negra, Botitas, la Tigre; Flaquito; Charlot y Speedy; Dorada, Copito, Pirata, Catalana, Negrita, Peter, Oliver, Arrea, Tigre...



         No hacía otra cosa más que estar desnudo en medio del campo y perderse completamente en sueños, casi sin moverse. Su mujer languidecía mientras tanto en la banca, enterrada en las tinieblas del invierno, pero acosada por los moscardones innumerables de verano, un compendio de los peores aspectos de cada estación: hasta la primavera era sucia como el algodón que soltaba el álamo blanco. A la sombra de la muerte, o medio muerta, había estado unos minutos aquel hórrido invierno cargado de presagios.  A altas horas de la noche, en el silencio compacto del gran campo, a veces la chimenea se ponía a hacer ruidos. Podían ser ruidos casuales, pero si los escuchabas largo rato, los golpes de algún hierro o cadena en el cañón de la chimenea, parece que dicen algo.... Seres de otro mundo quieren establecer un código con el trasnochador solitario, hombre que vive solo en el campo rodeado de gran espacio. -Era el 2009 y al mismo tiempo -una fuerza donde se mezclaban escenarios y personajes como en un fundido de los óleos de dos cuadros-, estábamos en el 2007, cerca del Puerto y del Centro. ¡Parecía que no íbamos a escapar de eso nunca! Estábamos atrapados en la vida nocturna del barrio de los abogados. Aquella vida de putas era una verdadera medicina, un láudano para el alma...



         Y de pronto, por un exceso de placer, me sentí transportado al 2013, comienzos de su primavera. Estamos en un lugar lleno de humo blanco, de vapor. Hace mucho calor y empiezo a transpirar; es muy agradable, un bálsamo para el alma. Entra en la sauna mucha gente: dos chicas jóvenes charlan en voz alta con tonos que agiganta la bóveda. Odio a la que más habla porque rompe el silencio. Medito para que se calle y también repito que no quiero que le pase nada malo: parece la agenda cultural local, la pobre; es una especie de máquina, toda ella dato y formulismo; me cae fatal y gracias a Dios, se va en breve. También se van el resto, salvo la chica joven que hablaba con la otra imbécil. (Cada vez me parezco más a aquél que escucho). De pronto nos hemos quedado solos en la sauna: De manera muy natural, ella enlaza la conversación con su amiga con la conversación conmigo: dice que no duerme y que le vendría bien hacer yoga. Le recomiendo andar, mientras sigo estirándome y respirando sin mirarla. Cada vez me parece más bella. Y el resto de los usuarios del SPA también parece haber desaparecido, es sábado y viene muy poca gente. Es como si estuviésemos solos en una isla en sábado, una isla donde no hay más que sol y huida de la vida. La chica me suelta varias palabras orientales: ReiKi, Feng-Shui, Gi-Kong. Yo replico diciendo solo “Vikram Yoga”. Cada vez me parezco más a mi Raptor, cada vez pienso/siento más como él, como si fuese su espectro. - Ahora mismo, la escena presente aquí y ahora es de lo más fantasmática: Esta desconocida que baila entre los vahos del baño turco un hermoso balanceo de piernas y de brazos, que me hace levantarme y admirarla, se mueve de un modo extremadamente lento, extremadamente rítmico. Sobran todas las palabras, pero ella, la desconocida, que quiere enseñarme todo esto, -los 4 puntos cardinales en las manos-, me invita a levantarme y a describir esferas con las palmas de mis manos. Puedo sentir la energía vibrando como estrellas, como chispas de éter blanco en la bruma a mechones de la sauna. Ella quiere explicarme algo. Nos hemos conocido hace un minuto, pero siento que la amo. - “Si me tocas...”, dice ella con tono científico, como si fuera una monitora mostrando el tono que ha de tener un buen músculo.



         Yo le acaricio los antebrazos al principio también de un modo casi clínico, pero quedándome más de lo necesario; sus antebrazos no rechazan mi contacto. Me veo desde sus ojos como si en la niebla de la sauna mi alma se transfundiera a su alma: Me veo rubio, joven, hermoso, debo tener unos 18 años. -Nuestra eternidad empezaba a ser de una sabiduría ridícula puesto que no envejecíamos. Mi Señor era tal como lo había siempre conocido, como lo había siempre imaginado: Cara redondita, morena y afilada de español o latino de la élite; casi 50 años, pero se cree que aparenta 35. Se parece asombrosamente a personas reales como Alain Delon o Marcos Mosquera, pero también a personajes de ficción como Castell, Rivarola, Sorel o Ramón (el de Me debes una Cena). No siento por él después de más de veinte años ni comprensión ni agradecimiento ni afecto. Pero la verdad es que ahora él no estaba allí, en los ecos y gorgoteos del gimnasio. Soy yo que estoy obsesionado con él. - Ahora estaba yo con la chica a solas. De sus antebrazos paso a acariciar sus brazos hasta los hombros. Ella se me echa encima para pegar los pechos contra mi cuerpo como si no aguantara más. Ahora entiendo por qué no puede dormir... Cada vez tomándose más confianzas, ella restriega su cara a lo largo de mi vientre y aun antes de haberme besado en la cara ya me está chupando el pene y yo me derramo en tan solo tres movimientos; me separo, le doy las gracias y me marcho. Pero no: Ella no me deja irme... Algunas ancianas quieren pasar a la sauna y ella se lo impide encajándome de espaldas contra la puerta. A veces pienso en otras cosas mientras ella sigue y sigue–Cada vez mi vida se parece más a la de mi amo. -Todo lo que experimente, quiero sentirlo en la Diosa.













EN UNA ESCUELA DE AMOR III



         Y volvió el verano tras aquel extraño fin de año romano.



         Ahora me parece que llevo años demorando este capítulo, meses atascado sin escribir una sola línea que me permita salir del invierno de 2007. Agarrado al miedo de perder el recuerdo tras haberlo soltado. Transcurre el tiempo, mi progresiva deriva hacia la muerte, y yo sigo sin cerrar mi catálogo pues en cuanto la nombre –lo haré con alguno falso o medio falso, no pondré su verdadero apelativo- su alma, el pequeño rastro de su recuerdo, se habrá evaporado por completo.



         Por eso me resisto o me rebelo como un patético personaje moderno chestertoniano, pirandellesco o nivolesco, de ésos (o habría que escribir “esos” sin tilde, insinuando que no son personales sino “personajes”) que se presentan en persona ante el autor. -Como si los modernos se hubieran vuelto tan locos que tomaran por reales a las fantasías de sus cuentos. -Ese fue el resultado de 500 años de novelas.



         Por eso divago sobre el amor, y no traiciono con ello el perfil psicológico trazado de antemano por mi autor –ese cerdo petulante- a lo largo de más de quinientas páginas: pues adoro los rodeos. Y divagar sobre el Amor es el tema más alto, el eterno objeto de todas las investigaciones presentes, pasadas y futuras. - Pero no, quizás no tiene razón el viejo Aristóteles: La búsqueda debe terminar: en algún momento el ser, la substancia se revelará. ¿Por qué va a ser eterna su búsqueda?, ¿porque lo diga Aristóteles?



         Según me acerco a mi fin, el verdadero sentido de Eros y de la Poesía se tornan lo único importante. Como él, según envejecía, prefería los mitos. Ya son muchos años frecuentándole, al Filósofo. -... Y un enorme deseo de hablar en el nombre de todos. De escribir al dictado del Espíritu. De hacer de mi vida algo grande. Como la leyenda del héroe. Una crónica. La historia de don Juan. Una vida vivida en el mundo.  El Pasatiempo de Krishna, Ladrón de Corazones. -Pero acaso ya sea demasiado tarde. - No es mi cuerpo lo que envejece sino esta acumulación de pensamientos sobre el Alma.



         Un cierto apetito por describir y hacer perdurar –ya que no inmortalizar- los detalles de la vida en aquel verano felizmente iniciado de 2007... Me despreocuparé de aquella primavera, -¡no se puede contar todo: estas memorias no van  a tener la extensión del Journal Intime de Amiel (18.000 páginas)! - Pero ¿acaso la recuerdas? El maestro Ignatius había escrito millares sobre los diagramas de la memoria y la combustión de un recuerdo. Pero ¿cuáles son las leyes del olvido? ¿O carece de ley, por tanto, es Dios mismo?



         Divagar sobre Dios es divagar sobre el más alto objeto de pensamiento. Me rebelo con el saber. Me detengo con la excusa de estudiar un poco más. Soy un drogadicto aficionado a reflexionar. A la manera de la loba que lame y relame a sus oseznos -como Virgilio la estructura, el sonido y el significado de sus versos-, quisiera escapar de la muerte mediante la bella demora. ¡Quisiera saberlo todo, haberlo leído todo, haberlo visto todo a la manera de un viejo bardo lascivo que sale en todos los cuadros, respaldar con una mente universal cada una de mis líneas urgentes, cargadas de sentido...!



         Pero divago, sueño dentro del sueño... Solo importan los avatares de Eros:

        

Era ya el mes de julio, pero aún parecía primavera, la embarazada Lucía –una participante a la que yo no conocía hasta entonces pero que me pareció aceptable desde que vi que iba a parir en breve, que tenía un marido algo parecido a Brad Pitt (Vicente) y que habían trabajado en Calcuta con la Madre Teresa-  y yo llegamos al tercer curso de la Revolución del Membrillo cuando anochecía sobre las viñas que ocupaban todo el paisaje. Ella al final se aburría porque yo me había equivocado dos o tres veces en los cruces; yo iba absorto en el ensueño sevillano de don Juan. Aquella inmensidad de viñedos bajo la Luna me hacía pensar otra vez en el Patio de las Dueñas y era como si el espíritu del mayor poeta español vibrase –con angustia- en el aire. Al final llegamos muy de noche a nuestro destino que era un antiguo seminario menor, hoy destinado a otros usos. Todo el mundo había cenado ya y un olor como a sopa de colegio ensombrecía más el ambiente del comedor. Aquella noche no pasó nada.



         O no lo recuerdo; puedo presuponer que, en mi cama de seminarista o cursillista, pensaría en Carmen, que no estaría conmigo en este SAT (Suckers after Thicks) pues se había ido al Norte a hacerlo. Pensaría que quería mantenerme fiel a Morphi por mucho que se hablara de las orgías y enamoramientos que propiciaba el SAT. Pero yo no había acudido por nada de eso, -seguiría yo cavilando-; yo había venido por aprender, por mejorar mi rendimiento en el trabajo. Eso. Y desde Roma estaba enamorado de Morphi. Seguro. Antes solo habíamos sido amigos. Claro.



         A la mañana siguiente parece que todo el mundo o mucha gente está cabreada por cambios de última hora en la organización del curso. El que se hace responsable de todo y va a ser nuestro Director a lo largo de los siguientes días se llama Luis Fernando Cámara y desde el principio me agrada su manera de explicarse sin justificarse. No me fijo para nada en lo que dice, sino que me gustan su rostro y su voz:



Su voz me llega al corazón: es la de un hombre inteligente, cultivado y bueno; no me cabe ninguna duda tras quince minutos de escucha.  A veces me comporto como una fulana que va de los brazos de un guru a los de otro. Pero en este caso no importa, porque Luisfer es amigo y discípulo del Sabio. Sé al instante que puedo confiar en Luis Fernando. Su manera de hablar me deleita, podría estar horas escuchándole y aprendiendo. Es la de un sobrio científico, pero podría sonar también como la de un jesuíta vasco empeñado en alcanzar la iluminación:



         - “Tú crees que es fácil ser tú mismo, vivir la libertad, el erotismo, etc. Pero no es tan fácil. A veces llevar la cruz es lo más fácil. Si a mí me dicen que voy a iluminarme llevando una cruz de aquí a Bilbao, lo hago porque como mucho puede llevarme un año. Pero lo otro, el camino de la libertad me llevará toda la vida”.



 Cuando empleó esta comparación -en los últimos días del curso- comprendí que hablaba en serio. Pues yo pensaba como él: el viejo cristianismo que los maestros del colegio de curas del tardofranquismo, casi a la manera de Unamuno nos habían inculcado, la ascesis, era más fácil de practicar que esto en lo que andábamos ahora. - Pero aquello había hecho aguas casi desde el comienzo de mi adolescencia. Como si al marcharse las marichuses y marcharse Marichén, maribeles y maricármenes, Teresa Casado, Celia y las máymenes que martirizaron mi pubertad, también se fuera el Dios de la Vergüenza y del Castigo. Lo dionisíaco era más complejo que lo apolíneo.



         Al final de aquella asamblea inicial en la capilla desconsagrada, algunas voces empezaron a elevarse tras tanta crítica: les importaba una mierda si esto era el SAT1 o el SAT2, el SAT O, el Proto, o el Poto-Sátiro...; el caso es que estaban aquí. Yo me sumé con gestos a estas últimas intervenciones. Nuestro Director llevaba más de dos horas dando todo tipo de explicaciones y ya era hora de que le dejáramos en paz. Me caía extraordinariamente bien: Con calma y paciencia se había hecho dueño de la situación y de aquel grupo heteróclito de modeladores de membrillo. Y no parecía agotado. -Desde el principio pensé que la forma de religión más sencilla era sin duda la devoción, el bhakti: Encontrar a un solo hombre excelente y  seguirle, ponerse a sus pìes: Los pies de Luis Fernando eran largos, blancos y puros como los de un Cristo de mármol. Largo tiempo, nueve días sin hartarme, le escuché mirándolos; era la felicidad absoluta.



         Pero aparte de nuestro Maestro, en un curso de buscadores, de personas que querían cambiarse a sí mismas, -o algo así; la misma formulación de lo que pretendíamos resulta problemática- o simplemente cambiar el mundo, debíamos hacer otras cosas. Por la tarde no todo fue tan feliz. Recuerda. Recuerda... Pero no lo quieres en realidad recordar.









A LOS PIES DE MI MAESTRO

Para Luis Fernando Cámara. Julio de 2007.



Busca, Musa, un poema sobrio. Busca, Miedo, un canto serio

Como el Águila en lo blanco, la Serpiente sobre el negro

En el pecho, sobre  los pies del maestro.



Como su frente con manchas de células muertas

Y arrugas horizontales y su perfil quijotesco

Largo y claro cual los pies de mi maestro.



Desde que oí yo su voz

En capilla desconsagrada del antiguo seminario

Se empezó a licüar mi hïelo

Firme y frío como el pie de mi maestro.



Desde que yo vi fulgir

La tensión de humor en ojos

Como chispazos del suelo, solo quiero verme yo

Sentado a los pies de mi maestro.



Encogido extraterrestre,

Solitario por pasillo

Como duende de otros tiempos.

Hamlet absorto en su suelo.

Pasos niños de los pies de mi maestro.



Sabe que no sabe nada.

Ni oculta ni tapa nada.

Médico, cura, espiritista, telépata…



Lo esencial es una una emocionalidad sana,

un pensamiento claro

y  una instintividad libre”.

“Todo el mundo está funcionando al límite de sus posibilidades”



Estudioso, cabizbajo, compañero.

Yo cantaba absurdo un tiento.

Y a mi espalda en pie mi maestro.



























         MI SEÑOR empezó a llorar. Lloró como un río, lloró como el cielo en el invierno de 2009-2010,-pues, extrañamente, cruzan los años mortales a través del helado pasillo del invierno-; lloraba sin parar. Lloraba la nostalgia inextinguible y el duelo eterno. No lloraba simplemente la separación de aquél que fue, durante una temporada, su amadísimo maestro (se comportaba como una meretriz espiritual que no olvida a ninguno de sus benefactores); lloraba también por la tristeza del mundo y de la vida en general. En cierta forma un llanto tan dramático como el suyo ponía las cosas en su sitio: el sentimiento podía volver a ser trágico gracias a sus sollozos y llantinas a lo largo de meses. Me conmovía un poco. Pero mayormente deseaba que se atragantase llorando, a ver si por fin se me moría. A veces aullaba y gemía de puro dolor moral... Un gato endemoniado se le colaba de madrugada en el salón de su casa; un enorme gato rubio, un fantasma que se llamaba Manuel; y trataba de hechizarle. Su presente era mucho más horrible –era horripilante, sobrecargado de malos presagios como la pintura amarillo-crema de las paredes de aquel caserón- y raro que su pasado. Por eso yo regresaba a voluntad a la vivencia pretérita, ya iba yo recordando: Me imaginaba a mi Señor junto a aquel Instructor que llevaba una simple camiseta negra con un águila y una serpiente, emblemas de Méjico, la tierra de la brujería y de Don Juan. La cara clara, pero con manchas de edad que mi Señor le habría besado; tan súbito era su amor/admiración por los hombres de alma bella como aquél. (Era una especie de golfilla religiosa que se va con el primero que le abre las puertas (o las piernas) del paraíso). El hecho de que aquel curso o celebración sectaria se celebrase en un seminario menor y en una capilla donde el antiguo crucifijo del altar queda tapado por una cortina –y no “des-consagrado” como él la vio, como si hubiera venido antes un equipo de exorcistas a desmontar el halo mágico de la antigua capilla- , despierta en mi Señor una sugerencia blasfema y es que todo lo que se haga en esa sala será una profanación pero que el Director se lo puede permitir porque está a la altura del desafío: Cristo con nosotros: “La religión del Crucificado está a punto de ser absorbida, cancelada y superada por otra nueva, más sabia”. -Mi Señor razonaba como un verdadero grillado, igual que un enamorado y su estúpida certeza de las cosas. Y yo solo quiero a Diosa. -“Se empezó a licüar mi hïelo” no significaba sino que “se derritió su corazón”, es decir que la voz del maestro hizo que se desbloquease de forma inmediata su “órgano del sentimiento”-como habría dicho Steiner. Estas maravillas las producía la admiración repentina –de loca que se acuesta con todos sus directores de terapia- a un solo hombre al que tenía por más evolucionado y por tanto digno de imitación. Le daba nombres tiernos que evidenciaban su cariño: Extraterrestre marciano, solitario hamletiano, duende con pasos de niño... no eran sino otros tantos gestos de cariño hacia aquella alma de rostro huesudo y ojos verdes. Y pies perfectos. Y, además modesto: pues es doctor en medicina en ejercicio, posee el don de la telepatía, le ha visto dando voz a los muertos, pero no parece nada envanecido. ¿Carece de alguna perfección? Su lenguaje es perfecto:



“Lo esencial es una una emocionalidad sana,

un pensamiento claro

y  una instintividad libre”.

“Todo el mundo está funcionando al límite de sus posibilidades”



Mi Señor no estaba impresionado; estaba rendido. En una noche de crecimiento de emociones, sin tóxicos todavía, mi Raptor habría estado cantando una copla flamenca en un círculo o sarao de los sufridos participantes en el curso de la Revolución del Membrillo.



         No canta por cantar. No canta por lucirse. Canta por evadir la angustia, por esquivar el miedo que es el mismo que siente ahora, en este momento, mientras existe: El miedo a descubrir la verdad.



         Por eso canta un antiguo aire andaluz que es como si se posesionara de él, como si utilizara su garganta y hasta su cuerpo para presentarse. Todo es un fenómeno grotesco de inspiración y de quejido. Pero todavía, tensando más las fibras del horror, mi Señor cuando ya estaba cantando, -loco o medio en trance, como prefería vivir él-  , se apercibió de que a sus espaldas, discreto y callado ¡estaba el maestro! Entonces su primer pensamiento fue callarse aterrorizado por la posibilidad de estar molestando, transgrediendo alguna norma,  que le recriminase por estar cantando a voz en grito, -como habían hecho desde la infancia todos  los maestros, pobre de mi Secuestrador, mi Verdugo, mi Necio,- pero su maestro no viene a eso, y entonces mi Señor siente un júbilo y una liberación indescriptibles, parece que va a estallar de contento  pero se pone a cantar en otro arranque la segunda y la tercera estrofas  de un obscuro tiento aflamencado- espeluznante: “Maldita sea el alma de mi madre” y todo eso. El amor es imprevisible y un simple mohín en el rostro cabizbajo y paciente del director, le hace pensar que Luisfer no ha venido a reñir a nadie ni a corregir las cosas ni a pedir silencio, sino simplemente, a estar. Como uno más. Esto le estremece y canta la segunda estrofa aún con mayor alegría aunque la letra sea triste como en general el flamenco. Da igual: cuando termina, Luisfer –cuyo nombre se parece tanto al de Lucifer como al de Luis Perls- ya se ha ido, se ha escurrido, ni le ha visto marcharse.



         Era falso que alguna vez hubiera sido su compañero. En general todo lo que sale en las poesías es mentira. - Mi Raptor se ilusionaba como la amante que por un momento se cree que la van a hacer esposa y compañera con contrato, que la van a “anillar”, como decía él. Pero aunque ella quiera llamarse compañera no pasa de ser una fulanilla del mercado espiritual que bebe los vientos por el primero que vaya vestido de oriental o haya tomado peyote con los brujos yaquis. Devota de usar y tirar. Cada vez se asemeja mi espíritu más al de mi maestro, hablaba yo más como ellos, lavadores.



-         Dime –me soltó de repente tras cerca de 5 años sin hablarme; si no podía entenderse con los vivos, ¿cómo se iba a comunicar con muertos? Pero así era él: prefería la compañía de fantasmas a la de seres carnales-. Dime: ¿Qué piensas de los guiones?



-         ¿De los guiones, Señor? –Contesté con prudencia mientras él abría una caja de madera del tamaño de un maletín de óleos con muestras de las mejores veinte substancias tóxicas nuevas que habían inundado desde Asia el mercado nacional y europeo aquel año-. ¿A qué tipo de guiones se refiere?



-         A los de Hollywood desde luego que no, so imbécil –me dijo dándome un golpe que me sacó sangre en el pómulo; solo entonces pude comprender gracias a su ataque hasta qué punto le importaba que estuviera atento. Era como si en la boca me creciera el sonido de la kas y las ques y puntas. - Los guiones..., -que haces que se me suelte la mano...,- los putos guiones que se usan a veces en los diálogos de las novelas.



-         Ah, los guiones. Ya veo.



Por un momento mi entendimiento se nubló como si sufriera una bajada de tensión sanguínea. No me asustaba morir porque ya estoy para siempre muerto, alma en pena. Y por otra parte, no puedo morir nunca: pues soy tu alma eterna. A menudo me desmayo y me despierto en otro lugar, en otro tiempo, otra historia. Cada día hay varios momentos de muerte física para todos, es cierto. Por eso tal vez en lo que pudo ser un breve ataque epiléptico –ya iba yo contrayendo los colapsos neuróticos de mortales-, mi inteligencia se obscureció y no supe qué responder. Me daba igual que me golpease otra vez si tenía que hacerlo. En realidad, me daba igual todo. Porque me daba igual morir una y otra vez, desmayarme.



-         Los guiones –prosiguió- los simples guiones para indicar que se trata de una lista no enumerada. Sí, los guiones que son como meras rayas separando cosas –terminó gritándome mientras se desnudaba otra vez con grandes aspavientos. Parecía que el hablar le excitaba muchísimo más que escribir y leer en los burdeles y chiringuitos de la Costa, que habían sido hasta entonces los principales escenarios de nuestra vida apacible. - El maldito guión separa para siempre la voz del personaje de los comentarios (casi siempre superfluos) del autor.- Concluía. Y tras una pausa, volvió a la carga: - ¿A ti qué te parecen los guiones?



El temor a un nuevo puñetazo en la cara terminó por despertar mi mente perezosa que medio se dormía aburrida por toda experiencia, aburrida hasta del mismo experimentar:



-         ¡Los guiones! –, grité yo también poniéndome a tono, de forma que mis palabras no fueran sino una especie de escalera en letanía absurda hacia el fenómeno evidente de la telepatía-. Puede que los guiones sean el signo más peligroso del mundo.  ¿Qué queréis que os diga?... Por un lado, separan cosas, por otro las juntan.



La concentración en el contenido de sus palabras –que por algo espaciaba tanto limitándose por el contrario a expresarse por telepatía, señales o por escrito –casi a diario -en una loca carrera por producir siempre más páginas de memorias de las que yo pudiera leer y así ir aplazando su muerte (que ya había reconocido que evitaba)-, la concentración en sus palabras me había hecho olvidarme de nuevo de dónde estábamos. Miré en torno.  Seguía viviendo entre fantasmas, pero ya no eran tan lóbregos.







EL MIEDO AL MIEDO

         No, no lo quieres recordar, tienes la pereza de alma y la avaricia de espíritu de los que no se atreven a conocerse a sí mismos. Pero es inevitable porque te cansas de recordar siempre lo mismo, de ensoñar siempre lo mismo. Incluso para ti es demasiado estúpido leer miles de veces el mismo poemita que inmortalizaba el momento, o aquella carta de Ella. Rómpela, quémalo, tíralos, despréndete del fardo del pasado de souvenirs y memoriales, refresca los atrios y jardines de tu memoria.  Te acercas a la verdad solo porque te cansas del lastre de tu pasado y pretendes entrever algo nuevo: el miedo, el centro sexual en tenebroso descanso: Lo contrario del Amor no es el Odio –había dicho Osho-sino el Miedo: Phóbos-Eros:



...Aquel curso no solo era para escuchar los excelentes discursos de Luis Fernando Cámara, sino que por las tardes debíamos someternos a ciertas experiencias de tipo corporal y afectivo y a meditaciones pues “a veces es más fácil romper el carácter a través del cuerpo que a través de la mente: cambios corporales, cambian la mente”. Yo sabía que esos ejercicios implicaban algo de seducción y que era extremadamente fácil acariciar y tocar a una chica guapa; bastaba escoger pues había muchas. Sin embargo, -como había decidido no enamorarme ni coquetear y ser fiel a Morphi –que ya había sobrevivido a dos cursos a mi lado- miré a mi alrededor buscando la pareja menos deseable, una mujer con la que ni se me ocurriría flirtear, un eclipse de la libido...  Detrás de mí había una joven exageradamente gruesa, aunque de bello rostro. Le pregunté si quería ser mi compañera de juego sintiéndome orgulloso de mi propia tolerancia y pureza de intenciones, puesto que se lo pedía a una gorda cuando había muchas chicas bonitas encantadas de que las eligiera. Para mi sorpresa murmuró algo incomprensible y se marchó.



         - De repente una tristeza y un pánico enormes cayeron sobre mí. No estaba preparado para esto: ¡Que me rechace la gorda cuando le he querido enseñar lo magnánimo y poco materialista que soy rebajándome a su nivel! No puede ocurrir nada más horrible y estoy totalmente perdido como no me suele pasar nunca (ya he dicho que recorro la vida como un espectáculo bien conocido y casi previsible). Comprendo que, en aras de ser fiel y retenido, he cometido el mayor de los pecados: Traicionar a Eros. ¡Toda una sala llena de señoras, mujeres y muchachas atractivas y yo por hacerme el puritano me ofrezco a la gorda! Y ella tiene el atrevimiento de largarse, de rechazarme. El odio súbito que concibo por ella creo que se le puede transformar en una seria enfermedad o en un accidente que le siegue la vida. Me falta aliento para odiarla tanto y lo peor es que en el fondo la veo cada vez más bella y más deseable. ¿Empiezo a desear a una mujer que debe pesar más de 90 kilos? Me estoy volviendo un degenerado. Creo que acabaré cometiendo suicidio si sigo por este camino: lo único que me aparta de la Muerte es la cercanía constante de las bellas. Resignarse a las feas o a las del montón es lo más parecido a la soledad eterna. Al ateísmo, a la condenación.



         El alma no sabe qué hacer cuando Eros se ausenta. Sin Eros solo cabe desarrollar un extraño amor: el amor a la Nada. Y yo no la amo... -Todos mis propósitos de castidad se venían abajo: Era insoportable haber descendido tantos escalones de pronto en los grados del Amor. Angustiado, busqué una mujer que me hiciera caso: Una señora de casi 60 años pero evidentemente guapa aceptó ser mi pareja con dignidad. Con su silencio me indicaba que en otro tiempo no hubiera sido tan humilde. Era muy muy mayor pero el dibujo de su boca llena de estrías seguía siendo perfecto. Sin dificultad, como volviendo a mi estado natural, me puse a su lado a la manera de un escudero y decidí ser galante con la mujer que me había aceptado. Pensé en darle un muerde en su boca con estrías; su aliento olía bien. Tenía una voz preciosa, afllautada de seseos sevillanos o canarios, hablaba con sentido de los dones y virtudes de las plantas, era doctora, herborista, maga, sabia... - En el fondo pensando en lanzarme sobre la primera joven guapa que se pusiera a tiro. -Pero mi espanto había pasado.



         Sin embargo, en el fondo podía darme cuenta de que no era más que un arreglo, un parche, un autoengaño. Era totalmente imposible para mí renunciar a la seducción; a menos que me hallase en una soledad absoluta. Recordé que había viajado hasta la isla del doctor Moreau donde no hay más que espectros y máquinas reproductoras de muerte y que incluso allí me había asaltado el fantasma lúbrico de una muchacha en el cuarto de las maletas. Y en la Ciudad Maldita donde no sucedió nunca nada, no está sucediendo nada, no creo que pase nunca. Y en el confín de la playa en invierno, allá donde ya no quedan mortales y se respira la arisca intemperie y solo se ven los ojos sin amor de las gaviotas, allí había brotado una mujer rubia y la visión de Diosa. - ¿O no me sucedió a mí, en un tiempo muy lejano? -Cada vez me resulta más extraño comprenderme a mí mismo y es como si en las entrañas de mi memoria se abrieran cavernas y túneles que comunican con yoes desconocidos de otras cuevas.



         -A veces había ligado en el fondo del desierto del Thar donde apenas hay humanas. De ser uno de los candidatos al destierro de por vida en un barracón de Marte, casi es seguro que me vería envuelto en un vaudevile sentimental con las diversas colonas.



         De nada sirve no salir el Día de San Valentín o no celebrar la Feria, si el fluido de las féminas se cuela por la ventana (o por el teléfono). Poco ayuda escoger como lugar de residencia no la Costa, Malibú o Tahití -zonas conocidas por sus altas tasas de coitos por habitante- sino provincias como las vascas o Soria donde la estadística nos asegura un déficit general de sexo. - Últimamente han salido a la luz varios poemas tórridos del Poeta Juan Ramón Jiménez y sus escarceos con las novicias de los conventos: El que está en amistad con Eros se encuentra a las ninfas hasta en el presidio y en la antesala de la UVI (y sepa la querida Lectora que no son ejemplos tomados al azar sino pequeños homenajes encriptados a manera de inventario).



         Todo parece indicar que, a mayor soledad, menos posibilidades de ligar. Así por ejemplo parece más difícil tener aventuras eróticas en el Ártico o en el Mato Grosso que en Nueva York (la metrópoli más desesperadamente sexual del planeta). Pero no es así para el amante del amor que hasta en la inhumanidad de los largos viajes siderales (sin ningún acompañante), prosigue su romance eterno como la perrita Layka. Pues en la medida en que el desierto, la soledad, el vacío crecen, las mínimas presencias adquieren sutileza: Hay grandes personaliddes a cargo de los desiertos. - De forma que –concluí, un poco apabullado por mis propios argumentos-, era para mí absolutamente imposible no seducir; era la muerte; -y, debido a mi traición no a Morphi sino a Eros, ahora me encontraba descendido, caído, esfumada el aura de mi habitual suerte en los almíbares de Venus, empezando desde cero.



         Aquello continuó durante toda la tarde. De nuevo hubimos de emparejarnos en otro ejercicio y esta vez acepté la propuesta de otra mujer nada deseable. Así era fácil no ser lujurioso, aunque saliéramos juntos al jardín y yo dispusiera de múltiples ocasiones para seducirla. Era la famosa solución al problema del pecado carnal haciéndonos todos cenobitas, castos por feos, gente retenida en su lascivia por estímulos más repugnantes que la abstinencia. Es decir, no tiene ningún mérito. -Pero al lado de una mujer que no me atraiga de ningún modo, toda alegría y sed de vida se desvanecen. Es como ser un funcionario sin alma en un campo de exterminio, un robot en el infierno.



         Para que no se hiciera ilusiones: la traté como si fuera de madera o no tuviese cuerpo; todo el tiempo le miraba al fondo de los ojos hasta verle el color (verde) y así hipnotizarla para que no desarrollase afecto ni gusto por mí. Era insoportable. - Pero poco a poco, al cabo de días, fui viéndola bella y amable también a ella. - Eso era lo peor de todo.



         Nuestra directora de teatro –pues se consideraba esencial la práctica del teatro en la Revolución del Membrillo- nos dio la instrucción de imitar el estilo explicativo del compañero que nos hubiera estado contando sus penas minutos antes, resaltando más su lenguaje no-verbal. Como muestra, le cedió el turno a una chica toda vestida de gasas y fulares multicolores, un personaje semi-hippy que yo suponía formaba parte de la organización, del staff. Nos dejó a todos boquiabiertos con su pantomima. Con verdadera saña se burló de las quejas sobre la vida en general que puede hacer una mujer no-deseable de más de 40 años (¡la misma a la que yo había estado hipnotizando para que no me hiciera ningún avance!). Todo el mundo se reía menos la víctima al verse en ese espejo cóncavo. Eso era lo más gracioso: Nos reíamos porque no estábamos seguros de que no fuera a cruzarle la cara. Contemplaba atónita cómo la chica actriz, la ayudante disfrazada de zíngara, le hacía la burla durante cinco o diez minutos. Estaba totalmente pasmada, las risotadas crecían y la burlona seguía y seguía...











         SU MUNDO ya no era tan lóbrego como cuando vivíamos en el damero de la Costa, donde los abogados, la alameda de palmeras y estambres de prostitutas. -Ya no tan obscuro como aquello: Los Sindicatos, la estatua del marqués de Heredia que impusiera su apellido a los herreros gitanos, la verja del puerto, el viejo acuario...      - Estábamos alcanzando la Actualidad, -lo único absoluto-, como si despertáramos de un sueño.



         Yo siempre había pensado que mi Señor acabaría mal. Pues era un perdido. Fiel a su linaje, se comportaría como un buen maldito: suicidándose de alguna manera. Como tantos otros. Recordaba vagamente –porque podía imaginármelas- las biografías de gente que solo vivió 31, 33 ó 37 años. Como el Señor Jesucristo. O Shri Krishna. - Pero pasaba el tiempo y mi Señor no moría ni envejecía más que en el alma.



         Desde el principio, -desde que me llevó de playa-, había pensado que terminaría en un cuartucho de arrabal, rodeado de hijos tísicos y de una mujer loca incurable, feísima, en extremo avejentada. Desde que le conocí, le auguré una decadencia rápida tras una juventud de excesos. Una muerte dolorosa de cabrón con alaridos de arrepentimiento. Y llanto y crujir de dientes, eso le deseé. Había ocurrido muchas veces. Volvería a suceder. Estaba pasando ahora. Y sin embargo mi Señor en su realidad ¡se sostenía rodeado de belleza y de deleites sensuales! Y estaba casado, a su manera, con una entidad con los ojos glaucos,glaucos, de esos que instigan el furor poético.



         Seguía sorprendiéndome: Ya no estábamos en el caserón de campo rodeados por la nieve sino en las terrazas que él llamaba Jardines Colgantes (en general era totalmente incapaz de mirar cara a cara a la realidad sin renombrarla). Una terraza daba al Este y la otra al Oeste. Eran dos terrazas enormes, pero él las agrandaba más con su imaginación: Daba en pensar que el suelo era de estaragmita, el barandal de mármol rosa, los maceteros de ébano, la noche un misterio.



         Yo no había creído nunca que fuera a llegar a los 50 pero allí estaba aquel hombre extraño, extrañamente apasionado, ofreciéndose en la azotea a la caricia del sol de junio de 2013, a la vibración de la casi Luna Llena de aquel mes en el que estábamos, o estamos...



         El mundo astral me complacía porque era el mío. Y el Cielo se parece al Mar. Y yo solo quiero volver a Playa.



-         Hay una falta de ritmo en todo esto –dijo con incomodidad; llevaba sin hablarme desde el verano anterior, cuando empezaron sus baños de sol y luna-. Hay alguna clase de error en el periodo, ¿no lo ves?



Yo me callé e hice un gesto de aquiescencia para ver a dónde le llevaba esto. Mientras tanto me desnudé y ofrecí yo también mi cintura a Helios, que es de ensueño. Ya iba yo recordando: Es hermoso tener cuerpo y piel y el rizado bozo que nimba la antesala de los genitales, y el volumen torneado de mis muslos, los alados. Yo siempre estaba al lado de él. Como si fuera su sombra. Su ángel.



-         ¿Qué piensas tú de las mayúsculas, de las versales, de la escritura cursiva, o cursiva?



-         Dalí, Delhi, Dylan –articulé rápido como el rayo; el sol y su caricia perfumada me inspiraban- deliran.



-         ¡Cesa ya de envidiar – deliró- la sabiduría milenaria de la India, la sucesión casi ininterrumpida del karmapa, el desenlace final de la Era Atómica, el cumplimiento de la última profecía en Valley Forgue, los aullidos de la selva; deja ya de suspirar por otra música!



Con un movimiento de conciencia que apenas era un esbozo porque era pensamiento sin palabras ni imágenes –algo así como una masa confusa pero precisa de colores y sentimientos- resolví la primera parte de su acertijo y él prosiguió:



-         No lamentes más no haber conocido a los santos, no te acuerdes más del sol de Grecia, de las pequeñas plazas empedradas, no te preguntes cómo eran.



-         Es totalmente imposible que pudieras comprenderles.



-         No evoques una vez más aquel beso. No sufras más por tu ignorancia del sánskrito y del hebreo. No rebusques en tu sangre trazas de un linaje excelso.



Comprendí que le comprendía y él –sin ni siquiera volverse para mirarme: estábamos los dos desnudos en la terraza y había entrado maullando un gato blanco de grandes ojos azules; era como si los tres nos oliéramos- comprendió que yo comprendía: Era muy sencillo: 1º) No quería recordar a una de sus enamoradas; 2º) le dolía no poder descifrar las escrituras; 3º) siempre estaba revisando su legitimidad como vidente o moderna autoridad espiritual. –Esto último le hizo gracia: a veces parecía un adolescente griego cuando reía.



-         No visites más los pozos ciegos. No vayas atónito al cementerio. No subas a las cumbres. No sueñes más con el Tibet, con Govinda, Gautama, Milarepa, Babaji, Yuktesvar, Mukunda y Maitreya. No llores por lo de lejos.

                  

























             ellas coloreadas



























LA PRIMERA NOCHE



         La burlona siguió con su pantomima un buen rato, algunos llorábamos de risa. Se veía que era una profesional del teatro, una auténtica payasa: su víctima se había quedado con un palmo de narices. Sin embargo, aquella misma noche me enteré de que la culpable desa imitación cruel no era una “colaboradora” de la organización (de las que cobraban) sino, igual que yo, otra participante más de aquel curso (de los que pagábamos):



         Estaba sentado en el jardín después de cenar con Rafa, -un amigo al que había conocido en otra Escuela de Amor y al que más tarde perdí por negligencia. - Yo le admiraba sobre todo por su realismo/pesimismo, su tendencia a olfatear el lado más duro de las cosas. Además, me encantaba su silbante deje jienense; le recordaba en julio de 2006 sin disimular sus tendencias de macho hispánico:  uno de los pocos participantes en el curso –lo mismo que Juan de Dios y otros- que se tomaba una cerveza y miraba los partidos del Mundial sin complejos.



         Pero si solamente hay un 5 ó un 1% de varones que no son de una manera u otra maltratadores, a esa exigua minoría pertenecía Rafa. Es decir, era un amigo de las mujeres, un alma delicada. Por otro lado, me agradaba su aspecto siempre pulcro y su cabeza rapada, pero con fina perilla. Frisando la cincuentena, parecía una mezcla de Buddha y demonio de Dostoyevski. Había estudiado el fundamento de las ciencias –la Física-, había abandonado lo que él llamaba su “vida anterior” y ahora estaba desarrollando aptitudes de las que yo lo ignoraba todo: la percusión y la danza. “De la Religión (yo me crié como quien dice “en las faldas de la Iglesia”) pasamos a la Política y de la Política a la Psicología”, decía resumiendo tres décadas de búsqueda.



         Allí estábamos los dos pasando revista a lo sucedido durante la jornada cuando cruzó ella, la burlona, con una amiga y nos invitó a fumar “algo especial”. No me sorprendió su propuesta ni tampoco la manera de hacerla: sin pararse, casuales, como mujeres modernas que después de la cena se van a fumar un mai como otros a tomarse un café, un granizado o una cerveza.



         Porque nos inviten a fumarnos un peta la burlona y su amiga Mariví, no hay por qué pensar inmediatamente en escenas de penetración por besos. Casi es una ingenuidad a los 40 (y lo que va a ser dicho ahora tal vez tuvo que haber sido escrito hace muchos años).



         Pero la vida no es de ningún modo una novela que admita interpolaciones, correcciones y reescrituras año tras año, como el Fausto...



         ¿Qué importan los que fueron secretos nefandos en 2007? ¿Qué consistencia tendrá el tabú de lo privado así que pasen 5000 años? Mi mirada se abisma sobre los campos de monótonas viñas y viñas en altozanos, campos de viñas y viñas. No recordaba un puto verso de Machado donde hablase de las viñas de Sevilla, pero era culpa mía. Y el alma sin embargo parecía recordarlo todo.



         Hacía mucho calor aquella noche de 30 de junio de 2007. Y además brillaba la Luna en cuarto creciente sobre el seto. En los senderos de grava  bajo arcos  de arizónica, cerca del limonar y del recinto de la piscina nos reunimos en torno al porro de marihuana que brindaban la burlona y su amiga de pechos como melones...  Tras volver a la ebriedad como quien vuelve a su casa, recuperé la memoria:



         La conversación entre humos cayó de forma inevitable sobre el tema del teatro: Como me había pasado el día en silencio y aterrado por el miedo, gracias al relax provocado por la pequeña cantidad de THC y al clima de fiesta, empecé a sentirme inspirado:  



         Cada uno contó los últimos espectáculos que había visto: Por suerte yo vivía en una ciudad con más de cinco salas de teatro: El Cervantes, la Alameda, el Echegaray, la Casa en Llamas, el Cánovas, el Teatro Universitario y los espectáculos de las calles. Intentando no parecer demasiado presumido, hablé del Hamlet de Eduard Sierra; de  Lola Herrera y su hija Natalia Dicenta haciéndome llorar en Solas; del gritón italiano al que se tiene por el mejor actor del mundo; de Romeo por Julieta; de las varietés de La Cubana (no me habían gustado): de la Ópera de la Cabra (un sobrecogedor montaje musical de una compañía checa); de la Muerte Accidental de un Anarquista de Darío Fo (al que por supuesto asistí con los compañeros del sindicato para quienes conseguí entradas); del Bestiario de Raymon Llull en versión escénica; de la Fura dels Baus con una obra inspirada en el Fausto; de Carlos Álvarez en el Fígaro, etcétera, etcétera, etcétera.  -Podría haber seguido recordando, pues a medida que pasaban los cigarrillos especiales, mi memoria se iba poblando de silencios dramáticos, frases poéticas y el retumbar del tablado; recuerdos confusos de una confusa existencia. Pero me callé para no pasarme de listo.



         Entonces la señora de los grandes pechos que acompañaba a la burlona empezó a cantar un couplet. Cantaba bastante bien, pero no se acordaba de la mitad de la letra (yo sí). Daba igual. Como no había bancos, nos sentábamos en el sendero de grava o en el bordillo de hormigón del parterre. Cada vez estaba más obscuro y la Luna subía sobre el seto y los viñedos. -Yo repliqué cantando un tango. Me aplaudieron y canté otro más, y aún otro, hasta desembocar en La Cumparsita, que era el más difícil. Ya he dicho que tengo en mis neuronas -conservadas en drogas- la sombra de silicio de toda la poesía antigua y moderna, así como los cánticos, los himnos, los refranes, las consejas y las canciones. Todo lo que rime. Por eso mi vida es un romance polícromo con Eros mientras la mayoría se arrastra: amargados y amargadas en blanco y negro, desmemoriados del verso.



         Sin embargo, por un raro efecto de los hexágonos del tetra-hidro-cannabinol aquella noche, mientras cantaba aquello de “los amigos ya no vienen/ ni siquiera a visitarme”, se apoderó de mí la melancolía. -Era una modalidad de la tristeza que va adherida al espíritu del tango (aunque yo no sea porteño sino hispano-francés, también puedo notarlo; ¿no era Carlitos Gardel medio parisién medio uruguayo?). - Canté para adentro como si hablase conmigo mismo, descuidado de mi supuesto público. Sorprendido, vi que la burlona, la chica que yo creía actriz, se incorporaba de un solo movimiento y empezaba a bailar.



         Su danza era rara porque el tango suele bailarse à deux y ella lo bailaba sola. Sin embargo, sus hermosos brazos me hechizaban: los alzaba al ritmo de mi canto, como cuellos sinuosos de cisne o asas de un ánfora. Aquello se estaba calentando. No era la primera vez que participaba en un sarao: Yo también abrí los ojos a los sonidos del acordeón: nací y había música.



         En general las fiestas donde Eros levanta su arpa (o su zarpa), - zambras de gitanos o de negros, fenómenos espontáneos de creación de sonido, poesía y danza, - no me resultan asombrosos ni insólitos como a la mayoría que los viven de vez en cuando y se asustan un poco cuando presienten que empieza un gran espectáculo; no sé qué se imaginan que va a pasar...



         La mayoría de los asistentes a un concierto son meros advenedizos que no conocen a la Musa. Gritan de terror. - Varias veces he comprobado la existencia de lo que Federico García-Lorca y los flamencos llaman El Duende. Lo había presenciado en los lugares y personas más insólitas: aquella versión de Soy Gitano con saxofones y clarinetes en la Orangien-Strasse de Berlín; o en las manos de un guitarrista japonés que iba a tocar a la tienda de Maldonado en la ciudad costera del extremo Sur de Europa. A veces estaba ausente durante toda una bienal de flamenco, se esfumaba cuando las instituciones se lo tenían todo preparado, (como cuando José Monje dejaba plantadas a 4000 personas en el Palacio de Deportes) y de repente emergía al día siguiente en donde nadie lo esperaba: en un concierto de El Bicho con el guitarrista tocando a la manera de Bach y de Albéniz en el centro del escenario cedido por el cantante. - El genio del flamenco no era una quimera, pero había que tener sensibilidad para percibirlo.  El Duende era como Dios en música: no invisible sino sutil. Y aquella noche había duende.











AUTOBIOGRAPHICA V



         A LA HORA de rendir cuenta de mi vida ante el Altísimo y comparecer ante su inapelable juicio como si me hallara ante el Tribunal que pesa las almas y asigna lotes y genios tutelares de acuerdo con las leyes del karma; a la hora de hacer la crónica de mis avatares de la Diosa; a tan solo 6 años de la creciente actualidad -29 de junio de 2013, 23.39 h., tarde casi asfixiante salvo por rachas de viento-, del inestable e impreciso ahora..., me asaltan los escrúpulos morales como a cualquiera que escriba su auto-biografía.



         Plantéese la Lectora el siguiente caso: Una señora se separa de su marido y escribe una novela donde le retrata de modo bastante poco velado (todo el mundo sabe a qué persona alude: casi tiene el mismo nombre: Adolfo el de verdad, Rodolphe el inventado); la reciente escritora o novelista en ciernes no se priva –como Simone de Beauvoir con Sartre- de detallar las miserias íntimas de su –ex. No descenderé a aportar ejemplos concretos, pero baste decir, como se habrá imaginado la Lectora, que se trata de conductas muy muy privadas, secretos de dormitorio.



         Todo el mundo en la ciudad las conoce ahora (han salido en letras de imprenta) como todo el mundo conoce el tamaño del pene de Pániker si ha leído sus diarios. - Al menos todos los chismosos, cotillas y entrometidos, amigos de fisgar lo ajeno y leer biografías y memorias no se sabe para qué... ¿Acaso para pensar siempre mal de lo humano?



         Pero si el septuagenario Salvador Pániker ha decidido enseñarnos la polla en sus Cuadernos Amarillos, allá él. Solo a él le concierne. Acaso presenta algún interés para el entendimiento de la obra del periodista hindú-español, saber que tiene la picha pequeña. En cambio, nadie espera que Alfonso Guerra en su reciente autobiografía nos desvele la forma y envergadura de sus genitales sino que hablará del teatro de Tennessee Williams, de Mahler, de lo difícil que fue la Transición y de cosas así. No cualquiera habla como Pániker de su minda abiertamente. No se imagina uno a don José María Aznar detallando el rendimiento sexual de la alcaldesa de Madrid durante su noche de plata.  Ni a Alberto Ruiz-Gallardón declarando con su grave voz: “Y déjenme decirles algo: (Pausa) A mí la sra. Ex-Pdta. me la ha chupado en la Caja”.



         Raymon Pániker, en cambio, no se entregará jamás a ese tipo de confesiones: Los monjes de las montañas no escriben sobre sus vergas; serían odas al ego.



         Pero solo les afectaría a ellos y a su sentido del decoro, mero residuo burgués o católico. -En cambio si un play-boy de la Costa cuenta en sus memorias que la bella Nadiuska –que acabó muriendo en la miseria- aullaba en el coito, ¡eso no deja de ser una falta de respeto hacia la bella! Solo por lo bella que fue la blanca Nadiuska, nunca debe ser insultada; los griegos no escupían sobre las estatuas de Afrodita, aunque supieran que eran solo mármol, materia. -



         Aquel famosete vanidoso ya murió, la escultural Nadiuska ahora no es sino carroña. Ya todo da igual. Pero en el archivo etérico, como en las novelas y en las crónicas, se conserva todo y nada es perdido para el espíritu: Sería un play-boy, más follador que un chimpancé enano, pero no sabía nada de Eros. - Y pronto habré de morir yo, personaje de novela esotérica y erótica.



         No nos imaginamos a Amiel ni a Unamuno escribiendo frases del tipo: “Le metí el dedo corazón hasta la base por el culo y ella empezó a llorar de gusto; Dios, qué guarra era...” Ni a Dostoyevski diciendo: “Nastasia Ivanovna se había depilado puntillosa el coño aquella mañana pues esperaba la visita de su amante”.



         Excúseme la delicada Lectora estos giros de lenguaje subidos de tono.  Ni siquiera para el nivel de evolución de la novela al que pertenezco estoy muy seguro de emplear unos estándares tolerables: Si la cita saliera de El Amante de Lady Chatterley, los críticos lo considerarían poesía lo mismo que las hipérboles de Henry Miller: “Parecía que no iba a parar nunca de correrme”. O las cópulas beatniks del presunto autobiografiado Bukowski, de quien Juan Alcázar –a quien más tarde perdí; y aun a menudo pienso en él- había leído todo (lo mismo que las Crónicas del Ojo de Buey, las Aventuras de Rocambole o los libretos de Puccini): La Máquina de Follar, Lo que más me gusta es rascarme los Sobacos, etc. -Parecía mentira que un poeta tan sublime se hubiese hecho famoso solo por narrar de manera ordinaria su presunta “vida real” de alcohólico bohemian. Era como si Juan Benet hubiese escrito la autobiografía de un borracho. O como si Darío hubiese hablado de los polvos que echaba con Mía en vez de soñar/sublimar con centauros y ninfas

en las linfas

de las zonas lacunares de florestas.



         Un señor como Vargas-Llosa –aficionado confeso a los culebrones y a la literatura erótica- no incurre en descripciones de sexo explícito ni siquiera en Pantaleón y las Visitadoras o en La Tía Julia y el Escribidor. Ya no recuerdo bien, y la primera obra, la de Pantaleón, ni la he leído, pero no creo que diga cosas del tipo: “La Tía Julia me cogió el culo y sin darse prisas me desabrochó mi pantalón de tergal para mamármela sin dejar de mirarme con los ojos muy abiertos, expresivos”. -No es el estilo de Mario. Y, además, caso de aportar tales informaciones minuciosas, la “verdadera” tía Julia podría molestarse.



         En cambio, Murakami nos deleita por la belleza de sus folladas novelescas: “Empecé a moverme despacio dentro de ella hasta que llegara al orgasmo” (o algo así) (Tokyo Blues. Norwegian Wood). Tal vez sea porque no proviene de una cultura cristiana o porque Haruki Murakami levanta la crónica del siglo XXI (o del Q84 hasta la fecha: 18/VII/2013) y no la del XIX ni del XX; pero sus escenas de sexo explícito en la cabaña del bosque de una especie de manicomio o al borde de la secta que va a destruir una posibilidad del mundo, resultan pulcras, angustiosas, emocionantes, memorables.



         Pero Murakami es novelista, no un escritor de memorias: ¿Qué hay de malo en precisar cuántos tíos a la semana se tira  Aomame o cómo se menea la adolescente de la cabra ciega? Gracias a la ficción, no se vulneran pudores ni intimidades ajenas. El famoso sentido del honor japonés se vería herido en su mismo núcleo.



         De modo que ... ¿Qué contar?, ¿qué no contar? ¿Hasta dónde se puede llegar en las escenas de sexo explícito? ¿No se ofenderán algunas de las mujeres, chicas y señoras aquí retratadas disimuladamente? ¿La Duende, Lylí, Aricia, Kadhi, Kathi, la Infiel... se reconocerán a sí mismas, ¿descorcharán esta botella que lanzo al mar de los karmas? ¿Sabrán que están aquí reproducidas, encriptadas, conservadas, reinventadas en una tentativa de eternidad? ¿Leerán esto? ¿Comprenderán –es decir: me darán la razón- que solo por ellas, querida Lectora, ¿escribí todo esto y en mi ensueño persevero? ¿Entenderán que aún las quiero, aun con todo   ese atroz sufrimiento en aras de Eros? ¿Comprenderán que todo lo que vivimos no fueron sino ardides y estratagemas de Dios?, ¿me desearán aún?, ¿volverán desde sus vidas actuales, esas ramas de posibles espacio-tiempos ajenos a mí, para decirme que ahora ven que se equivocaron al no seguir conmigo, que conmigo era el mejor de los mundos posibles?, ¿volverán?



         Eso espero. -Querellas de verdad no pueden entablar porque todas o casi todas aparecen en mi catálogo bajo nombres falsos y senhales poéticas como Philis, Amarilis, Mía, Mysia, Lesbia, Filomela, Margarete o Aricia. Nada que no pasara una inspección rigurosa en busca de evidencias de calumnias, difamación y todo eso. -Se lo digo a la amada Lectora por si alguna vez se le hubiera pasado por la cabeza: Todo es novela. Todo teatro, invención, impostura. No se preocupe Vd., que no voy a contar si le gustaba ponerse a horcajadas o si daba alaridos y gritaba “¡Dios!” mientras con todo mi ímpetu la empitonaba.



-         Será ridículo para los que prefieren proferir tan solo onomatopeyas, pero es un hecho comprobado que muchos gritan palabras como “Dios” o “la Virgen” cuando se están corriendo. Algunos susurran “Madre de Dios” –que es más largo- mientras se van. Nadie pronuncia exclamaciones más prolongadas y complejas como “Dios me asista” o “Madre del amor hermoso” mientras eyacula. Hay que ser muy beato y muy pedante para tomarse así el sexo.



-          Es digno de reflexión porque en absoluto se trata de una blasfemia, sino que confirma la idea de U.G. (Uppaluri Gopala) Krishnamurti: Dios es para nosotros sinónimo del máximo placer; es decir: una quimera; la idea más peligrosa. - De ahí la mezcla de espasmos con teología. -Una mujer que recitara el credo a gritos o tuviese un multiorgasmo mientras vocea las aleyas del Corán, sería considerada una blasfema. No hay que mezclar Sexo y Cristo, Alláh y Krishna.



         Su venganza podría consistir en correrse de nuevo mientras la lapidan: Más bruja y más puta que nunca mientras la queman, la crucifican, la descuartizan, se la echan a los cuervos, la escupen y aún se mofan mientras se la comen. En el Nombre de Dios, el Clemente, el Misericordioso. - Mujer capaz de masturbarse contra el Muro de las Lamentaciones o el aerolito de La Meca en su búsqueda devota del Máximo Placer, absorta como Mirabai en Krishna desde que vio su muñeco.



         Los hombres a veces gritan “¡Dios!” cuando se corren porque no encuentran otra interjección para expresar la potencia que sienten. - ¿Demuestra todo esto que Dios no exista? En absoluto. Aunque el anti-guru UG tenga razón sin necesidad de deliberaciones ni siquiera de reflexión; simplemente por la forma, el propósito y la naturalidad con que lo dice todo: Dios es nuestra utopía de placer permanente; pero un orgasmo continuo acabaría con nuestra vida. De modo que, ¿qué coño queremos?



         Pero la querida Escrutadora, -poco a poco habituándose a un uso de lenguaje cada vez más sucio y grosero- alma de mi novela, anímula eterna en las fábulas de Venus- , ya habrá adivinado que mi pudor no se debe a una consideración tan crasa: el miedo a que me denuncien. Sino a algo más hondo: a la lealtad a Eros.



         Y, sin embargo, ¿dónde estará a estas alturas la polla antaño explosiva del autor de Trópico de Cáncer? ¿Qué habrá sido de los pechos de Nadiuska, alguna vez como globos, mitos de mi adolescencia? ¿Y el pezón de Lucrecia Borgia en su famoso retrato del velo, nos parecerá todavía indecente después de tantos siglos? ¿Y la obsesión por los culos de Ganímedes o de profeta maduro con buen glúteo del divino Miguel Ángel, nos hará enrojecer todavía? ¿No hay algo ridículo y tétrico en la figura desos ancianos venerables leyendo porno como adolescentes?



         Y sin embargo, nada más romántico que el amor de Otoño, que el Amor hasta la Muerte.

        

         Al final, todo da igual: culos, folladas, tamaños de pichurrillas, si Nadiuska daba verdaderos alaridos con Espartaco Santoni o si jadeaba como cualquier mortal. Si Miguel Ángel le dio un bocado en el culo al modelo de su Davide o si Leonardo tenía relaciones apasionadas o neoplatónicas con Salai. Ya nadie se ofende ni se querella con La Rochefoucauld por la sencilla razón de que todos están muertos, la reina lo mismo que el duque de Buckingham. ¿Dónde estará ahora el espadín de Napoleón?



          Tal vez tenga razón Kundera y no haya ni castigo ni perdón ni juicio sino solo Olvido. Pasarán los escándalos de las crónicas galantes cuando los jóvenes de los decamerones sean ancianos senectos.



         Y aún así, después de meses, después de un año dudando..., no sé si lo contaré o no. ¿No es más bello para el alma no contarlo? 



























         TANTO HABLAR de mí –mas sin tocarme- me estaba hastiando:



         Volví al presente acariciando y abandonando su vanidoso documento, su catálogo: Estábamos en la terraza del Oeste, desnudos por la noche y con un gato blanco.



         El cuerpo de mi Señor era el de un hombre bien hecho. En el silencio estelar de la noche de estío, Luna en cuarto decreciente, verano de 2013, su cuerpo de espaldas era en sus curvas perfecto. Con volutas.



         Pasó por el aire una sílfide:



         ... Mi Raptor había tomado tal cantidad de drogas que permanecía todo el tiempo en la contemplación de alucinaciones animadas modernistas, sobre todo –claro está- de señoras, de mujeres, de jóvenes, de muchachas y hasta de las lindas niñas. Estaba a punto de explotar como una cacerola donde se han mezclado potentísimos venenos si se somete a una presión de dos millones de barios.



         Pronto vería sus sesos desparramados por el suelo y hasta a lo mejor podría pisar su corazón y despachurrárselo de un pisotón con el pie desnudo y con repugnante chasquido. Tal vez le diera un mordisco grabándolo para TV, como el líder sirio integrista hiciera en el ahora, actualidades del año...; y ya iba yo por fin recordando, ya iba yo ya viéndolo todo: Todo desemboca en playa...



         Pero de momento las ninfas de junio, hadas de la ribera, las tres niñas-flores y toda clase de criaturas gráciles como Campanilla, la Satiresa, los Goblins, el Rey-burgués o la Tigresa de Bengala se precipitaban desde el Cielo –incesante fantasía de semi-monstruos, gandharvas, querubines, revoloteo de millares y miríadas de espíritus- sobre el fondo más recóndito y lo más íntimo del camarín de su cuerpo por detrás. Le lamían y lamían como si no pudieran apagar su sed ni sus deseos sobrehumanos, como si libaran mieles: mi Señor estaba bueno. 



         Él disfrutaba hasta el punto de jadear a ritmo y emitir una suerte de gemido femenino. Se había tomado tantos estupefacientes, sedantes, excitantes, afrodisiacos, alcoholes y enteógenos –como le gustaba a él llamarlos;       pues le embriagaban hasta los mismos nombres de las substancias inebrantes-  que era como si le salieran por la boca y por las orejas y me infectaran a mí, tal vez a través del aire. Respiramos una misma atmó-sphaíra, decía Sloterdijk... Podia recordar su nombre, el de cada una de sus obras, cual si estuvieran en la esfera de mi cabeza.



         ¡Pues veía sus mismas alucinaciones, oía sus mismos nombres, como si en verdad fueran cosas reales, objetos de tres dimensiones!



         Recordé que ya una vez, allá en los senderos oscuros de la infancia, vi a gente masturbándose, infame; junto a humeantes piletas, los lavadores de manos, mano a mano restregando. “¿No quieres tú también lavarte?”



          Había sido horroroso, casi todo era horroroso para mí, para el alma. Salvo Diosa, salvo en playa.



         ...Sí, yo iba con mis tutores, ocurrió en un restaurante...



       - Apenas difuminado, presente, el Yo se pierde. (El presente es una quimera como el átomo: ¿hay algo in-divisible o in-stantáneo?). Pero sé que algo parecido ya lo he vivido antes, déjà vu dans l´au-delà... O tal vez es el anuncio de una situación futura. Algo así vibra en el aire todo el tiempo, todo el tiempo... Como en diario de un genio.



         El gato se mantenía a cierta distancia no reflexiva sino desconfiada, sobre el barandal de piedra: maullaba cada vez que aparecía una náyade, una ondina, una hermana de Melpómene, una semidiosa, - ya iba yo cargándome con los nombres de ellos (pronto seré igual de lerdo). Pronto mi Señor se derramó decúbito contra las losas ya frescas de la terraza creando un gran charco blanco. Me pregunté si eso sería bueno para acelerar su muerte. – Sí, que siguiera con las poluciones nocturnas en el abismo infernal de una madrugada eterna, que se fuera consumiendo como árbol ya sin savia, mujer de útero yerto, sistro sin aire, conductos seminíferos semi-secos.



         Así fui acumulando una cierta cantidad de maldiciones infecundas mientras él, mi Ladrón, emitía con potencia cerca de medio litro de substancia blancuzca; no parecía, la verdad, un hombre abocado a la muerte. Estaba sanísimo. No envejecíamos. Estaba poniendo la terraza hecha un Cristo, -ya iba yo recordando- como si hubieran derramado leche, y el gato –muy asombrado con sus grandes ojos garzos- huyó en tres saltos de la azotea y de nosotros sin tocar un solo rastro.



         Entonces atravesó el Cielo un cometa, una estrella fugaz rasgó el velo, un fenómeno sideral de fuego. Ambos – mi Señor (la mente-cuerpo) y Yo (su alma)- pronunciamos al unísono la antigua letanía, el mamtram. Asombrados. En ese instante pude sentir la lujuria de zafiro de la Diosa en los arcos de las constelaciones del cénit:   Era raro sentir deseo sexual por los espacios y formas del Cielo. Mas desde que partí de playa nada de lo que me ocurre me ahorra esos componentes: crüeldad insana, vil   delirio.



         Y cual si estuviera en ella y todavía hubiera cuerpo, yo también cubrí mi suelo.



             union



LA SEGUNDA NOCHE: EL PRIMER BESO



         Había conseguido el prestigio del primer beso la segunda noche... El primer beso... - La remota Lectora no sé qué habrá conservado de aquel recuerdo...  -Su primer beso. Fue solo uno; el primero. -Si dudas, es que no es ese, no es el primero. - El primer beso.



         Recuerdo perfectamente su primer beso.



         Fue un bello beso, un beso innovador, quizás el mejor beso del mundo, el campeón de los besos aquel año, el beso número 1.



         No fue un beso tradicional, un beso sellado como una pared, no fue un muerde voraz, un recomerse los labios, un lúbrico inter-lengüeteo, un beso simulacro de fellatio.



         Se trataba de un beso absolutamente nuevo, un beso de última generación, producto de importación, la evolución de todos los besos que alguna vez se hayan dado.



         Muy diferente de aquellos besos iniciales con mi Novia (Fr.) de 1981. Distinto de las formas de besar novedosas que había traído de Nicaragua la Duende en 1991. No tenían mucho que ver con los besos viperinos avanzadísimos en la asignatura de Lujuria, de bella Mysia aquella lejana noche de tormenta de 1996. Se parecía poco al beso de Aricia en 1998, tomando la corona de mi cabeza bajo el arco de su brazo mientras bajábamos las escaleras del dúplex. Se parecía más al de Lesbia, tal vez por ser más cercano en el tiempo, un estilo de beso moderno, no anticuado: contenido, lleno de emoción y ojos que se acercan y ondulan la realidad antes que te envuelva el perfume del beso, el contacto estremecido de los labios.



         Fue un beso –querida Lectora, Lector solamente tolerado- indescriptible dentro de una sucesión de hechos inenarrable.



         - El Beso es aquello de lo que no hablamos. Como el sexo, pues contiene las mismas vocales que beso igual que “noche” y “deseo”. Los cüernos es “aquello de lo que no hablamos” pero pensamos todo el tiempo. Es evidente que “cuernos” rima bien con “beso”, con “sexo” y con “deseo”. Pero introduce una “u” de Miura en diptongo que obscurece el sonido del vocablo, de modo que la rima se iría a lo grosero: “Cúernos, cúernos, cüernos”. Es evidente que la letra “C” es semejante a una cornamenta: algo obscuro, azur, peligroso como las astas de un toro, una consonante que pasa como un morlaco, teñido el flanco de sangre.



         Sí, sé que divago.... Cuernos.

          











-  Dime, ¿qué piensas de las tildes, de las comas y mayúsculas, qué piensas de las aladas comillas inglesas (“”), paréntesis, en general de los signos, y del entrecomilado francés, que no hace volar las citas, sino que las aprieta como en vagones, coloca como puntas de flecha entre el resto del discurso y estos interiores (<< >>). Dime, ¿qué piensas de la irónica cursiva, el desigual subrayado?, ¿qué piensas de cuerpos muy anchos?



-               ¡Y qué vas a pensar tú, hipócrita, bestialista Lector del Tiempo de los Asesinos!

-                

-               ¿Por qué debería sentir el mínimo respeto por el que me lea, por el que me da la vida...?



-               Sí, la pregunta se responde por sí misma, vale. Lectora-Madre, mucho te he buscado desde siempre... Pero ¿acaso no es algo parecido a la simpatía comercial de los camareros, vendedores y demás profesionales de la seducción? Te he entrevisto ayer tarde en los ojos rasgados en rostro blanco, blanco, blanco de una veinteañera con excelentes méritos... ¿A dónde me conduce todo esto?



-         ¿Debo tratar bien a la Lectora para que me conserve con vida, para que siga leyendo? ¿Debo reconciliarme con el Lector-macho –un caníbal violador en potencia- para aumentar el sumatorio de mis seguidores? ¿Quizás sería sensato incluir aquí y allá algunas pinceladas de sexo explícito, literatura de masturbación pura y dura? Estoy seguro de que muchos de los que han llegado hasta aquí, hasta esta altura lejana de mi catálogo, no buscan más que ese tipo de escenas de lenguaje sexual directo en la estela de las descripciones de folladas de Murakami (sus personajes no están muy por encima de la media nacional nipona de 40 coitos por habitante al año pero disfrutan de polvos de alta calidad).



-      Sí, alguna vez los bellos ojos glaucos, glaucos de la Dea, la Lectora, deberían alzarse y responder algo. -¿A dónde me conduce todo esto?



-      ¿Qué piensas sobre todo de los guiones? –insistió mi captor, más y más excitado pues, aunque se le habían pasado más o menos los efectos de los afrodisiacos de la mañana, mediada la tarde ya la había reemprendido con los estimulantes como la cocaína en piedra -. Yo ahora los veo como cuchillos, planchas cortantes y peligrosas que seccionan el espacio entre los nombres, las acciones, las cualidades y las voces de las cosas.



-      Son pinchos, espinas, signos negativos, menos. Son odiosos.



Guardamos silencio durante 8 días, aunque, en forma de ensueños, durante nuestra meditación sin palabras, cerníase sobre nuestro pensamiento-sentimiento-cuerpo la presencia incómoda de los guiones, las comillas y toda clase de formas inquietantes de lo ambiguo, signos sin substancia, sin nombre.



         Así meditamos en la canícula. Cuando volví a este mundo el gato blanco había desaparecido para siempre.

















LA SEGUNDA NOCHE: EL PRIMER BESO II





         Y BIEN, al fin y al cabo ¿por qué no soltarlo? ¿Cuántos años llevo pensando en ello, en escribir lo que ocurrió y así olvidarlo, por última vez? - ¿No dice la memoria racional que han pasado 7 años, 7 enormes  años? ¿Llevas 7 años alimentándote de un recuerdo? - Suéltalo, suéltalo...



         Pero el corazón ya quisiera saber el episodio siguiente, saltar hacia los capítulos postreros, conocer el desenlace. -Ya lo he dicho: Todo termina bien en mi novela: en campanadas de boda. De modo que de momento la querida Lectora no necesita saber nada más. Cargado con los bártulos tanto de director de escena como de encargado del atrezzo e intérprete-protagonista, me encamino a la representación de un nuevo episodio de mi derrota: el primer beso.



         Fue la única noche que bajamos al pueblo –(que por un capricho del destino o desas casualidades que asediaban a nuestro maestro, el Sabio, se llamaba Pilas).



         Es cosa sabida que las sectas requieren la ruptura del adepto con sus vínculos familiares y sociales:



          Si vas a meterte en una secta, lo primero es que te alejes de tu familia, de tus amigos y en general de toda tu vida anterior.- Es lógico : si te metes en una asociación nazi que piensa que Hitler fue un héroe, ya no puedes seguir con papá y mamá y contarles a la hora de la cena que habéis asesinado a un vagabundo que dormía cerca del Tiergarten.



         Las sectas –el futuro del siglo XXI- requieren que creas en cosas un tanto irracionales: Por ejemplo, que la Luna es un bloque de hielo que se derretirá y caerá sobre nuestras cabezas. Y ¿por qué no?



         Da igual la secta a  que pertenezcas. Quizás para tu evolución personal lo mejor sea que te impliques en una de las más absurdas. Lo que tiene mérito es que empieces a creer cosas que no creíste nunca. Si creyeras en lo de siempre, no te habrías metido en una secta. Pero si empiezas a tomarte en serio que los extraterrestres van a venir a rescatarnos del apocalipsis o que tu líder es Dios en la Tierra, empezarás a comportarte de manera distinta. Las sectas son las asociaciones de los que creen en cosas absurdas como la resurección en la carne después de la muerte o la reencarnación en personajes siempre famosos como Juana de Arco.



         Por ello es necesario mantener aislados del mundo a los miembros de una secta. Que la calle y el mundo de los normales les empiecen a parecer algo diabólico, es un requisito de sus alucinaciones colectivas.



         - En nuestro curso de la Revolución del Membrillo nadie nos prohibía salir del hotel pero sí se recomendaba recogimiento. Si empezábamos a salir por el pueblo, a ver la tele, a tomar alcohol, a ver los mundiales..., empezaríamos a pensar como siempre, como ellos, mayoría de normales sin secta.



         - Es decir, para algunos, el aislamiento de los que sostienen creencias excéntricas es una forma de alienarse; para otros, en cambio,  los buscadores de la verdad tienen que apartarse del mundo y asociarse con sus hermanos , para lo contrario: para no contaminarse con la sociedad establecida, para no volver a alienarse.



         A mí, la verdad, es que me daba lo mismo una cosa que otra: alienarme o desamperizarme: Después de pasar tres veces por la India, -y con la imaginación millares y millones de veces- comprendía que no había que tenerle tanto miedo a pertenecer a una secta como la de Osho o Prabhupadha; las sectas destructivas también tenían su lado positivo. Siempre y cuando te mantuvieras herético y lúcido por dentro. Mi credo era un neo- surrealismo post-tantryka ácrata, erótico e hiper-teísta. Ya había bastantes figuras en mi panteón: Dalý y Dylan, Rajneesh y Krishnamurti, Krishna y Cristo, la Diosa Blanca y la Luna Negra, Eros/Cupido y Baco/Dionýsos, Chaitanya y los sufis, Grecia e India... Pero aún cabían más santos, más religiones: El sabio chileno que había fundado el SAT (Seekers after Teeth) presumía de “conocer todas las tradiciones espirituales”. Sobre todo la del Buddha.



  Por la noche salimos al pueblo un nutrido grupo de Suckers after Thicks. Enseguida una mujer bonaerense se puso a mi lado y me animó a cantarle tangos, lo que hice con gusto. Ella hacía peticiones y yo la complacía; me los sabía todos: Mano a Mano, la Cumparsita, Malevaje, Margot, Tarde Gris y los que se le ocurrieran. Me sabía tangos en finlandés y en polaco. Podía cantarlos en griego y hasta con voces búlgaras.



         No estaba claro si ella pertenecía al staff o venía como participante al curso. Más bien era de las que se han pasado la vida en diversos eventos culturales sin pagar ni una coca-cola. Me contaba que su hijo en Buenos Aires tenía 6 ó 7 trabajos como Vargas-Llosa cuando le llamaban el “sartrecillo” valiente. Y que además compatibilizaba esto dedicando el resto del tiempo al teatro, la literatura y la acción política. Me pareció fascinante; sí, un listo, el avatar intelectual de la avispada porteña.



         Pero por muy literarias y románticas  que fuesen las perspectivas con  la mujer argentina, la verdad es que me parecía muy mayor. Las estrías de sus labios y su melena cenicienta la convertían en una cincuentona remotamente sexy.



         - Por supuesto que doy por descontado mi éxito entre las mujeres de 50 ó de 60. Si no se sintieran atraídas por mí, ya habría empezado mi decrepitud. Es como si Cristiano Ronaldo jugara contra un equipo de alevines y perdiera. El incidente con la gorda me había convencido de la necesidad de seguir el destino de las bellas, y ninguna otra cosa.  -De modo que casi nunca desciendo a los infiernos de los planetas inferiores a Venus, donde suspiran abandonadas las lamidas por la edad, las avejentadas aún bellas.



         Pero mi interés se iba hacia los pechos como melones, la marihuana y la chica ataviada con gasas de zíngara que le había hecho la burla a Pepi:



         La neo-hippy con ricitos de tenacillas de peluquería, hablaba con unos y con otros, era el alma de la fiesta, pasaba de un círculo al siguiente, parecía una profesional de los actos de sociedad, yo estaba a punto de creer que era estúpida. - Pero a la hora de la verdad, fue a mí a quien me pasó la cajita de la maría para que me liara el porro de todos.



         Nadie más que ellas llevaba drogas al curso, pero cualquiera fumaba de buena gana si le ofrecías. No me pareció que esto dijera nada bueno de nosotros: Si en otras cosas se comportaban igual, habría que deducir que solo pecaban si les invitaban. Pues vaya buscadores.



         Regresábamos al hotel cuando la chica gipsy se puso a mi altura y sin soltar a su compañero –con quien iba enlazada- me pasó la mano por el interior del antebrazo y con dulce voz me dijo que le diera de fumar. Toda mi piel se electrizó a su contacto y sentí que por hallarme pegado a esa mujer de brazos tan süaves  habría dado más que mi vida. Y sin embargo solo era una chica como tantas; anoche había cantado tangos para ella y al final, ¿qué?, ¿no la vi cogiéndole de las caderas en las escaleras a uno del staff en lo que tenía todos los visos de ser preliminares o epílogo de un beso? ¿Y no son los besos con frecuencia un preámbulo del coito?–Le pasé el mackinflay rápidamente; al fin y al cabo, la postura de yerba era suya. Ella sí había planeado antes, drogarse un poco en el curso. Nada más que por eso, ya la admiraba.



         Cuando llegamos al antiguo seminario de novicios con sus formas de los años 70 y su fría ascética entre lantanas, nuestra manada se dispersó y solo quedamos Abel, ella y yo en la trans-noche.



         Teníamos entre los tres un total de más de 120 años: madurez para dar y regalar. Pero sentados en el  banco de iglesia del pasillo(que aún olía un poco como las capillas), a aquellas horas, parecíamos de nuevo adolescentes: Si la primera noche había tenido duende, en esta segunda había tensión.



         Me pareció evidente desde el primer silencio, que asistía a un reparto sexual con un solo pastel femenino. Había varias formas de resolver el asunto y yo había vivido ya casi todas. De modo que desde el principio renuncié a seguir jugando y antes de que nadie me preguntara nada, dije que yo tenía pareja, que estaba enamorado; añadí, por colorear mi declaración, que me había enamorado de ella (Morphi) por su forma de andar. - Pero no me fui.



         La chica de las telas de colores escuchó esto último  con mucha atención; porque ella era bailarina y también caminaba muy bien. Tras haber intervenido desta forma tajante, pensé en mi propia tontería: si me había enamorado de Morphi por sus andares, también podría enamorarme de los de la zíngara o de la primera que moviese bien el culo. Tal vez había llevado demasiado lejos lo del amor corporal...



         - Y si estuviera en una silla de ruedas ¿también me enamoraría de su manera de tomar curvas o de frenar con la sillita de paralítica?



         Es probable.



         Entonces salió de los edificios de la residencia en pijama una chica con el pelo corto y los ojos grises: era una escultora muy bella y me alegró que se sumara a la complejidad de nuestro triángulo; el 4 era más fácil que el 3.



         -... Hora alta y sugestionable, conversación casi en susurros, para no molestar a los demás que están durmiendo..., intimidad de los cuchicheos de niños o adolescentes que están de campamento y no se pueden dormir y se cuentan cuentos de miedo...-



         La conversación recayó en la diferencia entre el Orgullo y la Vanidad. Había participado por lo menos en una docena de debates sobre este tópico, así que me callé esperando que los demás repitieran las mismas ideas cientos de veces escuchadas; y, por mi cuenta ,me puse a escribir un poema en un cuaderno, lo que contribuía a aislarme mejor. Como si yo fuese un gran personaje, un genio, que no desperdicia la madrugada en bêtisses de dos chicas y dos chicos: Entre los cuatro acumulábamos siglo y medio de experiencias; no era moco de pavo: más de 150 años ligando y todavía creérselo.



         Abel, el clarinetista de Barcelona, había adoptado una postura reclinada contra el espaldar de la banca, algo rígida pero la mejor para tener una perspectiva directa del escote de la chica medio hippy pero con más aromas y ungüentos que la perfumería de El Corte Inglés. Abel no se esforzaba en disimular que le inspeccionaba las tetas y ella tampoco parecía incómoda por esta inspección: mostraba porciones de su seno perfectamente dosificadas en razón del tamaño y vuelo de su escote. Enseñaba justo lo que quería enseñar.



         No sería de la organización pero era una lista: siempre hacía lo más conveniente y agradable para todos en cada momento. Tal vez fuera una infiltrada de la organización para saber qué hacíamos en los ratos libres y mantenernos condicionados más allá del curso. La chica no parecía del todo real. Sus enormes ojeras moradas hacían presagiar lo peor, sus dientes mal colocados, su lunar... -Ser fantasmático y quimérico,  fantástico como la ondina y la gárgola. Parecía brotar de un sueño, de un cuento, de un recuerdo o de un mito.



         Luego cada uno confesó –estábamos algo impresionados por el gran silencio del seminario dormido- los secretos de su corazón. Abel tal vez se avergonzó de los suyos, porque se fue ágilmente a la cama; los catalanes son reservados y discretos; no como nosotros los del Sur que le contamos nuestra vida al primero que pasa.



         También se fue enseguida la escultora.



         Quedamos, la menina gitana, y yo. - Y la atmósfera en suspenso, como en estado de erección.  Ella no había confesado ningún secreto personal. Y se reía y se reía.











LA TERCERA TARDE



          - No, después de todo, no lo voy a contar, renuncio a evocar el primer beso. (Beso con sabor a chicle, largo beso de labios sellados, beso trémulo...). -Por algún motivo pensé que me había ganado aquel honor justamente por renunciar a él, por declarar que estaba enamorado de Morphi. -Eso presentaba cierta lógica dentro de las leyes paradójicas  e irónicas del amor.



         Al día siguiente vi a la chica agitanada haciendo un ejercicio de hipnosis con el resto de mujeres.  Iba andando con los ojos cerrados y los brazos cruzados sobre el regazo entre gente muda y ciega, como perdida en medio de una comitiva de sonámbulos. Me pareció que estaba enojada y remisa a tener contacto. A veces daba  un zapatazo de rabia, su gesto era  torvo. Ya no parecía ese ser encantador dispuesto a agradar a todos como si fuese una animadora o la relaciones públicas del  curso.



   Luego se tumbó en el suelo entre una masa confusa de mujeres que se  reían como locas, como si quisieran animalizarse.



         Todo esto me impresionó. Más tarde estaba en el pasillo, junto a un piano; no parecía nada contenta. Tal vez le pesaba haberme besado la noche anterior; pues tenía pareja. Sin embargo me pareció presuntuoso creer que había provocado en la joven gipsy un conflicto de conciencia. No, seguro que no era eso. Empezamos así nuestra sesión de tarde de teatro.



         La directora de aquella sección del curso se llamaba Gema y tenía la misión de empujarnos más allá de nuestros propios límites hasta que sintiéramos que los podíamos sufrir con más calma. La cosa podía empezar con una bella música agresiva de dos masas de violines luchando; tumbados en el suelo nos relajábamos y sintonizábamos con el espíritu desa música o nos imaginábamos cosas mientras la escuchábamos. Luego se hacía una ronda diciendo qué había sentido o visto cada uno y en qué chakra había percibido más vibración. Yo la había percibido en el sacro. Entonces nuestra profesora me devolvió a una polaridad más sencilla: que escogiera a una persona que hiciese de mi cabeza y otra de mi corazón para iniciar un diálogo entre ellos. Elegí a una médica embarazada con la que ya había hablado para que representara mi parte intelectual y, sin dudarlo, a la chica de las gasas como mi Corazón. Empezaron a actuar de inmediato: Era evidente que algún tipo de fluído de alma, algún tipo de spiritus llenaba la sala y dirigía los movimientos siempre caóticos e imprevistos. La doctora preñada se puso a hablarme en alemán como para volverme loco: como ella no conocía ese idioma, su pantomima me pareció patética y en seguida le retiré mi atención para mirar a la burlona, Corazón.  Ya estaba bailando en torno a mí como una libélula y me arrastraba a una especie de revoloteo dando vueltas por la habitación; en aquel instante ni me di cuenta ni me importó pero creo que perdí a mi Cabeza en una desas carreras por el corro.- Ahora caímos los dos al suelo y ella –entregada a la inspiración de su papel improvisado- me pedía: “Quiero que me mires, quiero me oigas, quiero que me hables”. Lo dijo de tal manera que se me encogía el alma. No sería de los organizadores, una profesional, pero como colaboradora era impecable. Me tenía desconcertado aunque yo simulara ser el hombre más descreído del mundo y estar jugando con ellas, con las otras, con el mundo, el mero juego de Eros en el teatro.- “¿No crees que te vas a cansar?”, repliqué con grosería.  Esto es lo que haces siempre: Cuando mejor estamos, me das el hachazo”, me reprochó ella lastimosa.



         Así seguimos un rato jugando a un extraño cortejo representado en público donde el macho a medio feminizar se hace el duro ante la chica de piel aceitunada y bucles empavonados que le relucen entre los ojos. Un talento para el baile, la comedia y el drama; me deja atónito y estupefacto: Parece haberle sacado ahora a su personaje la voz cavernosa de la hembra en celo. – No, no es que esté sobrecogido por los desafíos sexuales que pueda suponer todo esto, ni mucho menos; pues sigo creyendo que se trata nada más que de un juego, que me divierto; solo estoy un poco asombrado. Normalmente, en la vida ordinaria fuera del curso, no me pasan estas cosas: La gitanilla de los caracoles en la frente es mi novia y yo me adentro en la melancolía de un don Juan completamente harto del amor y a la vez aterrado por quedar fuera de su esfera de juego. Como pìerda a la gitanilla, su gracioso Corazón...



         Pero poco a poco su personaje fue venciendo al mío. Lo hizo a través de un descenso de canciones (que no serán mencionadas sino entregadas a la irrealidad de los recuerdos no-escritos).- Poco a poco, solo por un corto momento, el Ego se desvaneció arrojado en los brazos del Amor. Entonces la emoción empezó a apoderarse de mí y dejé de reír, de reírme por dentro, de faltar el respeto: -Era evidente que ya no estábamos haciendo teatro. Nuestros testigos (o público) habían estrechado el círculo alrededor de nosotros. Así podía sentirlo yo a través de mis piernas sin mirarles. El grupo se comportaba como un animal silencioso y múltiple pero dotado de movimiento  y, de grave modo, presente.



         Cuando al final nos abrazamos, casi todo el mundo estaba llorando, estaban muy emocionados, cosa que me sorprendió pues ni me daba cuenta aún de lo que había pasado. Intentaba asimilar lo ocurrido.- No, no era solo teatro, no era tampoco la realidad liberada a su “movimiento espontáneo”, ni era el alma; pero sí una mezcla de todo eso.









“- CONDENADO A MUERTE POR INTENTO DE SUICIDIO

Y al exilio por buscar una salida,

- ANTE EL TRIBUNAL JURÉ

Solemne sobre la Biblia

REAFIRMARME EN MIS MENTIRAS.



- Impedidos compasibles

APLAUDEN CON FRASES HECHAS

 Mi discurso tartamudo

CON ERRORES DE CONCEPTO.



- FUI SORPRENDIDO IN FRAGANTI

Entre calados y rasos:

(SUS BRAGAS DE BUENOS DÍAS)

Tras haber descerrajado

SOLO UNA CAJA VACÍA ...”





Sus bragas de buenos días”: el absoluto optimismo de unas bragas limpísimas de adolescente dando los buenos días, me conducía a estados mentales donde se tolera casi todo: En el presente las noches de asueto del curso eran tantos motivos de avance sobre el cuerpo y la risa de ella. - A veces pensaba que ella se reía demasiado. Parecían dos idiotas.



-         La verdad es que desde el principio nos revolcábamos de risa mezclando en una voltereta nuestros cuerpos. Yo le enseñaba a caerse golpeándome con saña las vértebras sacrales.



-         El miedo había pasado y la noche de las noches en que ella va a manifestar su preferencia, aún está por llegar. ¿Con cuántos juguetes o ídolos jugará Eros antes de jurar que habla en nombre del Amor verdadero? Ya conocéis sus señuelos: Vetas de sangre entre vetas de placer en el mármol blanco del amor. Ya no estoy especialmente interesado en el final del amor. En el final de la vida.  En el final de las cosas.



         Soy el Alma, el satisfecho eterno en la Diosa.



          Quiero declarar algo sobre esto, ahora que he hablado de alma: Soy el alma; no sé ni me importa a quién me dirijo: mis palabras sé que son un relámpago de soledad en el universo, hablo desde el vacío y en el vacío, no es de este mundo mi reino... -No lo puedo decir más claro, compañero –y cada vez mi lenguaje se parece más al vuestro- : soy otra clase de ser: uno, eterno. -Mi deleite no es este objeto del experimentar (placer) o su opuesto (dolor y sufrimiento) sino una especie de automatismo de la atención; responder a cada estímulo por el simple goce de experimentar, con independencia de qué se perciba. 









Autobiographica VI

¿Y no es más NOBLE PARA el alma no contarlo?

       

                  

¡¡UF!! Pensé que iba a ser mucho más difícil pero la verdad es que lo estoy soltando de maravilla y a la primera. He tardado más de 6 años en escribir la última escena, el primer beso. Más de 6 años nutriéndome de ella, ensoñándola de nuevo, rehaciéndola, acariciándola de mil formas que ahora, al haber sido narrada, se hundirán en las simas del olvido tal como olvideme del perfume del cuerpo de mi primera maestra, y hasta de su nombre...



         Porque la proposición contraria, querida y deseada Lectora, aún es menos cierta, menos probable: que no contarlo sea más noble para el alma (gran invitada muda al festín de mi novela; el corazón no es el alma toda sino solo el “órgano del sentimiento”; el alma no es un “órgano” ni siquiera por aproximación o analogía).- Resulta estúpido creer que el que habla poco consigo mismo, vive en la acción aquí y ahora y nada rememora, conservará intactas  sus memorias por falta de uso. El idiota desmemoriado, igual que el nostálgico inmovilista, acaban destruyendo el milagro de la conciencia retrospectiva.



         Y nada hay de cierto en todo ello sino el enorme alivio en los jardines cerebrales, galerías de la imaginación y del recuerdo, comparables a una fábrica de cristal y al camino entre crisoles donde se siente fresco oxígeno y la capacidad de poder respirar bien sin asistir a ningún prodigio del fuego.



         -... Por la noche, después de la cena, volvía la felicidad del verano por los jardines, paseos y piscina del antiguo seminario menor; más allá de la verja, lomas y lomas de viñas hasta el infinito. - Las noches ya no formaban parte del curso. Los formadores estaban ausentes y si se presentaban no dirigían nada. Trabajo era trabajo y ocio era ocio. Pero yo tiendo a mezclarlo todo.



         En la parte ligera de la vida, ajena al esfuerzo, sobremesas, asuetos, juegos, after-hours a veces interminables de noche cerrada a mediodía; en los camerinos más recónditos de los más antiguos burdeles donde todo huele profundamente a hembra y hasta la voz se acolcha debido a la masa de telas y tetas y gasas que acumulan las paredes desas trastiendas; allí la había yo buscado.



         Pero también en un ambiente al aire libre con arriates de lantanas de diversos colores, alfombras de césped separadamente escrito, setos de cipreses o arizónicas, viñas siempre a lo lejos como un cinturón vegetal de millares de hectáreas alrededor, la enorme piscina como una promesa de placer inconsciente casi siempre cerrado pero accesible gracias a un agujero en la alambrada del tamaño de una persona; también en el Paraíso –en una situación material de deleite aparentemente eterna gracias a la presencia siempre benéfica de Eros-Naturaleza- era posible encontrarla. -Así en la Luz como en las Tinieblas. Así en la Boca como en las Tetas.



         Pero en realidad, ¿qué buscaba yo? Cuando empecé el curso quería una cosa; ahora quería otra.



         En el Paraíso, en las zonas de ocio yo me movía perfectamente, como si hubiera venido al curso a eso, a divertirme en los recreos. Sin embargo, por encima o quizás más abajo deste ánimo frívolo podía notar, pese a todo, la envergadura de lo que había pasado aquella misma tarde en el teatro.



         Aunque de momento no quisiera volver sobre ello sino más bien bañarme con las compañeras en la piscina: eran modeladoras muy bien moldeadas, cada una a su manera pero estaban buenas todas, incluida Lucía en avanzado estado de gestación:  lucía preciosa en su bikini; todavía emocionada, me pidió que cantase otra vez mis canciones. -Su voz tiene un desfallecimiento como de enamorada y yo me apresuro a complacerla. De momento ni siquera tengo interés en volver a ver a Corazón, la que va disfrazada de buhonera. Solo quiero disfrutar del agua y de las otras chicas ahora, no pensar en nada. -Pero es evidente que una mole nueva, desconocida se ha alzado en algún lugar de mi interior. Y que su sombra pesa. Esa sombra se mezcla con el sabor del primer beso anoche.



         Y de repente me topo en el agua con una chica que se hace la muerta. Pero ¡si es Corazón! De pronto me siento un poco como si mi mujer me hubiera pillado ligando con otras a base de cantarles canciones.  Qué rápida es: Le ha dado tiempo a subir, cambiarse, tirarse al agua y ya estar esperando a los demás -¿o solo a mí?- haciéndose la muertecita boca arriba en la piscina. Entonces recuerdo o reparo en que no somos novios, que ella tiene pareja y treintenas de amantes, que yo también llevo triunfos y que aquí cada cual hace lo que quiere. Pero de todas maneras me voy con ella, con Corazón que parece una muchacha enclenque pero dotada de protuberancias de ensueño y una piel que se queda pegada a las caricias como látex caliente.



         ¿Tendrá también más velocidad emocional de la normal y ya habrá asimilado, deglutido y metabolizado toda la experiencia? No creo. Para empezar, no creo que haya personas que posean algo así como “Alta velocidad Emocional” (a menos que sean psicópatas desalmados). No. Lo que ocurre es que todavía no ha terminado de entender ni por tanto de experimentar nada. Está medio lela y cuando me habla, se parece demasiado a su personaje, se parece demasiado cuando me pide –pero en el fondo es seguro que voy a obedecerla- que la meza en el agua. La posibilidad de tocar su cuerpo casi desnudo me hace olvidarme por completo de las otras, de las canciones, de todo. Nos alejamos girando hacia el centro en la enorme pileta que parece un lago cuadrado, ella extendida boca arriba, un poco rígida, haciéndose la muerta, pero disfrutando del agua y del contacto de mis manos con cada una de sus células, yo impulsándola, hipnotizado, por los brazos, la cintura y los pies.



         -... Esa noche ya no teníamos porros después de la cena. De modo natural volvimos a juntarnos y ya no nos separamos más que lo imprescindible en el resto de los días.



         - Y ahora me pregunto: ¿Qué sentido tiene contarlo, confesarlo?  ¿Será por presumir? ¿Será porque aquellos fueron “los días más felices de mi vida”, que nunca los ha vuelto a haber tan intensos, con tanto color, con tanta aventura? 



         ... Anduvimos mendigando chocolate entre los compañeros. Todos parecían alegrarse de que les pidiéramos haschich; pero ninguno tenía. En cierta forma pertenecían a la misma ganadería que los románticos neo-hippies, abundante en Ybbozzim, en India o en un festival de música celta. Eran por lo general más partidarios de los porros orientales que del tabaco europeo, el alcohol y los estimulantes. Muy bien. Pero la verdad es que casi nadie había traído material; en eso les vencía su antigua secta, el cristianismo años 70: No se va a un curso deste tipo en un seminario menor, cargado de marihuana y de condones. - Aunque yo –partidario de la simple religión de Eros- tampoco había traído. Tampoco parecía importarnos mucho:



         Medio atontados estuvimos jugando en el gran césped de la entrada. Yo parecía plenamente reconciliado con Corazón dentro y fuera del teatro. Lo nuestro es algo completamente inocente como la amistad fulminante de dos niños. - Aunque sumando la edad de los dos habríamos superado en experiencia a un octogenario.



         (No recordaba en absoluto lo mucho que me había costado en la representación, entregarme a Corazón, ser capaz de derretirme. Apenas recordaba que solo las canciones me habían ablandado. No quería saber cómo había agredido y humillado a Corazón diciéndole que el pañuelo que le acababa de regalar “olía a otra” (como si yo tuviera siempre otra mujer en el armario), puro sadismo de macho. Ni el miedo a que la hembra en celo que saca la voz de las tripas me camele con sus ojos suplicantes y ojerosos, me vaya a enredar en otra historia de amor, o de seducción, o yo qué sé...Ahora no quiero pensar más ni comprender más. No recuerdo tampoco lo que sentí al ver el mismo tema –novios peleados intentando reconciliarse- escenificado por otros y totalmente distinto. Ni cómo entonces lloré por ellos. -Al empezar a cantar, una resistencia se había desmoronado; pero tomó dos canciones completas que se desmoronase del todo. Como si la música fuese el lenguaje natural del alma. No quería recordar y sin embargo estaba con la misma muchacha grungie que había encarnado a mi Corazón en el teatro: “Quiero que me mires, quiero que me oigas, quiero que me hables...” Había algo excesivo, intolerable en la forma que decía aquello: Su larga barbilla de bruja inclinada hacia mí, suplicante, parecía sugerir el resto: “Quiero que me toques, quiero que me folles, quiero que me ames”. Pero en realidad nunca había dicho eso; solo que yo me lo imaginaba. Podía también pensar que su capacidad interpretativa era descomunal y le ponía en la boca reacciones de un personaje que no era ella misma. O bien que de verdad sentía algo parecido por mí y lo mezclaba con su escena de pelea conyugal improvisada. Daba igual. En el fondo me daba igual la interpretación correcta y la teoría de la verdad. La verdad es que nunca había llamado “Corazón” a nadie, pero me gustaba, sonaba a cuplé de Antonio Machín. Y mi corazón era una zíngara de las que venden cachimbas y pañuelos en los puestos. - Eso tenía sentido.



         Como no teníamos porros estuvimos jugando a dar volteretas por la hierba. Yo le enseñaba a caerse de cuerpo entero golpeándose el sacro y extendiendo las piernas, pero sin poner las manos. Ella imitaba mi forma de tirarme al suelo y cada vez que caía estallaba en una carcajada sorda. Su risa era contagiosa (...y se pasaba casi todo el día riéndose), por algo era la burlona que se había pitorreado de Pepi ya el primer día. Mi Corazón era una cachonda. En algún momento, yo también doblado de risa, abracé sin querer su espalda: toda su columna vertebral se sacudía y reverberaba en los espasmos de las carcajadas, podía oír la resonancia de su risa en su delgado tórax. Sentí que aquel sonido profundo se me contagiaba y “me partí de risa” (notaba como si con cada carcajada se abriese un canal desde mi vientre a mi pecho y a mi garganta). -Entre nosotros todo resultaba tan fluído que ni siquiera pensé en nada sexual cuando nos revolcamos por primera vez en la hierba...



         (Y ahora me pregunto de nuevo si no es más noble para el alma no contarlo, para qué me empeño en resucitar los detalles de aquello, levantar este epitafio a los amores perdidos, perdidos...)



         -O tal vez no fue así, sino que ahora lo deformo con algún turbio propósito.



         -No podía dejar de percibir el sex-appeal de Corazón: Les gustaba a todos. Abel, el clarinetista clásico de Barcelona y Rafa el Buddha-Diablo-de-Dostoyevski me habían animado a proseguir mis avances con la zíngara: era como si la deseasen mucho pero me vieran muy avanzado en la campaña de conquistarla; serían unos neuróticos pero no eran envidiosos.- Yo, pensando que entre los tres sumábamos más de un siglo, rechacé ese papel que me daban de guapo que liga y ni se da cuenta: Les dije que ella tenía pareja, que yo también y que no pensaba hacer nada con la mezzo-hippy. Esto les provocó una reacción de tremendo pitorreo. Después de reírse de mí un buen rato, Rafa, un poco enfadado, me reprendía: “Vamos, no te hagas ahora el puritano”.



         Sin embargo, yo me seguí resistiendo al primal scream de la hembra gemebunda. Era evidente que a pesar de lo flaca, ojerosa y canija que estaba, en los lugares donde Eros halla sus placeres, sus formas eran desbordantes. Su piel imantaba a la mía como un delicado nimbo de energía anaranjada en los antebrazos, como cuando me enlazó por vez primera. Los caracoles negros de sus pequeños rizos me hacen cosquillas en la nariz o en los ojos todo el día porque casi siempre estoy pegado a ella: el olor de su nuca ya se confunde con mi pecho. - Pero aún no pensaba en sexo.



         ... O tal vez sí, y ahora lo deformo cuando lo recuerdo pues el pasado carece de una forma estable, independiente o real; no es un pozo al que vas de vez en cuando a sacar agua, sino en todo caso un géiser. Y no hay más “recuerdos fieles” que los que puedan obtenerse de la confrontación de diferentes testimonios, no de la “memoria privada”.



         Sobre todo, no podía olvidar su primer beso, un beso de amiga, un beso sellado, sin lengua, –trémulo-, un tipo de beso que yo no había conocido nunca. -Si esos eran los besos de amiga ¿cómo no serían los otros?



         (... No, no debió ser así... Incluso dentro de un juego de lenguaje rigurosamente privado, puedo ser más o menos permisivo u honesto conmigo mismo y percibir entre las deformaciones de la imaginación aquella que al menos me diga algo nuevo, que desencubra algo, la que más me inquiete...)



         Ya todo el mundo se había ido a acostar, acabábamos de conquistar el prestigio de ser los más trasnochadores bajo el cielo cada vez más brillante de estrellas. Nos escondimos en un lugar todavía más íntimo de los jardines sin un alma, mientras, circulaba lenta la media noche; casi podía sentir el sueño blando emanando de las habitaciones y hasta el espíritu de los seminaristas que antaño pasaron.



         Fuimos a la parte de atrás desde donde se divisaban las viñas más allá de la verja. Y la Luna. Nos besamos varias veces. No eran besos al asalto ni por parte de ella ni mía. Dentro de un espíritu de compenetración absurdo, simplemente, ahora que nadie nos veía, habíamos llegado a juntar nuestras bocas. Como si el acceso a sus labios, el sabor a chicle de su saliva, sus continuos besos hubieran estado a mi disposición toda la vida, fáciles y necesitados. –Entonces tuve la mala ocurrencia de preguntarle la típica pregunta “con-cuántos-hombres-has-estado” (formulada de esa manera o de cualquier otra, conduce siempre al mismo resultado): Yo le entendí que, aparte de su pareja “solo había estado” con 32 tíos. “Aunque habría que ver qué entendemos por “estar-con”, porque si incluyo también a los que...”.



         La interrumpí de inmediato: estaba claro que la canija  morena a lo Romero de Torres llevaba su propio catálogo o lista  y que se entretenía diseñando diferentes clasificaciones; yo hacía el número 33 ó tal vez el 74 según se mirara.



         - No me parecía mal, al contrario, me parecía bien: Ponerles los cüernos a los maridos sin que se enteren es la única solución posible a la lacra de la opresión contra la mujer. Comparados con los 75 novios de Hermaphrodite a sus 19, los 32 ó 74 amantes de la listilla de los fulares se quedaban cortos. “Solo 32”, efectivamente, pensándolo bien no eran tantos.



         Me sumí entonces en una enorme tristeza: ¿Así era entonces Corazón?, ¿una mesalina con múltiples colas de varones, una casquivana (puesto que yo no creo en las ninfómanas ni, en realidad, en las putas)? - Y ¿por qué ha dicho “solo” 32? –Se ve que le parecen pocos. ¿En qué estará pensando cuando se calla y sonríe? ¿Estará redondeando su lista? – Pero gracias a la obscuridad puedo abismarme, aunque tenga ganas de llorar. -¿No querías encontrarla? Aquí la tienes.



         Lo más curioso es la forma en que ella contaba aquello. Con un tono cómico, auto-comprensivo del que quedaban excluídos por completo culpa, vergüenza o similares (no era como la Infiel 20 años atrás). ¿Le parecía normal haberse enrrollado con casi tres docenas de hombres además de su pareja? Si a los degustadores de sus labios se nos hubiera reunido en un aula, no habríamos cabido. Yo ya no tenía ganas de más besos. No me agradaba la idea de ser uno más en medio de un auditorio de 33 ó de 70. Tampoco quería ser el único y para siempre. Un término medio, un poco de calma... Mientras tanto ella me había roto el corazón en el transcurso de pocas horas.



         Menos mal que en nuestro escondrijo de madrugada dominaba una obscuridad casi absoluta y no puede ver cómo se me ha quedado la cara. - ¿Y no era una mujer como ésta justamente la que había andado buscando toda mi vida, la mujer libre absoluta, más puta que la que quiera que la empalen en la Piedra de La Meca, la blasfema satiresa en su jungla, una verdadera señora capaz de tomarse a guasa las instituciones de la pareja, el matrimonio y hasta el amorío? No podía reprocharle que mantuviera relaciones con 32 ó 74 varones, pero era un poco como si con ello adquiriera un cierto tufo a fogata, carreta y galga. Que follase con quien le diera la gana. Eso subía las tasas nacionales de cópulas suponiendo que los investigadores entrevisten a un sujeto tan raro como ella, que parece la musa Brunilda del Rey de los Zíngaros. Allá ella.



         Pero en el fondo no podía aceptarlo y me callaba osbcuro, lleno de dolor y resentimiento: Por un momento que pasó, había ensoñado en la ficción del teatro que ella y yo y Corazón y mi Novia que me ha querido tanto siempre... –Como antaño, fue ya hace mucho tiempo..., más de 30 años, cuando perdí a mi Novia para siempre.



         Para mi sorpresa me encontraba ahora al lado de una Mata-Hari incomprensiblemente modesta, una mujer que me rompe los esquemas: Con pareja y a la vez custodiada por 32 maromos o, como ella prefiere, “amigos” (parece que en su boca esa palabra aparece como lamida por la sensualidad). Caramba. Gracias a Dios que no necesito aprovecharme de mujeres sin escrúpulos como ella. No tengo ganas de que me asuma en su catálogo, aunque creo que ya he entrado, está claro que es de ésas que llevan un diario y guardan prendas.



         Sentí una decepción monstruosa ante la pequeña pero opulenta mujercita, esa valiente de rizosos bucles empavonados, habituada por lo visto a una dieta erótica más que copiosa. –Pero yo ya no sentía ya deseo ni nada por ella, ni ganas de nada.



         Aunque estábamos a obscuras, ella percibió de algún modo mi malestar y tal vez –así lo creí yo- su causa. Pero en vez de mentirme palabras de consuelo, hizo algo más desconcertante: Lo hizo rápido y pausado, como en general todos sus movimientos, -pues parecía que siempre bailara a velocidad progresivamente acelerada: Me llevó de un vuelo a un rincón aún más obscuro entre los parterres y setos de arizónica, uno donde la sombra del ciprés cae sobra la sombra de la Luna, bajo un arco, una especie de reservado inscrustado más a fondo en otro reservado. Al acercarme, me chocó el extraño movimiento de hombros que se traía. Hasta que me di cuenta de lo que estaba haciendo: ¡Se había desabrochado el sujetador y bajado el suéter para ofrecerme las copas de sus pechos! Esa era su respuesta a mis celos.



         No me martirizó en ese momento la idea de que 32 lenguas o 6 docenas hubiesen libado antes que yo ese almíbar. El deseo de penetrarla invadió todos mis poros, no solamente mi genital ni mis manos sino cada uno de los átomos de mi piel. No recordaba haber estado tan salido en mi vida (a menos que se me haya escapado algo).



         Entonces ella, sonriendo como una vampiresa ondulante en las tinieblas, me dijo jadeando: “Espera. No podemos”.- Que tuviera la regla (durante toda aquella semana) puso a prueba la consistencia de nuestra atracción; era como si el destino quisiera decirnos que nuestra unión estaba más allá del sexo. O que constituía su realización total. Aquel contratiempo de la regla hizo que me enamorase, que me rindiese. Nada más conmovedor que estar en los preliminares de un orgasmo mutuo con la “ligerilla” de los 32 “amigos”, y que no pueda hacer el amor por motivos técnicos. Claro, hasta las grandes folladoras descansan los días de la menstruación. Una mujer que no pudiera aguantarse las ganas ni siquiera esos días, estaría enferma y yo no he conocido a ninguna. La menstruación, el periodo. Era algo lógico. Lo que que no es lógico es que yo me enamore por ello.









AUTOBIOGRAPHICA VII



         NO, no todo tiene por qué ser contado, no tengo por qué registrarlo todo, sino que me guardaré para mi recreo exclusivo el último episodio de aquella noche inolvidable. Así sisaré lo que queda en el hueco entre Verdad y Ficción. - Tan cierto como que cualquier novela es en el fondo autobiográfica, es que cualquier auto-biografía termina adoptando formas novelescas.



         De modo, querida Lectora (y espero que esta vez sepas que aludo a Ti, solo a Ti entre cientos e innúmeras, pues jamás me he parado a confeccionar una lista ni a enumerarlas, para qué; sin embargo, sí sostengo un diálogo con Dios –es decir, con el Autor (según Unamuno)-  en la forma de catálogo poético/político/erótico/teológico), de modo que el dietario perfecto registraría la entrada de lo más simple e insignificante: “No llueve”.



         Si lo más inmediato es el instante con imagen y sonido, la Poesía será el Arte Total como pintura y cántico de lo instantáneo. La poesía lírica no tiene por qué narrar un proceso; la épica en cambio describe la secuencia de los acontecimientos. Acaso así nació la tragedia, y la novela... – Circunloquios, divagaciones para no mirar lo que de verdad escuece, “caca de vaca”, como decía el deslenguado Fritz Perls. La escena más temida de la que huyo.



         La poesía era la crónica emocional del instante, lo más verdadero. La auto-biografía perfecta sería un poemario. Así por ejemplo la de los escritores que numeraron todos sus poemas en orden cronológico como Antonio Machado.



         Los autobiographica degeneran en series de rimas que pueden mostrar un proceso si describen lo que fue para el corazón cada momento (o tal vez los momentos más exaltados, ese tipo de fenómenos que disparan la creación de un poema). Pero un poemario que se presente como “diario íntimo” es una contradicción: Si lo publicas, ya tan íntimo no es. Es como imprimir TOP SECRET sobre la portada de una revista de difusión masiva.



         Eso no implica que no haya libros de poesía excelentes que llevan el título de “Diario de...” Supongo que habrá muchos más de los que conozco (JR) puesto que no soy más que una mente de novela que se presenta con la monserga esa de que es el protagonista y que narra su historia en primera persona, casi como si te lo contase en la oreja, querida Lectora.



         -Pero es un truco novelesco inveterado como el no menos tedioso del “manuscrito encontrado”. - Se ha dicho que la novela es el “espejo de la vida”. Pero la verdad es que la novela –película en movimiento de la vida- solo puede captar o describir procesos, pero sin penetrar en su esencia, por decirlo de algún modo.



         La objetividad parece inalcanzable (o muy difícil) aún más tratándose nada menos que de dar sentido mediante un discurso o relato a una colección de episodios de la propia vida: la Vida,  que es el movimiento danzante de Eros sin propósito.



         Algunos cantantes como el legendario Jorge Cafrune no componían las zambas que cantaban (a diferencia del compositor Atahualpa Yupanqui), pero en aquellas canciones que escogían, ya estaban grabando el sello de su carácter, su propia vida. La discografía completa de Cafrune es el legado de su biografía verdadera. –Así tal vez ocurre con todo lo que los poetas cantan.



         De modo que todo se obscurece, crecen por todas partes las contradicciones y no se atisba el claro de luz de ninguna conclusión bienhechora, querida y deseable Lectora. Filosofar sobre la posibilidad de un registro encriptado, pero desencriptable y verdadero (hasta cierto punto), una auto-biografía veraz... ¿Es una empresa imposible? - La mera ficción parece insuficiente para quien busca sobrecogerse con almas y hombres de carne y hueso, no con entes de papel. -Esto es lo que aportan las “confesiones”: la realidad del dolor: son testimonios como la Historia y no deformaciones híbridas como la novela histórica. No se novela el dolor (o sí).



         Algo debe haber de la sangre y del sudor de sus lejanos autores incorporado todavía a la emoción de las antiguas tragedias que todavía nos conmueven. ¿Será la tragedia, después de todo, el sentimiento esencial de la vida humana? –Ignatius, en clara coincidencia con el sentir de Unamuno, me lo soltó así una vez, como de pasada, mientras charlaba de otra cosa muchísimo más trivial. Pero a mí me dejó roto durante días en la meditación de sus palabras: ¿Será nuestra vida una tragedia?



-         Hombre, don Miguel, si Vd. se empeña en hacer de la suya una tragedia... Socialista cristiano militante, anti-bizkaitarra y anti-euzkarika en Bilbao, rector provocativo en la universidad de los putrefactos, ruido de armas y de capas en el claustro. Rival del mismo Rey y de Ganso Real. Aureolado por la leyenda de que todos sus enemigos mueren en extrañas circunstancias, como el Obispo de Salamanca, por una coincidencia maléfica... No cabe duda, don Miguel, que con todas estas cosas se va a amargar Vd. un poco la vida, y hasta le va a acabar pareciendo “trágica”. Claro que sí.



         No, la tragedia no es más que un movimiento más de la emoción. No es siquiera la biografía perfecta. Ni es mucho menos la verdad entera (ni eterna). 





PLANETA DONDE LA FILOSOFÍA ALCANZÓ SU META

Crónica



         A diferencia de otros planetas como la Tierra que en el siglo XXI desarrollaron las técnicas hasta el paroxismo mientras se degradaba su simple capacidad para comprender las cosas de la vida y animarse a sí mismos, en el planeta donde la Filosofía alcanzó su meta (llamémosle H, que es una letra muda), terminaron por resolverse todas las grandes cuestiones habitualmente debatidas: la esencia o quididad de Dios, el “proceder absoluto de la mente”, la Razón, el Ser, el mundo, la libertad, el alma o el mal.-Así se pudo confirmar el pronóstico de Wittgenstein: “Si hubiera una sola tesis filosófica, las demás deberían inmediatamente desaparecer



         De hecho el estado de la Filosofía en el planeta tierra–así, con minúscula lo escribían Felipe Martínez-Marzoa en su Historia de la Filosofía de los años 70,  igual que Peter Sloterdijk en Esferas II (2004)-, era de impasse  o, dicho de manera más reflexiva: El momento de evolución de la Humanidad tal como se reflejaba en los flujos de información circulantes acerca de la supuesta investigación de la verdad o philo-sophía, actividad sobre la que tanto  Oriente como Occidente se llevaban haciendo  el hara-kiri desde Heráclito y Mahavira, era el estancamiento desde 1807 (para toda la zona occidental).



         El Sentido de la Tierra terminó siendo el Entierro de la Razón.



         Los pensadores contemporáneos tenían todos cara de sepultureros,  de retrasados, de  beodos con síntomas de idiocia, los ojos estrábicos, las mejillas amargadas por los surcos de constantes preocupaciones,  fumaban sin parar en las entrevistas, estrangulaban a sus mujeres o se suicidaban en seguida para no envejecer.



         Por el contrario en el planeta donde la filosofía alcanzó su solución final, los pensadores leyeron en revistas de la Galaxia el desarrollo de los acontecimientos en la Tierra y se interesaron especialmente por los últimos libros de los intelectuales de mayor repercusión. Lo leyeron todo y el resultado fue inquietante:



         Si hasta entonces habían podido vivir perfectamente sin plantearse por qué tiene que existir algo y no más bien nada (cuando la nada es más simple que el algo o la presencia), ahora ya no podían. Se parecían al personaje de Hamlet. Habían perdido la fe en Dios y en el Todo, y en todo lo grande desde que se adentraron en la Filosofía.



         Ahora debían recuperar a Dios, al Todo, pero ¿cómo? –No desde luego volviendo atrás, pues regresar al pasado pero con una conciencia nueva –como el yanqui en la corte del rey Arturo- es imposible, es fantástico; más bien una curva de espiral cancelando, superando, aboliendo, incluyendo, negando, subsumiendo, elevando todos los conflictos anteriores.



         Ya no eran felices pero al menos indagaban.



         Un menosprecio por el trabajo embrutecedor les apartaba una vez y otra del campo de labor y del taller horrísono: Hombres por naturaleza más burdos se encargarían de ello; herramientas vivientes como los ordenadores y robots del s. XXI de la Tierra.



         La mayoría pasaba el día absorta en la esfera solar del diálogo intentando pedirle perdón al bello Apolo. Por la noche se desquiciaban martirizándose a sí mismos por los graves sacrilegios que cometían en el nombre de Diónysos.



         El descontento existencial de la mayoría de la población del planeta H llegó a tal extremo que se veía llorar a la gente en el claro de luna. Planeta de los Licántropos parecía. Llamaban a sus hijos Zarathustra y les recitaban la Canción de la Noche en bautismos que no auguraban nada bueno.



         Se descuidó todo lo que antes había dado alegría  y aligerado el fardo de la existencia con sus constantes oscilaciones de bienestar y de desdicha. Descuidaron la agricultura, la ganadería, la casa, los transportes, olvidaron hasta el secreto de la electricidad, perdieron todo interés por las tele-comunicaciones.



         Pero no por la telepatía que ejercitaban sin descanso.- La pasión de innumerables jóvenes y no tan jóvenes por perseguir la Verdad, no dejaba de crecer en aquel planeta subdesarrollado en tantos sentidos. Usaban las pantallas de sus ordenadores para mirarse en el espejo de la meditación. Colgaban las carcasas de sus móviles como abalorios o adornos del Árbol de Navidad. No se preocupaban por otra cosa que por gestionar el legado de Wittgenstein y de Heidegger.  Se seguían las distintas fases de descomposición y análisis de los archivos completos originales de estos autores con la misma asiduidad de público que las retransmisiones de fútbol en la Tierra en los siglos XX y XXI. Cuando se descifró el aforismo 12 del Tractatus las multitudes salieron a celebrarlo por las calles. Contuvieron la respiración mientras los expertos se atascaban en los Holzwege.



         Pero el proceso de síntesis o de recuperación de Dios fracasaba una y otra vez.



         Los más doctos (Martínez-Marzoa) decían que “el criterio comparece precisamente en su continuo fracasar”; los menos sabios  escuchaban a fondo esa declaración y se daban cuenta de que no la entendían pero esperaban –o presentían- que en el curso de un proceso de vida y de estudio infinitos, acabarían entendiéndolo.



         Entonces les entraba un poco de miedo de caer en la locura. Desde lo de Nietzsche había habido cientos de casos de filósofos en la locura... Entonces los mayores, para tranquilizarles, se suicidaban por ellos. El suicidio infatuado estilo Séneca-Sócrates parecía el final propio para los buscadores del ser-para-la-muerte



         Y todo esto constituía –de acuerdo con un nuevo movimiento sin nombre que se estaba formando- un trágico momento más, sin retorno ni pérdida, en el via crucis del Espíritu...  Era espantoso cómo se habían acostumbrado todos a la idea de calvario: porque ahora estaban satisfechos cuando tenían que aguantar y resistir. El gesto del pensador se parecía al de un sedente a punto de caramelo pero que se aguanta las ganas de hacer caca.



         Cuando los filósofos alcanzaron semejante grado de heroísmo, las organizaciones religiosas del Planeta Donde la Filosofía alcanzó su Meta, se auto-disolvieron, cedieron todo su patrimonio y acudieron en ayuda del Pensamiento para proclamar de manera ejemplar en un gesto sin precedentes que preferían la Verdad pura y simple al dogma.



         Los poetas ya hacía mucho tiempo que se habían puesto de parte de la lechuza de Minerva. De ahí lo de “Y Minervina se encamina hacia su poeta húngaro”.



         Esta aportación cambió los términos del conflicto entre las ciencias: La Física y la Biología levantaban la grupa en pompa a ver si la Filosofía se atrevía a embestirlas con su vis inertiae. Pero la sabia Atenea permanecía impasible, lanza en mano, en actitud de espera, consciente de lo poco que serviría metérsela por el culo.



         Ahora los nativos de H se preguntaban si en todas las lenguas la Filosofía era femenina. Y no se contentaban con creer que sí (lo que les hubiera gustado)  sino que investigaban (pues estaban ahora atraídos precisamente por los caminos incómodos y las nociones inquietantes; desconfiaban por sistema de todo lo que encajase).



         Lo cierto es que en el curso de muy pocos siglos los estudiosos –tan innumerables como los saddhus en la India o los monjes en el Tíbet- alcanzaron un acuerdo y “trajeron de vuelta a Dios” con sus razonamientos.



-         Sí, de vuelta al redil como el Hijo Pródigo –comentaron los más sarcásticos, un estado mental que no conocían antes, cuando no se preguntaban cuál era el centro del mundo en la infinitud de la esfera, ni cosas parecidas. Pero ya no podían salir de ella. En el planeta donde todos son  filósofos, todo el mundo hace preguntas extrañas todo el tiempo como qué significado real tiene hacer una pregunta. Luego se arrepienten de todo esto...



         Sin embargo, hablaban con algo más que palabras: Los que superaban el infierno de la Investigación, las largas noches fáusticas de meditación, soledad y estudio, alcanzaban la iluminación automática: Volvían a creer en el Absoluto bajo cualquier forma que se les presentase: como la Virgen de los Remedios, el Juggernaut (Hare Krishna) o  la Piedra del Abracadabra. En variadas clases de ceremonias religiosas  asumían una participación de un fanatismo extremo, pero luego emitían un despectivo informe antropológico sobre el embrutecimiento de las costumbres. Y parecían invariablemente felices, atónitos en la Deidad a la que nunca nombraban ni de esta ni de ninguna otra manera “para no olvidar que no se trata de un ente”.



         Asentada la philosophia prima sobre sus seguros fundamentos, poner encima la Física de un solo golpe fue tan sencillo como colocar una sartén limpia sobre otra recién fregada. La Biología, la Historia y las demás ciencias se arrellanaron sumisas y nobles, como yeguas mansas, en sus lugares naturales del Árbol del Saber. Solo la Psicología no se sumaba al brillante y feliz cortejo de la Diosa. Pero Ella, calándose su tradicional yelmo y empuñando su arma con brazo nervudo de atleta, le asestó un ballestazo que le atravesó el corazón recordándole con ese gesto quién mandaba. El Ángel Rebelde de la Psicología fue condenado a vagar eternamente por los círculos del samsara del alma. Lo que aceptó con sonrisa diabólica.



         Así, disuelta por teomaquia la meditación de la técnica –de la que la psicología solo era la especialidad más importante- la cuestión de las libertades públicas y privadas –la llamada Filosofía Práctica- se derivó elegantemente por las reglas necesarias de la Lógica. Una conciencia colectiva más pura reunía a casi la totalidad de la población del Planeta de los Buscadores o Filósofos a ciertas horas en silenciosa comunidad mundial. Algunos practicaban riéndose de los terrícolas que habían fracasado en responder a la cuestión del significado del significado y que no sabían qué era  ser.



        











         BIEN VEÍA yo las maniobras de mi Señor, mi Captor: Ahora interponía sus ahoras y no solo sus ayeres en sus memorias. Quería volverse un puzzle para sí mismo.



         Pero el alma desentraña los enigmas, levanta el sello de todos los que se le propongan: El planeta de los buscadores filósofos y los demás acertijos –con voces prestadas-  no eran sino huídas de su propia Muerte largamente demorada. Ahora estábamos en Vieja Ciudad Costera del Extremo Sur de Europa. En la curva. Bajo un árbol. Era verano.



         Mi Señor estaba acompañado de otros seres, fumando y charlando bajo un pimentero falso –ya iba yo precisando, pronto sería como ellos; a veces les escuchaba.-  La playa y las carreteras del Oeste vibraban no tan lejos. En aquel recodo de la calle Faraján, vibraban los nombres: Pari, el Polaco, Candela, Paco... Hablaban de un viaje en bicicleta al Portugal. Vibraba la cercana Feria de 2013. La humanidad no había conocido un año tan nuevo, una Feria más reciente.  - Y el cementerio próximo. Titilaban las estrellas –ya iba yo recordando.



         Le deseé la muerte y al mismo tiempo entendí por qué hacía todo esto: lo de demorar la suya. Y yo solo quiero ver a  Diosa.









LAS SIGUIENTES NOCHES. LOS CELOS



         A la mañana siguiente de aquella noche memorable, la vi acariciándole las piernas a un rubio muy alto que llevaba pantalones cortos y tenía unos miembros largos, musculosos, blancos y varoniles (seguramente su miembro viril seguía el mismo diseño, blancuzco como una tenia y largo como una pitón)



-... Algunos dicen que las mujeres intuyen quién tiene una polla grande igual que los tiburones olfatean la sangre a grandes distancias.  -De un solo vistazo entendí la situación y, herido, decidí marcharme. - Estaba claro: La extraña mujer, la bohemia repintada a toda velocidad, había venido a darse el lote y a magrearse con el mayor número posible de machos y el mayor número de veces. No desaprovechaba el tiempo, mi Corazón. Que yo supiera, con su voz muy dulce (susurrante, almibarada) nunca me había dicho que me fuera a reservar sus favores en exclusiva. Además, si yo llevaba toda la vida haciendo lo mismo ¿por qué se lo habría de reprochar a ella ahora? -En realidad, ¿qué es lo que quería yo?, ¿qué es lo que había venido a buscar?



-         Aquí cada uno hace lo que quiere –me despachó cuando, muy compungido, vine a decirle que la había visto tocando a otro y que no lo soportaba.

        

         Entonces se marchó; al menos había tenido la delicadeza de no decir “aquí cada uno hace lo que le da la gana”. Pensé que me había abandonado.



         Todo el mundo había oído hablar de la liberación de instintos básicos y de las orgías del SAT, la tercera Escuela de Amor. Se fomentaba más el frenesí, la libertad y el delirio que la represión y el pensamiento racional. ¿Por qué la agitanadita no iba a ser desas chicas que el lunes te dan el pecho para que se lo chupes y el martes por la mañana ya le están acariciando los testículos a otro con la punta de las uñas por debajo de los pantalones cortos? Tal vez se había marcado el objetivo de hacer 9 dianas sexuales en esos 9 días. Para eso era necesario descartarse de alguno y a mí me había tocado ser el naipe desechado.



         Durante todo el día deambulé escocido y encogido maquinando en medio de los tumultos y del odio de los celos, una solución a mi dolor a través de la ejecución de una venganza. Pero ¿por qué estaba tan alterado? –Al fin y al cabo, los hombres llevaban siglos haciendo lo mismo. ¿Qué había de extraño en que tarde o temprano surgiera una mujer tan chula que no se avergonzara de ser promiscua, tan puta que no tuviera nombre?



         -El terror y los celos fueron en aumento aquella noche, a la sombra lunar de las paredes de granito de la capilla. Al principio no me di cuenta. Tampoco fui consciente de cómo me atraía aquel edificio desconsagrado. Medio loco por haber perdido a Corazón, aterrorizado por la idea de tener que luchar por recuperarla. La capilla a obscuras y desierta pero aún con rastros del trabajo realizado aquel mismo día y los anteriores por  muchas almas. Era como si algún efluvio más sutil que el sudor o la respiración pudiera palparse y olerse aún en la sala  donde de una manera o de otra habíamos conjurado a los espíritus.



         Después de la cena nos habíamos juntado unos cuantos a charlar y a fumar joints.



         El primero en sorprenderme fue Abel largándose a dormir bastante temprano (entonces yo no sabía aún que ya le había predicho a Corazón que acabaría follando con él; su estrategia debía ser la profecía autocumplida). Y ahora se iba... También se marchó Rafael y todos los demás hasta que quedamos otra vez tres: Yo, ella y el alto y fuerte rubio al que había estado acariciando los muslos..., cuando me abandonó.



         De nuevo la vieja situación de una-sola-mujer-para-dos-hombres. Ya ha ocurrido o está ocurriendo infinitas veces a lo largo y ancho del planeta y tiene diversos finales: En la fantasía insaciable de la Infiel, la mejor solución al sórdido reparto sexual es hacérselo con los dos por turnos con la consabida apoteosis de la doble penetración. Pero hay pocos caballeros que se avengan a participar en un trío (salvo los enigmáticos yemeníes y nativos del Mato Grosso).



         Lo más elegante es marcharse, dejar el campo libre, abandonarlo. Pues parece que ella se ha decidido al fin por el otro: Se abrazan por debajo de la única manta, ella se contonea contra él y se restriega mirándome con unos ojos que son los más lúbricos del mundo; creo que  hay muchísima más lujuria en su forma de mirarme que en cualquier otra cosa; su mirada es un comentario picante a lo que hace el resto de su cuerpo, como si fuesen seres separados.



         Siento unos celos que me queman a lo largo del vientre y del esternón. Me parece que fuera la primera vez que veo en brazos de otro a una mujer que ha estado en mis brazos pocas horas antes. Pero no es así. Ya lo he vivido. Yaloheviviendotodo. El semblante de mi rival es como de no estar muy seguro. Eso me alienta: ambos se acarician delante de mí con discreción pero como si estuviesen haciendo algo prohibido, algo que yo les puedo prohibir en cualquier momento.  –Nada más lejos de mi intención...



         Entonces sentí que tenía frío y que no había manta para mí; la de ellos era demasiado pequeña para cobijarnos a los tres. Entonces dije que iría a buscar ropa de abrigo. Pero antes dirigí a Corazón una mirada suplicante, -a un centímetro del despecho-,  preguntándole en silencio si en realidad quería que volviese. Entonces, para mi sorpresa, ella me dijo en alta voz que regresara, sí, que regresara con ellos. Mi corazón se alegró de que Corazón me hubiera leído el pensamiento.



         Pero de todas formas decidí abandonar...



         Subí a mi celda a cambiarme y a orinar. Ordené mis ideas mientras escuchaba el grave y sereno chorreo en el agujero del wáter. Me lavé.  Bajé de nuevo. En la capilla en tinieblas, sobrecogido, escuché el tablado que cubría el suelo crujiendo de forma significativa como si mantuviera una conversación entre sus diversas partes; las mantas, cojines, sillas y ropas diseminadas en la obscuridad todavía estaban tibias, como si el calor de los humanos permaneciera pegado aún a ellos; no había nadie pero el ambiente estaba cargado de densas presencias. Sentí un escalofrío de terror e inclinándome un poco en dirección al antiguo altar y al Crucifijo (tapado por un telón) pedí permiso a los difuntos o a las entidades que allí hubiera,  para entrar en su espacio y coger una manta,  la primera que vi;  y salí de forma precipitada.



         Salí del templo sobrecargado de electricidad. Pensé entonces que no debía renunciar a la morenita coqueta, esa mujer que no es mi novia ni lo va a ser más que en el psicodrama. Tal vez es eso lo que me quiere decir magreándose con el otro por debajo de la manta ante mis ojos: que esta es la Realidad y que ella hace aquí lo que le da la gana. Lo que más temo es interrumpirles si se están besando.



         Pero aunque ella no sea propiedad de nadie ni yo pueda hacer valer aquellos besos de anoche, sí puedo al menos darme cuenta de que asisto, una vez más, a un sórdido reparto sexual: Una sola mujer y dos hombres: ya ha ocurrido muchas veces y tiene varios posibles desenlaces... Lo peor, lo que más temo es llegar y que se estén besando, sí, que le esté besando, los mismos besos con sabor a chicle que a mí anoche.



         Entonces me di ciuenta de que mi presunta elegancia de renunciar a competir por una mujer–lo que había hecho durante toda mi vida- no era sino  miedo: Miedo  a una situación ancestral: Los dos pugnando por una.



         Decidí luchar por luchar, darlo todo por perdido.



         Empecé a hablarle mirándola fijamente a los ojos aunque el otro no dejara de acariciarla. Ya me daba igual lo que hicieran: yo seguía hablándole a ella como si hablase a un cuerpo semidormido por expertas caricias. Mi forma de luchar fue dejar de temer, dejar de lloriquear, aceptar que ella –aquella mujer pequeña de estatura- era al menos tan libre como yo y podía disfrutar de su contacto con la piel de otro hombre sin dejar de atender a mi plática.



         No es habitual hablar con una dama mientras otro le mete mano. Pero da igual: Al curso hemos venido a experimentar día y noche situaciones-límite, cosas de lo más extrañas que, al final, provoquen un colapso del carácter –una explosión de todos los moldes de membrillo- y  nos hagan romper con nuestra vida anterior (así, más o menos lo he entendido yo). Yo trato de hipnotizar a esta joven tan espabilada como coqueta hablándole continuamente, de manera profunda y fija: Ya la he hipnotizado con la memoria de los tangos y hablándole del teatro: Solo para ella hablo: El otro parece como idiotizado por las caricias que me está robando. A ella, a la zíngara zángana, Le hablo del Amor, Le hablo de Su muerte, Le hablo de su Vida. Y ella va cayendo como en sueños en los brazos blancos y largos del otro. - Yo no le estaré tocando los brazos ni chupando los pezones pero le estoy tocando el corazón con mis palabras; poco importa que  por debajo de la manta ellos (tal vez no) se estén tocando...



         Sigo inspirado hablando para ella  como si pudiera decretar sus arcanos, y al menos ahora está tan pendiente de lo que digo que ¡saca un brazo debajo de la manta y me detiene!- En realidad lo único que quiere es que le pase el porro, no hay por qué ponerse trágicos...-  Pero al hacerlo me acaricia el brazo entero, a lo largo, y su nimbo roza la cara oculta de mis brazos,  como invitándome (quizás, o tal vez no) a una fiesta à trois, o a cualquier cosa... más tarde...



         ... El juego está abierto y yo juego como si no tuviera nada que perder (lo que no es cierto del todo) y no me olvido de dar gracias al Cielo por este triunfo momentáneo (lo mío con Eros va mucho más allá de una transacción comercial, pero a veces lo parece; rezo y doy gracias a Eros porque lloro y me avergüenzo al comparar mi ridículo “esfuerzo” con sus sobreabundantes dones).



         Ella me acaricia el brazo como diciendo que no me deja de lado, quizás intentando sosegarme. Yo fumo el humo que exhalan sus brazos y sigo hablando medio en delirio sobre los muertos y pobladores del antiguo seminario... Médium opaco, adivino con efectos de texto, ouija escacharrada, burdo bardo.



         Entonces mi rival se levantó y propuso que camináramos.



          Nuestro triángulo de dos varones – una hembra admitía 3 ó 4 posibles soluciones: a) ménage à trois, b) renuncia a competir o c) competición declarada con c1)vencedores y c2)vencidos. - Creí haberlo vivido todo. Pero algo como esto, nunca todavía.



         Caminamos, es de noche”. La piscina seguía estando allá fuera; con su promesa de placer de agua y de desnudos de medio cuerpo. Aunque no vayamos a ir ahora. Es tardísimo. Nadie habla de marcharse a la cama. Yo sigo soltando discursos y fumando porros a todo meter (a veces me doy un poco de pena de mí mismo; eso es lo peor). Parezco un loco y no me importa. Lucho a lo loco...



          Pero de pronto ellos dos parecen mis cuidadores psiquiátricos:



         Ellos dos están arriba, en el camino techado, junto a la puerta del pabellón de dormitorios que lleva el nombre de Huelva.  Yo abajo, más de un metro o así por debajo de ellos. Parezco un postulante delante de una pareja más alta, un enfermo ante sus terapeutas. Y el cinismo del Diablo ya no me sostiene más en esta lucha casi ciega.



         Recuerdo que mi sarcasmo me reventaba en la cara, se hacía real, es decir, doloroso. -Ya no se reían, me miraban serios, haciéndome de espejo, un conjuro que me me deja petrificado: Ahora puedo verme en toda la extensión de mi estupidez, de mi ignominia...



         Los veía sincronizados, altísimos (aunque Corazón era más bien pequeña), ahora sus miradas y la posición de sus cuerpos, toda su expresión eran naturalmente sincrónicas. La quemazón de la envidia sexual quedó como sepultada por la vergüenza de mí mismo. Y ahora me pareció que la volátil aguja de precisión de Corazón, tan frívola, se inclinaba hacia mi rival. Y acepté que él podía ser el preferido.



         Sin embargo una vez más los acontecimientos tomaron un giro imprevisto: Asombrado vi que de pronto el otro –cuyo nombre no desvelaré- comenzaba a despedirse. Si la perseverancia, la fe en el triunfo y el esfuerzo moral garantizasen la ayuda divina o la suerte, Dios sería una especie de mecanismo racional. Pero Állah-Krishna puede condenar al mujaidín  piadoso y salvar al borracho.- Lo mío tampoco tiene ningún mérito pero es obvio que forma parte de una trama sobrenatural: el tema de mi catálogo.



         Totalmente sorprendido por la actitud de mi contrincante, me desmoroné: Comprendí que aquello había ido más allá de un reñido reparto de botín en la madrugada, hora impune. -Él era más que mi enemigo; ella algo más que una presa pequeña pero bien formada por provocativas curvas. Eran mis compañeros de búsqueda.



         Quedamos de nuevo solos los dos frente a frente. Tras besarnos en silencio, le propuse una vez más que subiera a mi habitación. Primero dijo que no. 











SEXO EXPLÍCITO



         -Y si a la Lectora lo que le apetece es una buena escena de sexo explícito, ¿por qué no complacerla? “Vsted quiere detalles...” - Y ¿por qué no? -¿Será el Pudor lo que me refrene para entrar en pormenores; será por proteger todavía el honor de ella, la chica de los largos besos en la noche de los celos...?



         - No, no creo que esa sea la verdadera razón para no entregarme a la pornografía de altas calidades. Pues, naturalmente todo eso de que soy un personaje que habla en primera persona, es ficticio: Yo soy el autor, con minúscula, simplemente; y todo lo demás un juego.



         - Yo Soy Jean Souffrance y que el Alma diga lo que quiera ,-(no siempre hablo con el Alma; solo en pocas páginas, en algunos capítulos; aunque Él sea el protagonista de mi novela)-.  Al Alma le gusta el sexo explícito,  la experiencia de Eros.



         - ¿Será por retener el recuerdo, como si fuese un pájaro enjaulado que desaparece en cuanto  lo sueltan?



-         La respuesta es más simple: Ya apenas te acuerdas: No podrías decir qué ropa llevaba ella aquella noche: Quién inició primero el movimiento de besarse: Cómo olia su cuello : Dónde estaban tus manos.



-         Sobre ella...



-         Sí, pero ¿en qué parte de ella?: Y no sabrías decir dónde estaban las de ella, las de ellas: Por eso lo fantaseas: Por eso no lo recuerdas.



Y tiene razón el Alma.



                                         









LA PRIMERA VEZ



         Será cierto que me lo invento, que  solo lo recuerdo a grandes rasgos...



         ....Al principio ella no quería subir a mi cuarto. Pero los besos se acumularon en el pasillo de entrada de los dormitorios. No era la primera vez que nos besábamos. Yo conocía bien el sabor de su boca y empezaba a conocer el de su carne. Pero no bastaba. El Alma, en los abrazos de pasillo  , empujaba hacia arriba, hacia la cama.



         Acostarnos era el final del proceso que se había iniciado horas antes de aquella jornada interminable: Cuando la chica de la farándula hizo en el teatro el papel del Corazón: “Quiero que me mires, quiero que me escuches, quiero que me hables...”  Aún parece que la estoy oyendo siseante y contorsionada como una serpiente de cascabel



         ¿O es que mi supuesto rival  me había cedido el  primer puesto al verme tan empeñado en quedarme a solas con la modosita cachonda, ser de ensueño? (¿O no es verdad, Señor, que me favorece Eros? Y ¿cómo va a favorecerme si no me entrego, si me aparto, Te rehúyo, Te pretero?...)



         Sentía que estaba demasiado débil, que había vencido por tenacidad, por cansino, sin el menor mérito.



         Emocionado y  avergonzado de mí mismo, solo acertaba a repasar todas las molduras de su cuerpo y a besarla una y otra vez en los detalles superiores e inferiores de sus anchos labios acuosos. Ya no  recuerdo a qué sabían, es cierto (a chicle de menta).



         No bastaba. El Alma quería subir con ella al cuarto, la empujaba.



         - Así resbalaba yo derretido y decrépito por las canalidades de aromas diferentes de su cuello y de su seno; me hubiera  quedado allí toda la vida bebiendo. Pero ya no recuerdo al detalle los almizcles de su nuca y  de sus pechos.



         - Entre los dos sumábamos más de ochenta años. ¡La ninfa con turbante era una señora con verruga; la groupie hippy-glam no era más que una perra andaluza; la joven nueva, una  vieja!



         - Caen los telones de la noche en la madrugada de vértigo como si cayeran los velos de todas las ilusiones del erotismo y de la Droga.



         - Siento odio y pánico de su progresivo desnudamiento, estoy harto de sus besos de pasillo con sabor a chicle,  de la enorme cantidad de saliva que hacen nuestros besos, y hasta de la misma palabra “besos”. Pero el Deseo  es otra cosa: Es totalmente imposible que  yo pueda sentir asco de su boca, porque es ya como si fuera mi boca. -Pero sí estoy harto de ella, ese engendro fantástico, besado hasta el paroxismo.



         - Hay veces en que me asusto al notar cuánto la detesto. No levanto cabeza. No quiero mirar sus ojos.



         - Entre jadeos y susurros (que son un silencio de  besos) la voy persuadiendo de que abandonemos los pasillos y nos refugiemos en mi celda  de la segunda planta, al abrigo de miradas. -Como si detrás cada una de esas puertas -lisas y tristes del antiguo seminario- hubiera un ojo acechando. Una culpa. Un temor.



         - Con voz semi-animalizada me dijo que no tenía preservativos; ¿Es que no pensaba hacerlo en los 9 días que duraba el curso? Aquella come-hombres disfrazada de cordera acaso fuera una mujer normal, igual que otra cualquiera. Me enternecía. Se transformaría al amanecer. Y ya se estaba acercando el alba: El alba que asesina al habla, aunque sea un mal juego de palabras.



         - De lo primero que hablamos cuando estuvimos en la cama fue del número de hombres con los que ella había estado: ¡¡Yo había oído mal: no había dicho 32 sino 2!! De repente giraba mi mundo y las cosas toman un aspecto muy distinto: mi Corazón... , la ninfómana con relativo auto-control y más recursos que un gitano. – Y de pronto la Realidad me pareció mucho más bella de lo que había pensado.



         - Va a ser la primera vez que lo hacemos: el olor todavía a seminario menor arrebata mis fantasías venéreas. Es nuestra primera vez pero como otras veces, como sucedió hace mil años con la Infiel, es como si no lo llegáramos a hacer: nuestra cópula es una frase mal pronunciada, un intento fallido, una rima nonata. Porque no tenemos condones y sin ellos sería una imprudencia penetrar a la chica bohemia que tiene pareja y al parecer no lleva un carromato con 32 amantes. ¿Será verdad de nuevo que el Amor me sorprende con regalos más sutiles de los que había imaginado,  o todo será hipnosis?



         - No, no podemos. Lo que sí puedo es irle arrancando con süavidad pero con determinación la gran cantidad de velos multicolores, gasas y lencería que envuelven su canijo pero opulento cuerpo.



         En su cara se acumula la muerte; en su culo se acumula la vida.



         - La chupo de arriba a abajo y de abajo arriba, en diagonal, de lado..., lamo las aureolas de sus pechos durante una o dos horas. ¿Por qué va a tener prisas o reloj el Deseo, si está cumpliendo algo que llevaba más de cuarenta años anhelando? Noto en mis dientes la delicada fisura de los esfínteres de sus pezones. Me parece que entre 3000 millones de mujeres no hay ninguna cuyo olor corporal congenie tanto con el mío. Son mis labios, son mis manos los que están con ella ahora. No me pregunto qué hace con su pareja con la que no tiene hijos. Ni si la penetran en vacaciones 64 ó 96 penes. A mí qué me importa. Esto que estamos haciendo es santo porque es un placer absoluto. Soy otra vez el afortunado con el boleto de la suerte, no pensé que me fuera a tocar... Y lo que le estoy tocando en estos momentos de impunidad absoluta –semejantes a una danza y a la vez a una violación a la que ella se resiste un poco una y otra vez, se abre una y otra vez- no voy a confesarlo, querida Lectora. - Hasta los charlatanes libertinos de los anales y memoriales tenemos nuestros límites morales.



         Guardaré en mi mano lo que toqué y no lo volcaré en palabras.



         -Sigo desnudándola y acariciándola, ebrio por la imposibilidad de penetrarla. Creo que por más que escarbe y ahonde en la masa breve de su carne entre velos, no hay rincón ni substancia en ella que me repugne. Pero las palabras que designan esas partes y orificios, ¿son acaso las mismas que los enamorados acarician y adoran en el ensueño de su primera noche?



-         La noche que salió mal, que fue un polvo a medias, un ensayo, coito truncado e insuficiente, más trágico que el Gran Polvo con sus apoteosis de teatro y sus fuegos artificiales de la eyaculación múltiple. Como el gatillazo lírico,  mero presagio de otra noche y de las noches por venir... –



No sé cuántas veces tranquilicé a Corazón, la de tez aceitunada y dientes mal colocados –su rostro ojeroso de vampira lugareña aún asedia todos mis sueños- , con el rollo de que a pelo no íbamos a hacerlo, que podía subir  a mi habitación sin miedo. Como insinuándole que estaba con un caballero... Pero hasta la misma expresión “a pelo” parecía acariciarnos en nuestros centros sexuales y subimos como resbalando las escaleras...Ya no somos del todo sólidos: En el vendaval de los besos, caemos como un chaparrón de barro uno sobre la otra en el jergón eclesial del suelo con losetas blancas y negras de los 70; termino por traicionar mi promesa, como si jamás hubiese creído en ella y solo me importase follarme a la quinqui funcionaria.



         - Debo aquí hacer un paréntesis para mencionar al insigne lingüista Francisco Javier Morillo y su curiosa exploración de la etimología de la palabra follar (del lat. vg. << follare>>, or. t. de <<hollar>>, der. de <<fullare>>, abatanar. Ant) 1 Hollar. Talar. O bien : follar. Dividir, hacer o disponer una cosa en hojas. (V. <<*HOJOSO>>> )  (A la simple pregunta “¿quieres follar?”, -querida y deseada Lectora-, doña María Moliner entendía que le estabas preguntando si quería abatanar o disponer unas flores; la autora del Diccionario del Uso del Español (1992) debía ser una mujer refinadísima; yo siempre me la imagino chupándose un dedo).



         - De acuerdo con las etimologías de Morillo, follar es soplar el fuelle y follador es el que sopla el fuelle (en esto Morillo y Moliner coinciden). Me parece muy preferible a creer que follar viene de “hollar”, como si fornicar fuese lo mismo que joder a alguien, humillarlo, pisotearlo. Pero al mismo tiempo es más elocuente que creer que follar venga de “holgar” (follar no siempre es alegre). Por ello, no cualquiera que penetre penis ad vaginam, folla. Se la mete –disculpe la vulgaridad de mi expresión-, se la mete, sí, pero ella ni se entera. Follar es algo muy distinto. Requiere tiempo, libertad, generosidad, imaginación, sensibilidad, inteligencia, humanidad, y deseo.- Y aún otras condiciones que aventan el fuego de la mujer, condiciones que no agotará ninguna enumeración (por ejemplo: la riqueza, el saber, la comunicación o el amor). Follar, en la acepción de Morillo –sexólogo amateur- es dificilísimo. Follar es un arte. Y esto no quiere ser un cínico monólogo de comedia.



         Por eso aquella noche, en realidad, no follamos.



         - Aunque mi miembro atormentado encontrara sin necesidad de guía y a obscuras, a tientas y palpando (y palpitando...), el emplazamiento y la forma de su templo (al que también se puede llamar agujero, y con decenas y miles de nombres, que no quiero recordar). -La tendencia a identificar con Dios y con las cosas sagradas el Máximo Placer, me preocupa cuando escribo porque me recuerda el caso de la esquizofrénica María Amor. Y también sé que los que bromean con la Locura a veces sucumben a ella. De modo que renuncio a juntar, a la manera de los blasfemos, los Nombres de Dios y la palabra Sexo. También el Autor tiene sus límites. O el Narrador... Ya no sé. - Los días en mi mundo se confunden con los eones y muchas veces no puedo recordar cómo me llamo ni a dónde voy ni qué hago. - Como ahora. - Momentos en que no quiero pensar con precisión. - O no puedo. –Y oigo voces (no son pensamientos hipostasiados; son voces de otros).



         - La famosa diferencia  entre hacer el amor y la mera jodienda (palabra favorita de los traductores de los novelistas norteamericanos contemporáneos (pues en español una jodienda, no es una follada sino una molestia) ) tal vez se pueda reducir al contacto visual y oral: Si te gusta verle la cara a tu amante y besarle mientras os inter-penetráis, entonces es que estás haciendo el amor (que dura una eternidad: hasta el alba); pero si no besas y no le miras a los ojos, estás echando un polvo y será cosa de un ratito. Visto y no visto. - Te vas a quedar, deseable Lectora, con las ganas, más desposeída que antes de empezar; mala follada.



- Pero en realidad, follar es algo más sutil:  follar es avivar el fuego de la mujer. –



         Y por eso en el fondo sí lo hicimos.



         - Cuando estuve dentro de sus entrañas, genitalia in genitalia, en contacto ácido y espantoso, me quedé petrificado como si hubiese llegado a algún lugar impresionante – el Único Sagrado-, como si estuviera tocando su pleura o su substancia blanca tras una peregrinación de más de cuarenta y cuatro años. Puerta del Cielo.



         -(Una mujer que recitara salmos en hebreo mientras hace el amor o entonase una cantata de Lutero con textos del Evangelio de San Mateo es para mí una fantasía sexual-límite aceptable. -Pero aún no he encontrado más que aproximaciones. -Y mi tiempo se acaba, querida.)-



         - Me quedé petrificado incrustado en el canal vaginal de Corazón, la hippy con nómina. - No salía de mi asombro. Era la mayor felicidad sensual que había  conocido jamás. Mi alma se elevaba en infinitas canciones silenciosas de agradecimiento. Me pareció que sobre el pequeño tamaño de Corazón en el colchón, revoloteaban las ansiedades de 10.000 historias de amor desde Sylvie, y ramilletes de Irias, e I., y todas las que alguna vez me turbaron o turbaron mi Deseo.



         Cuando me quedé clavado en ella, en el centro de Corazón, a fondo clavado con el pequeño clavo de mi centro, estuve un tiempo pasmado y luego murmuré unas palabras extrañas, casi no podía articularlas: - Le dije que no me importaría hacerle un hijo. Sus muslos se abrieron un poco más y avancé en el conocimiento de sus cavidades interiores. - El deseo se parecía a unas ganas casi irreprimibles de avasallarla. Nuestra unión duró una eternidad, del tiempo de los relojes unos segundos.



         Entonces, al cabo de un tiempo,  ella se levantó, recogió sus cosas y huyó. 







¿CON QUÉ PIENSAN LAS MUJERES?

Divagatio



         Dicen que los hombres pensamos con la polla. Otras para suavizarlo prefieren decir “con la bragueta” o “la entrepierna”. Nadie dice que ellas –querida y respetable Lectora-, nadie dice que vosotras penséis con el chocho. Ni siquiera Aricia que a veces me instruía sin parar durante 36 horas sobre los misterios más dolorosos del Eterno Femenino, ni siquiera aquella Lolita de 1997, autómata de Copelia, ni siquiera ella que pretendía hacer de su vida una mezcla experimental de Joseph Cornell, Beuys, Duchamp y el arte conceptual, ni siquiera ella que era la vástaga nipona de las vegas del Quivir y del seseo aristocrático de  Itálica famosa, ni siquiera Aricia se atrevió nunca  a decir que las mujeres pensaran con el coño (...o las bragas, o la entrepierna).



         Nadie ha afirmado que penséis con el culo, chiste fácil para los veteranos del Florida: Es evidente que las mujeres poseen por lo menos el doble de inteligencia práctica que los orangutanes musculosos. Hay que rendirse a la evidencia de que sois superiores como demuestra Houellebecq en Las Partículas Elementales.



          En realidad, pensáis con los pechos.



         Quiero decir que pensáis con el corazón, claro; pero también que pensáis con las tetas.



         A lo largo de más de 15 años la frase de Aricia que de manera más repetida he recordado no deja de ser una obscenidad: Y es que “se mojaba” cuando oía la voz de Lou Reed, grave macho punk en el hilo de pánico de las agujas de la heroína  William Burroughs.



         Al menos en ese momento, oyendo Sweet Jane  en los preluvios de su orgasmo, Aricia pensaba más con su sexo que con su cerebro. Lo suyo no era un juicio crítico objetivo sobre el halcón neoyorquino, sino una admiración ciega y desbordante que le manaba de los interiores de su ropa interior. La excitación sexual provocada por aquella voz gutural y a la vez inteligente, no podía distinguirse del halo fabuloso que en sus labios adquirían nombres como la Velvet, la Factory, Warhol, Manta Ray, Migala, Nick Cave o Los Planetas... La música que siempre estábamos escuchando.



         Tal vez Aricia pensaba con las tetas.





EN UNA ESCUELA DE AMOR. FINAL



         El final de todo aquello que quiere y no quiere ser narrado...



          La mañana del triunfo...



          De nuevo el Amor me ha dado mucho más de lo que soñé recibir. Por eso todas las cosas me parecen perfectas, esplendentes. Hasta el rostro de una compañera que clasifiqué desde el principio como feo y anafrodisio, ahora me resulta erótico. Veo el miedo y la inteligencia en sus verdes ojos ovoides (como los de Hebe). Antes no hacía sino pensar que era una cobarde y que tenía ojos de besugo aterrado detrás de sus gafotas de aburrida maestra. Ahora le pido que se quite las gafas para verle bien la cara y le acaricio con naturalidad los muslos hasta que se ríe.



         Porque es la mañana de mi triunfo y sigo el pasadizo que lleva hasta el alma feliz de todo el mundo.



         Pues sería imposible encontrar un solo ser humano que no haya sido feliz nunca. -Lo mismo que hay quienes marchitan con sus consideraciones todas las flores, yo hago ahora lo contrario, rey Midas de la satisfacción.



         En la capilla siento que estamos llegando al final y que es hermoso estar así, sentados en el suelo escuchando al que hemos convertido en  Maestro, así, a los pies de Luisfer, ese duende introvertido que cada día estaba más cerca de nosotros. Casi da igual cuánto valga; nuestro agradecimiento es inmenso, nuestra admiración le convierte en un ser sobrehumano, algunas se han enamorado de él, todos le hemos entregado el corazón a este hombre sobrio e impecable, sin la menor tendencia a ejercer de líder carismático.



         Siento que estoy, quizás por primera vez, en una verdadera comunidad humana donde todos nos amamos de una u otra forma, compartimos lo que tenemos y escuchamos a Luisfer sentados sobre la tarima del antiguo templo. Los rizos de Corazón cosquillean mi nariz y ante una risa general por algo que ha dicho el Maestro, me aprieto contra la mujer de la que me he enamorado, el producto acabado y resultado final de todas las que alguna vez me turbaron. Y junto al olor deleitoso de su melena y de su carne, el contacto de sus caderas que juegan a rozarse con mis brazos, olores de hombres y mujeres largamente conocidos a lo largo de muchas horas de intimidad:



         No son de ninguna manera extraños.



         Amo no solo el aroma desta sala donde sentí crujir los espíritus, no solo las mantas y ropas que anoche vi abandonadas como restos aún humeantes de la batalla del espíritu, ni es solo la piel cuyo sudor me salpicó en algún ejercicio, sino toda la amalgama de presencias, la atmósfera  que formamos juntos.- Por una vez, me siento sencillamente uno más, perdido todo afán crítico o de competición.



         Y de repente el Alma sufre un vuelco al contemplar la escena: la estoy viviendo en ese mismo instante y a la vez es como si ya estuviera recordándola o narrándola: como si la estuviera escribiendo ahora y sintiéndola entonces, todo a la vez. Porque se me ocurre que no es ni siquiera una escena de mi vida ni de mi actualidad sino un cromo eterno de un libro dorado, algo así como los desmesurados sueños de felicidad de la infancia: sí, como si alguien le estuviera contando este cuento al corazón grande y sugestionable de un niño:



         La mañana de la victoria:



         Es la primera vez en mi vida que comprendo esta palabra. Siempre pensé que vencer era malo, que suponía la humillación del vencido. Hasta hoy no había sentido el alma brillante de la verdadera Victoria:



         Almas adolescentes escuchan, tras atravesar heroicas aventuras de ocho días, las conclusiones sutiles pero tachonadas de humor de nuestro capitán indiscutido. La mañana plena del triunfo. La mañana clara, interminable de verano. La mañana absolutamente feliz que no había respirado desde mi niñez en viejo golfo de Sirte, antigua Tripolitania (un lejano día de julio, la excitación de ir a pasar el día a Leptis Magna, la sensación de que la vida era algo extraordinariamente alegre...)



         Al reparar en todo esto el Alma empezó a llorar en silencio no porque el paraíso fuese de nuevo a desvanecerse ni porque anticipara la nostalgia. Sino porque aquel momento era precioso y duraría siempre.  













-      Y  ASÍ DURANTE MUCHO, MUCHÍSIMO TIEMPO SEGUÍ SIENDO JOVENmurmuró desde algún rincón de mis jardines cerebrales la voz cavernosa del viejo bardo lascivo; expresaba una amargura inmensa como si brotase de una tierra arrasada- . O al menos me sentía joven... Hacía las cosas que suelen los mozos. Me juntaba con los garzones en las jácaras. Placer era mi devoción: La taberna, las cançones, el vino y hulismear las junturas deleitosas de las tiernas. Y mi pasión era Abril. Frígidos, temerosos y estultos me parecían los invernales aunque mis patillas y sobarbas más que las de ellos cubriera la nieve. La edad de las promesas y aventuras, de los viajes y el juego iba a ser mi elemento permanente. No me  importaran los dineros ni los fueros, los honores; solo quería belleza, y más belleza. Asentarme no formaba parte de mis designios. Nómada, erraba de una villa a otra y mis ímpetus no conocían agotamiento.



- Y así fue durante mucho, muchísimo tiempo aunque mis dientes amarilleasen, mi faz se llenara de estrías y mi andar se enlenteciera. Hubiera debido morir así en la flor de la edad, con más de cuarenta primaveras, antes que traicionar mi destino. – Y lloraban los ojos glaucos del senecto.

















JA JA



VERANO DE 2007

                  

         Y así, durante algún tiempo, beneficiado por los favores de Corazón, pensé que podía ser absolutamente feliz en esta vida. - La Costa me recibía con sus usuales promesas de placer después de la euforia de la Escuela de Amor: Como en una reedición de las fantasías  de plenitud de los 15 años, la muchacha más bella al final se me había entregado y había bailado para mí el tango del adiós y el de volver. Además yo había conocido a un hombre verdaderamente sabio y santo, y a un grupo de personas a las que podía considerar mis semejantes, los pioneros de una revolución por llegar en el siglo recién estrenado: seekers after truth.



         Morphi me aguardaba ignorante de mis aventuras y yo no me sentía culpable: Lo ocurrido en la Escuela de Amor formaba parte de los planes de Eros y por tanto era santo. Durante bastantes días estuve sin llamar a Corazón, celebrando mi triunfal regreso a la gran ciudad del extremo Sur de Europa. Pero al final ella me alcanzó: yo estaba cenando en un tumultuoso chiringuito con Morphi y otras amigas y tuve que separarme de ellas para hablar por el móvil con la chica agitanada: esto era lo que hacían los hombres que ponen los cüernos; había una escena así en Match-Point de Woody Allen y la película terminaba en un asesinato.  Corazón me reprochó mi desconexión y casi parecía  una novia resentida. Yo me hice el cínico: Había pensado que con el final del curso, se terminaba nuestro romance. Pero no era así: me hizo saber que venía a verme a una localidad de la Costa próxima a mi ciudad y acordamos una cita de dos días y una noche.



         Aún puedo verla con su sombrero y su vestido de verano claro esperándome junto a la iglesia blanca. Su forma de vestir es tan extravagante que parece un personaje de otra época: tal vez una damisela de los años 20 o de 1870. Me recordaba a mi abuela. Nada parece real entre ella y yo. Vamos hasta una playa escondida y hablamos largamente, nos reímos, jugamos a hacer teatro. Las perspectivas no pueden ser más alegres. Pero no solo es feliz esta noche porque haya venido a visitarme mi amante y vayamos a estar juntos hasta mañana sino que mi vida entera lo es.



         Al caer la tarde buscamos una pensión y hacemos el amor hasta la madrugada. Luego salimos a comer algo y regresamos a la habitación para seguir charlando y fundiéndonos. Me considero un predilecto del Cielo porque me pasan estas cosas.



         A la mañana siguiente volvemos a abrazarnos y salimos de nuestro albergue exhaustos. Entonces ella decide contarme lo que no me contó en el curso: la larga historia de la agonía de su novio que al final murió de cáncer. Paso toda la mañana escuchándola. - En realidad toda esta historia del moribundo no es sino una justificación de su pareja a fecha de hoy: pues su compañero actual llegó después de morir el otro y, como ella repite, le hizo reír. Suena un poco frívolo. Pero debo comprenderlo: Corazón había sufrido demasiado y ahora solo quería alguien que la hiciera reír. Lo que no resulta tan claro es que siga viviendo con una persona así, alguien que únicamente aporta diversión después de una temporada sombría. Yo no me atreví a preguntarle por qué le había sido infiel. Quedaba fuera de cuestión que ella no se separaría.



         - La impunidad de aquel reencuentro en la playa terminó de convencerme de que nuestra relación estaba auspiciada por potencias invisibles: en la Escuela de Amor nos cruzamos una vez con el Sabio por los pasillos cuando salíamos de mi habitación de seminarista y él nos sonrió; nosotros creímos que bendecía nuestra unión. Estaba claro que engañábamos y traicionábamos a nuestras parejas. De acuerdo con cualquier canon moral, lo que hacíamos estaba mal pero, de acuerdo con un punto de vista superior –el de Eros y Dionisos, el de la vida- tal vez podíamos permitírnoslo puesto que ella quería a su novio el que la hacía reír, y yo a amaba a Morphi, sus ojos glaucos, glaucos.



         El verano prosiguió su fantasía de la libertad absoluta: En ese mismo mes de julio viajé a la isla griega de Icaria, la de escarpados pinares donde dicen que se despeñó el hijo de Dédalo: de una escuela de amor a una escuela de griego moderno. El director, Mihális, un joven altísimo con melena rizada a lo Dylan y ojos claros, me recibió en el puerto de madrugada y me llevó en su vetusta furgoneta a la que llamaba Aristotílis, hasta el Ikarian Center a pocos kilómetros de Arethoúsa, un pueblo de las montañas con nombre de musa. Hasta el nombre de Icaria parecía utópico. Lo mismo que aquella escuela rodeada de pinares y asomada al mar. Parecía haber sido construida de manera artesanal: los cobertizos que servían de aulas, los bungalows de piedra y madera, la terraza con sus suaves losas de pizarra. No había televisión y solo dos ordenadores con conexión a internet. Allí nos reuníamos un pequeño grupo internacional: una pareja de finlandeses que trabajaban para la Unión Europea, tres neoyorquinos de orígenes griegos que querían aprender el idioma de sus ancestros, una chica italiana, dos hermanas alemanas muy aplicadas, una mujer holandesa cerca de la cincuentena, la pequeña pero inteligente suiza Muriel, Javier, un madrileño que daba sus primeros pasos en la lengua de Homero y yo. También había una muchacha búlgara que se pagaba su estancia en el centro a cambio de trabajo. Igual que en la comuna de Osho en Poona, no era necesario tener dinero para permanecer allí. Este pequeño detalle anti-mercantilista garantizaba la naturaleza utópica de aquella empresa. Eran los dignos descendientes de la Academia y del Lyceo.





         Las clases se desarrollaban con una puntualidad germánica. En realidad los profesores griegos eran más sistemáticos que los de Hamburgo o los de la universidad de Heidegger. Pero no solo pretendían transmitirnos apasionadamente todas las sutilezas de aquel idioma venerable,  sino que las canciones, la danza y la cocina formaban parte imprescindible de nuestro aprendizaje. Cantábamos y bailábamos todos los días. Por la noche nos acercábamos a Arethoúsa a beber krasí en la plaza donde los mayores jugaban al dominó o daban vueltas a sus kombolói. Yo entonces no sabía que Icaria era uno de los lugares del mundo con mayor cantidad de longevos.



         Otra particularidad de la isla es que la mayoría de la población votaba al partido comunista. Al parecer en los años 40 había sido el lugar de exilio de marxistas represaliados por el régimen (entre ellos, Mikis Theodorakis) y de ahí esa tradición política extremista. - Mihális no aceptaba que le llamásemos Director y nos repetía que en aquella empresa todos eran iguales como en la utopía de Kropotkin. El sobrino de Mihális que se ocupaba del mantenimiento de las instalaciones también defendía convencido el sistema político de Cuba y su hermano viajaba con frecuencia a la patria de Fidel Castro.



         - De nuevo, como en Hamburgo, yo me sentía rico en amor. A veces Corazón me mandaba algún mensaje: estaba viajando por Rumanía con su pareja pero se acordaba de nuestros besos suaves; parecía que después de los días grandiosos de la escuela de amor todo lo demás fuera insustancial. Otras veces yo hablaba con Morphi o nos escribíamos. De noche, salía a meditar bajo las estrellas y le daba gracias a Dios por ser tan afortunado a la vez que le pedía solucionase de algún modo el enredo en el que estaba envuelto. Pues aunque mis dos mujeres estuvieran muy lejos y en apariencia no tuviese nada que temer, en el fondo me daba cuenta de que no era bueno que en mi móvil se cruzasen los mensajes de ambas a veces con una diferencia de segundos.



         Mihális me sorprendió el último día preguntándome con insistencia qué es lo que yo creía que se podía mejorar en su escuela. Pero sobre todo cuando tomó mi rostro y me plantó dos besos de hermano en las mejillas. Así eran los griegos: devotos de la música, de la danza y del erotismós. Geniales y espontáneos. Al final siempre te emocionaban, te daban una lección, te demostraban que seguían siendo los sabios.



         Partí hacia el barco con el finlandés Simo y su mujer; nos pareció que llegábamos tarde cuando en Arethoúsa el taxi se demoró esperando a otros viajeros. Pero con la característica despreocupación de la isla de los longevos, la conductora nos señaló hacia el puerto e hizo un gesto de que había tiempo: Era la última lección que nos daban los despreocupados icariotas: en nuestro billete podía poner la hora que quisiera, pero si el barco no asomaba por el mar, es que aún no había llegado. Y así fue.



         Durante la travesía, Simo, que leía a Ortega y Gasset y a Unamuno, me obsequió con su conversación aguda. Recuerdo que me dijo que  somos más sinceros cuando hablamos una lengua extranjera que cuando hablamos la nuestra. Era cierto y me ayudaba a comprender muchas cosas; por ejemplo, que somos más sugestionables, más seducibles cuando hablamos en una lengua que no es la nuestra; pero también que tenemos menos ego, menos máscaras. –Simo era un hombre muy inteligente, muy informado, muy culto y a la vez sensible pero lo que me provocaba más admiración en él era su cuerpo: Realmente tenía un físico digno de elogio aun para un heterosexual impenitente, contumaz y recalcitrante como yo. Pues medía cerca de dos metros, presentaba una estructura ósea y muscular perfecta y tenía una hermosa piel clara completamente lampiña. Era sin duda un hombre muy bello.  Ojalá leyera esto.



- ( Comme si la langue par soi même, - n´ étant pas du tout maitrissée, c´est à dire, automatisée comme notre langue maternelle-, envahisse notre pensée et déplace les doubles intentions.- La langue étrangère nous impose d´être plus sincères, pas tout simplement parce que nous sommes plus simples, mais aussi parce que nous respectons plus l´idiome que nous ne controlons absolument).-  



         Javier, el otro español de la escuela, me había recomendado que en Atenas –donde debía pernoctar antes de coger el avión para España- me alojara en una pensión que una escocesa regentaba en la falda de la Acrópoli. Ya me había advertido de que era barata pero ni lujosa ni demasiado pulcra. De hecho terminé tropezándome con una araña en mi primera y única ducha; pero no me dejé impresionar: era una araña ordinaria y no una venenosa ni una tarántula ni la Viuda Negra; era la típica araña de largas patas negra e inofensiva con su polvorienta tela que ha tejido en esta ducha; no me va a hacer una picadura emasculadora, no me va a contagiar la peste ni me se me va a pudrir el pito; la espanto y sigo duchándome.-  La señora parecía una hippy de las que viven en Ybbozzim. Desayuné con ella y me dijo que yo parecía escocés y me habló del parentesco de los vascos y de los escoceses igual que Simo me había hecho observar la semejanza entre la fonética finlandesa y la española. Relaciones imprevistas entre naciones que parecen no guardar ningún vínculo como Escandia y España. Romero-Esteo ya lo había dicho en su confusa jerigonza que nadie tomaba por verdaderas arqueologías lingüísticas ni por nada científico.

        

         -La dueña del albergue se ofreció a llevarme al aeropuerto de madrugada. A esa hora extraña y silente atravesamos Atenas con una rara sensación de intimidad y charlando de unas cosas y de otras descubrimos que ambos habíamos vivido en Vieja costa de Sirte, Antigua Tripolitania.



-  Nos quedamos asombrados: ¿Qué probabilidad matemática podía existir de que un viajero español conociera en Atenas a una escocesa que, igual que él, había estado, durante los mismos años, en ese país del Norte de África? Pensar que el destino nos había juntado con el  propósito de que evocáramos Trípoli, resultaba mucho más evidente que atribuirlo a una casualidad sin sentido. Así lo sentimos nosotros. La infancia está asociada a Lybia; el alma a Escocia y a Grecia: lugares que alimentan sus alas.







         - Al regreso en España mi bigamia no parecía provocar ningún conflicto. Tal vez este era el tipo de arreglo que mi Dios obscuro consideraba apropiado para mí: tener pareja y a la vez ser el amante de una mujer casi casada. Así podría esquivar el matrimonio tradicional que tanto he detestado. No sería moral pero sí estimulante. Lesbia me había dicho que el Amor estaba más allá de todas las reglas; yo estaba transgrediendo las reglas, por tanto era fiel al Amor.



         - Pero si Eros está por encima de las convenciones, su elemento no es la mentira: - Una noche en que me había acostado muy pronto, dejé el teléfono sobre la mesita del salón; Morphi estaba despierta. Asediada por una intuición  sintió un impulso irrefrenable de tomar mi móvil -cosa que no se permitía a sí misma nunca- y leyó los mensajes de mi amiga. Irrumpiendo furiosa en mi cuarto, me preguntó quién era ésa Corazón –ese nombre en boca de Morphi sonaba... monstruoso, con una ironía horrenda-  y con ojos que se le salían de las órbitas leyó varias frases tórridas que delataban la intimidad de nuestras relaciones.  Al principio lo negué todo como suelen hacer los machos spaniard-hispano- hispánicos a los que han pillado poniendo los cüernos; luego hube de reconocerlo.



- ¿Y no había deseado, en el fondo, -en el Inconsciente, ese ser intencional y a la vez fuera de control-  que Morphi se enterase, no era por eso que había dejado el teléfono delante de sus narices, al alcance de sus manos?



         - (O acaso no fui yo, Jean Souffrance sino eso que llaman Inconsciente y que por tanto es lo Desconocido, tal vez una emanación del Alma, una secuela misteriosa de aquellas oraciones nocturnas bajo los cielos de Ícaro, cuando le pedía a Dios que cortase el nudo gordiano de mi enredo ya que yo no sabía cómo; acaso fue la conclusión de aquel decreto-oración continuada.)-



         Yo qué sé...: - De nuevo se desmoronaba mi fantasía bígama como había sucedido ya con Lesbia, como había sucedido innumerables veces a lo largo de mi vida.



- La infidelidad resultará excitante pero no alimenta las alas del alma, más bien las aja. Frente a mí, en vez de a una mujer confiada y enamorada, tenía a una herida y llena de resentimiento. Yo era su verdugo y su torturador, obligado a bajar la cabeza ante la menor alusión a Corazón (sí, ese nombre se había torcido desde que lo pronunciara Morphi). - Tras innumerables conversaciones, promesas y súplicas de perdón, salimos de viaje hacia Europa como habíamos planeado. - Algo se había quebrado entre nosotros.









Y EUROPA EN DUELO

EXTRACTO DEL DIARIO DE VIAJE DEL VERANO DE 2007



         Y Europa en duelo: - ¿De qué vale ser dichoso un tiempo si la amargura nos aguarda a la vuelta de la esquina? - ¿Acaso no es más cruel la infelicidad precisamente con aquellos que fueron felices? - Mientras que los siempre desgraciados –ah, se me olvidaba que no existen:- ... los que vivieron a medio gas, los grises, -hastiados en blanco y negro,  -al menos carecen de un término de comparación. -



         - Debe ser por eso que de acuerdo con el Dharma del Buddha, primera noble verdad: - Todo es dolor- .



         Todo salvo Eros. -El servicio devocional al rey Alma terminará en una sucia cama de hospital con el cuerpo carcomido por las secuelas de un millón de pecados. Y aún allí triunfará. El Amor podrá vencer a la enfermedad, a la decrepitud y a la muerte, ¿verdad Lectora?



         - No, no es una esperanza fanática. Abandoné todas las formas de religión, incluso las heréticas. Me rindo a Ti: algún día, -acaso en mi última página- vendrás a encarnarTe, serás letra y tinta de papel sobre el papel, verso rotundo y sonoro, electrón de la entrerred.



         - ... Salimos sigilosos como ladrones de Ciudad Maldita antes de que nadie se despertara.  A los pocos kilómetros de nuestra fuga se produjo un pequeño movimiento sísmico. Ocurrió mientras desayunábamos en un sórdido hostal de carretera: un rumor vibrante en los pies como el que hace al pasar por un puente un vehículo enorme. Mal presagio.



         - Todo parecía alegre y todo era triste en el fondo: la ciudad encaramada en una cuesta y rodeada por el río Huécar, el cierre del museo de arte abstracto, la parca comida de bocadillos, la aventura por delante de Venecia y de Suiza, el amplio mes de vacaciones, nuestras animadas conversaciones. Todo era duelo.

        

         Como en la Escuela de Amor había aprendido que el teatro era más sabio que el mero discurso, para amenizar el viaje yo me inventaba personajes e historias a los que Morphi se amoldaba a regañadientes:



I.                             David (separado de 50 años) y Lucía (una mujer de hierro)-:

        

Él intenta tocar su corazón; ella le contesta “será lo único que no me has tocado”. Al final se revela que David está de viaje con ella, sólo por ganarle una apuesta a un amigo que a su vez es “buen” amante de Lucía. Lucía está de acuerdo con el plan, siempre y cuando sea ella quien se quede con el dinero.



II.                           La reciente viuda Lola y el amigo de su marido, Jacinto-:

        

Jacinto ha estado enamorado de Lola toda su vida. Se descubre que Jacinto ha asesinado a su amigo.



III.                         Nemo (profesor vicioso) y Jessica (alumna de 17 años).



IV.  Fanny y Lucas, amor en los coches de choque a los 13 años-:



         Lucas quiere ser aviador y le pide a Fanny que le espere hasta los 31 para ser su novio. Acaba mostrando un lado psicopático cuando repite como obseso: “¡Deberían estar muertas!”, refiriéndose a las amigas de Fanny.



Morphi observó que todas estas escenas de amor donde yo proyectaba la mía, terminaban igual: En violencia. Y sin embargo yo creía divertirme con ellas. Me parecía a alguien que inventa uno tras otro chistes que delatan su destino de maldito.



         Dormimos en Gandesa cuyo nombre me gustaba por su semejanza con el de Ganesha. Pasamos Alcañiz y Calanda –el pueblo de Luis Buñuel-  por la Ruta del Tambor y del Bombo. La bandera española junto a la catalana flamea en los balcones destas últimas localidades aragonesas.



         Al despertar hicimos el amor. - Luego Morphi me preguntó si había decidido dejarla cuando terminase el viaje. Me lo preguntó sentándome frente a ella y mirándome a los ojos; sus ojos glaucos glaucos eran capaces de escudriñar hasta el último rincón de mis emociones. Yo le decía que no,  pero no podía dejar de recordar que mis idilios siempre habían terminado en septiembre tras las aventura del verano, parecía una sentencia.



         Luego en el coche yo le cantaba Palabras para Julia, ella permanecía ensimismada, me miraba a fondo, con dolor, con herida esperanza, con muchas calladas preguntas y yo... comprendía pero no sabía contestar. “He visto un niño perdido”,  me dijo más tarde.



         Fue ella de piloto la que atravesó la escarpada frontera entre Port Bou y Cérbère: la aguja de la temperatura de nuestro  vehículo cabeceaba alarmante sobre la franja roja. Pero lo consiguió, como los exiliados que en el 39, por este mismo paso, huyeron a Francia sin resuello.



          No esperábamos tanto gentío en esta zona de los Pirineos Orientales, Roussillon o Catalunya francesa: Ni en Collioure –el objetivo de nuestro peregrinaje por la muerte del poeta- ni en Banyuls ni en Port Vendres ni en Argelés se puede circular, todos los campings están complets y al final nos vemos obligados a marchar hacia el interior, hacia Le Boulou y Maureillas donde nos conceden una de las últimas parcelas vacías.



         A la mañana siguiente visitamos la tumba de Antonio Machado en Collioure, sencilla pero apartada del resto, cubierta de ofrendas en español, muchas repitiendo los versos que musicó Serrat pues son los más famosos, otras cediendo al impulso lírico de la ocasión o al agradecimiento, algunos más elaborados son testimonios del paso de alguna excursión de alumnos de secundaria y una gran bandera de la república, como manchada de sangre, que hace las veces de crucifijo. - Uno se pregunta qué tiene todo esto que ver con el Poeta.





“Mi amada el aura dice

Tu pura veste blanca:

“No te verán mis ojos;

Mi corazón te aguarda”



         Luego, tras vagar un rato por separado entre las tumbas, buscamos el hotel Bougnol-Quintana donde se hospedó Machado. La calle está tan cerca que es como si hubiese residido en la antesala del camposanto: Solo aparece una placa al comienzo señalando que fue en el número 2. Pero contrariando la costumbre francesa de aprovechar el más mínimo vestigio cultural para montar un museo, aquí no quedan más rastros. Se nota que pasó en Collioure poco tiempo (no llegaría al mes), que su huella no fue profunda, aunque murió también aquí su madre sobre cuya cama tuvieron que alzar el cadáver de Antonio.   Su memoria se ha agigantado en las ruedas  de la manipulación política como su lápida. Y sin embargo, nos sorprendió la belleza de este último destino que yo había imaginado obscuro e insignificante; como si el Poeta tuviera siempre que acabar en parajes sugestivos cuyas piedras nos recuerdan a las de Baeza o Soria.



“... La causa de esta angustia no consigo

ni vagamente comprender siquiera;

pero recuerdo y, recordando, digo:

- Sí, yo era niño y tú mi compañera.



*

“Y no es verdad, dolor, yo te conozco,

tú eres nostalgia de la vida buena

y soledad de corazón sombrío,

de barco sin naufragio y sin estrella...”

                                      

                                     

         Seguíamos la ruta de los artistas: nos acercamos al pueblo natal de Brassens: Sète. En su flamante museo,  inaugurado nueve meses antes, vuelvo a oír tantas canciones queridas: L´Auvergnat, le Gorille, La Canne de Jeanne, Les Amoureux des Bancs Public... El recorrido se efectúa con un audífono: Brassens mismo narra su biografía desde sus comienzos en Sète  donde toda su familia cantaba aunque no eran instruidos; su lectura de los grandes poetas cuyas obras trató de emular para luego volver a la chanson, la influencia del jazz (Django Reinhardt), el traslado a París y el trabajo en la Renault, el paso por un campo de concentración alemán, las primeras actuaciones en los 50 de la mano de Patachon, el amor a su mujer báltica a la que bautizó Püppchen, la fidelidad hacia sus amigos de los que decía que no había perdido a ninguno (no como yo que perdí a todos); finalmente un vídeo en blanco y negro de los años 70: una actuación en TV donde se le ve muy sudoroso y avejentado. Muere en 1981, a los 60. -Todo resulta admirable en este rústico meridional en apariencia sencillo.



         Por casualidad Morphi descubrió el cementerio  donde se halla la tumba del cantor compartida con su mujer y otras dos personas que no llevan el apellido Brassens (algo así como Cazzany). No fue pues enterrado en la playa de Sète como suplicó en su canción pero su cementerio sí fue marino como el de Paul Valéry.



“Quand mon âme aura pris son vol à l’ horizon

Vers celles de gavroche et de mimi pinson,

Celles des titis, des grisettes,

Que vers le sol natale mon corps soit ramené

Dans un sleeping du Paris-Méditerannée,

Terminus en plage de Sète.”





                   De Sète a Arlés, la ciudad en el Ródano que vio la locura de  Van Gogh y el comienzo de su declive. Parecíamos ladrones de tumbas que solo peregrinan a los destinos finales. Y sin embargo Arlés nos pareció un lugar alegre: algarabía de magrebíes que llenan el bulevar, el imponente anfiteatro romano, el café que pintara Vincent aún con su toldo amarillo (o sería una imitación); sobre todo nos gusta la maison de santé –Hôtel-Dieu- donde fue internado:  sus arcadas y su patio de flores de diversos colores (lavandas, coleos, margaritas...) y en el centro una fuente entre moreras. Como si  el duelo y la autodestrucción se mezclaran de una forma insensata con la belleza y la vida.





         Del mismo modo se mezclaban en la Côte d´Azûr el glamour y lo cutre: En el puerto deportivo de Saint-Tropez nos disgustan los monstruosos yates cuyas proas parece que van a embestir a las mesitas de las terrazas. Los precios son desorbitados: una botella de champagne puede costar 1200 €, así lo anuncia la carta de consumiciones en lo que parece una provocación dirigida a los millonarios. La concurrencia se divide en dos grupos igual de estúpidos: los que pasean palmito y la gran mayoría que observa; los que se lucen en los cafetines prohibitivos y los que los contemplan con el bocadillo y la lata en la mano: Desde siempre las clases populares han anhelado tener una imagen nítida de las élites, un cuerpo a cuerpo,  tal vez para concluir que no se han perdido demasiado. - La máquina de fotos se estropea y vela el carrete en lo que parece una rebelión de un objeto inanimado contra el trabajo que pensábamos encargarle. Nosotros abandonamos el campo desta sórdida confrontación social y en la taberna menos costazurina de Saint-Tropez nos dedicamos a anotar nuestros miedos: Los de Morphi ocupan una cuartilla, los míos dos y medio. Esto no significa que yo sea más cobarde sino que ella se conoce mejor a sí misma.













2007-2015

LA CRISIS



         Había pensado resumir y transfigurar entero nuestro diario de viaje de verano de 2007 en coche por Europa –hipnepta en el Rialto...-  pero renuncio a repartir margaritas a los cerdos. ..



-Quiera la Lectora disculparme la frase anterior:  de ninguna manera considero que ella sea una cerda. - Anoche un pakistaní me contó su concepto de las mujeres que se divorcian y se vuelven a casar: se parecen a las cerdas que son montadas por varios cerdos; según él –que naturalmente era musulmán- cuando terminan de copular, los cerdos machos dan la vuelta y aguardan su turno en cola. (Qué cerdos más listos).  Mientras tanto, la guarra disfruta sin parar con unos y con otros....-  Así es la mujer occidental que tiene o ha tenido varias parejas, según mi “amigo” de una noche, el pakistaní Alí. Mientras le sonreía, por respeto a su cultura y todo eso, pensé en todas las amigas a las que estaba insultando; y mientras le daba la razón, no fuera a sentirse ofendido,  me imaginé que le capaban entre todas.



-         ... La situación geopolítica mundial  a nuestra vuelta a España en septiembre de 2007 no había cambiado mucho;  era triste, como siempre.



-         Pero de pronto, anunciada, diagnosticada, explicada y retransmitida en directo... se declaró La Crisis.



         - El  detonante del colapso financiero mundial de 2008-2015, como sabe todo el mundo,  fue la quiebra de Lehmans Brothers; al menos ese fue el comienzo oficial de la crisis. - Yo lo noté en que me quedé casi sin un duro, apenas una semana después del crack de la financiera norteamericana. - O no sé si el mismo día.  - Pero no sentí desesperación ni angustia.-Ya que soy el que liba los almíbares de Eros, y aun acíbares de Venus (ya iba yo recordando...); devoto eterna de Diosa-



          Ni los agentes de bolsa ni los inversionistas se suicidaban tirándose por las ventanas de Wall Street . Se podía andar tranquilamente por la VII Avenida sin  peligro de que te cayese encima un arruinado por el crack.  - Menuda mierda de Crisis, menuda mierda de Crack.



         No se suicidó nadie. No se suicidaba ni Dios. - No era para tanto.  -Los hermanos Lehmans habían muerto hacía tiempo; ellos no tenían la culpa de nada; no  se arrojaron por la ventana. George Soros ganó mucho dinero gracias a la quiebra. Igual que Rockefeller en la del 29. - Las tasas de suicidio, eso sí, aumentaron entre la clase obrera,  pero eso vino un poco después. Después de la época del Pelotazo; entre el periodo de la Crisis (hasta febrero/marzo de 2014)  y  el  del  Rebote (o “Rebrote”) (2015 en adelante).



-        No me costó mucho trabajo entender la Crisis; hasta me sorprendía su simpleza aunque, en público, sostenía –para no llamar la atención- que lo ocurrido era un Misterio más difícil de descifrar que el dogma de la Trinidad (... de paso pude hacerme una idea más exacta de las chanzas satíricas de la ciencia económica leyendo a Ayn Rand, a Galbraith, a Keynes y el Artha-Veda o “Veda de la Riqueza”).



         Mi conclusión fue que las actitudes hacia la Crisis se podrían dividir en las siguientes 7 categorías:



1º Grupo) Los que alardeaban de “haber vivido siempre en crisis” y no estar por tanto contrariados.- Lo que en realidad querían decir es que siempre habían sido pobres y que ahora no estaban tan mal.- Optimistas del pauperismo- . No me podía identificar con ellos: Yo siempre he sido muy rico.



2º Grupo) Los que también  le quitaban importancia a la crisis y se encogían de hombros : No la vieron venir porque eran idiotas ni la admitieron al principio porque eran muy incultos (como nuestro presidente del gobierno en el poder en 2007) .- Yo les comprendía, igual que comprendo la imbecilidad maravillosa de los ojos de Bambi: simples e inocentes. -Pero no podría decir lo mismo.



3º Grupo:) Los que ni alardearon ni  la esquivaron sino que la enfrentaron porque la venían venir, - al menos, desde la fecha de publicación de El Capital de Karl Marx (Maqtub: estaba escrito).- Yo formo parte de estos.



4º) Otros hablaron de crisis no cíclicas sino espontáneas, naturales, como el libre comercio; se llamaban los Muchachos de Chicago, los Blue Bros., los Red Hot Chilli Peppers, Peggy Sue, Betty Blue, el Manta-Top y el top-mantra. -Sobra el comentario: Los oigo a todas horas.



5ª) Otros de crisis nada espontáneas ni cíclicas, sino planificadas: Bin Laden en el fondo se la mamaba (disculpe la expresión..., entiéndase que de manera metafórica, virtual, no literal, no una mamada) a George Bush, a los judíos y a todos ellos... (A los judíos solo se la pudo mamar de manera metafórica puesto que son unos 11 millones y Bin Laden jamás se sometería a esa humillación). (Pero un documental de Michel Moore (el director de Bowling for Columbine) insinuaba que, siendo muy jóvenes ambos, -Bush y Laden- , podrían haber mantenido juegos eróticos: en ese caso, sería casi seguro que Bush padre habría actuado como el chupador mientras que el púber Bin Laden sería el chupado...  - Qué way. Qué güay.)   -Están bien como chistes de 4 de la madrugada.



6º) - Bueno,sí: eran planificadas... ¿Y qué? Ya saldríamos. -Optimismo heroicista-masoquista.  – Yo no estaba de acuerdo ni con sus conclusiones ni, sobre todo, con su espíritu, presidido por la desesperación.



7º) De eso nada: “De la crisis no se sale como de un puente sino como de un túnel: Es decir, hacia un territorio nuevo. Y sobre todo, olvidad todo recuerdo de la Historia. Todo. Todo. Quemad los libros de Historia”.





         Yo lo tenía claro desde los primeros minutos, solo me llevó algunos segundos de meditación: la crisis era a la vez espontánea y planificada, puente y túnel. (La vi venir pero no la pre-vine, entre otras cosas porque, a diferencia de Soros o de Rockefeller, mi objetivo no era aumentar mi capital: el capital era el mal, la ominosa equivalencia de dinero y mercancía); y no tenía remedio.



         Nunca una Crisis fue detectada alive, with his band , unplugged y en tiempo real como en 2007 la Quiebra de Lehmans Bros. y el jodido Crack o Crunch o Choco-Crispies de la Google.



-Tio, qué estándares más altos de información y  análisis en tiempo récord, casi sin tiempo. ... Eso sí fue un progreso.



- Lo bueno del 11S es que fue a la hora del Telediario, en conexión mágica Manhattan- Prado del Rey. Si querías, te podías suicidar en tu casa, aquí en España mientras veías a los de Nueva York precipitándose en directo desde el segundo rascacielos del World Trade Center.



                   -Mi ordinario o extra-ordinario o-ído no podía dejar de percibir la voz enervante por erótica de la Super-Ministra Portela,  sobre la cual era fácil verter el Deseo en chistes más o menos efectivos o en chismes más o menos verdes:



-         De la Crisis no se sale indemne, amiguitos –declamaba desde los fondos inferiores de los infiernos abisales de redes sociales luciferinas y satánicas hasta lo demoniaco y lo abyecto; transmisoras de rachas de virus informáticos más densos que el silicio, el silencio y el selenio; web super-contaminante y rezumando virus: ¡Por qué lugares, santo Dios, transitaba ahora la Portela! ...– Vais a salir capados, amiguitos; con las tetas cortadas, amiguitas...; medio calvas... Perdonad que bromee con cosas tan serias: Hay que pagar ahora el Precio de la Deuda, la Amortización de la  Desamortización y la Aspiración al  Derecho de Post-pago, tal como exige o sugiere  Bruselas... Vosotros ya me entendéis. Hay que sacrificarse más y lloriquear menos. Ahí tenéis titular, alimañas ... Qué asco me dais... ¡Yo a muchos de vosotros os arrancaría los huevos con mis propias manos!



Entonces la Secretaria Máxima o Super-Secretaria, -tal vez excitada por su propio discurso- , cambió de plano súbitamente y  se entretuvo ante las cámaras durante 120 minutos de  sexo en vivo en planos frontales con su marido que  andaba por allí: El marido de la Portela era sub-secretario de Defensa, especialista acreditado en  confetis y farolillos de feria, además de ser el jodido Presidente de la Asociación Española de Fabricantes de Armas) (AEFA). Morenez –así se llamaba el marido de la Portela; y en efecto era muy moreno y musculoso- también tenía un verdadero cañón en la entrepierna, una pieza de artillería pesada. -Cómo se  lo montaban: parecían profesionales más que amateurs. La paja de la concejala de Villacañas, Bárbara Rey,  lo de Pedro J y otros escándalos sexuales que ya había visto y asimilado el país, parecieron conductas de mojigatos comparados con el nuevo material aparecido. El pene helado de Berlusconi en sus orgías con el presidente de Moldavia no podía competir ni de lejos con la tranca infatigable del marido de la Portela en  luciferistasporlosderechosdelosmonstruos.org.



         Al ver cómo follaban sus líderes en los reality-shows, -con grabaciones tan largas y de tanta calidad que caían en la irónica realidad de los pormenores-, los ciudadanos se liberaron: Si la ex- segunda ex-persona del ex-Gobierno podía dedicarle tanto tiempo al sexo, ¡por qué ellos iban a hacer otra cosa?



-         Hay que rezar más y follar menos –llegó a sentenciar Portela desde el pabellón español del FICDO (Feria Internacional del Comercio Desregulado de Órganos ,  bajo el lema este año de “Te va a costar un riñón”).



Y tuvo efecto: Una vez más tuvo efecto: la Ministra del Diablo fue una vez más la Portela del Pueblo: desde un comportamiento salvaje, cínico e imprevisible, se las arreglaba para tocar el corazón del famoso ciudadano medio:



         - La Crisis parecía cualquier cosa menos insignificante y lamentable pero a los que nos afectó de lleno, no nos sorprendió tanto: de un día para otro nos arrancaban de las manos los médanos de oro, de billetes, de tarjetas, de monedas, de electrones, de chequeras, de promesas que solíamos manejar en los 90...



         - Como no me pilló desprevenido, sino que la sentí casi minuto a minuto, segundo a segundo, pulso a pulso, en todas sus “transiciones de fase”... al final,  la Crisis resultó una bagatela, una fruslería.- Yo estaba conectado a mi país y al mundo a veces más que a mi ombligo; y no necesitaba leer noticias.  



         - Por eso en seguida corrí a asegurarme mi necesidad más importante: La aguda Lectora ya sabe a cuál me refiero. Bastante me importa a mí un descenso severo de mis ingresos en dinero: Otros en caso de guerra y copri-fuoco se abastecen de víveres; yo de Eros. -¿Debería pedir disculpas por ello?



-         No, mira: Crisis, Krisis  era cambio; y además se parecía al bello nombre de Krishna –hare Krishna, hare Krisis-; y apocalipsis significaba en griego desnudamiento... Dios y Desnudamientos... No parecía malo: Hare Krisis, hare Krishna.



 -Sí, yo sabía mucho ya a mis 44, rozaba las sandalias de los sabios. Sin embargo, a pesar de mi exceso de imaginación,  no era feliz en absoluto ni siquiera en los preluvios del orgasmo, del Amor.



-  Como ya  he explicado antes, apenas hay diferencia entre éxtasis religioso y orgasmo sexual: mujeres que mientras se corren entonan a voces las cantatas  de Bach con  letra de Lutero siendo ellas mismas protestantes semi-ateas; fantasía de una orgía muy cool  en la sinagoga de Ramala con sionistas completamente ortodoxas hasta ese momento; o una francesa joven, una materialsta clásica,  que recuperando su fe católica y llorando de emoción, empiece a declamar oraciones infantiles en francés  mientras sufre los espasmos de un profundo placer mezclados con el sentimiento culpable de su reconversión... Mesalinas del XIX, ¿dónde fueron?



         El recurso a exclamaciones religiosas como “Santo Dios” durante el coito, ha podido ser documentado  incluso entre musulmanes integristas sunnitas que no pueden reprimir mezclar una cosa con otra y se arrepienten mientras se corren y ya no saben si pronucncian Su Santo Nombre porque están arrepentidos o porque se están dando un gusto: Dios es el Máximo Placer, como dijo UG Krishnamurti.  -Una torre de copuladores con educación religiosa grabada en el subconsciente, mezclaría las exclamaciones sacrílegas en una especie de Babel del orgasmo donde  el Gottseidank se confunde con el Alláh Akhbar y con el Om Namó Bhagavaté, jadeos sagrados en chino y en tibetano desgañitándose por las ventanas del absurdo edificio de devotos jincadores...



         -Crisis era parecido a Crisna, el Dueño de todos los Placeres. - La crisis era un placer.

 



         - Pero muchos habían muerto hacia el 2000, otros estaban muriendo y hasta Morphi –mi verdadero Amor- había sido en Escuela de Amor traicionada (es decir: en parte muerta).  -A pesar de todo no era feliz. Ni  ella ni yo.- Los sabios son los felices. -O eso dicen.-   ¿Yo lo sabía todo y no lo era?



         - No, yo no sabía nada. Estaba electrizado y a la vez en apariencia tranquilo, como un cerdo que recibe dosis excesivas e inasimilables de sexo. - Ese podría ser un resumen de mi situación entonces lo mismo que ahora.



         - Pero si acaso soy un cerdo, lo seré con el mismo derecho que la marrana de Alí, la pervertida y sucia mujer occidental que se casa varias veces. ¿Dónde dijo Dios que solo los hombres puedan gozar de lo diverso? -Viva mi guarra.



         - ¿Y de verdad quiero entregar a la escritura, hacer la confesión o la crónica de los años de la crisis, 2007-2015,  ¿no será un vano anticiparse? -Recurso literario tan gastado como el manuscrito encontrado, o la ciencia-ficción o la ficción histórica,o  el periodismo anovelado, o la novela periodística; un escalón por debajo, entre los géneros híbridos de los que hablaba Manzoni, inferior aún a  la llamada “novela histórica” - ¿... De verdad quiero?











         A ESTAS ALTURAS de mi propio spleen, todo se me va a en demorarme y en no alcanzar la candente actualidad... Pues, restando solo un exiguo pastel de pasado,  cuando mi memoria lo ha devorado casi todo..., ¿qué son 7 años,  -  7 cortos años-  para el memorialista, el mnemónico, el médium, el memorista, el memorieta, el hombre dotado de super-memoria, memoria eidética o  “memoria de elefante”?



         Sí, la memoria cercana es como una frase mal articulada al lado de una aleya. La aleya es superior.



         -En la rabiosa actualidad de mediados de marzo de 2014 el propio Autor, -sacro-santo, inescrutable- , a causa de su creciente fama,  desciende a intervenir en la novela de su vida con nombre falso en la tradición de Unamuno... o de Pessoa..-.



         - En la candente actualidad de la noche del 14 o del 15 de marzo de 2014 yo, Jean Souffrance,  le proponía a una chica un retrato y ella me respondía muy burlona lo que ya me dijeron más de una vez: “¿Vestida o desnuda?”- Esta vez parecía una proposición que va en serio: - “Si me das a elegir...”, respondí y de nuevo se desmoronaron mis palabras aunque sabía poco antes muy bien lo que tenía que decir. Y así íbamos ahora: medio borrachos y contenidos por los caminos de la Mancha húmeda. Él, en el fondo, siempre estaba solo. Aunque casi siempre iba acompañado por gente.














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