MI SEÑOR volvía, inconstante, a ensimismarse.
Así no
terminaríamos nunca. Bien veía yo su maniobra: Ahora se proponía incluir en su
catálogo a las damas soñadas, amores meramente fantaseados.
Renacían
en mi Raptor, los ardores de las libídines de su adolescencia. Cuando se
enamoraba hasta de la sobria locutora del Telediario. - La rêverie de
una dominatrix que llega a ser la dictadora de un país tecno-fascista no era
más que otra forma de buscar en las simas, al fondo de los laberintos de los
lupanares, en los escondrijos de las cavernas donde, a la luz de las teas, se
celebran los misterios de las Lupercalia en el espíritu de la Infiel.
Al
menos estas ideaciones suyas no atropellaban la realidad, -como la Poesía-,
porque eran de naturaleza endeble, muy ficticia y era evidente que no
existían.
-
Yo lo de un hombre un voto..., francamente, me lo paso
por la entrepierna. La estadística y la
participación online han desbancado por completo al antiguo sistema de
democracia representativa, las elecciones, las urnas y las putas papeletas en
sus sobres. Tú mira primero mis cotas de audiencia, y luego me dices cuándo
celebramos unas elecciones. Por otro lado, no creo que todos los votos valgan
lo mismo. El mío vale por lo menos diez veces más que el de todos vosotros
juntos, se lo digo a mis electores. Un cenutrio que no sabe hacer la O con un
canuto no puede tener el mismo derecho a decidir que yo. La democracia será
vertical o no será.
No confiaba
especialmente en sus manifestaciones emocionales ni por supuesto en lo que él
llamaba Amor (o amor, según sus intenciones). Ni en el agradecimiento a su
padre. Ni en el duelo por el hijo nonato. El amor era una de las cosas más
perversas que habían inventado los mortales, los lavadores de manos. No había
provocado desde su invención más que miseria y esclavitud. –El amor me
aparta de Diosa. Así de raras eran mis conclusiones, estremecidas siempre
por un viento de otro tono, como la clarividencia.
Seguíamos en la
casa rodeada por la nieve. Yo no podía creer en su amor por la que llamaba su
ladera y que ahora era su mujer, pues con ella vivía y con su cachorro.
Pero, aunque con ellos cohabitara y a menudo les dirigiera la palabra y actuase
de manera conveniente y automática, en realidad no los veía. Me veía a
mí en cambio –que no soy humano. Trataba de hablar con mi alma y a ellos los
ignoraba. De día vivía entre mi compañía y el recuerdo de sus novias; de noche
le visitaba un tumulto de sueños. Casi siempre parecía ido. Un zombi. Además,
fumaba y bebía mucho. Pasó todo un verano solitario nada más que mirando la
manguera sobre el césped y los juegos de los cachorros de gatos: Lola; Negra,
Botitas, la Tigre; Flaquito; Charlot y Speedy; Dorada, Copito, Pirata,
Catalana, Negrita, Peter, Oliver, Arrea, Tigre...
No hacía otra
cosa más que estar desnudo en medio del campo y perderse completamente en
sueños, casi sin moverse. Su mujer languidecía mientras tanto en la banca,
enterrada en las tinieblas del invierno, pero acosada por los moscardones
innumerables de verano, un compendio de los peores aspectos de cada estación:
hasta la primavera era sucia como el algodón que soltaba el álamo blanco. A la
sombra de la muerte, o medio muerta, había estado unos minutos aquel hórrido
invierno cargado de presagios. A altas
horas de la noche, en el silencio compacto del gran campo, a veces la chimenea
se ponía a hacer ruidos. Podían ser ruidos casuales, pero si los escuchabas
largo rato, los golpes de algún hierro o cadena en el cañón de la chimenea,
parece que dicen algo.... Seres de otro mundo quieren establecer un código con
el trasnochador solitario, hombre que vive solo en el campo rodeado de gran
espacio. -Era el 2009 y al mismo tiempo -una fuerza donde se mezclaban
escenarios y personajes como en un fundido de los óleos de dos cuadros-,
estábamos en el 2007, cerca del Puerto y del Centro. ¡Parecía que no íbamos a
escapar de eso nunca! Estábamos atrapados en la vida nocturna del barrio de los
abogados. Aquella vida de putas era una verdadera medicina, un láudano para el
alma...
Y de pronto, por
un exceso de placer, me sentí transportado al 2013, comienzos de su primavera.
Estamos en un lugar lleno de humo blanco, de vapor. Hace mucho calor y empiezo
a transpirar; es muy agradable, un bálsamo para el alma. Entra en la sauna
mucha gente: dos chicas jóvenes charlan en voz alta con tonos que agiganta la
bóveda. Odio a la que más habla porque rompe el silencio. Medito para que se
calle y también repito que no quiero que le pase nada malo: parece la agenda
cultural local, la pobre; es una especie de máquina, toda ella dato y
formulismo; me cae fatal y gracias a Dios, se va en breve. También se van el
resto, salvo la chica joven que hablaba con la otra imbécil. (Cada vez me
parezco más a aquél que escucho). De pronto nos hemos quedado solos en la
sauna: De manera muy natural, ella enlaza la conversación con su amiga con la
conversación conmigo: dice que no duerme y que le vendría bien hacer yoga. Le
recomiendo andar, mientras sigo estirándome y respirando sin mirarla. Cada vez
me parece más bella. Y el resto de los usuarios del SPA también parece haber
desaparecido, es sábado y viene muy poca gente. Es como si estuviésemos solos
en una isla en sábado, una isla donde no hay más que sol y huida de la vida. La
chica me suelta varias palabras orientales: ReiKi, Feng-Shui, Gi-Kong. Yo
replico diciendo solo “Vikram Yoga”. Cada vez me parezco más a mi Raptor, cada
vez pienso/siento más como él, como si fuese su espectro. - Ahora mismo, la
escena presente aquí y ahora es de lo más fantasmática: Esta desconocida que
baila entre los vahos del baño turco un hermoso balanceo de piernas y de
brazos, que me hace levantarme y admirarla, se mueve de un modo extremadamente
lento, extremadamente rítmico. Sobran todas las palabras, pero ella, la desconocida,
que quiere enseñarme todo esto, -los 4 puntos cardinales en las manos-, me
invita a levantarme y a describir esferas con las palmas de mis manos. Puedo
sentir la energía vibrando como estrellas, como chispas de éter blanco en la
bruma a mechones de la sauna. Ella quiere explicarme algo. Nos hemos conocido
hace un minuto, pero siento que la amo. - “Si me tocas...”, dice ella con tono
científico, como si fuera una monitora mostrando el tono que ha de tener un
buen músculo.
Yo le acaricio
los antebrazos al principio también de un modo casi clínico, pero quedándome
más de lo necesario; sus antebrazos no rechazan mi contacto. Me veo desde sus
ojos como si en la niebla de la sauna mi alma se transfundiera a su alma: Me
veo rubio, joven, hermoso, debo tener unos 18 años. -Nuestra eternidad empezaba
a ser de una sabiduría ridícula puesto que no envejecíamos. Mi Señor era tal
como lo había siempre conocido, como lo había siempre imaginado: Cara
redondita, morena y afilada de español o latino de la élite; casi 50 años, pero
se cree que aparenta 35. Se parece asombrosamente a personas reales como Alain
Delon o Marcos Mosquera, pero también a personajes de ficción como Castell,
Rivarola, Sorel o Ramón (el de Me debes una Cena). No siento por él
después de más de veinte años ni comprensión ni agradecimiento ni afecto. Pero
la verdad es que ahora él no estaba allí, en los ecos y gorgoteos del gimnasio.
Soy yo que estoy obsesionado con él. - Ahora estaba yo con la chica a solas. De
sus antebrazos paso a acariciar sus brazos hasta los hombros. Ella se me echa
encima para pegar los pechos contra mi cuerpo como si no aguantara más. Ahora
entiendo por qué no puede dormir... Cada vez tomándose más confianzas, ella
restriega su cara a lo largo de mi vientre y aun antes de haberme besado en la
cara ya me está chupando el pene y yo me derramo en tan solo tres movimientos;
me separo, le doy las gracias y me marcho. Pero no: Ella no me deja irme...
Algunas ancianas quieren pasar a la sauna y ella se lo impide encajándome de
espaldas contra la puerta. A veces pienso en otras cosas mientras ella sigue y
sigue–Cada vez mi vida se parece más a la de mi amo. -Todo lo que
experimente, quiero sentirlo en la Diosa.
EN UNA ESCUELA DE AMOR III
Y volvió el verano tras aquel extraño fin de año
romano.
Ahora me parece que llevo años
demorando este capítulo, meses atascado sin escribir una sola línea que me
permita salir del invierno de 2007. Agarrado al miedo de perder el recuerdo
tras haberlo soltado. Transcurre el tiempo, mi progresiva deriva hacia la
muerte, y yo sigo sin cerrar mi catálogo pues en cuanto la nombre –lo
haré con alguno falso o medio falso, no pondré su verdadero apelativo- su alma,
el pequeño rastro de su recuerdo, se habrá evaporado por completo.
Por eso me resisto o me rebelo como un
patético personaje moderno chestertoniano, pirandellesco o nivolesco, de ésos
(o habría que escribir “esos” sin tilde, insinuando que no son personales sino
“personajes”) que se presentan en persona ante el autor. -Como si los modernos
se hubieran vuelto tan locos que tomaran por reales a las fantasías de sus
cuentos. -Ese fue el resultado de 500 años de novelas.
Por eso divago sobre el amor, y no
traiciono con ello el perfil psicológico trazado de antemano por mi autor –ese cerdo
petulante- a lo largo de más de quinientas páginas: pues adoro los rodeos. Y
divagar sobre el Amor es el tema más alto, el eterno objeto de todas las
investigaciones presentes, pasadas y futuras. - Pero no, quizás no tiene
razón el viejo Aristóteles: La búsqueda debe terminar: en algún momento el ser,
la substancia se revelará. ¿Por qué va a ser eterna su búsqueda?, ¿porque lo
diga Aristóteles?
Según me acerco a mi fin, el verdadero
sentido de Eros y de la Poesía se tornan lo único importante. Como él, según
envejecía, prefería los mitos. Ya son muchos años frecuentándole, al Filósofo.
-... Y un enorme deseo de hablar en el nombre de todos. De escribir al dictado
del Espíritu. De hacer de mi vida algo grande. Como la leyenda del héroe. Una
crónica. La historia de don Juan. Una vida vivida en el mundo. El Pasatiempo de Krishna, Ladrón de
Corazones. -Pero acaso ya sea demasiado tarde. - No es mi cuerpo lo que
envejece sino esta acumulación de pensamientos sobre el Alma.
Un cierto apetito por describir y hacer
perdurar –ya que no inmortalizar- los detalles de la vida en aquel verano
felizmente iniciado de 2007... Me despreocuparé de aquella primavera, -¡no se
puede contar todo: estas memorias no van
a tener la extensión del Journal Intime de Amiel (18.000
páginas)! - Pero ¿acaso la recuerdas? El maestro Ignatius había escrito
millares sobre los diagramas de la memoria y la combustión de un recuerdo.
Pero ¿cuáles son las leyes del olvido? ¿O carece de ley, por tanto, es Dios
mismo?
Divagar sobre Dios es divagar sobre el
más alto objeto de pensamiento. Me rebelo con el saber. Me detengo con la
excusa de estudiar un poco más. Soy un drogadicto aficionado a reflexionar. A
la manera de la loba que lame y relame a sus oseznos -como Virgilio la
estructura, el sonido y el significado de sus versos-, quisiera escapar de la
muerte mediante la bella demora. ¡Quisiera saberlo todo, haberlo leído todo,
haberlo visto todo a la manera de un viejo bardo lascivo que sale en todos los cuadros,
respaldar con una mente universal cada una de mis líneas urgentes, cargadas de
sentido...!
Pero divago, sueño dentro del
sueño... Solo importan los avatares de Eros:
Era
ya el mes de julio, pero aún parecía primavera, la embarazada Lucía –una
participante a la que yo no conocía hasta entonces pero que me pareció
aceptable desde que vi que iba a parir en breve, que tenía un marido algo
parecido a Brad Pitt (Vicente) y que habían trabajado en Calcuta con la Madre
Teresa- y yo llegamos al tercer curso de
la Revolución del Membrillo cuando anochecía sobre las viñas que ocupaban todo
el paisaje. Ella al final se aburría porque yo me había equivocado dos o tres
veces en los cruces; yo iba absorto en el ensueño sevillano de don Juan.
Aquella inmensidad de viñedos bajo la Luna me hacía pensar otra vez en el Patio
de las Dueñas y era como si el espíritu del mayor poeta español vibrase –con
angustia- en el aire. Al final llegamos muy de noche a nuestro destino que era
un antiguo seminario menor, hoy destinado a otros usos. Todo el mundo había
cenado ya y un olor como a sopa de colegio ensombrecía más el ambiente del
comedor. Aquella noche no pasó nada.
O no lo recuerdo; puedo presuponer que,
en mi cama de seminarista o cursillista, pensaría en Carmen, que no estaría
conmigo en este SAT (Suckers after Thicks) pues se había ido al Norte a
hacerlo. Pensaría que quería mantenerme fiel a Morphi por mucho que se hablara
de las orgías y enamoramientos que propiciaba el SAT. Pero yo no había acudido
por nada de eso, -seguiría yo cavilando-; yo había venido por aprender,
por mejorar mi rendimiento en el trabajo. Eso. Y desde Roma estaba enamorado de
Morphi. Seguro. Antes solo habíamos sido amigos. Claro.
A la mañana siguiente parece que todo
el mundo o mucha gente está cabreada por cambios de última hora en la
organización del curso. El que se hace responsable de todo y va a ser nuestro
Director a lo largo de los siguientes días se llama Luis Fernando Cámara y
desde el principio me agrada su manera de explicarse sin justificarse. No me
fijo para nada en lo que dice, sino que me gustan su rostro y su voz:
Su
voz me llega al corazón: es la de un hombre inteligente, cultivado y bueno; no
me cabe ninguna duda tras quince minutos de escucha. A veces me comporto como una fulana que va de
los brazos de un guru a los de otro. Pero en este caso no importa, porque
Luisfer es amigo y discípulo del Sabio. Sé al instante que puedo confiar en
Luis Fernando. Su manera de hablar me deleita, podría estar horas escuchándole
y aprendiendo. Es la de un sobrio científico, pero podría sonar también como la
de un jesuíta vasco empeñado en alcanzar la iluminación:
- “Tú crees que es fácil ser tú mismo, vivir la libertad, el
erotismo, etc. Pero no es tan fácil. A veces llevar la cruz es lo más fácil. Si
a mí me dicen que voy a iluminarme llevando una cruz de aquí a Bilbao, lo hago
porque como mucho puede llevarme un año. Pero lo otro, el camino de la libertad
me llevará toda la vida”.
Cuando empleó esta comparación -en los últimos
días del curso- comprendí que hablaba en serio. Pues yo pensaba como él: el
viejo cristianismo que los maestros del colegio de curas del tardofranquismo,
casi a la manera de Unamuno nos habían inculcado, la ascesis, era más fácil de
practicar que esto en lo que andábamos ahora. - Pero aquello había hecho aguas
casi desde el comienzo de mi adolescencia. Como si al marcharse las marichuses
y marcharse Marichén, maribeles y maricármenes, Teresa Casado, Celia y las
máymenes que martirizaron mi pubertad, también se fuera el Dios de la Vergüenza
y del Castigo. Lo dionisíaco era más complejo que lo apolíneo.
Al final de aquella asamblea inicial en
la capilla desconsagrada, algunas voces empezaron a elevarse tras tanta
crítica: les importaba una mierda si esto era el SAT1 o el SAT2, el SAT O, el
Proto, o el Poto-Sátiro...; el caso es que estaban aquí. Yo me sumé con gestos
a estas últimas intervenciones. Nuestro Director llevaba más de dos horas dando
todo tipo de explicaciones y ya era hora de que le dejáramos en paz. Me caía
extraordinariamente bien: Con calma y paciencia se había hecho dueño de la
situación y de aquel grupo heteróclito de modeladores de membrillo. Y no
parecía agotado. -Desde el principio pensé que la forma de religión más
sencilla era sin duda la devoción, el bhakti: Encontrar a un solo hombre
excelente y seguirle, ponerse a sus
pìes: Los pies de Luis Fernando eran largos, blancos y puros como los de un
Cristo de mármol. Largo tiempo, nueve días sin hartarme, le escuché mirándolos;
era la felicidad absoluta.
Pero aparte de nuestro Maestro, en un
curso de buscadores, de personas que querían cambiarse a sí mismas, -o
algo así; la misma formulación de lo que pretendíamos resulta problemática- o simplemente
cambiar el mundo, debíamos hacer otras cosas. Por la tarde no todo fue tan feliz.
Recuerda. Recuerda... Pero no lo quieres en realidad recordar.
A
LOS PIES DE MI MAESTRO
Para Luis Fernando Cámara. Julio de 2007.
Busca,
Musa, un poema sobrio. Busca, Miedo, un canto serio
Como
el Águila en lo blanco, la Serpiente sobre el negro
En
el pecho, sobre los pies del maestro.
Como
su frente con manchas de células muertas
Y
arrugas horizontales y su perfil quijotesco
Largo
y claro cual los pies de mi maestro.
Desde
que oí yo su voz
En
capilla desconsagrada del antiguo seminario
Se
empezó a licüar mi hïelo
Firme
y frío como el pie de mi maestro.
Desde
que yo vi fulgir
La
tensión de humor en ojos
Como
chispazos del suelo, solo quiero verme yo
Sentado
a los pies de mi maestro.
Encogido
extraterrestre,
Solitario
por pasillo
Como
duende de otros tiempos.
Hamlet
absorto en su suelo.
Pasos
niños de los pies de mi maestro.
Sabe
que no sabe nada.
Ni
oculta ni tapa nada.
Médico,
cura, espiritista, telépata…
“Lo
esencial es una una emocionalidad sana,
un pensamiento claro
y una
instintividad libre”.
“Todo el mundo está funcionando al límite de sus
posibilidades”
Estudioso,
cabizbajo, compañero.
Yo
cantaba absurdo un tiento.
Y
a mi espalda en pie mi maestro.
MI SEÑOR empezó a
llorar. Lloró como un río, lloró como el cielo en el invierno de
2009-2010,-pues, extrañamente, cruzan los años mortales a través del helado
pasillo del invierno-; lloraba sin parar. Lloraba la nostalgia inextinguible y
el duelo eterno. No lloraba simplemente la separación de aquél que fue, durante
una temporada, su amadísimo maestro (se comportaba como una meretriz espiritual
que no olvida a ninguno de sus benefactores); lloraba también por la tristeza
del mundo y de la vida en general. En cierta forma un llanto tan dramático como
el suyo ponía las cosas en su sitio: el sentimiento podía volver a ser trágico
gracias a sus sollozos y llantinas a lo largo de meses. Me conmovía un poco.
Pero mayormente deseaba que se atragantase llorando, a ver si por fin se me
moría. A veces aullaba y gemía de puro dolor moral... Un gato endemoniado se le
colaba de madrugada en el salón de su casa; un enorme gato rubio, un fantasma
que se llamaba Manuel; y trataba de hechizarle. Su presente era mucho
más horrible –era horripilante, sobrecargado de malos presagios como la pintura
amarillo-crema de las paredes de aquel caserón- y raro que su pasado. Por eso
yo regresaba a voluntad a la vivencia pretérita, ya iba yo recordando: Me
imaginaba a mi Señor junto a aquel Instructor que llevaba una simple camiseta negra
con un águila y una serpiente, emblemas de Méjico, la tierra de la brujería y
de Don Juan. La cara clara, pero con manchas de edad que mi Señor le habría
besado; tan súbito era su amor/admiración por los hombres de alma bella como
aquél. (Era una especie de golfilla religiosa que se va con el primero que le
abre las puertas (o las piernas) del paraíso). El hecho de que aquel curso o
celebración sectaria se celebrase en un seminario menor y en una capilla donde
el antiguo crucifijo del altar queda tapado por una cortina –y no
“des-consagrado” como él la vio, como si hubiera venido antes un equipo de
exorcistas a desmontar el halo mágico de la antigua capilla- , despierta en mi
Señor una sugerencia blasfema y es que todo lo que se haga en esa sala será
una profanación pero que el Director se lo puede permitir porque está a la
altura del desafío: Cristo con nosotros: “La religión del Crucificado
está a punto de ser absorbida, cancelada y superada por otra nueva, más
sabia”. -Mi Señor razonaba como un verdadero grillado, igual que un enamorado y
su estúpida certeza de las cosas. Y yo solo quiero a Diosa. -“Se
empezó a licüar mi hïelo” no significaba sino que “se derritió su corazón”,
es decir que la voz del maestro hizo que se desbloquease de forma inmediata su
“órgano del sentimiento”-como habría dicho Steiner. Estas maravillas las
producía la admiración repentina –de loca que se acuesta con todos sus
directores de terapia- a un solo hombre al que tenía por más evolucionado y por
tanto digno de imitación. Le daba nombres tiernos que evidenciaban su cariño: Extraterrestre
marciano, solitario hamletiano, duende con pasos de niño... no eran sino
otros tantos gestos de cariño hacia aquella alma de rostro huesudo y ojos
verdes. Y pies perfectos. Y, además modesto: pues es doctor en medicina en
ejercicio, posee el don de la telepatía, le ha visto dando voz a los muertos,
pero no parece nada envanecido. ¿Carece de alguna perfección? Su lenguaje es
perfecto:
“Lo esencial es una una emocionalidad sana,
un pensamiento claro
y una
instintividad libre”.
“Todo el mundo está funcionando al límite de
sus posibilidades”
Mi Señor no estaba impresionado;
estaba rendido. En una noche de crecimiento de emociones, sin tóxicos todavía,
mi Raptor habría estado cantando una copla flamenca en un círculo o sarao de
los sufridos participantes en el curso de la Revolución del Membrillo.
No
canta por cantar. No canta por lucirse. Canta por evadir la angustia, por
esquivar el miedo que es el mismo que siente ahora, en este momento, mientras existe: El miedo a descubrir la
verdad.
Por
eso canta un antiguo aire andaluz que es como si se posesionara de él, como si
utilizara su garganta y hasta su cuerpo para presentarse. Todo es un fenómeno
grotesco de inspiración y de quejido. Pero todavía, tensando más las fibras del
horror, mi Señor cuando ya estaba cantando, -loco o medio en trance, como
prefería vivir él- , se apercibió de que
a sus espaldas, discreto y callado ¡estaba el maestro! Entonces su primer
pensamiento fue callarse aterrorizado por la posibilidad de estar molestando,
transgrediendo alguna norma, que le
recriminase por estar cantando a voz en grito, -como habían hecho desde la
infancia todos los maestros, pobre de mi Secuestrador,
mi Verdugo, mi Necio,- pero su maestro no viene a eso, y entonces mi Señor
siente un júbilo y una liberación indescriptibles, parece que va a estallar de
contento pero se pone a cantar en otro
arranque la segunda y la tercera estrofas
de un obscuro tiento aflamencado- espeluznante: “Maldita sea el alma de mi madre” y todo eso. El amor es
imprevisible y un simple mohín en el rostro cabizbajo y paciente del director,
le hace pensar que Luisfer no ha venido a reñir a nadie ni a corregir las cosas
ni a pedir silencio, sino simplemente, a
estar. Como uno más. Esto le estremece y canta la segunda estrofa aún con
mayor alegría aunque la letra sea triste como en general el flamenco. Da igual:
cuando termina, Luisfer –cuyo nombre se parece tanto al de Lucifer como al de
Luis Perls- ya se ha ido, se ha escurrido, ni le ha visto marcharse.
Era
falso que alguna vez hubiera sido su
compañero. En general todo lo que sale en las poesías es mentira. - Mi
Raptor se ilusionaba como la amante que por un momento se cree que la van a
hacer esposa y compañera con contrato, que la van a “anillar”, como decía él.
Pero aunque ella quiera llamarse compañera
no pasa de ser una fulanilla del mercado espiritual que bebe los vientos por el
primero que vaya vestido de oriental o haya tomado peyote con los brujos
yaquis. Devota de usar y tirar. Cada vez se asemeja mi espíritu más al de mi
maestro, hablaba yo más como ellos,
lavadores.
-
Dime –me soltó de repente tras cerca de 5 años sin
hablarme; si no podía entenderse con los vivos, ¿cómo se iba a comunicar con
muertos? Pero así era él: prefería la compañía de fantasmas a la de seres
carnales-. Dime: ¿Qué piensas de los guiones?
-
¿De los guiones, Señor? –Contesté con prudencia
mientras él abría una caja de madera del tamaño de un maletín de óleos con
muestras de las mejores veinte substancias tóxicas nuevas que habían inundado
desde Asia el mercado nacional y europeo aquel año-. ¿A qué tipo de guiones se
refiere?
-
A los de Hollywood desde luego que no, so imbécil –me
dijo dándome un golpe que me sacó sangre en el pómulo; solo entonces pude
comprender gracias a su ataque hasta qué punto le importaba que estuviera
atento. Era como si en la boca me creciera el sonido de la kas y las ques y puntas.
- Los guiones..., -que haces que se me suelte la mano...,- los putos guiones
que se usan a veces en los diálogos de las novelas.
-
Ah, los guiones. Ya veo.
Por un momento mi entendimiento se nubló como si sufriera una
bajada de tensión sanguínea. No me asustaba morir porque ya estoy para siempre
muerto, alma en pena. Y por otra parte, no puedo morir nunca: pues soy tu alma
eterna. A menudo me desmayo y me despierto en otro lugar, en otro tiempo, otra
historia. Cada día hay varios momentos de muerte física para todos, es cierto.
Por eso tal vez en lo que pudo ser un breve ataque epiléptico –ya iba yo
contrayendo los colapsos neuróticos de mortales-, mi inteligencia se obscureció
y no supe qué responder. Me daba igual que me golpease otra vez si tenía que
hacerlo. En realidad, me daba igual todo. Porque me daba igual morir una y otra
vez, desmayarme.
-
Los guiones –prosiguió- los simples guiones para
indicar que se trata de una lista no enumerada. Sí, los guiones que son como
meras rayas separando cosas –terminó gritándome mientras se desnudaba otra vez
con grandes aspavientos. Parecía que el hablar le excitaba muchísimo más que
escribir y leer en los burdeles y chiringuitos de la Costa, que habían sido
hasta entonces los principales escenarios de nuestra vida apacible. - El
maldito guión separa para siempre la voz del personaje de los comentarios (casi
siempre superfluos) del autor.- Concluía. Y tras una pausa, volvió a la carga:
- ¿A ti qué te parecen los guiones?
El temor a un nuevo puñetazo en la cara terminó por despertar
mi mente perezosa que medio se dormía aburrida por toda experiencia, aburrida
hasta del mismo experimentar:
-
¡Los guiones! –, grité yo también poniéndome a tono, de
forma que mis palabras no fueran sino una especie de escalera en letanía
absurda hacia el fenómeno evidente de la telepatía-. Puede que los guiones sean
el signo más peligroso del mundo. ¿Qué
queréis que os diga?... Por un lado, separan cosas, por otro las juntan.
La concentración en el contenido de sus palabras –que por algo
espaciaba tanto limitándose por el contrario a expresarse por telepatía,
señales o por escrito –casi a diario -en una loca carrera por producir siempre
más páginas de memorias de las que yo pudiera leer y así ir aplazando su muerte
(que ya había reconocido que evitaba)-, la concentración en sus palabras me
había hecho olvidarme de nuevo de dónde estábamos. Miré en torno. Seguía viviendo entre fantasmas, pero ya no
eran tan lóbregos.
EL MIEDO AL MIEDO
No, no lo quieres recordar, tienes la
pereza de alma y la avaricia de espíritu de los que no se atreven a conocerse a
sí mismos. Pero es inevitable porque te cansas de recordar siempre lo mismo, de
ensoñar siempre lo mismo. Incluso para ti es demasiado estúpido leer miles de
veces el mismo poemita que inmortalizaba el momento, o aquella carta de Ella.
Rómpela, quémalo, tíralos, despréndete del fardo del pasado de souvenirs
y memoriales, refresca los atrios y jardines de tu memoria. Te acercas a la verdad solo porque te cansas
del lastre de tu pasado y pretendes entrever algo nuevo: el miedo, el centro
sexual en tenebroso descanso: Lo contrario del Amor no es el Odio –había
dicho Osho-sino el Miedo: Phóbos-Eros:
...Aquel
curso no solo era para escuchar los excelentes discursos de Luis Fernando Cámara,
sino que por las tardes debíamos someternos a ciertas experiencias de tipo
corporal y afectivo y a meditaciones pues “a veces es más fácil romper el
carácter a través del cuerpo que a través de la mente: cambios corporales,
cambian la mente”. Yo sabía que esos ejercicios implicaban algo de
seducción y que era extremadamente fácil acariciar y tocar a una chica guapa;
bastaba escoger pues había muchas. Sin embargo, -como había decidido no
enamorarme ni coquetear y ser fiel a Morphi –que ya había sobrevivido a dos
cursos a mi lado- miré a mi alrededor buscando la pareja menos deseable, una
mujer con la que ni se me ocurriría flirtear, un eclipse de la libido... Detrás de mí había una joven exageradamente gruesa,
aunque de bello rostro. Le pregunté si quería ser mi compañera de juego
sintiéndome orgulloso de mi propia tolerancia y pureza de intenciones, puesto
que se lo pedía a una gorda cuando había muchas chicas bonitas encantadas de
que las eligiera. Para mi sorpresa murmuró algo incomprensible y se marchó.
- De repente una tristeza y un pánico
enormes cayeron sobre mí. No estaba preparado para esto: ¡Que me rechace la
gorda cuando le he querido enseñar lo magnánimo y poco materialista que soy
rebajándome a su nivel! No puede ocurrir nada más horrible y estoy totalmente
perdido como no me suele pasar nunca (ya he dicho que recorro la vida como un
espectáculo bien conocido y casi previsible). Comprendo que, en aras de ser
fiel y retenido, he cometido el mayor de los pecados: Traicionar a Eros. ¡Toda
una sala llena de señoras, mujeres y muchachas atractivas y yo por hacerme el
puritano me ofrezco a la gorda! Y ella tiene el atrevimiento de largarse, de
rechazarme. El odio súbito que concibo por ella creo que se le puede
transformar en una seria enfermedad o en un accidente que le siegue la vida. Me
falta aliento para odiarla tanto y lo peor es que en el fondo la veo cada vez
más bella y más deseable. ¿Empiezo a desear a una mujer que debe pesar más de
90 kilos? Me estoy volviendo un degenerado. Creo que acabaré cometiendo
suicidio si sigo por este camino: lo único que me aparta de la Muerte es la
cercanía constante de las bellas. Resignarse a las feas o a las del montón es
lo más parecido a la soledad eterna. Al ateísmo, a la condenación.
El alma no sabe qué hacer cuando Eros
se ausenta. Sin Eros solo cabe desarrollar un extraño amor: el amor a la Nada.
Y yo no la amo... -Todos mis propósitos de castidad se venían abajo: Era
insoportable haber descendido tantos escalones de pronto en los grados del
Amor. Angustiado, busqué una mujer que me hiciera caso: Una señora de casi 60
años pero evidentemente guapa aceptó ser mi pareja con dignidad. Con su
silencio me indicaba que en otro tiempo no hubiera sido tan humilde. Era muy
muy mayor pero el dibujo de su boca llena de estrías seguía siendo perfecto.
Sin dificultad, como volviendo a mi estado natural, me puse a su lado a la
manera de un escudero y decidí ser galante con la mujer que me había aceptado.
Pensé en darle un muerde en su boca con estrías; su aliento olía bien. Tenía
una voz preciosa, afllautada de seseos sevillanos o canarios, hablaba con
sentido de los dones y virtudes de las plantas, era doctora, herborista, maga,
sabia... - En el fondo pensando en lanzarme sobre la primera joven guapa que se
pusiera a tiro. -Pero mi espanto había pasado.
Sin embargo, en el fondo podía darme cuenta
de que no era más que un arreglo, un parche, un autoengaño. Era totalmente
imposible para mí renunciar a la seducción; a menos que me hallase en una
soledad absoluta. Recordé que había viajado hasta la isla del doctor Moreau
donde no hay más que espectros y máquinas reproductoras de muerte y que incluso
allí me había asaltado el fantasma lúbrico de una muchacha en el cuarto de las
maletas. Y en la Ciudad Maldita donde no sucedió nunca nada, no está
sucediendo nada, no creo que pase nunca. Y en el confín de la playa en
invierno, allá donde ya no quedan mortales y se respira la arisca intemperie y
solo se ven los ojos sin amor de las gaviotas, allí había brotado una mujer
rubia y la visión de Diosa. - ¿O no me sucedió a mí, en un tiempo muy lejano? -Cada
vez me resulta más extraño comprenderme a mí mismo y es como si en las entrañas
de mi memoria se abrieran cavernas y túneles que comunican con yoes
desconocidos de otras cuevas.
-A veces había ligado en el fondo del
desierto del Thar donde apenas hay humanas. De ser uno de los candidatos al
destierro de por vida en un barracón de Marte, casi es seguro que me vería
envuelto en un vaudevile sentimental con las diversas colonas.
De nada sirve no salir el Día de San
Valentín o no celebrar la Feria, si el fluido de las féminas se cuela por la
ventana (o por el teléfono). Poco ayuda escoger como lugar de residencia no la
Costa, Malibú o Tahití -zonas conocidas por sus altas tasas de coitos por
habitante- sino provincias como las vascas o Soria donde la estadística nos
asegura un déficit general de sexo. - Últimamente han salido a la luz varios
poemas tórridos del Poeta Juan Ramón Jiménez y sus escarceos con las novicias
de los conventos: El que está en amistad con Eros se encuentra a las ninfas
hasta en el presidio y en la antesala de la UVI (y sepa la querida Lectora que
no son ejemplos tomados al azar sino pequeños homenajes encriptados a manera de
inventario).
Todo parece indicar que, a mayor
soledad, menos posibilidades de ligar. Así por ejemplo parece más difícil tener
aventuras eróticas en el Ártico o en el Mato Grosso que en Nueva York (la
metrópoli más desesperadamente sexual del planeta). Pero no es así para el
amante del amor que hasta en la inhumanidad de los largos viajes siderales (sin
ningún acompañante), prosigue su romance eterno como la perrita Layka. Pues en
la medida en que el desierto, la soledad, el vacío crecen, las mínimas
presencias adquieren sutileza: Hay grandes personaliddes a cargo de los desiertos.
- De forma que –concluí, un poco apabullado por mis propios argumentos-, era
para mí absolutamente imposible no seducir; era la muerte; -y, debido a mi
traición no a Morphi sino a Eros, ahora me encontraba descendido, caído,
esfumada el aura de mi habitual suerte en los almíbares de Venus, empezando
desde cero.
Aquello continuó durante toda la tarde.
De nuevo hubimos de emparejarnos en otro ejercicio y esta vez acepté la
propuesta de otra mujer nada deseable. Así era fácil no ser lujurioso, aunque
saliéramos juntos al jardín y yo dispusiera de múltiples ocasiones para
seducirla. Era la famosa solución al problema del pecado carnal haciéndonos
todos cenobitas, castos por feos, gente retenida en su lascivia por estímulos
más repugnantes que la abstinencia. Es decir, no tiene ningún mérito. -Pero al
lado de una mujer que no me atraiga de ningún modo, toda alegría y sed de vida
se desvanecen. Es como ser un funcionario sin alma en un campo de exterminio,
un robot en el infierno.
Para que no se hiciera ilusiones: la
traté como si fuera de madera o no tuviese cuerpo; todo el tiempo le miraba al
fondo de los ojos hasta verle el color (verde) y así hipnotizarla para que no
desarrollase afecto ni gusto por mí. Era insoportable. - Pero poco a poco, al
cabo de días, fui viéndola bella y amable también a ella. - Eso era lo peor de
todo.
Nuestra directora de teatro –pues se
consideraba esencial la práctica del teatro en la Revolución del Membrillo- nos
dio la instrucción de imitar el estilo explicativo del compañero que nos
hubiera estado contando sus penas minutos antes, resaltando más su lenguaje
no-verbal. Como muestra, le cedió el turno a una chica toda vestida de gasas y
fulares multicolores, un personaje semi-hippy que yo suponía formaba parte de
la organización, del staff. Nos dejó a todos boquiabiertos con su
pantomima. Con verdadera saña se burló de las quejas sobre la vida en general
que puede hacer una mujer no-deseable de más de 40 años (¡la misma a la que yo
había estado hipnotizando para que no me hiciera ningún avance!). Todo el mundo
se reía menos la víctima al verse en ese espejo cóncavo. Eso era lo más
gracioso: Nos reíamos porque no estábamos seguros de que no fuera a cruzarle la
cara. Contemplaba atónita cómo la chica actriz, la ayudante disfrazada de
zíngara, le hacía la burla durante cinco o diez minutos. Estaba totalmente
pasmada, las risotadas crecían y la burlona seguía y seguía...
SU MUNDO ya no era tan lóbrego como cuando vivíamos en el damero de la
Costa, donde los abogados, la alameda de palmeras y estambres de prostitutas.
-Ya no tan obscuro como aquello: Los Sindicatos, la estatua del marqués de
Heredia que impusiera su apellido a los herreros gitanos, la verja del puerto,
el viejo acuario... - Estábamos
alcanzando la Actualidad, -lo único absoluto-, como si despertáramos de un
sueño.
Yo siempre había
pensado que mi Señor acabaría mal. Pues era un perdido. Fiel a su linaje, se
comportaría como un buen maldito: suicidándose de alguna manera. Como tantos
otros. Recordaba vagamente –porque podía imaginármelas- las biografías de gente
que solo vivió 31, 33 ó 37 años. Como el Señor Jesucristo. O Shri Krishna.
- Pero pasaba el tiempo y mi Señor no moría ni envejecía más que en el alma.
Desde el
principio, -desde que me llevó de playa-, había pensado que terminaría
en un cuartucho de arrabal, rodeado de hijos tísicos y de una mujer loca
incurable, feísima, en extremo avejentada. Desde que le conocí, le auguré una
decadencia rápida tras una juventud de excesos. Una muerte dolorosa de cabrón
con alaridos de arrepentimiento. Y llanto y crujir de dientes, eso le deseé.
Había ocurrido muchas veces. Volvería a suceder. Estaba pasando ahora. Y sin
embargo mi Señor en su realidad ¡se sostenía rodeado de belleza y de deleites
sensuales! Y estaba casado, a su manera, con una entidad con los ojos
glaucos,glaucos, de esos que instigan el furor poético.
Seguía
sorprendiéndome: Ya no estábamos en el caserón de campo rodeados por la nieve
sino en las terrazas que él llamaba Jardines Colgantes (en general
era totalmente incapaz de mirar cara a cara a la realidad sin renombrarla).
Una terraza daba al Este y la otra al Oeste. Eran dos terrazas enormes, pero él
las agrandaba más con su imaginación: Daba en pensar que el suelo era de
estaragmita, el barandal de mármol rosa, los maceteros de ébano, la noche un
misterio.
Yo no había
creído nunca que fuera a llegar a los 50 pero allí estaba aquel hombre extraño,
extrañamente apasionado, ofreciéndose en la azotea a la caricia del sol de
junio de 2013, a la vibración de la casi Luna Llena de aquel mes en el que
estábamos, o estamos...
El mundo astral
me complacía porque era el mío. Y el Cielo se parece al Mar. Y yo solo
quiero volver a Playa.
-
Hay una falta de ritmo en todo esto –dijo con
incomodidad; llevaba sin hablarme desde el verano anterior, cuando empezaron
sus baños de sol y luna-. Hay alguna clase de error en el periodo, ¿no lo ves?
Yo me callé e hice un gesto de aquiescencia para ver a dónde
le llevaba esto. Mientras tanto me desnudé y ofrecí yo también mi cintura a
Helios, que es de ensueño. Ya iba yo recordando: Es hermoso tener cuerpo y piel
y el rizado bozo que nimba la antesala de los genitales, y el volumen torneado
de mis muslos, los alados. Yo siempre estaba al lado de él. Como si fuera su
sombra. Su ángel.
-
¿Qué piensas tú de las mayúsculas, de las versales, de
la escritura cursiva, o cursiva?
-
Dalí, Delhi, Dylan
–articulé rápido como el rayo; el sol y su caricia perfumada me inspiraban- deliran.
-
¡Cesa ya de envidiar – deliró- la sabiduría milenaria de la India, la sucesión casi
ininterrumpida del karmapa, el desenlace final de la Era Atómica, el
cumplimiento de la última profecía en Valley Forgue, los aullidos de la
selva; deja ya de suspirar por otra música!
Con un movimiento de conciencia que apenas era un esbozo
porque era pensamiento sin palabras ni imágenes –algo así como una masa confusa
pero precisa de colores y sentimientos- resolví la primera parte de su acertijo
y él prosiguió:
-
No lamentes más no haber conocido a los santos, no te
acuerdes más del sol de Grecia, de las pequeñas plazas empedradas, no te
preguntes cómo eran.
-
Es totalmente imposible que pudieras comprenderles.
-
No evoques una vez más aquel beso. No sufras más por tu
ignorancia del sánskrito y del hebreo. No rebusques en tu sangre trazas de un
linaje excelso.
Comprendí que le comprendía y él –sin ni siquiera volverse
para mirarme: estábamos los dos desnudos en la terraza y había entrado
maullando un gato blanco de grandes ojos azules; era como si los tres nos
oliéramos- comprendió que yo comprendía: Era muy sencillo: 1º) No quería
recordar a una de sus enamoradas; 2º) le dolía no poder descifrar las
escrituras; 3º) siempre estaba revisando su legitimidad como vidente o moderna
autoridad espiritual. –Esto último le hizo gracia: a veces parecía un
adolescente griego cuando reía.
-
No visites más los pozos ciegos. No vayas atónito al
cementerio. No subas a las cumbres. No sueñes más con el Tibet, con Govinda,
Gautama, Milarepa, Babaji, Yuktesvar, Mukunda y Maitreya. No llores por lo de
lejos.
LA PRIMERA NOCHE
La burlona siguió con su pantomima un
buen rato, algunos llorábamos de risa. Se veía que era una profesional del
teatro, una auténtica payasa: su víctima se había quedado con un palmo de
narices. Sin embargo, aquella misma noche me enteré de que la culpable desa
imitación cruel no era una “colaboradora” de la organización (de las que
cobraban) sino, igual que yo, otra participante más de aquel curso (de los que
pagábamos):
Estaba sentado en el jardín después de
cenar con Rafa, -un amigo al que había conocido en otra Escuela de Amor y al
que más tarde perdí por negligencia. - Yo le admiraba sobre todo por su
realismo/pesimismo, su tendencia a olfatear el lado más duro de las cosas. Además,
me encantaba su silbante deje jienense; le recordaba en julio de 2006 sin
disimular sus tendencias de macho hispánico:
uno de los pocos participantes en el curso –lo mismo que Juan de Dios y
otros- que se tomaba una cerveza y miraba los partidos del Mundial sin
complejos.
Pero si solamente hay un 5 ó un 1% de
varones que no son de una manera u otra maltratadores, a esa exigua minoría
pertenecía Rafa. Es decir, era un amigo de las mujeres, un alma delicada. Por
otro lado, me agradaba su aspecto siempre pulcro y su cabeza rapada, pero con
fina perilla. Frisando la cincuentena, parecía una mezcla de Buddha y demonio
de Dostoyevski. Había estudiado el fundamento de las ciencias –la Física-,
había abandonado lo que él llamaba su “vida anterior” y ahora estaba
desarrollando aptitudes de las que yo lo ignoraba todo: la percusión y la
danza. “De la Religión (yo me crié como quien dice “en las faldas de la
Iglesia”) pasamos a la Política y de la Política a la Psicología”, decía
resumiendo tres décadas de búsqueda.
Allí estábamos los dos pasando revista
a lo sucedido durante la jornada cuando cruzó ella, la burlona, con una amiga y
nos invitó a fumar “algo especial”. No me sorprendió su propuesta ni tampoco la
manera de hacerla: sin pararse, casuales, como mujeres modernas que después de
la cena se van a fumar un mai como otros a tomarse un café, un granizado
o una cerveza.
Porque nos inviten a fumarnos un peta
la burlona y su amiga Mariví, no hay por qué pensar inmediatamente en escenas
de penetración por besos. Casi es una ingenuidad a los 40 (y lo que va a ser
dicho ahora tal vez tuvo que haber sido escrito hace muchos años).
Pero la vida no es de ningún modo una
novela que admita interpolaciones, correcciones y reescrituras año tras año,
como el Fausto...
¿Qué importan los que fueron secretos
nefandos en 2007? ¿Qué consistencia tendrá el tabú de lo privado así que pasen
5000 años? Mi mirada se abisma sobre los campos de monótonas viñas y viñas en
altozanos, campos de viñas y viñas. No recordaba un puto verso de Machado donde
hablase de las viñas de Sevilla, pero era culpa mía. Y el alma sin embargo
parecía recordarlo todo.
Hacía mucho calor aquella noche de 30 de junio de 2007. Y
además brillaba la Luna en cuarto creciente sobre el seto. En
los senderos de grava bajo arcos de arizónica, cerca del limonar y
del recinto de la piscina nos reunimos en torno al porro de marihuana que
brindaban la burlona y su amiga de pechos como melones... Tras volver a la ebriedad como quien vuelve a
su casa, recuperé la memoria:
La conversación entre humos cayó de forma inevitable sobre
el tema del teatro: Como me había pasado el día en silencio y aterrado por el
miedo, gracias al relax provocado por la pequeña cantidad de THC y al clima de
fiesta, empecé a sentirme inspirado:
Cada uno contó los últimos espectáculos que había visto: Por
suerte yo vivía en una ciudad con más de cinco salas de teatro: El Cervantes,
la Alameda, el Echegaray, la Casa en Llamas, el Cánovas, el Teatro
Universitario y los espectáculos de las calles. Intentando no parecer demasiado
presumido, hablé del Hamlet de Eduard Sierra; de Lola Herrera y su hija Natalia Dicenta
haciéndome llorar en Solas; del gritón italiano al que se tiene por el
mejor actor del mundo; de Romeo por Julieta; de las varietés de
La Cubana (no me habían gustado): de la Ópera de la Cabra (un
sobrecogedor montaje musical de una compañía checa); de la Muerte Accidental
de un Anarquista de Darío Fo (al que por supuesto asistí con los compañeros
del sindicato para quienes conseguí entradas); del Bestiario de Raymon
Llull en versión escénica; de la Fura dels Baus con una obra inspirada
en el Fausto; de Carlos Álvarez en el Fígaro, etcétera,
etcétera, etcétera. -Podría haber
seguido recordando, pues a medida que pasaban los cigarrillos especiales,
mi memoria se iba poblando de silencios dramáticos, frases poéticas y el
retumbar del tablado; recuerdos confusos de una confusa existencia. Pero me
callé para no pasarme de listo.
Entonces la señora de los grandes pechos que acompañaba a la
burlona empezó a cantar un couplet. Cantaba bastante bien, pero no se
acordaba de la mitad de la letra (yo sí). Daba igual. Como no había bancos, nos
sentábamos en el sendero de grava o en el bordillo de hormigón del parterre.
Cada vez estaba más obscuro y la Luna subía sobre el seto y los viñedos. -Yo
repliqué cantando un tango. Me aplaudieron y canté otro más, y aún otro, hasta
desembocar en La Cumparsita, que era el más difícil. Ya he dicho que
tengo en mis neuronas -conservadas en drogas- la sombra de silicio de toda la
poesía antigua y moderna, así como los cánticos, los himnos, los refranes, las
consejas y las canciones. Todo lo que rime. Por eso mi vida es un romance
polícromo con Eros mientras la mayoría se arrastra: amargados y amargadas en
blanco y negro, desmemoriados del verso.
Sin embargo, por un raro efecto de los hexágonos del
tetra-hidro-cannabinol aquella noche, mientras cantaba aquello de “los
amigos ya no vienen/ ni siquiera a visitarme”, se apoderó de mí la
melancolía. -Era una modalidad de la tristeza que va adherida al espíritu del
tango (aunque yo no sea porteño sino hispano-francés, también puedo notarlo;
¿no era Carlitos Gardel medio parisién medio uruguayo?). - Canté para
adentro como si hablase conmigo mismo, descuidado de mi supuesto público.
Sorprendido, vi que la burlona, la chica que yo creía actriz, se incorporaba de
un solo movimiento y empezaba a bailar.
Su danza era rara porque el tango suele bailarse à deux y
ella lo bailaba sola. Sin embargo, sus hermosos brazos me hechizaban: los
alzaba al ritmo de mi canto, como cuellos sinuosos de cisne o asas de un
ánfora. Aquello se estaba calentando. No era la primera vez que participaba en
un sarao: Yo también abrí los ojos a los sonidos del acordeón: nací y
había música.
En general las fiestas donde Eros levanta su arpa (o su
zarpa), - zambras de gitanos o de negros, fenómenos espontáneos de creación de
sonido, poesía y danza, - no me resultan asombrosos ni insólitos como a la
mayoría que los viven de vez en cuando y se asustan un poco cuando presienten
que empieza un gran espectáculo; no sé qué se imaginan que va a pasar...
La mayoría de los asistentes a un concierto son meros
advenedizos que no conocen a la Musa. Gritan de terror. - Varias veces he
comprobado la existencia de lo que Federico García-Lorca y los flamencos llaman
El Duende. Lo había presenciado en los lugares y personas más insólitas:
aquella versión de Soy Gitano con saxofones y clarinetes en la Orangien-Strasse
de Berlín; o en las manos de un guitarrista japonés que iba a tocar a la tienda
de Maldonado en la ciudad costera del extremo Sur de Europa. A veces estaba
ausente durante toda una bienal de flamenco, se esfumaba cuando las
instituciones se lo tenían todo preparado, (como cuando José Monje dejaba
plantadas a 4000 personas en el Palacio de Deportes) y de repente emergía al
día siguiente en donde nadie lo esperaba: en un concierto de El Bicho con el
guitarrista tocando a la manera de Bach y de Albéniz en el centro del escenario
cedido por el cantante. - El genio del flamenco no era una quimera, pero
había que tener sensibilidad para percibirlo.
El Duende era como Dios en música: no invisible sino sutil. Y
aquella noche había duende.
AUTOBIOGRAPHICA V
A LA HORA de rendir cuenta de mi vida
ante el Altísimo y comparecer ante su inapelable juicio como si me hallara ante
el Tribunal que pesa las almas y asigna lotes y genios tutelares de acuerdo con
las leyes del karma; a la hora de hacer la crónica de mis avatares de la
Diosa; a tan solo 6 años de la creciente actualidad -29 de junio de 2013, 23.39
h., tarde casi asfixiante salvo por rachas de viento-, del inestable e
impreciso ahora..., me asaltan los escrúpulos morales como a cualquiera que
escriba su auto-biografía.
Plantéese la Lectora el siguiente caso:
Una señora se separa de su marido y escribe una novela donde le retrata de modo
bastante poco velado (todo el mundo sabe a qué persona alude: casi tiene el
mismo nombre: Adolfo el de verdad, Rodolphe el inventado); la reciente
escritora o novelista en ciernes no se priva –como Simone de Beauvoir con
Sartre- de detallar las miserias íntimas de su –ex. No descenderé a aportar
ejemplos concretos, pero baste decir, como se habrá imaginado la Lectora, que
se trata de conductas muy muy privadas, secretos de dormitorio.
Todo el mundo en la ciudad las
conoce ahora (han salido en letras de imprenta) como todo el mundo
conoce el tamaño del pene de Pániker si ha leído sus diarios. - Al menos todos
los chismosos, cotillas y entrometidos, amigos de fisgar lo ajeno y leer
biografías y memorias no se sabe para qué... ¿Acaso para pensar siempre mal de
lo humano?
Pero si el septuagenario Salvador
Pániker ha decidido enseñarnos la polla en sus Cuadernos Amarillos, allá
él. Solo a él le concierne. Acaso presenta algún interés para el entendimiento
de la obra del periodista hindú-español, saber que tiene la picha pequeña. En
cambio, nadie espera que Alfonso Guerra en su reciente autobiografía nos
desvele la forma y envergadura de sus genitales sino que hablará del teatro de
Tennessee Williams, de Mahler, de lo difícil que fue la Transición y de cosas
así. No cualquiera habla como Pániker de su minda abiertamente. No se imagina
uno a don José María Aznar detallando el rendimiento sexual de la alcaldesa de
Madrid durante su noche de plata. Ni a
Alberto Ruiz-Gallardón declarando con su grave voz: “Y déjenme decirles
algo: (Pausa) A mí la sra. Ex-Pdta. me la ha chupado en la Caja”.
Raymon Pániker, en cambio, no se
entregará jamás a ese tipo de confesiones: Los monjes de las montañas no
escriben sobre sus vergas; serían odas al ego.
Pero solo les afectaría a ellos y a su sentido
del decoro, mero residuo burgués o católico. -En cambio si un play-boy de
la Costa cuenta en sus memorias que la bella Nadiuska –que acabó muriendo en la
miseria- aullaba en el coito, ¡eso no deja de ser una falta de respeto hacia la
bella! Solo por lo bella que fue la blanca Nadiuska, nunca debe ser insultada;
los griegos no escupían sobre las estatuas de Afrodita, aunque supieran que
eran solo mármol, materia. -
Aquel famosete vanidoso ya murió, la
escultural Nadiuska ahora no es sino carroña. Ya todo da igual. Pero en el archivo
etérico, como en las novelas y en las crónicas, se conserva todo y nada es
perdido para el espíritu: Sería un play-boy, más follador que un chimpancé enano,
pero no sabía nada de Eros. - Y pronto habré de morir yo, personaje de novela
esotérica y erótica.
No nos imaginamos a Amiel ni a Unamuno
escribiendo frases del tipo: “Le metí el dedo corazón hasta la base por el
culo y ella empezó a llorar de gusto; Dios, qué guarra era...” Ni a
Dostoyevski diciendo: “Nastasia Ivanovna se había depilado puntillosa el
coño aquella mañana pues esperaba la visita de su amante”.
Excúseme la delicada Lectora estos
giros de lenguaje subidos de tono. Ni
siquiera para el nivel de evolución de la novela al que pertenezco estoy muy
seguro de emplear unos estándares tolerables: Si la cita saliera de El
Amante de Lady Chatterley, los críticos lo considerarían poesía lo mismo
que las hipérboles de Henry Miller: “Parecía que no iba a parar nunca de
correrme”. O las cópulas beatniks del presunto autobiografiado
Bukowski, de quien Juan Alcázar –a quien más tarde perdí; y aun a menudo pienso
en él- había leído todo (lo mismo que las Crónicas del Ojo de Buey, las
Aventuras de Rocambole o los libretos de Puccini): La Máquina de Follar,
Lo que más me gusta es rascarme los Sobacos, etc. -Parecía mentira que un
poeta tan sublime se hubiese hecho famoso solo por narrar de manera ordinaria
su presunta “vida real” de alcohólico bohemian. Era como si Juan Benet
hubiese escrito la autobiografía de un borracho. O como si Darío hubiese
hablado de los polvos que echaba con Mía en vez de soñar/sublimar con centauros
y ninfas
en
las linfas
de
las zonas lacunares de florestas.
Un señor como Vargas-Llosa –aficionado
confeso a los culebrones y a la literatura erótica- no incurre en descripciones
de sexo explícito ni siquiera en Pantaleón y las Visitadoras o en La
Tía Julia y el Escribidor. Ya no recuerdo bien, y la primera obra, la de
Pantaleón, ni la he leído, pero no creo que diga cosas del tipo: “La Tía
Julia me cogió el culo y sin darse prisas me desabrochó mi pantalón de tergal
para mamármela sin dejar de mirarme con los ojos muy abiertos, expresivos”.
-No es el estilo de Mario. Y, además, caso de aportar tales informaciones
minuciosas, la “verdadera” tía Julia podría molestarse.
En cambio, Murakami nos deleita por la
belleza de sus folladas novelescas: “Empecé a moverme despacio dentro de
ella hasta que llegara al orgasmo” (o algo así) (Tokyo Blues.
Norwegian Wood). Tal vez sea porque no proviene de una cultura cristiana o
porque Haruki Murakami levanta la crónica del siglo XXI (o del Q84 hasta la
fecha: 18/VII/2013) y no la del XIX ni del XX; pero sus escenas de sexo
explícito en la cabaña del bosque de una especie de manicomio o al borde de la
secta que va a destruir una posibilidad del mundo, resultan pulcras,
angustiosas, emocionantes, memorables.
Pero Murakami es novelista, no un
escritor de memorias: ¿Qué hay de malo en precisar cuántos tíos a la semana se
tira Aomame o cómo se menea la
adolescente de la cabra ciega? Gracias a la ficción, no se vulneran pudores ni
intimidades ajenas. El famoso sentido del honor japonés se vería herido en su
mismo núcleo.
De modo que ... ¿Qué contar?, ¿qué
no contar? ¿Hasta dónde se puede llegar en las escenas de sexo explícito?
¿No se ofenderán algunas de las mujeres, chicas y señoras aquí retratadas
disimuladamente? ¿La Duende, Lylí, Aricia, Kadhi, Kathi, la Infiel... se
reconocerán a sí mismas, ¿descorcharán esta botella que lanzo al mar de los
karmas? ¿Sabrán que están aquí reproducidas, encriptadas, conservadas,
reinventadas en una tentativa de eternidad? ¿Leerán esto? ¿Comprenderán –es
decir: me darán la razón- que solo por ellas, querida Lectora, ¿escribí todo
esto y en mi ensueño persevero? ¿Entenderán que aún las quiero, aun con
todo ese atroz sufrimiento en aras de
Eros? ¿Comprenderán que todo lo que vivimos no fueron sino ardides y
estratagemas de Dios?, ¿me desearán aún?, ¿volverán desde sus vidas actuales,
esas ramas de posibles espacio-tiempos ajenos a mí, para decirme que ahora ven
que se equivocaron al no seguir conmigo, que conmigo era el mejor de los mundos
posibles?, ¿volverán?
Eso espero. -Querellas de verdad no
pueden entablar porque todas o casi todas aparecen en mi catálogo bajo nombres
falsos y senhales poéticas como Philis, Amarilis, Mía, Mysia, Lesbia,
Filomela, Margarete o Aricia. Nada que no pasara una inspección rigurosa en
busca de evidencias de calumnias, difamación y todo eso. -Se lo digo a la amada
Lectora por si alguna vez se le hubiera pasado por la cabeza: Todo es novela.
Todo teatro, invención, impostura. No se preocupe Vd., que no voy a contar si
le gustaba ponerse a horcajadas o si daba alaridos y gritaba “¡Dios!”
mientras con todo mi ímpetu la empitonaba.
-
Será ridículo para los que prefieren proferir tan solo
onomatopeyas, pero es un hecho comprobado que muchos gritan palabras como “Dios”
o “la Virgen” cuando se están corriendo. Algunos susurran “Madre de
Dios” –que es más largo- mientras se van. Nadie pronuncia
exclamaciones más prolongadas y complejas como “Dios me asista” o “Madre
del amor hermoso” mientras eyacula. Hay que ser muy beato y muy pedante
para tomarse así el sexo.
-
Es digno de
reflexión porque en absoluto se trata de una blasfemia, sino que confirma la
idea de U.G. (Uppaluri Gopala) Krishnamurti: Dios es para nosotros sinónimo
del máximo placer; es decir: una quimera; la idea más peligrosa. - De ahí
la mezcla de espasmos con teología. -Una mujer que recitara el credo a gritos o
tuviese un multiorgasmo mientras vocea las aleyas del Corán, sería considerada
una blasfema. No hay que mezclar Sexo y Cristo, Alláh y Krishna.
Su venganza podría consistir en
correrse de nuevo mientras la lapidan: Más bruja y más puta que nunca mientras
la queman, la crucifican, la descuartizan, se la echan a los cuervos, la
escupen y aún se mofan mientras se la comen. En el Nombre de Dios, el Clemente,
el Misericordioso. - Mujer capaz de masturbarse contra el Muro de las
Lamentaciones o el aerolito de La Meca en su búsqueda devota del Máximo Placer,
absorta como Mirabai en Krishna desde que vio su muñeco.
Los hombres a veces gritan “¡Dios!”
cuando se corren porque no encuentran otra interjección para expresar la
potencia que sienten. - ¿Demuestra todo esto que Dios no exista? En absoluto.
Aunque el anti-guru UG tenga razón sin necesidad de deliberaciones ni siquiera
de reflexión; simplemente por la forma, el propósito y la naturalidad con que
lo dice todo: Dios es nuestra utopía de placer permanente; pero un orgasmo
continuo acabaría con nuestra vida. De modo que, ¿qué coño queremos?
Pero la querida Escrutadora, -poco a
poco habituándose a un uso de lenguaje cada vez más sucio y grosero- alma de mi
novela, anímula eterna en las fábulas de Venus- , ya habrá adivinado que mi
pudor no se debe a una consideración tan crasa: el miedo a que me denuncien.
Sino a algo más hondo: a la lealtad a Eros.
Y, sin embargo, ¿dónde estará a estas
alturas la polla antaño explosiva del autor de Trópico de Cáncer? ¿Qué
habrá sido de los pechos de Nadiuska, alguna vez como globos, mitos de mi
adolescencia? ¿Y el pezón de Lucrecia Borgia en su famoso retrato del velo, nos
parecerá todavía indecente después de tantos siglos? ¿Y la obsesión por los
culos de Ganímedes o de profeta maduro con buen glúteo del divino Miguel Ángel,
nos hará enrojecer todavía? ¿No hay algo ridículo y tétrico en la figura desos
ancianos venerables leyendo porno como adolescentes?
Y sin embargo, nada más romántico que
el amor de Otoño, que el Amor hasta la Muerte.
Al final, todo da igual: culos,
folladas, tamaños de pichurrillas, si Nadiuska daba verdaderos alaridos con
Espartaco Santoni o si jadeaba como cualquier mortal. Si Miguel Ángel le dio un
bocado en el culo al modelo de su Davide o si Leonardo tenía relaciones
apasionadas o neoplatónicas con Salai. Ya nadie se ofende ni se querella
con La Rochefoucauld por la sencilla razón de que todos están muertos, la reina
lo mismo que el duque de Buckingham. ¿Dónde estará ahora el espadín de
Napoleón?
Tal vez tenga razón Kundera y no haya ni
castigo ni perdón ni juicio sino solo Olvido. Pasarán los escándalos de las
crónicas galantes cuando los jóvenes de los decamerones sean ancianos senectos.
Y aún así, después de meses, después de
un año dudando..., no sé si lo contaré o no. ¿No es más bello para el alma no
contarlo?
TANTO HABLAR de mí –mas sin tocarme- me estaba hastiando:
Volví al
presente acariciando y abandonando su vanidoso documento, su catálogo:
Estábamos en la terraza del Oeste, desnudos por la noche y con un gato blanco.
El cuerpo de mi
Señor era el de un hombre bien hecho. En el silencio estelar de la noche de
estío, Luna en cuarto decreciente, verano de 2013, su cuerpo de espaldas era en
sus curvas perfecto. Con volutas.
Pasó por el aire
una sílfide:
... Mi Raptor
había tomado tal cantidad de drogas que permanecía todo el tiempo en la
contemplación de alucinaciones animadas modernistas, sobre todo –claro está- de
señoras, de mujeres, de jóvenes, de muchachas y hasta de las lindas niñas.
Estaba a punto de explotar como una cacerola donde se han mezclado potentísimos
venenos si se somete a una presión de dos millones de barios.
Pronto vería sus
sesos desparramados por el suelo y hasta a lo mejor podría pisar su corazón y
despachurrárselo de un pisotón con el pie desnudo y con repugnante chasquido.
Tal vez le diera un mordisco grabándolo para TV, como el líder sirio integrista
hiciera en el ahora, actualidades del año...; y ya iba yo por fin recordando,
ya iba yo ya viéndolo todo: Todo desemboca en playa...
Pero de momento
las ninfas de junio, hadas de la ribera, las tres niñas-flores y toda clase de
criaturas gráciles como Campanilla, la Satiresa, los Goblins, el Rey-burgués o
la Tigresa de Bengala se precipitaban desde el Cielo –incesante fantasía de
semi-monstruos, gandharvas, querubines, revoloteo de millares y miríadas
de espíritus- sobre el fondo más recóndito y lo más íntimo del camarín de su
cuerpo por detrás. Le lamían y lamían como si no pudieran apagar su sed ni sus
deseos sobrehumanos, como si libaran mieles: mi Señor estaba bueno.
Él disfrutaba
hasta el punto de jadear a ritmo y emitir una suerte de gemido femenino. Se
había tomado tantos estupefacientes, sedantes, excitantes, afrodisiacos,
alcoholes y enteógenos –como le gustaba a él llamarlos; pues le embriagaban hasta los mismos nombres de las substancias
inebrantes- que era como si le salieran
por la boca y por las orejas y me infectaran a mí, tal vez a través del aire.
Respiramos una misma atmó-sphaíra, decía Sloterdijk... Podia recordar su
nombre, el de cada una de sus obras, cual si estuvieran en la esfera de mi
cabeza.
¡Pues veía sus
mismas alucinaciones, oía sus mismos nombres, como si en verdad fueran cosas
reales, objetos de tres dimensiones!
Recordé que ya
una vez, allá en los senderos oscuros de la infancia, vi a gente masturbándose,
infame; junto a humeantes piletas, los lavadores de manos, mano a mano
restregando. “¿No quieres tú también lavarte?”
Había sido horroroso, casi todo era horroroso
para mí, para el alma. Salvo Diosa, salvo en playa.
...Sí, yo iba
con mis tutores, ocurrió en un restaurante...
- Apenas difuminado, presente, el Yo se
pierde. (El presente es una quimera como el átomo: ¿hay algo in-divisible o
in-stantáneo?). Pero sé que algo parecido ya lo he vivido antes, déjà
vu dans l´au-delà... O tal vez es el anuncio de una situación futura. Algo
así vibra en el aire todo el tiempo, todo el tiempo... Como en diario de un
genio.
El gato se
mantenía a cierta distancia no reflexiva sino desconfiada, sobre el barandal de
piedra: maullaba cada vez que aparecía una náyade, una ondina, una hermana de Melpómene,
una semidiosa, - ya iba yo cargándome con los nombres de ellos (pronto seré
igual de lerdo). Pronto mi Señor se derramó decúbito contra las losas ya
frescas de la terraza creando un gran charco blanco. Me pregunté si eso sería
bueno para acelerar su muerte. – Sí, que siguiera con las poluciones nocturnas
en el abismo infernal de una madrugada eterna, que se fuera consumiendo como
árbol ya sin savia, mujer de útero yerto, sistro sin aire, conductos
seminíferos semi-secos.
Así fui acumulando
una cierta cantidad de maldiciones infecundas mientras él, mi Ladrón, emitía
con potencia cerca de medio litro de substancia blancuzca; no parecía, la
verdad, un hombre abocado a la muerte. Estaba sanísimo. No envejecíamos. Estaba
poniendo la terraza hecha un Cristo, -ya iba yo recordando- como si hubieran
derramado leche, y el gato –muy asombrado con sus grandes ojos garzos- huyó en
tres saltos de la azotea y de nosotros sin tocar un solo rastro.
Entonces
atravesó el Cielo un cometa, una estrella fugaz rasgó el velo, un fenómeno
sideral de fuego. Ambos – mi Señor (la mente-cuerpo) y Yo (su alma)-
pronunciamos al unísono la antigua letanía, el mamtram. Asombrados. En
ese instante pude sentir la lujuria de zafiro de la Diosa en los arcos de las
constelaciones del cénit: Era raro
sentir deseo sexual por los espacios y formas del Cielo. Mas desde que partí
de playa nada de lo que me ocurre me ahorra esos componentes: crüeldad insana,
vil delirio.
Y cual si
estuviera en ella y todavía hubiera cuerpo, yo también cubrí mi suelo.
LA
SEGUNDA NOCHE: EL PRIMER BESO
Había conseguido el prestigio del primer beso la
segunda noche... El primer beso... - La remota Lectora no sé qué habrá
conservado de aquel recuerdo... -Su
primer beso. Fue solo uno; el primero. -Si dudas, es que no es ese, no es el
primero. - El primer beso.
Recuerdo perfectamente su primer beso.
Fue un bello beso, un beso innovador,
quizás el mejor beso del mundo, el campeón de los besos aquel año, el beso
número 1.
No fue un beso tradicional, un beso
sellado como una pared, no fue un muerde voraz, un recomerse los labios, un
lúbrico inter-lengüeteo, un beso simulacro de fellatio.
Se trataba de un beso absolutamente
nuevo, un beso de última generación, producto de importación, la evolución de
todos los besos que alguna vez se hayan dado.
Muy diferente de aquellos besos
iniciales con mi Novia (Fr.) de 1981. Distinto de las formas de besar novedosas
que había traído de Nicaragua la Duende en 1991. No tenían mucho que ver con
los besos viperinos avanzadísimos en la asignatura de Lujuria, de bella Mysia
aquella lejana noche de tormenta de 1996. Se parecía poco al beso de Aricia en
1998, tomando la corona de mi cabeza bajo el arco de su brazo mientras
bajábamos las escaleras del dúplex. Se parecía más al de Lesbia, tal vez por
ser más cercano en el tiempo, un estilo de beso moderno, no anticuado:
contenido, lleno de emoción y ojos que se acercan y ondulan la realidad antes
que te envuelva el perfume del beso, el contacto estremecido de los labios.
Fue un beso –querida Lectora, Lector
solamente tolerado- indescriptible dentro de una sucesión de hechos
inenarrable.
- El Beso es aquello de lo que no
hablamos. Como el sexo, pues contiene las mismas vocales que beso igual que
“noche” y “deseo”. Los cüernos es “aquello de lo que no hablamos”
pero pensamos todo el tiempo. Es evidente que “cuernos” rima bien con “beso”,
con “sexo” y con “deseo”. Pero introduce una “u” de Miura en diptongo
que obscurece el sonido del vocablo, de modo que la rima se iría a lo grosero:
“Cúernos, cúernos, cüernos”. Es evidente que la letra “C” es
semejante a una cornamenta: algo obscuro, azur, peligroso como las astas de un
toro, una consonante que pasa como un morlaco, teñido el flanco de sangre.
Sí, sé que divago.... Cuernos.
- Dime, ¿qué piensas de las tildes, de las comas y mayúsculas, qué
piensas de las aladas comillas inglesas (“”), paréntesis, en general de los
signos, y del entrecomilado francés, que no hace volar las citas, sino que las
aprieta como en vagones, coloca como puntas de flecha entre el resto del
discurso y estos interiores (<< >>). Dime, ¿qué piensas de la irónica
cursiva, el desigual subrayado?, ¿qué piensas de cuerpos muy anchos?
-
¡Y qué vas a pensar tú, hipócrita, bestialista Lector
del Tiempo de los Asesinos!
-
-
¿Por qué debería sentir el mínimo respeto por el que me
lea, por el que me da la vida...?
-
Sí, la pregunta se responde por sí misma, vale.
Lectora-Madre, mucho te he buscado desde siempre... Pero ¿acaso no es algo
parecido a la simpatía comercial de los camareros, vendedores y demás
profesionales de la seducción? Te he entrevisto ayer tarde en los ojos rasgados
en rostro blanco, blanco, blanco de una veinteañera con excelentes méritos...
¿A dónde me conduce todo esto?
-
¿Debo tratar bien a la Lectora para que me conserve con
vida, para que siga leyendo? ¿Debo reconciliarme con el Lector-macho –un
caníbal violador en potencia- para aumentar el sumatorio de mis seguidores?
¿Quizás sería sensato incluir aquí y allá algunas pinceladas de sexo explícito,
literatura de masturbación pura y dura? Estoy seguro de que muchos de
los que han llegado hasta aquí, hasta esta altura lejana de mi catálogo, no
buscan más que ese tipo de escenas de lenguaje sexual directo en la estela de
las descripciones de folladas de Murakami (sus personajes no están muy por
encima de la media nacional nipona de 40 coitos por habitante al año pero
disfrutan de polvos de alta calidad).
-
Sí, alguna vez los bellos ojos glaucos, glaucos de la
Dea, la Lectora, deberían alzarse y responder algo. -¿A dónde me conduce todo
esto?
-
¿Qué piensas sobre todo de los guiones? –insistió mi
captor, más y más excitado pues, aunque se le habían pasado más o menos los
efectos de los afrodisiacos de la mañana, mediada la tarde ya la había
reemprendido con los estimulantes como la cocaína en piedra -. Yo ahora los veo
como cuchillos, planchas cortantes y peligrosas que seccionan el espacio entre
los nombres, las acciones, las cualidades y las voces de las cosas.
-
Son pinchos, espinas, signos negativos, menos. Son
odiosos.
Guardamos silencio durante 8 días, aunque, en forma de
ensueños, durante nuestra meditación sin palabras, cerníase sobre nuestro
pensamiento-sentimiento-cuerpo la presencia incómoda de los guiones, las
comillas y toda clase de formas inquietantes de lo ambiguo, signos sin
substancia, sin nombre.
Así meditamos en
la canícula. Cuando volví a este mundo el gato blanco había desaparecido para
siempre.
LA SEGUNDA NOCHE:
EL PRIMER BESO II
Y BIEN, al fin y al
cabo ¿por qué no soltarlo? ¿Cuántos años llevo pensando en ello, en escribir lo
que ocurrió y así olvidarlo, por última vez? - ¿No dice la memoria racional que
han pasado 7 años, 7 enormes años?
¿Llevas 7 años alimentándote de un recuerdo? - Suéltalo, suéltalo...
Pero el corazón ya quisiera saber el episodio siguiente,
saltar hacia los capítulos postreros, conocer el desenlace. -Ya lo he dicho:
Todo termina bien en mi novela: en campanadas de boda. De modo que de momento
la querida Lectora no necesita saber nada más. Cargado con los bártulos tanto
de director de escena como de encargado del atrezzo
e intérprete-protagonista, me encamino a la representación de un nuevo episodio
de mi derrota: el primer beso.
Fue la única noche que bajamos al pueblo –(que por un
capricho del destino o desas casualidades que asediaban a nuestro maestro, el
Sabio, se llamaba Pilas).
Es cosa sabida que las sectas requieren la ruptura del
adepto con sus vínculos familiares y sociales:
Si vas a meterte en
una secta, lo primero es que te alejes de tu familia, de tus amigos y en
general de toda tu vida anterior.- Es
lógico : si te metes en una asociación nazi que piensa que Hitler fue un héroe,
ya no puedes seguir con papá y mamá y contarles a la hora de la cena que habéis
asesinado a un vagabundo que dormía cerca del Tiergarten.
Las sectas –el futuro del siglo XXI- requieren que creas en
cosas un tanto irracionales: Por ejemplo, que la Luna es un bloque de hielo que
se derretirá y caerá sobre nuestras cabezas. Y ¿por qué no?
Da igual la secta a
que pertenezcas. Quizás para tu evolución personal lo mejor sea que te
impliques en una de las más absurdas. Lo que tiene mérito es que empieces a
creer cosas que no creíste nunca. Si creyeras en lo de siempre, no te habrías
metido en una secta. Pero si empiezas a tomarte en serio que los
extraterrestres van a venir a rescatarnos del apocalipsis o que tu líder es
Dios en la Tierra, empezarás a comportarte de manera distinta. Las sectas son
las asociaciones de los que creen en
cosas absurdas como la resurección en la carne después de la muerte o la
reencarnación en personajes siempre famosos como Juana de Arco.
Por ello es necesario mantener aislados del mundo a los
miembros de una secta. Que la calle y el mundo de los normales les empiecen a
parecer algo diabólico, es un requisito de sus alucinaciones colectivas.
- En nuestro curso de la Revolución del Membrillo nadie nos
prohibía salir del hotel pero sí se recomendaba recogimiento. Si empezábamos a
salir por el pueblo, a ver la tele, a tomar alcohol, a ver los mundiales...,
empezaríamos a pensar como siempre, como ellos,
mayoría de normales sin secta.
- Es decir, para algunos, el aislamiento de los que
sostienen creencias excéntricas es una forma de alienarse; para otros, en
cambio, los buscadores de la verdad
tienen que apartarse del mundo y asociarse con sus hermanos , para lo
contrario: para no contaminarse con la sociedad establecida, para no volver a
alienarse.
A mí, la verdad, es que me daba lo mismo una cosa que otra:
alienarme o desamperizarme: Después de pasar tres veces por la India, -y con la
imaginación millares y millones de veces- comprendía que no había que tenerle
tanto miedo a pertenecer a una secta como la de Osho o Prabhupadha; las sectas
destructivas también tenían su lado positivo. Siempre y cuando te mantuvieras
herético y lúcido por dentro. Mi credo era un neo- surrealismo post-tantryka
ácrata, erótico e hiper-teísta. Ya había bastantes figuras en mi panteón: Dalý
y Dylan, Rajneesh y Krishnamurti, Krishna y Cristo, la Diosa Blanca y la Luna Negra, Eros/Cupido y Baco/Dionýsos,
Chaitanya y los sufis, Grecia e India... Pero aún cabían más santos, más
religiones: El sabio chileno que había fundado el SAT (Seekers after Teeth) presumía de “conocer todas las tradiciones espirituales”. Sobre todo la del
Buddha.
Por la noche salimos al pueblo un nutrido
grupo de Suckers after Thicks.
Enseguida una mujer bonaerense se puso a mi lado y me animó a cantarle tangos,
lo que hice con gusto. Ella hacía peticiones y yo la complacía; me los sabía
todos: Mano a Mano, la Cumparsita,
Malevaje, Margot, Tarde Gris y los que se le ocurrieran. Me sabía tangos en
finlandés y en polaco. Podía cantarlos en griego y hasta con voces búlgaras.
No estaba claro si ella pertenecía al staff o venía como participante al curso. Más bien era de las que
se han pasado la vida en diversos eventos culturales sin pagar ni una
coca-cola. Me contaba que su hijo en Buenos Aires tenía 6 ó 7 trabajos como
Vargas-Llosa cuando le llamaban el “sartrecillo”
valiente. Y que además compatibilizaba esto dedicando el resto del tiempo
al teatro, la literatura y la acción política. Me pareció fascinante; sí, un
listo, el avatar intelectual de la avispada porteña.
Pero por muy literarias y románticas que fuesen las perspectivas con la mujer argentina, la verdad es que me
parecía muy mayor. Las estrías de sus labios y su melena cenicienta la
convertían en una cincuentona remotamente sexy.
- Por supuesto que doy por descontado mi éxito entre las
mujeres de 50 ó de 60. Si no se sintieran atraídas por mí, ya habría empezado
mi decrepitud. Es como si Cristiano Ronaldo jugara contra un equipo de alevines
y perdiera. El incidente con la gorda me había convencido de la necesidad de
seguir el destino de las bellas, y ninguna otra cosa. -De modo que casi nunca desciendo a los
infiernos de los planetas inferiores a Venus, donde suspiran abandonadas las
lamidas por la edad, las avejentadas aún bellas.
Pero mi interés se iba hacia los pechos como melones, la
marihuana y la chica ataviada con gasas de zíngara que le había hecho la burla
a Pepi:
La
neo-hippy con ricitos de tenacillas de peluquería, hablaba con unos y con
otros, era el alma de la fiesta, pasaba de un círculo al siguiente, parecía una
profesional de los actos de sociedad, yo estaba a punto de creer que era
estúpida. - Pero a la hora de la verdad, fue a mí a quien me pasó la cajita de
la maría para que me liara el porro de todos.
Nadie más que ellas llevaba drogas al curso, pero cualquiera
fumaba de buena gana si le ofrecías. No me pareció que esto dijera nada bueno
de nosotros: Si en otras cosas se comportaban igual, habría que deducir que solo pecaban si les invitaban. Pues vaya
buscadores.
Regresábamos al hotel cuando la chica gipsy se puso a mi altura y sin soltar a su compañero –con quien
iba enlazada- me pasó la mano por el interior del antebrazo y con dulce voz me
dijo que le diera de fumar. Toda mi piel se electrizó a su contacto y sentí que
por hallarme pegado a esa mujer de brazos tan süaves habría dado más que mi vida. Y sin embargo
solo era una chica como tantas; anoche había cantado tangos para ella y al
final, ¿qué?, ¿no la vi cogiéndole de las caderas en las escaleras a uno del staff en lo que tenía todos los visos de
ser preliminares o epílogo de un beso? ¿Y no son los besos con frecuencia un
preámbulo del coito?–Le pasé el mackinflay
rápidamente; al fin y al cabo, la postura de yerba era suya. Ella sí había
planeado antes, drogarse un poco en el curso. Nada más que por eso, ya la
admiraba.
Cuando llegamos al antiguo seminario de novicios con sus
formas de los años 70 y su fría ascética entre lantanas, nuestra manada se
dispersó y solo quedamos Abel, ella y yo en la trans-noche.
Teníamos entre los tres un total de más de 120 años: madurez
para dar y regalar. Pero sentados en el
banco de iglesia del pasillo(que aún olía un poco como las capillas), a
aquellas horas, parecíamos de nuevo adolescentes: Si la primera noche había
tenido duende, en esta segunda había tensión.
Me pareció evidente desde el primer silencio, que asistía a
un reparto sexual con un solo pastel femenino. Había varias formas de resolver
el asunto y yo había vivido ya casi todas. De modo que desde el principio
renuncié a seguir jugando y antes de que nadie me preguntara nada, dije que yo
tenía pareja, que estaba enamorado; añadí, por colorear mi declaración, que me
había enamorado de ella (Morphi) por su forma de andar. - Pero no me fui.
La chica de las telas de colores escuchó esto último con mucha atención; porque ella era bailarina
y también caminaba muy bien. Tras haber intervenido desta forma tajante, pensé
en mi propia tontería: si me había enamorado de Morphi por sus andares, también
podría enamorarme de los de la zíngara o de la primera que moviese bien el
culo. Tal vez había llevado demasiado lejos lo del amor corporal...
- Y si estuviera en una
silla de ruedas ¿también me enamoraría de su manera de tomar curvas o de frenar
con la sillita de paralítica?
Es probable.
Entonces salió de los edificios de la residencia en pijama
una chica con el pelo corto y los ojos grises: era una escultora muy bella y me
alegró que se sumara a la complejidad de nuestro triángulo; el 4 era más fácil
que el 3.
-... Hora alta y sugestionable, conversación casi en
susurros, para no molestar a los demás que están durmiendo..., intimidad de los
cuchicheos de niños o adolescentes que están de campamento y no se pueden
dormir y se cuentan cuentos de miedo...-
La conversación recayó en la diferencia entre el Orgullo y
la Vanidad. Había participado por lo menos en una docena de debates sobre este
tópico, así que me callé esperando que los demás repitieran las mismas ideas
cientos de veces escuchadas; y, por mi cuenta ,me puse a escribir un poema en
un cuaderno, lo que contribuía a aislarme mejor. Como si yo fuese un gran
personaje, un genio, que no desperdicia la madrugada en bêtisses de dos chicas y dos chicos: Entre los cuatro acumulábamos
siglo y medio de experiencias; no era moco de pavo: más de 150 años ligando y
todavía creérselo.
Abel, el clarinetista de Barcelona, había adoptado una
postura reclinada contra el espaldar de la banca, algo rígida pero la mejor
para tener una perspectiva directa del escote de la chica medio hippy pero con
más aromas y ungüentos que la perfumería de El Corte Inglés. Abel no se
esforzaba en disimular que le inspeccionaba las tetas y ella tampoco parecía
incómoda por esta inspección: mostraba porciones de su seno perfectamente dosificadas
en razón del tamaño y vuelo de su escote. Enseñaba justo lo que quería enseñar.
No sería de la organización pero era una lista: siempre
hacía lo más conveniente y agradable para todos en cada momento. Tal vez fuera
una infiltrada de la organización para saber qué hacíamos en los ratos libres y
mantenernos condicionados más allá del curso. La chica no parecía del todo
real. Sus enormes ojeras moradas hacían presagiar lo peor, sus dientes mal
colocados, su lunar... -Ser fantasmático y quimérico, fantástico como la ondina y la gárgola.
Parecía brotar de un sueño, de un cuento, de un recuerdo o de un mito.
Luego cada uno confesó –estábamos algo impresionados por el
gran silencio del seminario dormido- los
secretos de su corazón. Abel tal vez se avergonzó de los suyos, porque se
fue ágilmente a la cama; los catalanes son reservados y discretos; no como
nosotros los del Sur que le contamos nuestra vida al primero que pasa.
También se fue enseguida la escultora.
Quedamos, la menina gitana, y yo. - Y la atmósfera en
suspenso, como en estado de erección.
Ella no había confesado ningún secreto personal. Y se reía y se reía.
LA
TERCERA TARDE
- No, después de todo, no lo voy a contar,
renuncio a evocar el primer beso. (Beso con sabor a chicle, largo beso de
labios sellados, beso trémulo...). -Por algún motivo pensé que me había ganado
aquel honor justamente por renunciar a él, por declarar que estaba enamorado de
Morphi. -Eso presentaba cierta lógica dentro de las leyes paradójicas e irónicas del amor.
Al
día siguiente vi a la chica agitanada haciendo un ejercicio de hipnosis con el
resto de mujeres. Iba andando con los
ojos cerrados y los brazos cruzados sobre el regazo entre gente muda y ciega,
como perdida en medio de una comitiva de sonámbulos. Me pareció que estaba
enojada y remisa a tener contacto. A veces daba
un zapatazo de rabia, su gesto era
torvo. Ya no parecía ese ser encantador dispuesto a agradar a todos como
si fuese una animadora o la relaciones públicas del curso.
Luego
se tumbó en el suelo entre una masa confusa de mujeres que se reían como locas, como si quisieran
animalizarse.
Todo
esto me impresionó. Más tarde estaba en el pasillo, junto a un piano; no
parecía nada contenta. Tal vez le pesaba haberme besado la noche anterior; pues
tenía pareja. Sin embargo me pareció presuntuoso creer que había provocado en
la joven gipsy un conflicto de
conciencia. No, seguro que no era eso. Empezamos así nuestra sesión de tarde de
teatro.
La
directora de aquella sección del curso se llamaba Gema y tenía la misión de
empujarnos más allá de nuestros propios límites hasta que sintiéramos que los
podíamos sufrir con más calma. La cosa podía empezar con una bella música
agresiva de dos masas de violines luchando; tumbados en el suelo nos
relajábamos y sintonizábamos con el espíritu desa música o nos imaginábamos
cosas mientras la escuchábamos. Luego se hacía una ronda diciendo qué había
sentido o visto cada uno y en qué chakra había percibido más vibración. Yo la
había percibido en el sacro.
Entonces nuestra profesora me devolvió a una polaridad más sencilla: que
escogiera a una persona que hiciese de mi cabeza y otra de mi corazón para
iniciar un diálogo entre ellos. Elegí a una médica embarazada con la que ya
había hablado para que representara mi parte intelectual y, sin dudarlo, a la
chica de las gasas como mi Corazón. Empezaron a actuar de inmediato: Era
evidente que algún tipo de fluído de alma, algún tipo de spiritus llenaba la sala y dirigía los movimientos siempre caóticos
e imprevistos. La doctora preñada se puso a hablarme en alemán como para
volverme loco: como ella no conocía ese idioma, su pantomima me pareció
patética y en seguida le retiré mi atención para mirar a la burlona, Corazón. Ya estaba bailando en torno a mí como una
libélula y me arrastraba a una especie de revoloteo dando vueltas por la
habitación; en aquel instante ni me di cuenta ni me importó pero creo que perdí
a mi Cabeza en una desas carreras por el corro.- Ahora caímos los dos al suelo
y ella –entregada a la inspiración de su papel improvisado- me pedía: “Quiero que me mires, quiero me oigas, quiero
que me hables”. Lo dijo de tal manera que se me encogía el alma. No sería
de los organizadores, una profesional, pero como colaboradora era impecable. Me
tenía desconcertado aunque yo simulara ser el hombre más descreído del mundo y
estar jugando con ellas, con las otras, con el mundo, el mero juego de Eros en
el teatro.- “¿No crees que te vas a
cansar?”, repliqué con grosería. “Esto es lo que haces siempre: Cuando mejor
estamos, me das el hachazo”, me reprochó ella lastimosa.
Así
seguimos un rato jugando a un extraño cortejo representado en público donde el
macho a medio feminizar se hace el duro ante la chica de piel aceitunada y
bucles empavonados que le relucen entre los ojos. Un talento para el baile, la
comedia y el drama; me deja atónito y estupefacto: Parece haberle sacado ahora
a su personaje la voz cavernosa de la hembra en celo. – No, no es que esté
sobrecogido por los desafíos sexuales que pueda suponer todo esto, ni mucho
menos; pues sigo creyendo que se trata nada más que de un juego, que me
divierto; solo estoy un poco asombrado. Normalmente, en la vida ordinaria fuera
del curso, no me pasan estas cosas: La gitanilla de los caracoles en la frente
es mi novia y yo me adentro en la melancolía de un don Juan completamente harto
del amor y a la vez aterrado por quedar fuera de su esfera de juego. Como
pìerda a la gitanilla, su gracioso Corazón...
Pero
poco a poco su personaje fue venciendo al mío. Lo hizo a través de un descenso
de canciones (que no serán mencionadas sino entregadas a la irrealidad de los
recuerdos no-escritos).- Poco a poco, solo por un corto momento, el Ego se desvaneció arrojado en los brazos del
Amor. Entonces la emoción empezó a apoderarse de mí y dejé de reír, de
reírme por dentro, de faltar el respeto: -Era evidente que ya no estábamos
haciendo teatro. Nuestros testigos (o público) habían estrechado el círculo
alrededor de nosotros. Así podía sentirlo yo a través de mis piernas sin
mirarles. El grupo se comportaba como un animal silencioso y múltiple pero
dotado de movimiento y, de grave modo,
presente.
Cuando
al final nos abrazamos, casi todo el mundo estaba llorando, estaban muy emocionados,
cosa que me sorprendió pues ni me daba cuenta aún de lo que había pasado.
Intentaba asimilar lo ocurrido.- No, no era solo teatro, no era tampoco la
realidad liberada a su “movimiento
espontáneo”, ni era el alma; pero sí una mezcla de todo eso.
“- CONDENADO
A MUERTE POR INTENTO DE SUICIDIO
Y al
exilio por buscar una salida,
-
ANTE EL TRIBUNAL JURÉ
Solemne
sobre la Biblia
REAFIRMARME
EN MIS MENTIRAS.
-
Impedidos compasibles
APLAUDEN
CON FRASES HECHAS
Mi discurso tartamudo
CON
ERRORES DE CONCEPTO.
-
FUI SORPRENDIDO IN FRAGANTI
Entre
calados y rasos:
(SUS
BRAGAS DE BUENOS DÍAS)
Tras
haber descerrajado
SOLO
UNA CAJA VACÍA ...”
“Sus bragas de buenos días”: el absoluto optimismo de
unas bragas limpísimas de adolescente dando los buenos días, me conducía a
estados mentales donde se tolera casi todo: En el presente las noches de asueto
del curso eran tantos motivos de avance sobre el cuerpo y la risa de ella. - A
veces pensaba que ella se reía demasiado. Parecían dos idiotas.
-
La verdad es que desde el principio nos revolcábamos de
risa mezclando en una voltereta nuestros cuerpos. Yo le enseñaba a caerse
golpeándome con saña las vértebras sacrales.
-
El miedo había pasado y la noche de las noches
en que ella va a manifestar su preferencia, aún está por llegar. ¿Con cuántos
juguetes o ídolos jugará Eros antes de jurar que habla en nombre del Amor
verdadero? Ya conocéis sus señuelos: Vetas de sangre entre vetas de placer en
el mármol blanco del amor. Ya no estoy especialmente interesado en el final del
amor. En el final de la vida. En el
final de las cosas.
Soy el Alma, el satisfecho eterno en la
Diosa.
Quiero declarar algo sobre esto, ahora que he
hablado de alma: Soy el alma; no sé ni me importa a quién me dirijo: mis palabras
sé que son un relámpago de soledad en el universo, hablo desde el vacío y en el
vacío, no es de este mundo mi reino... -No lo puedo decir más claro, compañero
–y cada vez mi lenguaje se parece más al vuestro- : soy otra clase de ser: uno,
eterno. -Mi deleite no es este objeto del experimentar (placer) o su opuesto
(dolor y sufrimiento) sino una especie de automatismo de la atención; responder
a cada estímulo por el simple goce de experimentar, con independencia de qué
se perciba.
Autobiographica
VI
¿Y no es más NOBLE PARA el alma no contarlo?
¡¡UF!! Pensé
que iba a ser mucho más difícil pero la verdad es que lo estoy soltando de
maravilla y a la primera. He tardado más de 6 años en escribir la última escena,
el primer beso. Más de 6 años nutriéndome de ella, ensoñándola de nuevo,
rehaciéndola, acariciándola de mil formas que ahora, al haber sido narrada, se
hundirán en las simas del olvido tal como olvideme del perfume del cuerpo de mi
primera maestra, y hasta de su nombre...
Porque la proposición contraria,
querida y deseada Lectora, aún es menos cierta, menos probable: que no contarlo
sea más noble para el alma (gran invitada muda al festín de mi novela; el
corazón no es el alma toda sino solo el “órgano del sentimiento”; el
alma no es un “órgano” ni siquiera por aproximación o analogía).- Resulta
estúpido creer que el que habla poco consigo mismo, vive en la acción aquí y
ahora y nada rememora, conservará intactas
sus memorias por falta de uso. El idiota desmemoriado, igual que el
nostálgico inmovilista, acaban destruyendo el milagro de la conciencia
retrospectiva.
Y nada hay de cierto en todo ello sino
el enorme alivio en los jardines cerebrales, galerías de la imaginación y del
recuerdo, comparables a una fábrica de cristal y al camino entre crisoles donde
se siente fresco oxígeno y la capacidad de poder respirar bien sin asistir a
ningún prodigio del fuego.
-... Por la noche, después de la cena,
volvía la felicidad del verano por los jardines, paseos y piscina del antiguo
seminario menor; más allá de la verja, lomas y lomas de viñas hasta el infinito.
- Las noches ya no formaban parte del curso. Los formadores estaban ausentes y
si se presentaban no dirigían nada. Trabajo era trabajo y ocio era ocio. Pero
yo tiendo a mezclarlo todo.
En la parte ligera de la vida, ajena al
esfuerzo, sobremesas, asuetos, juegos, after-hours a veces interminables
de noche cerrada a mediodía; en los camerinos más recónditos de los más
antiguos burdeles donde todo huele profundamente a hembra y hasta la voz se
acolcha debido a la masa de telas y tetas y gasas que acumulan las paredes
desas trastiendas; allí la había yo buscado.
Pero también en un ambiente al aire
libre con arriates de lantanas de diversos colores, alfombras de césped separadamente
escrito, setos de cipreses o arizónicas, viñas siempre a lo lejos como un
cinturón vegetal de millares de hectáreas alrededor, la enorme piscina como una
promesa de placer inconsciente casi siempre cerrado pero accesible gracias a un
agujero en la alambrada del tamaño de una persona; también en el Paraíso –en una
situación material de deleite aparentemente eterna gracias a la presencia
siempre benéfica de Eros-Naturaleza- era posible encontrarla. -Así en la
Luz como en las Tinieblas. Así en la Boca como en las Tetas.
Pero en realidad, ¿qué buscaba yo?
Cuando empecé el curso quería una cosa; ahora quería otra.
En el Paraíso, en las zonas de ocio yo
me movía perfectamente, como si hubiera venido al curso a eso, a divertirme en
los recreos. Sin embargo, por encima o quizás más abajo deste ánimo frívolo
podía notar, pese a todo, la envergadura de lo que había pasado aquella misma
tarde en el teatro.
Aunque de momento no quisiera volver
sobre ello sino más bien bañarme con las compañeras en la piscina: eran
modeladoras muy bien moldeadas, cada una a su manera pero estaban buenas todas,
incluida Lucía en avanzado estado de gestación:
lucía preciosa en su bikini; todavía emocionada, me pidió que cantase
otra vez mis canciones. -Su voz tiene un desfallecimiento como de enamorada y
yo me apresuro a complacerla. De momento ni siquera tengo interés en volver a
ver a Corazón, la que va disfrazada de buhonera. Solo quiero disfrutar del agua
y de las otras chicas ahora, no pensar en nada. -Pero es evidente que una mole
nueva, desconocida se ha alzado en algún lugar de mi interior. Y que su sombra
pesa. Esa sombra se mezcla con el sabor del primer beso anoche.
Y de repente me topo en el agua con una
chica que se hace la muerta. Pero ¡si es Corazón! De pronto me siento un poco
como si mi mujer me hubiera pillado ligando con otras a base de cantarles
canciones. Qué rápida es: Le ha dado
tiempo a subir, cambiarse, tirarse al agua y ya estar esperando a los demás -¿o
solo a mí?- haciéndose la muertecita boca arriba en la piscina. Entonces
recuerdo o reparo en que no somos novios, que ella tiene pareja y treintenas de
amantes, que yo también llevo triunfos y que aquí cada cual hace lo que quiere.
Pero de todas maneras me voy con ella, con Corazón que parece una muchacha
enclenque pero dotada de protuberancias de ensueño y una piel que se queda
pegada a las caricias como látex caliente.
¿Tendrá también más velocidad emocional
de la normal y ya habrá asimilado, deglutido y metabolizado toda la
experiencia? No creo. Para empezar, no creo que haya personas que posean algo
así como “Alta velocidad Emocional” (a menos que sean psicópatas desalmados).
No. Lo que ocurre es que todavía no ha terminado de entender ni por tanto de
experimentar nada. Está medio lela y cuando me habla, se parece demasiado a su
personaje, se parece demasiado cuando me pide –pero en el fondo es seguro que
voy a obedecerla- que la meza en el agua. La posibilidad de tocar su cuerpo
casi desnudo me hace olvidarme por completo de las otras, de las canciones, de
todo. Nos alejamos girando hacia el centro en la enorme pileta que parece un
lago cuadrado, ella extendida boca arriba, un poco rígida, haciéndose la muerta,
pero disfrutando del agua y del contacto de mis manos con cada una de sus
células, yo impulsándola, hipnotizado, por los brazos, la cintura y los pies.
-... Esa noche ya no teníamos porros
después de la cena. De modo natural volvimos a juntarnos y ya no nos separamos
más que lo imprescindible en el resto de los días.
- Y ahora me pregunto: ¿Qué sentido
tiene contarlo, confesarlo? ¿Será por
presumir? ¿Será porque aquellos fueron “los días más felices de mi vida”,
que nunca los ha vuelto a haber tan intensos, con tanto color, con tanta
aventura?
... Anduvimos mendigando chocolate
entre los compañeros. Todos parecían alegrarse de que les pidiéramos haschich;
pero ninguno tenía. En cierta forma pertenecían a la misma ganadería que
los románticos neo-hippies, abundante en Ybbozzim, en India o en un
festival de música celta. Eran por lo general más partidarios de los porros
orientales que del tabaco europeo, el alcohol y los estimulantes. Muy bien.
Pero la verdad es que casi nadie había traído material; en eso les vencía su
antigua secta, el cristianismo años 70: No se va a un curso deste tipo en un
seminario menor, cargado de marihuana y de condones. - Aunque yo –partidario de
la simple religión de Eros- tampoco había traído. Tampoco parecía importarnos
mucho:
Medio atontados estuvimos jugando en el
gran césped de la entrada. Yo parecía plenamente reconciliado con Corazón
dentro y fuera del teatro. Lo nuestro es algo completamente inocente como la
amistad fulminante de dos niños. - Aunque sumando la edad de los dos habríamos
superado en experiencia a un octogenario.
(No recordaba en absoluto lo mucho que
me había costado en la representación, entregarme a Corazón, ser capaz de
derretirme. Apenas recordaba que solo las canciones me habían ablandado. No
quería saber cómo había agredido y humillado a Corazón diciéndole que el
pañuelo que le acababa de regalar “olía a otra” (como si yo tuviera siempre
otra mujer en el armario), puro sadismo de macho. Ni el miedo a que la hembra
en celo que saca la voz de las tripas me camele con sus ojos suplicantes y
ojerosos, me vaya a enredar en otra historia de amor, o de seducción, o yo qué
sé...Ahora no quiero pensar más ni comprender más. No recuerdo tampoco lo que
sentí al ver el mismo tema –novios peleados intentando reconciliarse-
escenificado por otros y totalmente distinto. Ni cómo entonces lloré por ellos.
-Al empezar a cantar, una resistencia se había desmoronado; pero tomó dos
canciones completas que se desmoronase del todo. Como si la música fuese el
lenguaje natural del alma. No quería recordar y sin embargo estaba con la misma
muchacha grungie que había encarnado a mi Corazón en el teatro: “Quiero
que me mires, quiero que me oigas, quiero que me hables...” Había algo
excesivo, intolerable en la forma que decía aquello: Su larga barbilla de bruja
inclinada hacia mí, suplicante, parecía sugerir el resto: “Quiero que me
toques, quiero que me folles, quiero que me ames”. Pero en realidad nunca
había dicho eso; solo que yo me lo imaginaba. Podía también pensar que su
capacidad interpretativa era descomunal y le ponía en la boca reacciones de un
personaje que no era ella misma. O bien que de verdad sentía algo parecido por
mí y lo mezclaba con su escena de pelea conyugal improvisada. Daba igual. En el
fondo me daba igual la interpretación correcta y la teoría de la verdad. La verdad
es que nunca había llamado “Corazón” a nadie, pero me gustaba, sonaba a cuplé
de Antonio Machín. Y mi corazón era una zíngara de las que venden cachimbas y
pañuelos en los puestos. - Eso tenía sentido.
Como no teníamos porros estuvimos
jugando a dar volteretas por la hierba. Yo le enseñaba a caerse de cuerpo
entero golpeándose el sacro y extendiendo las piernas, pero sin poner las
manos. Ella imitaba mi forma de tirarme al suelo y cada vez que caía estallaba
en una carcajada sorda. Su risa era contagiosa (...y se pasaba casi todo el día
riéndose), por algo era la burlona que se había pitorreado de Pepi ya el primer
día. Mi Corazón era una cachonda. En algún momento, yo también doblado de risa,
abracé sin querer su espalda: toda su columna vertebral se sacudía y
reverberaba en los espasmos de las carcajadas, podía oír la resonancia de su
risa en su delgado tórax. Sentí que aquel sonido profundo se me contagiaba y
“me partí de risa” (notaba como si con cada carcajada se abriese un canal desde
mi vientre a mi pecho y a mi garganta). -Entre nosotros todo resultaba tan
fluído que ni siquiera pensé en nada sexual cuando nos revolcamos por primera
vez en la hierba...
(Y ahora me pregunto de nuevo si no es
más noble para el alma no contarlo, para qué me empeño en resucitar los
detalles de aquello, levantar este epitafio a los amores perdidos, perdidos...)
-O tal vez no fue así, sino que ahora
lo deformo con algún turbio propósito.
-No podía dejar de percibir el sex-appeal
de Corazón: Les gustaba a todos. Abel, el clarinetista clásico de Barcelona y
Rafa el Buddha-Diablo-de-Dostoyevski me habían animado a proseguir mis avances
con la zíngara: era como si la deseasen mucho pero me vieran muy avanzado en la
campaña de conquistarla; serían unos neuróticos pero no eran envidiosos.- Yo,
pensando que entre los tres sumábamos más de un siglo, rechacé ese papel que me
daban de guapo que liga y ni se da cuenta: Les dije que ella tenía
pareja, que yo también y que no pensaba hacer nada con la mezzo-hippy.
Esto les provocó una reacción de tremendo pitorreo. Después de reírse de mí un
buen rato, Rafa, un poco enfadado, me reprendía: “Vamos, no te hagas ahora
el puritano”.
Sin embargo, yo me seguí resistiendo al
primal scream de la hembra gemebunda. Era evidente que a pesar de lo
flaca, ojerosa y canija que estaba, en los lugares donde Eros halla sus
placeres, sus formas eran desbordantes. Su piel imantaba a la mía como un
delicado nimbo de energía anaranjada en los antebrazos, como cuando me enlazó
por vez primera. Los caracoles negros de sus pequeños rizos me hacen cosquillas
en la nariz o en los ojos todo el día porque casi siempre estoy pegado a ella:
el olor de su nuca ya se confunde con mi pecho. - Pero aún no pensaba en sexo.
... O tal vez sí, y ahora lo deformo cuando
lo recuerdo pues el pasado carece de una forma estable, independiente o real;
no es un pozo al que vas de vez en cuando a sacar agua, sino en todo caso un
géiser. Y no hay más “recuerdos fieles” que los que puedan obtenerse de
la confrontación de diferentes testimonios, no de la “memoria privada”.
Sobre todo, no podía olvidar su primer
beso, un beso de amiga, un beso sellado, sin lengua, –trémulo-, un tipo
de beso que yo no había conocido nunca. -Si esos eran los besos de amiga
¿cómo no serían los otros?
(... No, no debió ser así... Incluso
dentro de un juego de lenguaje rigurosamente privado, puedo ser más o
menos permisivo u honesto conmigo mismo y percibir entre las deformaciones
de la imaginación aquella que al menos me diga algo nuevo, que desencubra
algo, la que más me inquiete...)
Ya todo el mundo se había ido a
acostar, acabábamos de conquistar el prestigio de ser los más trasnochadores
bajo el cielo cada vez más brillante de estrellas. Nos escondimos en un lugar
todavía más íntimo de los jardines sin un alma, mientras, circulaba lenta la
media noche; casi podía sentir el sueño blando emanando de las habitaciones y
hasta el espíritu de los seminaristas que antaño pasaron.
Fuimos a la parte de atrás desde donde
se divisaban las viñas más allá de la verja. Y la Luna. Nos besamos varias
veces. No eran besos al asalto ni por parte de ella ni mía. Dentro de un
espíritu de compenetración absurdo, simplemente, ahora que nadie nos veía,
habíamos llegado a juntar nuestras bocas. Como si el acceso a sus labios, el
sabor a chicle de su saliva, sus continuos besos hubieran estado a mi
disposición toda la vida, fáciles y necesitados. –Entonces tuve la mala
ocurrencia de preguntarle la típica pregunta “con-cuántos-hombres-has-estado”
(formulada de esa manera o de cualquier otra, conduce siempre al mismo
resultado): Yo le entendí que, aparte de su pareja “solo había estado” con 32
tíos. “Aunque habría que ver qué entendemos por “estar-con”, porque si
incluyo también a los que...”.
La interrumpí de inmediato: estaba claro
que la canija morena a lo Romero de
Torres llevaba su propio catálogo o lista
y que se entretenía diseñando diferentes clasificaciones; yo hacía el
número 33 ó tal vez el 74 según se mirara.
- No me parecía mal, al contrario, me
parecía bien: Ponerles los cüernos a los maridos sin que se enteren es la única
solución posible a la lacra de la opresión contra la mujer. Comparados con los
75 novios de Hermaphrodite a sus 19, los 32 ó 74 amantes de la listilla de los
fulares se quedaban cortos. “Solo 32”, efectivamente, pensándolo bien no
eran tantos.
Me sumí entonces en una enorme
tristeza: ¿Así era entonces Corazón?, ¿una mesalina con múltiples colas de
varones, una casquivana (puesto que yo no creo en las ninfómanas ni, en
realidad, en las putas)? - Y ¿por qué ha dicho “solo” 32? –Se ve que le parecen
pocos. ¿En qué estará pensando cuando se calla y sonríe? ¿Estará redondeando su
lista? – Pero gracias a la obscuridad puedo abismarme, aunque tenga ganas de
llorar. -¿No querías encontrarla? Aquí la tienes.
Lo más curioso es la forma en que ella
contaba aquello. Con un tono cómico, auto-comprensivo del que quedaban
excluídos por completo culpa, vergüenza o similares (no era como la Infiel 20
años atrás). ¿Le parecía normal haberse enrrollado con casi tres docenas de
hombres además de su pareja? Si a los degustadores de sus labios se nos hubiera
reunido en un aula, no habríamos cabido. Yo ya no tenía ganas de más besos. No
me agradaba la idea de ser uno más en medio de un auditorio de 33 ó de 70.
Tampoco quería ser el único y para siempre. Un término medio, un poco de
calma... Mientras tanto ella me había roto el corazón en el transcurso de pocas
horas.
Menos mal que en nuestro escondrijo de
madrugada dominaba una obscuridad casi absoluta y no puede ver cómo se me ha
quedado la cara. - ¿Y no era una mujer como ésta justamente la que había andado
buscando toda mi vida, la mujer libre absoluta, más puta que la que quiera que
la empalen en la Piedra de La Meca, la blasfema satiresa en su jungla, una
verdadera señora capaz de tomarse a guasa las instituciones de la pareja, el
matrimonio y hasta el amorío? No podía reprocharle que mantuviera relaciones
con 32 ó 74 varones, pero era un poco como si con ello adquiriera un cierto
tufo a fogata, carreta y galga. Que follase con quien le diera la gana. Eso
subía las tasas nacionales de cópulas suponiendo que los investigadores
entrevisten a un sujeto tan raro como ella, que parece la musa Brunilda del Rey
de los Zíngaros. Allá ella.
Pero en el fondo no podía aceptarlo y
me callaba osbcuro, lleno de dolor y resentimiento: Por un momento que pasó,
había ensoñado en la ficción del teatro que ella y yo y Corazón y mi Novia que
me ha querido tanto siempre... –Como antaño, fue ya hace mucho tiempo..., más de
30 años, cuando perdí a mi Novia para siempre.
Para mi sorpresa me encontraba ahora al
lado de una Mata-Hari incomprensiblemente modesta, una mujer que me rompe los
esquemas: Con pareja y a la vez custodiada por 32 maromos o, como ella
prefiere, “amigos” (parece que en su boca esa palabra aparece como lamida por
la sensualidad). Caramba. Gracias a Dios que no necesito aprovecharme de
mujeres sin escrúpulos como ella. No tengo ganas de que me asuma en su
catálogo, aunque creo que ya he entrado, está claro que es de ésas que llevan
un diario y guardan prendas.
Sentí una decepción monstruosa ante la
pequeña pero opulenta mujercita, esa valiente de rizosos bucles empavonados,
habituada por lo visto a una dieta erótica más que copiosa. –Pero yo ya no sentía
ya deseo ni nada por ella, ni ganas de nada.
Aunque estábamos a obscuras, ella
percibió de algún modo mi malestar y tal vez –así lo creí yo- su causa. Pero en
vez de mentirme palabras de consuelo, hizo algo más desconcertante: Lo hizo
rápido y pausado, como en general todos sus movimientos, -pues parecía que
siempre bailara a velocidad progresivamente acelerada: Me llevó de un vuelo a
un rincón aún más obscuro entre los parterres y setos de arizónica, uno donde
la sombra del ciprés cae sobra la sombra de la Luna, bajo un arco, una especie
de reservado inscrustado más a fondo en otro reservado. Al acercarme, me chocó
el extraño movimiento de hombros que se traía. Hasta que me di cuenta de lo que
estaba haciendo: ¡Se había desabrochado el sujetador y bajado el suéter para
ofrecerme las copas de sus pechos! Esa era su respuesta a mis celos.
No me martirizó en ese momento la idea
de que 32 lenguas o 6 docenas hubiesen libado antes que yo ese almíbar. El
deseo de penetrarla invadió todos mis poros, no solamente mi genital ni mis
manos sino cada uno de los átomos de mi piel. No recordaba haber estado tan
salido en mi vida (a menos que se me haya escapado algo).
Entonces ella, sonriendo como una
vampiresa ondulante en las tinieblas, me dijo jadeando: “Espera. No podemos”.-
Que tuviera la regla (durante toda aquella semana) puso a prueba la
consistencia de nuestra atracción; era como si el destino quisiera decirnos que
nuestra unión estaba más allá del sexo. O que constituía su realización total.
Aquel contratiempo de la regla hizo que me enamorase, que me rindiese. Nada más
conmovedor que estar en los preliminares de un orgasmo mutuo con la “ligerilla”
de los 32 “amigos”, y que no pueda hacer el amor por motivos técnicos. Claro,
hasta las grandes folladoras descansan los días de la menstruación. Una mujer
que no pudiera aguantarse las ganas ni siquiera esos días, estaría enferma y yo
no he conocido a ninguna. La menstruación, el periodo. Era algo lógico. Lo que
que no es lógico es que yo me enamore por ello.
AUTOBIOGRAPHICA VII
NO, no todo tiene por qué ser contado,
no tengo por qué registrarlo todo, sino que me guardaré para mi recreo
exclusivo el último episodio de aquella noche inolvidable. Así sisaré lo que
queda en el hueco entre Verdad y Ficción. - Tan cierto como que cualquier
novela es en el fondo autobiográfica, es que cualquier auto-biografía termina
adoptando formas novelescas.
De modo, querida Lectora (y espero que
esta vez sepas que aludo a Ti, solo a Ti entre cientos e innúmeras, pues
jamás me he parado a confeccionar una lista ni a enumerarlas, para qué; sin
embargo, sí sostengo un diálogo con Dios –es decir, con el Autor (según
Unamuno)- en la forma de catálogo
poético/político/erótico/teológico), de modo que el dietario perfecto
registraría la entrada de lo más simple e insignificante: “No llueve”.
Si lo más inmediato es el instante con
imagen y sonido, la Poesía será el Arte Total como pintura y cántico de lo
instantáneo. La poesía lírica no tiene por qué narrar un proceso; la épica en
cambio describe la secuencia de los acontecimientos. Acaso así nació la
tragedia, y la novela... – Circunloquios, divagaciones para no mirar lo que de
verdad escuece, “caca de vaca”, como decía el deslenguado Fritz Perls. La
escena más temida de la que huyo.
La poesía era la crónica emocional del
instante, lo más verdadero. La auto-biografía perfecta sería un poemario. Así
por ejemplo la de los escritores que numeraron todos sus poemas en orden
cronológico como Antonio Machado.
Los autobiographica degeneran en
series de rimas que pueden mostrar un proceso si describen lo que fue para el
corazón cada momento (o tal vez los momentos más exaltados, ese tipo de
fenómenos que disparan la creación de un poema). Pero un poemario que se presente
como “diario íntimo” es una contradicción: Si lo publicas, ya tan íntimo no es.
Es como imprimir TOP SECRET sobre la portada de una revista de difusión masiva.
Eso no implica que no haya libros de
poesía excelentes que llevan el título de “Diario de...” Supongo que habrá
muchos más de los que conozco (JR) puesto que no soy más que una mente de
novela que se presenta con la monserga esa de que es el protagonista y que
narra su historia en primera persona, casi como si te lo contase en la oreja,
querida Lectora.
-Pero es un truco novelesco inveterado
como el no menos tedioso del “manuscrito encontrado”. - Se ha dicho que la
novela es el “espejo de la vida”. Pero la verdad es que la novela –película en
movimiento de la vida- solo puede captar o describir procesos, pero sin
penetrar en su esencia, por decirlo de algún modo.
La objetividad parece inalcanzable (o
muy difícil) aún más tratándose nada menos que de dar sentido mediante un
discurso o relato a una colección de episodios de la propia vida: la Vida, que es el movimiento danzante de Eros sin
propósito.
Algunos cantantes como el legendario
Jorge Cafrune no componían las zambas que cantaban (a diferencia del compositor
Atahualpa Yupanqui), pero en aquellas canciones que escogían, ya estaban grabando
el sello de su carácter, su propia vida. La discografía completa de Cafrune es
el legado de su biografía verdadera. –Así tal vez ocurre con todo lo que los
poetas cantan.
De modo que todo se obscurece, crecen
por todas partes las contradicciones y no se atisba el claro de luz de ninguna
conclusión bienhechora, querida y deseable Lectora. Filosofar sobre la
posibilidad de un registro encriptado, pero desencriptable y verdadero (hasta
cierto punto), una auto-biografía veraz... ¿Es una empresa imposible? - La mera
ficción parece insuficiente para quien busca sobrecogerse con almas y hombres
de carne y hueso, no con entes de papel. -Esto es lo que aportan las
“confesiones”: la realidad del dolor: son testimonios como la Historia y no
deformaciones híbridas como la novela histórica. No se novela el dolor (o sí).
Algo debe haber de la sangre y del
sudor de sus lejanos autores incorporado todavía a la emoción de las antiguas
tragedias que todavía nos conmueven. ¿Será la tragedia, después de todo, el
sentimiento esencial de la vida humana? –Ignatius, en clara coincidencia con el
sentir de Unamuno, me lo soltó así una vez, como de pasada, mientras charlaba
de otra cosa muchísimo más trivial. Pero a mí me dejó roto durante días en la
meditación de sus palabras: ¿Será nuestra vida una tragedia?
-
Hombre, don Miguel, si Vd. se empeña en hacer de la
suya una tragedia... Socialista cristiano militante, anti-bizkaitarra y anti-euzkarika
en Bilbao, rector provocativo en la universidad de los putrefactos, ruido de
armas y de capas en el claustro. Rival del mismo Rey y de Ganso Real. Aureolado
por la leyenda de que todos sus enemigos mueren en extrañas circunstancias,
como el Obispo de Salamanca, por una coincidencia maléfica... No cabe duda, don
Miguel, que con todas estas cosas se va a amargar Vd. un poco la vida, y hasta
le va a acabar pareciendo “trágica”. Claro que sí.
No, la tragedia no es más que un
movimiento más de la emoción. No es siquiera la biografía perfecta. Ni es mucho
menos la verdad entera (ni eterna).
PLANETA DONDE
LA FILOSOFÍA ALCANZÓ SU META
Crónica
A diferencia de
otros planetas como la Tierra que en el siglo XXI desarrollaron las técnicas
hasta el paroxismo mientras se degradaba su simple capacidad para comprender
las cosas de la vida y animarse a sí mismos, en el planeta donde la Filosofía
alcanzó su meta (llamémosle H, que es una letra muda), terminaron por
resolverse todas las grandes cuestiones habitualmente debatidas: la esencia o
quididad de Dios, el “proceder absoluto de la mente”, la Razón, el Ser, el
mundo, la libertad, el alma o el mal.-Así se pudo confirmar el pronóstico de
Wittgenstein: “Si hubiera una sola tesis filosófica, las demás deberían
inmediatamente desaparecer”
De hecho el
estado de la Filosofía en el planeta tierra–así, con minúscula lo escribían
Felipe Martínez-Marzoa en su Historia de la Filosofía de los años
70, igual que Peter Sloterdijk en Esferas
II (2004)-, era de impasse o,
dicho de manera más reflexiva: El momento de evolución de la Humanidad tal como
se reflejaba en los flujos de información circulantes acerca de la supuesta
investigación de la verdad o philo-sophía, actividad sobre la que
tanto Oriente como Occidente se llevaban
haciendo el hara-kiri desde Heráclito y
Mahavira, era el estancamiento desde 1807 (para toda la zona occidental).
El Sentido de
la Tierra terminó siendo el Entierro de la Razón.
Los pensadores
contemporáneos tenían todos cara de sepultureros, de retrasados, de beodos con síntomas de idiocia, los ojos
estrábicos, las mejillas amargadas por los surcos de constantes
preocupaciones, fumaban sin parar en las
entrevistas, estrangulaban a sus mujeres o se suicidaban en seguida para no
envejecer.
Por el contrario
en el planeta donde la filosofía alcanzó su solución final, los pensadores
leyeron en revistas de la Galaxia el desarrollo de los acontecimientos en la
Tierra y se interesaron especialmente por los últimos libros de los
intelectuales de mayor repercusión. Lo leyeron todo y el resultado fue
inquietante:
Si hasta entonces
habían podido vivir perfectamente sin plantearse por qué tiene que existir algo
y no más bien nada (cuando la nada es más simple que el algo o la presencia),
ahora ya no podían. Se parecían al personaje de Hamlet. Habían perdido la fe en
Dios y en el Todo, y en todo lo grande desde que se adentraron en la Filosofía.
Ahora debían
recuperar a Dios, al Todo, pero ¿cómo? –No desde luego volviendo atrás, pues
regresar al pasado pero con una conciencia nueva –como el yanqui en la corte
del rey Arturo- es imposible, es fantástico; más bien una curva de espiral
cancelando, superando, aboliendo, incluyendo, negando, subsumiendo, elevando
todos los conflictos anteriores.
Ya no eran felices pero al menos
indagaban.
Un menosprecio
por el trabajo embrutecedor les apartaba una vez y otra del campo de labor y
del taller horrísono: Hombres por naturaleza más burdos se encargarían de ello;
herramientas vivientes como los ordenadores y robots del s. XXI de la
Tierra.
La mayoría
pasaba el día absorta en la esfera solar del diálogo intentando pedirle perdón
al bello Apolo. Por la noche se desquiciaban martirizándose a sí mismos por los
graves sacrilegios que cometían en el nombre de Diónysos.
El descontento
existencial de la mayoría de la población del planeta H llegó a tal extremo que
se veía llorar a la gente en el claro de luna. Planeta de los Licántropos
parecía. Llamaban a sus hijos Zarathustra y les recitaban la Canción de
la Noche en bautismos que no auguraban nada bueno.
Se descuidó todo
lo que antes había dado alegría y
aligerado el fardo de la existencia con sus constantes oscilaciones de
bienestar y de desdicha. Descuidaron la agricultura, la ganadería, la casa, los
transportes, olvidaron hasta el secreto de la electricidad, perdieron todo
interés por las tele-comunicaciones.
Pero no por la
telepatía que ejercitaban sin descanso.- La pasión de innumerables jóvenes y no
tan jóvenes por perseguir la Verdad, no dejaba de crecer en aquel planeta
subdesarrollado en tantos sentidos. Usaban las pantallas de sus ordenadores
para mirarse en el espejo de la meditación. Colgaban las carcasas de sus
móviles como abalorios o adornos del Árbol de Navidad. No se preocupaban por
otra cosa que por gestionar el legado de Wittgenstein y de Heidegger. Se seguían las distintas fases de
descomposición y análisis de los archivos completos originales de estos autores
con la misma asiduidad de público que las retransmisiones de fútbol en la
Tierra en los siglos XX y XXI. Cuando se descifró el aforismo 12 del Tractatus
las multitudes salieron a celebrarlo por las calles. Contuvieron la
respiración mientras los expertos se atascaban en los Holzwege.
Pero el proceso
de síntesis o de recuperación de Dios fracasaba una y otra vez.
Los más doctos
(Martínez-Marzoa) decían que “el criterio comparece precisamente en su
continuo fracasar”; los menos sabios
escuchaban a fondo esa declaración y se daban cuenta de que no la
entendían pero esperaban –o presentían- que en el curso de un proceso de vida y
de estudio infinitos, acabarían entendiéndolo.
Entonces les
entraba un poco de miedo de caer en la locura. Desde lo de Nietzsche había
habido cientos de casos de filósofos en la locura... Entonces los
mayores, para tranquilizarles, se suicidaban por ellos. El suicidio infatuado
estilo Séneca-Sócrates parecía el final propio para los buscadores del
ser-para-la-muerte
Y todo esto
constituía –de acuerdo con un nuevo movimiento sin nombre que se estaba
formando- un trágico momento más, sin retorno ni pérdida, en el via crucis
del Espíritu... Era espantoso cómo se
habían acostumbrado todos a la idea de calvario: porque ahora estaban
satisfechos cuando tenían que aguantar y resistir. El gesto del pensador se
parecía al de un sedente a punto de caramelo pero que se aguanta las ganas de
hacer caca.
Cuando los
filósofos alcanzaron semejante grado de heroísmo, las organizaciones religiosas
del Planeta Donde la Filosofía alcanzó su Meta, se auto-disolvieron, cedieron
todo su patrimonio y acudieron en ayuda del Pensamiento para proclamar de manera
ejemplar en un gesto sin precedentes que preferían la Verdad pura y simple al
dogma.
Los poetas ya
hacía mucho tiempo que se habían puesto de parte de la lechuza de Minerva. De
ahí lo de “Y Minervina se encamina hacia su poeta húngaro”.
Esta aportación
cambió los términos del conflicto entre las ciencias: La Física y la Biología
levantaban la grupa en pompa a ver si la Filosofía se atrevía a embestirlas con
su vis inertiae. Pero la sabia Atenea permanecía impasible, lanza en
mano, en actitud de espera, consciente de lo poco que serviría metérsela por el
culo.
Ahora los
nativos de H se preguntaban si en todas las lenguas la Filosofía era femenina.
Y no se contentaban con creer que sí (lo que les hubiera gustado) sino que investigaban (pues estaban ahora
atraídos precisamente por los caminos incómodos y las nociones inquietantes;
desconfiaban por sistema de todo lo que encajase).
Lo cierto es que
en el curso de muy pocos siglos los estudiosos –tan innumerables como los saddhus
en la India o los monjes en el Tíbet- alcanzaron un acuerdo y “trajeron de
vuelta a Dios” con sus razonamientos.
-
Sí, de vuelta al redil como
el Hijo Pródigo –comentaron los más sarcásticos, un estado mental que no
conocían antes, cuando no se preguntaban cuál era el centro del mundo en la
infinitud de la esfera, ni cosas parecidas. Pero ya no podían salir de ella. En
el planeta donde todos son filósofos,
todo el mundo hace preguntas extrañas todo el tiempo como qué significado real
tiene hacer una pregunta. Luego se arrepienten de todo esto...
Sin embargo,
hablaban con algo más que palabras: Los que superaban el infierno de la
Investigación, las largas noches fáusticas de meditación, soledad y estudio,
alcanzaban la iluminación automática: Volvían a creer en el Absoluto bajo
cualquier forma que se les presentase: como la Virgen de los Remedios, el Juggernaut
(Hare Krishna) o la Piedra del
Abracadabra. En variadas clases de ceremonias religiosas asumían una participación de un fanatismo
extremo, pero luego emitían un despectivo informe antropológico sobre el
embrutecimiento de las costumbres. Y parecían invariablemente felices, atónitos
en la Deidad a la que nunca nombraban ni de esta ni de ninguna otra manera “para
no olvidar que no se trata de un ente”.
Asentada
la philosophia prima sobre sus seguros fundamentos, poner encima la
Física de un solo golpe fue tan sencillo como colocar una sartén limpia sobre
otra recién fregada. La Biología, la Historia y las demás ciencias se
arrellanaron sumisas y nobles, como yeguas mansas, en sus lugares naturales del
Árbol del Saber. Solo la Psicología no se sumaba al brillante y feliz cortejo
de la Diosa. Pero Ella, calándose su tradicional yelmo y empuñando su arma con
brazo nervudo de atleta, le asestó un ballestazo que le atravesó el corazón
recordándole con ese gesto quién mandaba. El Ángel Rebelde de la Psicología fue
condenado a vagar eternamente por los círculos del samsara del alma. Lo que
aceptó con sonrisa diabólica.
Así, disuelta
por teomaquia la meditación de la técnica –de la que la psicología solo
era la especialidad más importante- la cuestión de las libertades públicas y
privadas –la llamada Filosofía Práctica- se derivó elegantemente por las reglas
necesarias de la Lógica. Una conciencia colectiva más pura reunía a casi la
totalidad de la población del Planeta de los Buscadores o Filósofos a ciertas
horas en silenciosa comunidad mundial. Algunos practicaban riéndose de los
terrícolas que habían fracasado en responder a la cuestión del significado
del significado y que no sabían qué era
ser.
BIEN VEÍA yo las
maniobras de mi Señor, mi Captor: Ahora interponía sus ahoras y no solo sus
ayeres en sus memorias. Quería volverse un puzzle para sí mismo.
Pero el alma
desentraña los enigmas, levanta el sello de todos los que se le propongan: El
planeta de los buscadores filósofos y los demás acertijos –con voces
prestadas- no eran sino huídas de su
propia Muerte largamente demorada. Ahora estábamos en Vieja Ciudad Costera del
Extremo Sur de Europa. En la curva. Bajo un árbol. Era verano.
Mi Señor estaba
acompañado de otros seres, fumando y charlando bajo un pimentero falso –ya iba
yo precisando, pronto sería como ellos; a veces les escuchaba.- La playa y las carreteras del Oeste vibraban
no tan lejos. En aquel recodo de la calle Faraján, vibraban los nombres: Pari,
el Polaco, Candela, Paco... Hablaban de un viaje en bicicleta al Portugal.
Vibraba la cercana Feria de 2013. La humanidad no había conocido un año tan
nuevo, una Feria más reciente. - Y el
cementerio próximo. Titilaban las estrellas –ya iba yo recordando.
Le deseé la
muerte y al mismo tiempo entendí por qué hacía todo esto: lo de demorar la
suya. Y yo solo quiero ver a Diosa.
LAS
SIGUIENTES NOCHES. LOS CELOS
A la mañana siguiente de aquella noche memorable, la vi
acariciándole las piernas a un rubio muy alto que llevaba pantalones cortos y
tenía unos miembros largos, musculosos, blancos y varoniles (seguramente su
miembro viril seguía el mismo diseño, blancuzco como una tenia y largo como una
pitón)
-...
Algunos dicen que las mujeres intuyen quién tiene una polla grande igual que
los tiburones olfatean la sangre a grandes distancias. -De un solo vistazo entendí la situación y,
herido, decidí marcharme. - Estaba claro: La extraña mujer, la bohemia
repintada a toda velocidad, había venido a darse el lote y a magrearse con el
mayor número posible de machos y el mayor número de veces. No desaprovechaba el
tiempo, mi Corazón. Que yo supiera, con su voz muy dulce (susurrante,
almibarada) nunca me había dicho que me fuera a reservar sus favores en
exclusiva. Además, si yo llevaba toda la vida haciendo lo mismo ¿por qué se lo
habría de reprochar a ella ahora? -En realidad, ¿qué es lo que quería yo?, ¿qué
es lo que había venido a buscar?
-
Aquí cada uno hace lo que quiere –me despachó cuando,
muy compungido, vine a decirle que la había visto tocando a otro y que no lo
soportaba.
Entonces se marchó; al menos había
tenido la delicadeza de no decir “aquí cada uno hace lo que le da la gana”.
Pensé que me había abandonado.
Todo el mundo había oído hablar de la
liberación de instintos básicos y de las orgías del SAT, la tercera Escuela de
Amor. Se fomentaba más el frenesí, la libertad y el delirio que la represión y
el pensamiento racional. ¿Por qué la agitanadita no iba a ser desas chicas que
el lunes te dan el pecho para que se lo chupes y el martes por la mañana ya le
están acariciando los testículos a otro con la punta de las uñas por debajo de
los pantalones cortos? Tal vez se había marcado el objetivo de hacer 9 dianas
sexuales en esos 9 días. Para eso era necesario descartarse de alguno y a mí me
había tocado ser el naipe desechado.
Durante todo el día deambulé escocido y
encogido maquinando en medio de los tumultos y del odio de los celos, una
solución a mi dolor a través de la ejecución de una venganza. Pero ¿por qué
estaba tan alterado? –Al fin y al cabo, los hombres llevaban siglos haciendo lo
mismo. ¿Qué había de extraño en que tarde o temprano surgiera una mujer tan
chula que no se avergonzara de ser promiscua, tan puta que no tuviera nombre?
-El terror y los celos fueron en
aumento aquella noche, a la sombra lunar de las paredes de granito de la
capilla. Al principio no me di cuenta. Tampoco fui consciente de cómo me atraía
aquel edificio desconsagrado. Medio loco por haber perdido a Corazón,
aterrorizado por la idea de tener que luchar por recuperarla. La capilla a
obscuras y desierta pero aún con rastros del trabajo realizado aquel mismo día
y los anteriores por muchas almas. Era
como si algún efluvio más sutil que el sudor o la respiración pudiera palparse
y olerse aún en la sala donde de una
manera o de otra habíamos conjurado a los espíritus.
Después de la cena nos habíamos juntado
unos cuantos a charlar y a fumar joints.
El primero en sorprenderme fue Abel
largándose a dormir bastante temprano (entonces yo no sabía aún que ya le había
predicho a Corazón que acabaría follando con él; su estrategia debía ser
la profecía autocumplida). Y ahora se iba... También se marchó Rafael y todos
los demás hasta que quedamos otra vez tres: Yo, ella y el alto y fuerte rubio
al que había estado acariciando los muslos..., cuando me abandonó.
De nuevo la vieja situación de
una-sola-mujer-para-dos-hombres. Ya ha ocurrido o está ocurriendo infinitas
veces a lo largo y ancho del planeta y tiene diversos finales: En la fantasía
insaciable de la Infiel, la mejor solución al sórdido reparto sexual es
hacérselo con los dos por turnos con la consabida apoteosis de la doble
penetración. Pero hay pocos caballeros que se avengan a participar en un trío
(salvo los enigmáticos yemeníes y nativos del Mato Grosso).
Lo más elegante es marcharse, dejar el
campo libre, abandonarlo. Pues parece que ella se ha decidido al fin por el otro:
Se abrazan por debajo de la única manta, ella se contonea contra él y se
restriega mirándome con unos ojos que son los más lúbricos del mundo; creo
que hay muchísima más lujuria en su
forma de mirarme que en cualquier otra cosa; su mirada es un comentario picante
a lo que hace el resto de su cuerpo, como si fuesen seres separados.
Siento unos celos que me queman a lo
largo del vientre y del esternón. Me parece que fuera la primera vez que veo en
brazos de otro a una mujer que ha estado en mis brazos pocas horas antes. Pero
no es así. Ya lo he vivido. Yaloheviviendotodo. El semblante de mi rival
es como de no estar muy seguro. Eso me alienta: ambos se acarician delante de
mí con discreción pero como si estuviesen haciendo algo prohibido, algo que
yo les puedo prohibir en cualquier momento.
–Nada más lejos de mi intención...
Entonces sentí que tenía frío y que no
había manta para mí; la de ellos era demasiado pequeña para cobijarnos a los
tres. Entonces dije que iría a buscar ropa de abrigo. Pero antes dirigí a
Corazón una mirada suplicante, -a un centímetro del despecho-, preguntándole en silencio si en realidad
quería que volviese. Entonces, para mi sorpresa, ella me dijo en alta voz que
regresara, sí, que regresara con ellos. Mi corazón se alegró de que Corazón me
hubiera leído el pensamiento.
Pero de todas formas decidí
abandonar...
Subí a mi celda a cambiarme y a orinar.
Ordené mis ideas mientras escuchaba el grave y sereno chorreo en el agujero del
wáter. Me lavé. Bajé de nuevo. En la capilla
en tinieblas, sobrecogido, escuché el tablado que cubría el suelo crujiendo de
forma significativa como si mantuviera una conversación entre sus diversas
partes; las mantas, cojines, sillas y ropas diseminadas en la obscuridad
todavía estaban tibias, como si el calor de los humanos permaneciera pegado aún
a ellos; no había nadie pero el ambiente estaba cargado de densas presencias.
Sentí un escalofrío de terror e inclinándome un poco en dirección al antiguo
altar y al Crucifijo (tapado por un telón) pedí permiso a los difuntos o a las
entidades que allí hubiera, para entrar
en su espacio y coger una manta, la
primera que vi; y salí de forma
precipitada.
Salí del templo sobrecargado de
electricidad. Pensé entonces que no debía renunciar a la morenita coqueta, esa
mujer que no es mi novia ni lo va a ser más que en el psicodrama. Tal vez es
eso lo que me quiere decir magreándose con el otro por debajo de la manta ante
mis ojos: que esta es la Realidad y que ella hace aquí lo que le da la gana. Lo
que más temo es interrumpirles si se están besando.
Pero aunque ella no sea propiedad de
nadie ni yo pueda hacer valer aquellos besos de anoche, sí puedo al menos darme
cuenta de que asisto, una vez más, a un sórdido reparto sexual: Una sola mujer
y dos hombres: ya ha ocurrido muchas veces y tiene varios posibles
desenlaces... Lo peor, lo que más temo es llegar y que se estén besando, sí,
que le esté besando, los mismos besos con sabor a chicle que a mí anoche.
Entonces me di ciuenta de que mi
presunta elegancia de renunciar a competir por una mujer–lo que había hecho
durante toda mi vida- no era sino miedo:
Miedo a una situación ancestral: Los dos
pugnando por una.
Decidí luchar por luchar, darlo todo
por perdido.
Empecé a hablarle mirándola fijamente a
los ojos aunque el otro no dejara de acariciarla. Ya me daba igual lo que
hicieran: yo seguía hablándole a ella como si hablase a un cuerpo semidormido
por expertas caricias. Mi forma de luchar fue dejar de temer, dejar de
lloriquear, aceptar que ella –aquella mujer pequeña de estatura- era al menos
tan libre como yo y podía disfrutar de su contacto con la piel de otro hombre
sin dejar de atender a mi plática.
No es habitual hablar con una dama
mientras otro le mete mano. Pero da igual: Al curso hemos venido a experimentar
día y noche situaciones-límite, cosas de lo más extrañas que, al final,
provoquen un colapso del carácter –una explosión de todos los moldes de
membrillo- y nos hagan romper con
nuestra vida anterior (así, más o menos lo he entendido yo). Yo trato de
hipnotizar a esta joven tan espabilada como coqueta hablándole continuamente,
de manera profunda y fija: Ya la he hipnotizado con la memoria de los tangos y
hablándole del teatro: Solo para ella hablo: El otro parece como idiotizado por
las caricias que me está robando. A ella, a la zíngara zángana, Le hablo del
Amor, Le hablo de Su muerte, Le hablo de su Vida. Y ella va cayendo como en
sueños en los brazos blancos y largos del otro. - Yo no le estaré tocando los
brazos ni chupando los pezones pero le estoy tocando el corazón con mis
palabras; poco importa que por debajo de
la manta ellos (tal vez no) se estén tocando...
Sigo inspirado hablando para ella como si pudiera decretar sus arcanos, y al
menos ahora está tan pendiente de lo que digo que ¡saca un brazo debajo de la
manta y me detiene!- En realidad lo único que quiere es que le pase el porro,
no hay por qué ponerse trágicos...- Pero
al hacerlo me acaricia el brazo entero, a lo largo, y su nimbo roza la cara
oculta de mis brazos, como invitándome
(quizás, o tal vez no) a una fiesta à trois, o a cualquier cosa... más
tarde...
... El juego está abierto y yo juego
como si no tuviera nada que perder (lo que no es cierto del todo) y no me
olvido de dar gracias al Cielo por este triunfo momentáneo (lo mío con Eros va
mucho más allá de una transacción comercial, pero a veces lo parece; rezo y doy
gracias a Eros porque lloro y me avergüenzo al comparar mi ridículo “esfuerzo”
con sus sobreabundantes dones).
Ella me acaricia el brazo como diciendo
que no me deja de lado, quizás intentando sosegarme. Yo fumo el humo que
exhalan sus brazos y sigo hablando medio en delirio sobre los muertos y
pobladores del antiguo seminario... Médium opaco, adivino con efectos de texto,
ouija escacharrada, burdo bardo.
Entonces mi rival se levantó y propuso
que camináramos.
Nuestro triángulo de dos varones – una
hembra admitía 3 ó 4 posibles soluciones: a) ménage à trois, b)
renuncia a competir o c) competición declarada con c1)vencedores y c2)vencidos.
- Creí haberlo vivido todo. Pero algo como esto, nunca todavía.
“Caminamos, es de noche”. La
piscina seguía estando allá fuera; con su promesa de placer de agua y de
desnudos de medio cuerpo. Aunque no vayamos a ir ahora. Es tardísimo. Nadie
habla de marcharse a la cama. Yo sigo soltando discursos y fumando porros a
todo meter (a veces me doy un poco de pena de mí mismo; eso es lo peor).
Parezco un loco y no me importa. Lucho a lo loco...
Pero de pronto ellos dos parecen mis
cuidadores psiquiátricos:
Ellos dos están arriba, en el camino
techado, junto a la puerta del pabellón de dormitorios que lleva el nombre de
Huelva. Yo abajo, más de un metro o así
por debajo de ellos. Parezco un postulante delante de una pareja más alta, un
enfermo ante sus terapeutas. Y el cinismo del Diablo ya no me sostiene más en
esta lucha casi ciega.
Recuerdo que mi sarcasmo me reventaba en la cara, se hacía real, es decir, doloroso.
-Ya no se reían, me miraban serios, haciéndome de espejo, un conjuro que me me
deja petrificado: Ahora puedo verme en toda la extensión de mi estupidez, de mi
ignominia...
Los veía sincronizados,
altísimos (aunque Corazón era más bien pequeña), ahora sus miradas y la
posición de sus cuerpos, toda su expresión eran naturalmente sincrónicas. La quemazón de la envidia sexual quedó como
sepultada por la vergüenza de mí mismo. Y ahora me pareció que la volátil
aguja de precisión de Corazón, tan frívola, se inclinaba hacia mi rival. Y
acepté que él podía ser el preferido.
Sin embargo una vez más
los acontecimientos tomaron un giro imprevisto: Asombrado vi que de pronto el
otro –cuyo nombre no desvelaré- comenzaba a despedirse. Si la perseverancia, la
fe en el triunfo y el esfuerzo moral garantizasen la ayuda divina o la suerte,
Dios sería una especie de mecanismo racional. Pero Állah-Krishna puede condenar al mujaidín piadoso y salvar al borracho.- Lo mío tampoco
tiene ningún mérito pero es obvio que forma parte de una trama sobrenatural: el
tema de mi catálogo.
Totalmente sorprendido
por la actitud de mi contrincante, me desmoroné: Comprendí que aquello había
ido más allá de un reñido reparto de botín en la madrugada, hora impune. -Él
era más que mi enemigo; ella algo más que una presa pequeña pero bien formada
por provocativas curvas. Eran mis compañeros de búsqueda.
Quedamos de nuevo solos
los dos frente a frente. Tras besarnos en silencio, le propuse una vez más que
subiera a mi habitación. Primero dijo que no.
SEXO
EXPLÍCITO
-Y si a la Lectora lo que le apetece es una
buena escena de sexo explícito, ¿por qué no complacerla? “Vsted quiere detalles...” - Y ¿por qué no? -¿Será el Pudor lo que
me refrene para entrar en pormenores; será por proteger todavía el honor de
ella, la chica de los largos besos en la noche de los celos...?
- No, no creo que esa sea
la verdadera razón para no entregarme a la pornografía de altas calidades.
Pues, naturalmente todo eso de que soy un personaje que habla en primera
persona, es ficticio: Yo soy el autor, con minúscula, simplemente; y todo lo
demás un juego.
- Yo Soy Jean Souffrance y que el Alma diga lo que quiera ,-(no siempre
hablo con el Alma; solo en pocas páginas, en algunos capítulos; aunque Él sea
el protagonista de mi novela)-. Al Alma
le gusta el sexo explícito, la experiencia
de Eros.
- ¿Será por retener el
recuerdo, como si fuese un pájaro enjaulado que desaparece en cuanto lo sueltan?
-
La respuesta es más simple: Ya apenas te acuerdas: No podrías decir
qué ropa llevaba ella aquella noche: Quién inició primero el movimiento de
besarse: Cómo olia su cuello : Dónde estaban tus manos.
-
Sobre ella...
-
Sí, pero ¿en qué parte de ella?: Y no sabrías
decir dónde estaban las de ella, las de ellas:
Por eso lo fantaseas: Por eso no lo recuerdas.
Y tiene razón el Alma.
LA
PRIMERA VEZ
Será cierto que me lo invento, que solo lo recuerdo a grandes rasgos...
....Al principio ella no quería subir a
mi cuarto. Pero los besos se acumularon en el pasillo de entrada de los
dormitorios. No era la primera vez que nos besábamos. Yo conocía bien el sabor
de su boca y empezaba a conocer el de su carne. Pero no bastaba. El Alma,
en los abrazos de pasillo , empujaba
hacia arriba, hacia la cama.
Acostarnos era el final del proceso que
se había iniciado horas antes de aquella jornada interminable: Cuando la chica
de la farándula hizo en el teatro el papel del Corazón: “Quiero que me
mires, quiero que me escuches, quiero que me hables...” Aún parece que la estoy oyendo siseante y
contorsionada como una serpiente de cascabel
¿O es que mi supuesto rival
me había cedido el primer puesto
al verme tan empeñado en quedarme a solas con la modosita cachonda, ser de
ensueño? (¿O no es verdad, Señor, que me favorece Eros? Y ¿cómo va a
favorecerme si no me entrego, si me aparto, Te rehúyo, Te pretero?...)
Sentía que estaba demasiado débil, que había vencido por
tenacidad, por cansino, sin el menor mérito.
Emocionado y
avergonzado de mí mismo, solo acertaba a repasar todas las molduras de
su cuerpo y a besarla una y otra vez en los detalles superiores e inferiores de
sus anchos labios acuosos. Ya no
recuerdo a qué sabían, es cierto (a chicle de menta).
No bastaba. El Alma quería subir con ella al cuarto, la
empujaba.
- Así resbalaba yo derretido y decrépito por las canalidades
de aromas diferentes de su cuello y de su seno; me hubiera quedado allí toda la vida bebiendo. Pero ya
no recuerdo al detalle los almizcles de su nuca y de sus pechos.
- Entre los dos sumábamos más de ochenta años. ¡La ninfa con
turbante era una señora con verruga; la groupie hippy-glam no era
más que una perra andaluza; la joven nueva, una
vieja!
- Caen los telones de la noche en la madrugada de vértigo
como si cayeran los velos de todas las ilusiones del erotismo y de la Droga.
- Siento odio y pánico de su progresivo desnudamiento, estoy
harto de sus besos de pasillo con sabor a chicle, de la enorme cantidad de saliva que hacen
nuestros besos, y hasta de la misma palabra “besos”. Pero el Deseo es otra cosa: Es totalmente imposible
que yo pueda sentir asco de su boca,
porque es ya como si fuera mi boca. -Pero sí estoy harto de ella, ese engendro
fantástico, besado hasta el paroxismo.
- Hay veces en que me asusto al notar cuánto la detesto. No
levanto cabeza. No quiero mirar sus ojos.
- Entre jadeos y susurros (que son un silencio de besos) la voy persuadiendo de que abandonemos
los pasillos y nos refugiemos en mi celda
de la segunda planta, al abrigo de miradas. -Como si detrás cada una de
esas puertas -lisas y tristes del antiguo seminario- hubiera un ojo acechando.
Una culpa. Un temor.
- Con voz semi-animalizada me dijo que no tenía
preservativos; ¿Es que no pensaba hacerlo en los 9 días que duraba
el curso? Aquella come-hombres disfrazada de cordera acaso fuera una mujer
normal, igual que otra cualquiera. Me enternecía. Se transformaría al amanecer.
Y ya se estaba acercando el alba: El alba que asesina al habla, aunque sea un
mal juego de palabras.
- De lo primero que hablamos cuando estuvimos en la cama fue
del número de hombres con los que ella había estado: ¡¡Yo había oído
mal: no había dicho 32 sino 2!! De repente giraba mi mundo y las cosas toman un
aspecto muy distinto: mi Corazón... , la ninfómana con relativo auto-control y
más recursos que un gitano. – Y de pronto la Realidad me pareció mucho más
bella de lo que había pensado.
- Va a ser la primera vez que lo hacemos: el olor todavía a
seminario menor arrebata mis fantasías venéreas. Es nuestra primera vez pero
como otras veces, como sucedió hace mil años con la Infiel, es como si no lo
llegáramos a hacer: nuestra cópula es una frase mal pronunciada, un intento
fallido, una rima nonata. Porque no tenemos condones y sin ellos sería una
imprudencia penetrar a la chica bohemia que tiene pareja y al parecer no lleva
un carromato con 32 amantes. ¿Será verdad de nuevo que el Amor me sorprende con
regalos más sutiles de los que había imaginado,
o todo será hipnosis?
- No, no podemos. Lo que sí puedo es irle arrancando con
süavidad pero con determinación la gran cantidad de velos multicolores, gasas y
lencería que envuelven su canijo pero opulento cuerpo.
En su cara
se acumula la muerte; en su culo se acumula la vida.
- La chupo de arriba a abajo y de abajo arriba, en diagonal,
de lado..., lamo las aureolas de sus pechos durante una o dos horas. ¿Por qué
va a tener prisas o reloj el Deseo, si está cumpliendo algo que llevaba más de
cuarenta años anhelando? Noto en mis dientes la delicada fisura de los
esfínteres de sus pezones. Me parece que entre 3000 millones de mujeres no hay
ninguna cuyo olor corporal congenie tanto con el mío. Son mis labios, son mis
manos los que están con ella ahora. No me pregunto qué hace con su pareja con
la que no tiene hijos. Ni si la penetran en vacaciones 64 ó 96 penes. A mí qué
me importa. Esto que estamos haciendo es santo porque es un placer absoluto.
Soy otra vez el afortunado con el boleto de la suerte, no pensé que me fuera a
tocar... Y lo que le estoy tocando en estos momentos de impunidad absoluta
–semejantes a una danza y a la vez a una violación a la que ella se resiste un
poco una y otra vez, se abre una y otra vez- no voy a confesarlo, querida
Lectora. - Hasta los charlatanes libertinos de los anales y memoriales tenemos
nuestros límites morales.
Guardaré en
mi mano lo que toqué y no lo volcaré en palabras.
-Sigo desnudándola y acariciándola, ebrio por la
imposibilidad de penetrarla. Creo que por más que escarbe y ahonde en la masa
breve de su carne entre velos, no hay rincón ni substancia en ella que me repugne.
Pero las palabras que designan esas partes y orificios, ¿son acaso las mismas
que los enamorados acarician y adoran en el ensueño de su primera noche?
-
La noche que salió mal, que fue un polvo a medias, un
ensayo, coito truncado e insuficiente, más trágico que el Gran Polvo con sus
apoteosis de teatro y sus fuegos artificiales de la eyaculación múltiple. Como
el gatillazo lírico, mero presagio de
otra noche y de las noches por venir... –
No sé cuántas veces
tranquilicé a Corazón, la de tez aceitunada y dientes mal colocados –su rostro
ojeroso de vampira lugareña aún asedia todos mis sueños- , con el rollo de que a
pelo no íbamos a hacerlo, que podía subir
a mi habitación sin miedo. Como insinuándole que estaba con un
caballero... Pero hasta la misma expresión “a pelo” parecía acariciarnos en
nuestros centros sexuales y subimos como resbalando las escaleras...Ya no somos
del todo sólidos: En el vendaval de los besos, caemos como un chaparrón de
barro uno sobre la otra en el jergón eclesial del suelo con losetas blancas y
negras de los 70; termino por traicionar mi promesa, como si jamás hubiese
creído en ella y solo me importase follarme a la quinqui funcionaria.
- Debo aquí hacer un paréntesis para mencionar al insigne
lingüista Francisco Javier Morillo y su curiosa exploración de la etimología de
la palabra follar (del lat. vg. <<
follare>>, or. t. de <<hollar>>,
der. de
<<fullare>>, abatanar. Ant) 1 Hollar. Talar. O
bien : follar. Dividir, hacer o disponer una cosa en hojas.
(V. <<*HOJOSO>>> ) (A
la simple pregunta “¿quieres follar?”, -querida y deseada Lectora-, doña María
Moliner entendía que le estabas preguntando si quería abatanar o disponer unas
flores; la autora del Diccionario del Uso del Español (1992) debía ser
una mujer refinadísima; yo siempre me la imagino chupándose un dedo).
- De acuerdo con las etimologías de Morillo, follar es
soplar el fuelle y follador es el que sopla el fuelle (en esto Morillo y
Moliner coinciden). Me parece muy preferible a creer que follar viene de
“hollar”, como si fornicar fuese lo mismo que joder a alguien, humillarlo,
pisotearlo. Pero al mismo tiempo es más elocuente que creer que follar venga de
“holgar” (follar no siempre es alegre). Por ello, no cualquiera que penetre penis
ad vaginam, folla. Se la mete –disculpe la vulgaridad de mi
expresión-, se la mete, sí, pero ella ni se entera. Follar es algo muy
distinto. Requiere tiempo, libertad, generosidad, imaginación, sensibilidad,
inteligencia, humanidad, y deseo.- Y aún otras condiciones que aventan el fuego
de la mujer, condiciones que no agotará ninguna enumeración (por ejemplo: la
riqueza, el saber, la comunicación o el amor). Follar, en la acepción de
Morillo –sexólogo amateur- es dificilísimo. Follar es un arte. Y esto no quiere
ser un cínico monólogo de comedia.
Por eso
aquella noche, en realidad, no follamos.
- Aunque mi miembro atormentado encontrara sin necesidad de
guía y a obscuras, a tientas y palpando (y palpitando...), el emplazamiento y
la forma de su templo (al que también se puede llamar agujero, y con decenas y
miles de nombres, que no quiero recordar). -La tendencia a identificar con Dios
y con las cosas sagradas el Máximo Placer, me preocupa cuando escribo porque me
recuerda el caso de la esquizofrénica María Amor. Y también sé que los que
bromean con la Locura a veces sucumben a ella. De modo que renuncio a juntar, a
la manera de los blasfemos, los Nombres de Dios y la palabra Sexo. También el
Autor tiene sus límites. O el Narrador... Ya no sé. - Los días en mi mundo se
confunden con los eones y muchas veces no puedo recordar cómo me llamo ni a
dónde voy ni qué hago. - Como ahora. - Momentos en que no quiero pensar con
precisión. - O no puedo. –Y oigo voces (no son pensamientos hipostasiados; son
voces de otros).
- La famosa diferencia
entre hacer el amor y la mera jodienda (palabra favorita de los
traductores de los novelistas norteamericanos contemporáneos (pues en español
una jodienda, no es una follada sino una molestia) ) tal vez se pueda reducir
al contacto visual y oral: Si te gusta verle la cara a tu amante y besarle
mientras os inter-penetráis, entonces es que estás haciendo el amor (que
dura una eternidad: hasta el alba); pero si no besas y no le miras a los
ojos, estás echando un polvo y será cosa de un ratito. Visto y no visto. -
Te vas a quedar, deseable Lectora, con las ganas, más desposeída que antes de
empezar; mala follada.
- Pero en realidad, follar es
algo más sutil: follar es avivar el
fuego de la mujer. –
Y por eso en el fondo sí lo hicimos.
- Cuando estuve dentro de sus entrañas, genitalia in
genitalia, en contacto ácido y espantoso, me quedé petrificado como si
hubiese llegado a algún lugar impresionante – el Único Sagrado-, como si
estuviera tocando su pleura o su substancia blanca tras una peregrinación de
más de cuarenta y cuatro años. Puerta del Cielo.
-(Una mujer que recitara salmos en hebreo mientras hace el
amor o entonase una cantata de Lutero con textos del Evangelio de San Mateo es
para mí una fantasía sexual-límite aceptable. -Pero aún no he encontrado más
que aproximaciones. -Y mi tiempo se acaba, querida.)-
- Me quedé petrificado incrustado en el canal vaginal de
Corazón, la hippy con nómina. - No salía de mi asombro. Era la mayor felicidad
sensual que había conocido jamás. Mi
alma se elevaba en infinitas canciones silenciosas de agradecimiento. Me
pareció que sobre el pequeño tamaño de Corazón en el colchón, revoloteaban las
ansiedades de 10.000 historias de amor desde Sylvie, y ramilletes de Irias, e
I., y todas las que alguna vez me turbaron o turbaron mi Deseo.
Cuando me quedé clavado en ella, en el centro de Corazón, a
fondo clavado con el pequeño clavo de mi centro, estuve un tiempo pasmado y
luego murmuré unas palabras extrañas, casi no podía articularlas: - Le dije que
no me importaría hacerle un hijo. Sus muslos se abrieron un poco más y avancé
en el conocimiento de sus cavidades interiores. - El deseo se parecía a unas
ganas casi irreprimibles de avasallarla. Nuestra unión duró una eternidad, del
tiempo de los relojes unos segundos.
Entonces, al cabo de un tiempo, ella se levantó, recogió sus cosas y
huyó.
¿CON
QUÉ PIENSAN LAS MUJERES?
Divagatio
Dicen que los hombres pensamos con la
polla. Otras para suavizarlo prefieren decir “con la bragueta” o “la
entrepierna”. Nadie dice que ellas –querida y respetable Lectora-, nadie dice
que vosotras penséis con el chocho. Ni siquiera Aricia que a veces me
instruía sin parar durante 36 horas sobre los misterios más dolorosos del
Eterno Femenino, ni siquiera aquella Lolita de 1997, autómata de Copelia, ni
siquiera ella que pretendía hacer de su vida una mezcla experimental de Joseph
Cornell, Beuys, Duchamp y el arte conceptual, ni siquiera ella que era la
vástaga nipona de las vegas del Quivir y del seseo aristocrático de Itálica famosa, ni siquiera Aricia se atrevió
nunca a decir que las mujeres pensaran
con el coño (...o las bragas, o la entrepierna).
Nadie ha afirmado que penséis con el
culo, chiste fácil para los veteranos del Florida: Es evidente que las mujeres
poseen por lo menos el doble de inteligencia práctica que los orangutanes
musculosos. Hay que rendirse a la evidencia de que sois superiores como
demuestra Houellebecq en Las Partículas Elementales.
En realidad, pensáis con los pechos.
Quiero decir que pensáis con el
corazón, claro; pero también que pensáis con las tetas.
A lo largo de más de 15 años la frase
de Aricia que de manera más repetida he recordado no deja de ser una
obscenidad: Y es que “se mojaba” cuando oía la voz de Lou Reed, grave macho
punk en el hilo de pánico de las agujas de la heroína William Burroughs.
Al menos en ese momento, oyendo Sweet
Jane en los preluvios de su orgasmo,
Aricia pensaba más con su sexo que con su cerebro. Lo suyo no era un juicio
crítico objetivo sobre el halcón neoyorquino, sino una admiración ciega y
desbordante que le manaba de los interiores de su ropa interior. La excitación
sexual provocada por aquella voz gutural y a la vez inteligente, no podía
distinguirse del halo fabuloso que en sus labios adquirían nombres como la
Velvet, la Factory, Warhol, Manta Ray, Migala, Nick Cave o Los Planetas... La
música que siempre estábamos escuchando.
Tal vez Aricia pensaba con las tetas.
EN UNA
ESCUELA DE AMOR. FINAL
El final de todo aquello
que quiere y no quiere ser narrado...
La mañana del triunfo...
De nuevo el Amor me ha dado mucho más de lo
que soñé recibir. Por eso todas las cosas me parecen perfectas, esplendentes.
Hasta el rostro de una compañera que clasifiqué desde el principio como feo y
anafrodisio, ahora me resulta erótico. Veo el miedo y la inteligencia en sus
verdes ojos ovoides (como los de Hebe). Antes no hacía sino pensar que era una
cobarde y que tenía ojos de besugo aterrado detrás de sus gafotas de aburrida
maestra. Ahora le pido que se quite las gafas para verle bien la cara y le
acaricio con naturalidad los muslos hasta que se ríe.
Porque es la mañana de mi
triunfo y sigo el pasadizo que lleva hasta el alma feliz de todo el mundo.
Pues sería imposible encontrar un solo ser humano que no haya sido
feliz nunca. -Lo mismo que hay quienes marchitan con sus consideraciones
todas las flores, yo hago ahora lo contrario, rey Midas de la satisfacción.
En la capilla siento que
estamos llegando al final y que es hermoso estar así, sentados en el suelo
escuchando al que hemos convertido en
Maestro, así, a los pies de Luisfer, ese duende introvertido que cada
día estaba más cerca de nosotros. Casi da igual cuánto valga; nuestro
agradecimiento es inmenso, nuestra admiración le convierte en un ser
sobrehumano, algunas se han enamorado de él, todos le hemos entregado el
corazón a este hombre sobrio e impecable, sin la menor tendencia a ejercer de
líder carismático.
Siento que estoy, quizás
por primera vez, en una verdadera comunidad humana donde todos nos amamos de
una u otra forma, compartimos lo que tenemos y escuchamos a Luisfer sentados
sobre la tarima del antiguo templo. Los rizos de Corazón cosquillean mi nariz y
ante una risa general por algo que ha dicho el Maestro, me aprieto contra la
mujer de la que me he enamorado, el producto acabado y resultado final de todas
las que alguna vez me turbaron. Y junto al olor deleitoso de su melena y de su
carne, el contacto de sus caderas que juegan a rozarse con mis brazos, olores
de hombres y mujeres largamente conocidos a lo largo de muchas horas de
intimidad:
No son de ninguna manera
extraños.
Amo no solo el aroma
desta sala donde sentí crujir los espíritus, no solo las mantas y ropas que
anoche vi abandonadas como restos aún humeantes de la batalla del espíritu, ni
es solo la piel cuyo sudor me salpicó en algún ejercicio, sino toda la amalgama
de presencias, la atmósfera que formamos
juntos.- Por una vez, me siento sencillamente uno más, perdido todo afán
crítico o de competición.
Y de repente el Alma
sufre un vuelco al contemplar la escena: la estoy viviendo en ese mismo
instante y a la vez es como si ya estuviera recordándola o narrándola: como si
la estuviera escribiendo ahora y sintiéndola entonces, todo a la vez. Porque se
me ocurre que no es ni siquiera una escena de mi vida ni de mi actualidad sino
un cromo eterno de un libro dorado, algo así como los desmesurados sueños de
felicidad de la infancia: sí, como si alguien le estuviera contando este cuento
al corazón grande y sugestionable de un niño:
La mañana de la victoria:
Es la primera vez en mi
vida que comprendo esta palabra. Siempre pensé que vencer era malo, que suponía
la humillación del vencido. Hasta hoy no había sentido el alma brillante de la
verdadera Victoria:
Almas adolescentes
escuchan, tras atravesar heroicas aventuras de ocho días, las conclusiones
sutiles pero tachonadas de humor de nuestro capitán indiscutido. La mañana plena del triunfo. La mañana
clara, interminable de verano. La mañana absolutamente feliz que no había
respirado desde mi niñez en viejo golfo
de Sirte, antigua Tripolitania (un lejano día de julio, la excitación de ir
a pasar el día a Leptis Magna, la sensación de que la vida era algo
extraordinariamente alegre...)
Al reparar en todo esto
el Alma empezó a llorar en silencio no porque el paraíso fuese de nuevo a
desvanecerse ni porque anticipara la nostalgia. Sino porque aquel momento era
precioso y duraría siempre.
- Y
ASÍ DURANTE MUCHO, MUCHÍSIMO TIEMPO SEGUÍ SIENDO JOVEN – murmuró desde algún rincón de mis
jardines cerebrales la voz cavernosa del viejo bardo lascivo; expresaba una
amargura inmensa como si brotase de una tierra arrasada- . O al menos me
sentía joven... Hacía las cosas que suelen los mozos. Me juntaba con los
garzones en las jácaras. Placer era mi devoción: La taberna, las cançones, el
vino y hulismear las junturas deleitosas de las tiernas. Y mi pasión era Abril.
Frígidos, temerosos y estultos me parecían los invernales aunque mis patillas y
sobarbas más que las de ellos cubriera la nieve. La edad de las promesas y
aventuras, de los viajes y el juego iba a ser mi elemento permanente. No
me importaran los dineros ni los fueros,
los honores; solo quería belleza, y más belleza. Asentarme no formaba parte de
mis designios. Nómada, erraba de una villa a otra y mis ímpetus no conocían
agotamiento.
- Y así fue
durante mucho, muchísimo tiempo aunque mis dientes amarilleasen, mi faz se
llenara de estrías y mi andar se enlenteciera. Hubiera debido morir así en la
flor de la edad, con más de cuarenta primaveras, antes que traicionar mi
destino. – Y lloraban los ojos glaucos del senecto.
VERANO DE
2007
Y así, durante algún
tiempo, beneficiado por los favores de Corazón, pensé que podía ser
absolutamente feliz en esta vida. - La Costa me recibía con sus usuales
promesas de placer después de la euforia de la Escuela de Amor: Como en una
reedición de las fantasías de plenitud
de los 15 años, la muchacha más bella al final se me había entregado y había
bailado para mí el tango del adiós y el de volver. Además yo había conocido a
un hombre verdaderamente sabio y santo, y a un grupo de personas a las que
podía considerar mis semejantes, los pioneros de una revolución por llegar en
el siglo recién estrenado: seekers after
truth.
Morphi me aguardaba
ignorante de mis aventuras y yo no me sentía culpable: Lo ocurrido en la
Escuela de Amor formaba parte de los planes de Eros y por tanto era santo. Durante
bastantes días estuve sin llamar a Corazón, celebrando mi triunfal regreso a la
gran ciudad del extremo Sur de Europa. Pero al final ella me alcanzó: yo estaba
cenando en un tumultuoso chiringuito con Morphi y otras amigas y tuve que
separarme de ellas para hablar por el móvil con la chica agitanada: esto era lo
que hacían los hombres que ponen los cüernos; había una escena así en Match-Point de Woody Allen y la película
terminaba en un asesinato. Corazón me
reprochó mi desconexión y casi parecía una
novia resentida. Yo me hice el cínico: Había pensado que con el final del
curso, se terminaba nuestro romance. Pero no era así: me hizo saber que venía a
verme a una localidad de la Costa próxima a mi ciudad y acordamos una cita de
dos días y una noche.
Aún puedo verla con su
sombrero y su vestido de verano claro esperándome junto a la iglesia blanca. Su
forma de vestir es tan extravagante que parece un personaje de otra época: tal
vez una damisela de los años 20 o de 1870. Me recordaba a mi abuela. Nada
parece real entre ella y yo. Vamos hasta una playa escondida y hablamos
largamente, nos reímos, jugamos a hacer teatro. Las perspectivas no pueden ser
más alegres. Pero no solo es feliz esta noche porque haya venido a visitarme mi
amante y vayamos a estar juntos hasta mañana sino que mi vida entera lo es.
Al caer la tarde buscamos
una pensión y hacemos el amor hasta la madrugada. Luego salimos a comer algo y
regresamos a la habitación para seguir charlando y fundiéndonos. Me considero
un predilecto del Cielo porque me pasan estas cosas.
A la mañana siguiente
volvemos a abrazarnos y salimos de nuestro albergue exhaustos. Entonces ella
decide contarme lo que no me contó en el curso: la larga historia de la agonía
de su novio que al final murió de cáncer. Paso toda la mañana escuchándola. -
En realidad toda esta historia del moribundo no es sino una justificación de su
pareja a fecha de hoy: pues su compañero actual llegó después de morir el otro
y, como ella repite, le hizo reír.
Suena un poco frívolo. Pero debo comprenderlo: Corazón había sufrido demasiado
y ahora solo quería alguien que la hiciera reír. Lo que no resulta tan claro es
que siga viviendo con una persona así, alguien que únicamente aporta diversión
después de una temporada sombría. Yo no me atreví a preguntarle por qué le
había sido infiel. Quedaba fuera de cuestión que ella no se separaría.
- La impunidad de aquel
reencuentro en la playa terminó de convencerme de que nuestra relación estaba
auspiciada por potencias invisibles: en la Escuela de Amor nos cruzamos una vez
con el Sabio por los pasillos cuando salíamos de mi habitación de seminarista y
él nos sonrió; nosotros creímos que bendecía nuestra unión. Estaba claro que
engañábamos y traicionábamos a nuestras parejas. De acuerdo con cualquier canon
moral, lo que hacíamos estaba mal pero, de acuerdo con un punto de vista
superior –el de Eros y Dionisos, el de la vida- tal vez podíamos permitírnoslo
puesto que ella quería a su novio el que la hacía reír, y yo a amaba a Morphi,
sus ojos glaucos, glaucos.
El verano prosiguió su
fantasía de la libertad absoluta: En ese mismo mes de julio viajé a la isla
griega de Icaria, la de escarpados pinares donde dicen que se despeñó el hijo
de Dédalo: de una escuela de amor a una escuela de griego moderno. El director,
Mihális, un joven altísimo con melena
rizada a lo Dylan y ojos claros, me recibió en el puerto de madrugada y me
llevó en su vetusta furgoneta a la que llamaba Aristotílis, hasta el Ikarian
Center a pocos kilómetros de Arethoúsa,
un pueblo de las montañas con nombre de musa. Hasta el nombre de Icaria parecía
utópico. Lo mismo que aquella escuela rodeada de pinares y asomada al mar.
Parecía haber sido construida de manera artesanal: los cobertizos que servían
de aulas, los bungalows de piedra y madera, la terraza con sus suaves losas de
pizarra. No había televisión y solo dos ordenadores con conexión a internet.
Allí nos reuníamos un pequeño grupo internacional: una pareja de finlandeses
que trabajaban para la Unión Europea, tres neoyorquinos de orígenes griegos que
querían aprender el idioma de sus ancestros, una chica italiana, dos hermanas
alemanas muy aplicadas, una mujer holandesa cerca de la cincuentena, la pequeña
pero inteligente suiza Muriel, Javier, un madrileño que daba sus primeros pasos
en la lengua de Homero y yo. También había una muchacha búlgara que se pagaba
su estancia en el centro a cambio de trabajo. Igual que en la comuna de Osho en
Poona, no era necesario tener dinero
para permanecer allí. Este pequeño detalle anti-mercantilista garantizaba la
naturaleza utópica de aquella empresa. Eran los dignos descendientes de la
Academia y del Lyceo.
Las clases se
desarrollaban con una puntualidad germánica. En realidad los profesores griegos
eran más sistemáticos que los de Hamburgo o los de la universidad de Heidegger.
Pero no solo pretendían transmitirnos apasionadamente todas las sutilezas de
aquel idioma venerable, sino que las
canciones, la danza y la cocina formaban parte imprescindible de nuestro
aprendizaje. Cantábamos y bailábamos todos los días. Por la noche nos
acercábamos a Arethoúsa a beber krasí en la plaza donde los mayores
jugaban al dominó o daban vueltas a sus kombolói.
Yo entonces no sabía que Icaria era uno de los lugares del mundo con mayor
cantidad de longevos.
Otra particularidad de la
isla es que la mayoría de la población votaba al partido comunista. Al parecer
en los años 40 había sido el lugar de exilio de marxistas represaliados por el
régimen (entre ellos, Mikis Theodorakis) y de ahí esa tradición política
extremista. - Mihális no aceptaba que
le llamásemos Director y nos repetía que en aquella empresa todos eran iguales
como en la utopía de Kropotkin. El sobrino de Mihális que se ocupaba del mantenimiento de las instalaciones
también defendía convencido el sistema político de Cuba y su hermano viajaba
con frecuencia a la patria de Fidel Castro.
- De nuevo, como en
Hamburgo, yo me sentía rico en amor. A veces Corazón me mandaba algún mensaje:
estaba viajando por Rumanía con su pareja pero se acordaba de nuestros besos
suaves; parecía que después de los días grandiosos de la escuela de amor todo
lo demás fuera insustancial. Otras veces yo hablaba con Morphi o nos
escribíamos. De noche, salía a meditar bajo las estrellas y le daba gracias a
Dios por ser tan afortunado a la vez que le pedía solucionase de algún modo el
enredo en el que estaba envuelto. Pues aunque mis dos mujeres estuvieran muy
lejos y en apariencia no tuviese nada que temer, en el fondo me daba cuenta de
que no era bueno que en mi móvil se cruzasen los mensajes de ambas a veces con
una diferencia de segundos.
Mihális me sorprendió el
último día preguntándome con insistencia qué es lo que yo creía que se podía
mejorar en su escuela. Pero sobre todo cuando tomó mi rostro y me plantó dos
besos de hermano en las mejillas. Así eran los griegos: devotos de la música,
de la danza y del erotismós. Geniales
y espontáneos. Al final siempre te emocionaban, te daban una lección, te
demostraban que seguían siendo los sabios.
Partí hacia el barco con
el finlandés Simo y su mujer; nos pareció que llegábamos tarde cuando en Arethoúsa el taxi se demoró esperando a
otros viajeros. Pero con la característica despreocupación de la isla de los
longevos, la conductora nos señaló hacia el puerto e hizo un gesto de que había
tiempo: Era la última lección que nos daban los despreocupados icariotas: en
nuestro billete podía poner la hora que quisiera, pero si el barco no asomaba
por el mar, es que aún no había llegado. Y así fue.
Durante la travesía,
Simo, que leía a Ortega y Gasset y a Unamuno, me obsequió con su conversación
aguda. Recuerdo que me dijo que somos
más sinceros cuando hablamos una lengua extranjera que cuando hablamos la
nuestra. Era cierto y me ayudaba a comprender muchas cosas; por ejemplo, que
somos más sugestionables, más seducibles cuando hablamos en una lengua que no
es la nuestra; pero también que tenemos menos ego, menos máscaras. –Simo era un
hombre muy inteligente, muy informado, muy culto y a la vez sensible pero lo
que me provocaba más admiración en él era su cuerpo: Realmente tenía un físico
digno de elogio aun para un heterosexual impenitente, contumaz y recalcitrante
como yo. Pues medía cerca de dos metros, presentaba una estructura ósea y
muscular perfecta y tenía una hermosa piel clara completamente lampiña. Era sin
duda un hombre muy bello. Ojalá leyera
esto.
- ( Comme si la langue par
soi même, - n´ étant pas du tout maitrissée, c´est à dire, automatisée comme
notre langue maternelle-, envahisse notre pensée et déplace les doubles
intentions.- La langue étrangère nous impose d´être plus sincères, pas tout
simplement parce que nous sommes plus simples, mais aussi parce que nous
respectons plus l´idiome que nous ne controlons absolument).-
Javier, el otro español
de la escuela, me había recomendado que en Atenas –donde debía pernoctar antes
de coger el avión para España- me alojara en una pensión que una escocesa
regentaba en la falda de la Acrópoli.
Ya me había advertido de que era barata pero ni lujosa ni demasiado pulcra. De
hecho terminé tropezándome con una araña en mi primera y única ducha; pero no
me dejé impresionar: era una araña ordinaria y no una venenosa ni una tarántula
ni la Viuda Negra; era la típica araña de largas patas negra e inofensiva con
su polvorienta tela que ha tejido en esta ducha; no me va a hacer una picadura
emasculadora, no me va a contagiar la peste ni me se me va a pudrir el pito; la
espanto y sigo duchándome.- La señora
parecía una hippy de las que viven en
Ybbozzim. Desayuné con ella y me dijo que yo parecía escocés y me habló del
parentesco de los vascos y de los escoceses igual que Simo me había hecho
observar la semejanza entre la fonética finlandesa y la española. Relaciones
imprevistas entre naciones que parecen no guardar ningún vínculo como Escandia
y España. Romero-Esteo ya lo había dicho en su confusa jerigonza que nadie
tomaba por verdaderas arqueologías lingüísticas ni por nada científico.
-La dueña del albergue se
ofreció a llevarme al aeropuerto de madrugada. A esa hora extraña y silente
atravesamos Atenas con una rara sensación de intimidad y charlando de unas
cosas y de otras descubrimos que ambos habíamos vivido en Vieja costa de Sirte,
Antigua Tripolitania.
- Nos quedamos asombrados: ¿Qué
probabilidad matemática podía existir de que un viajero español conociera en
Atenas a una escocesa que, igual que él, había estado, durante los mismos años,
en ese país del Norte de África? Pensar que el destino nos había juntado con
el propósito de que evocáramos Trípoli,
resultaba mucho más evidente que atribuirlo a una casualidad sin sentido. Así
lo sentimos nosotros. La infancia está asociada a Lybia; el alma a Escocia y a
Grecia: lugares que alimentan sus alas.
- Al regreso en España mi
bigamia no parecía provocar ningún conflicto. Tal vez este era el tipo de
arreglo que mi Dios obscuro consideraba apropiado para mí: tener pareja y a la
vez ser el amante de una mujer casi casada. Así podría esquivar el matrimonio
tradicional que tanto he detestado. No sería moral pero sí estimulante. Lesbia
me había dicho que el Amor estaba más
allá de todas las reglas; yo estaba transgrediendo las reglas, por tanto
era fiel al Amor.
- Pero si Eros está por
encima de las convenciones, su elemento no es la mentira: - Una noche en que me
había acostado muy pronto, dejé el teléfono sobre la mesita del salón; Morphi
estaba despierta. Asediada por una intuición
sintió un impulso irrefrenable de tomar mi móvil -cosa que no se
permitía a sí misma nunca- y leyó los mensajes de mi amiga. Irrumpiendo furiosa
en mi cuarto, me preguntó quién era ésa Corazón
–ese nombre en boca de Morphi sonaba... monstruoso, con una ironía
horrenda- y con ojos que se le salían de
las órbitas leyó varias frases tórridas que delataban la intimidad de nuestras
relaciones. Al principio lo negué todo
como suelen hacer los machos spaniard-hispano- hispánicos a los que han pillado
poniendo los cüernos; luego hube de reconocerlo.
- ¿Y no había deseado, en el fondo, -en el Inconsciente, ese ser
intencional y a la vez fuera de control-
que Morphi se enterase, no era por eso que había dejado el teléfono
delante de sus narices, al alcance de sus manos?
- (O acaso no fui yo,
Jean Souffrance sino eso que llaman Inconsciente y que por tanto es lo
Desconocido, tal vez una emanación del Alma, una secuela misteriosa de aquellas
oraciones nocturnas bajo los cielos de Ícaro, cuando le pedía a Dios que
cortase el nudo gordiano de mi enredo ya que yo no sabía cómo; acaso fue la
conclusión de aquel decreto-oración continuada.)-
Yo qué sé...: - De nuevo
se desmoronaba mi fantasía bígama como había sucedido ya con Lesbia, como había
sucedido innumerables veces a lo largo de mi vida.
- La infidelidad resultará excitante pero no alimenta las alas del
alma, más bien las aja. Frente a mí, en vez de a una mujer confiada y
enamorada, tenía a una herida y llena de resentimiento. Yo era su verdugo y su
torturador, obligado a bajar la cabeza ante la menor alusión a Corazón (sí, ese nombre se había torcido desde que lo
pronunciara Morphi). - Tras innumerables conversaciones, promesas y súplicas de
perdón, salimos de viaje hacia Europa como habíamos planeado. - Algo se había
quebrado entre nosotros.
Y EUROPA EN DUELO
EXTRACTO
DEL DIARIO DE VIAJE DEL VERANO DE 2007
Y Europa en duelo: - ¿De qué vale ser dichoso
un tiempo si la amargura nos aguarda a la vuelta de la esquina? - ¿Acaso no es
más cruel la infelicidad precisamente con aquellos que fueron felices? -
Mientras que los siempre desgraciados –ah, se me olvidaba que no existen:- ...
los que vivieron a medio gas, los grises, -hastiados
en blanco y negro, -al menos carecen
de un término de comparación. -
- Debe ser por eso que de
acuerdo con el Dharma del Buddha,
primera noble verdad: - Todo es dolor- .
Todo salvo Eros. -El
servicio devocional al rey Alma terminará en una sucia cama de hospital con el
cuerpo carcomido por las secuelas de un millón de pecados. Y aún allí
triunfará. El Amor podrá vencer a la enfermedad, a la decrepitud y a la muerte,
¿verdad Lectora?
- No, no es una esperanza
fanática. Abandoné todas las formas de religión, incluso las heréticas. Me
rindo a Ti: algún día, -acaso en mi última página- vendrás a encarnarTe, serás
letra y tinta de papel sobre el papel, verso rotundo y sonoro, electrón de la
entrerred.
- ... Salimos sigilosos como ladrones de Ciudad Maldita antes de que
nadie se despertara. A los pocos
kilómetros de nuestra fuga se produjo un pequeño movimiento sísmico. Ocurrió
mientras desayunábamos en un sórdido hostal de carretera: un rumor vibrante en
los pies como el que hace al pasar por un puente un vehículo enorme. Mal
presagio.
- Todo parecía alegre y
todo era triste en el fondo: la ciudad encaramada en una cuesta y rodeada por
el río Huécar, el cierre del museo de arte abstracto, la parca comida de
bocadillos, la aventura por delante de Venecia y de Suiza, el amplio mes de
vacaciones, nuestras animadas conversaciones. Todo era duelo.
Como en la Escuela de
Amor había aprendido que el teatro era más sabio que el mero discurso, para amenizar
el viaje yo me inventaba personajes e historias a los que Morphi se amoldaba a
regañadientes:
I.
David (separado de 50 años) y Lucía (una mujer de hierro)-:
Él intenta tocar su corazón; ella le contesta “será lo único que no me has tocado”. Al final se revela que David
está de viaje con ella, sólo por ganarle una apuesta a un amigo que a su vez es
“buen” amante de Lucía. Lucía está de acuerdo con el plan, siempre y cuando sea
ella quien se quede con el dinero.
II.
La reciente viuda Lola y el amigo de su marido, Jacinto-:
Jacinto ha estado enamorado de Lola toda su vida. Se descubre que
Jacinto ha asesinado a su amigo.
III.
Nemo (profesor vicioso) y Jessica (alumna de 17 años).
IV. Fanny y Lucas, amor en los coches de choque a
los 13 años-:
Lucas quiere ser aviador y le pide a Fanny que le espere
hasta los 31 para ser su novio. Acaba mostrando un lado psicopático cuando
repite como obseso: “¡Deberían estar muertas!”, refiriéndose a las amigas de
Fanny.
Morphi observó
que todas estas escenas de amor donde yo proyectaba la mía, terminaban igual:
En violencia. Y sin embargo yo creía divertirme con ellas. Me parecía a alguien
que inventa uno tras otro chistes que delatan su destino de maldito.
Dormimos en Gandesa cuyo nombre me
gustaba por su semejanza con el de Ganesha. Pasamos Alcañiz y Calanda –el
pueblo de Luis Buñuel- por la Ruta del
Tambor y del Bombo. La bandera española junto a la catalana flamea en los
balcones destas últimas localidades aragonesas.
Al despertar hicimos el amor. - Luego
Morphi me preguntó si había decidido dejarla cuando terminase el viaje. Me lo
preguntó sentándome frente a ella y mirándome a los ojos; sus ojos glaucos
glaucos eran capaces de escudriñar hasta el último rincón de mis emociones. Yo
le decía que no, pero no podía dejar de
recordar que mis idilios siempre habían terminado en septiembre tras las
aventura del verano, parecía una sentencia.
Luego en el coche yo le cantaba
Palabras para Julia, ella permanecía ensimismada, me miraba a fondo, con dolor,
con herida esperanza, con muchas calladas preguntas y yo... comprendía pero no
sabía contestar. “He visto un niño perdido”,
me dijo más tarde.
Fue ella de piloto la que
atravesó la escarpada frontera entre Port Bou y Cérbère: la aguja de la
temperatura de nuestro vehículo
cabeceaba alarmante sobre la franja roja. Pero lo consiguió, como los exiliados
que en el 39, por este mismo paso, huyeron a Francia sin resuello.
No esperábamos tanto
gentío en esta zona de los Pirineos Orientales, Roussillon o Catalunya francesa:
Ni en Collioure –el objetivo de nuestro peregrinaje por la muerte del poeta- ni
en Banyuls ni en Port Vendres ni en Argelés se puede circular, todos los
campings están complets y al final nos vemos obligados a marchar hacia el
interior, hacia Le Boulou y Maureillas donde nos conceden una de las últimas
parcelas vacías.
A la mañana siguiente visitamos la tumba de Antonio Machado
en Collioure, sencilla pero apartada del resto, cubierta de ofrendas en
español, muchas repitiendo los versos que musicó Serrat pues son los más
famosos, otras cediendo al impulso lírico de la ocasión o al agradecimiento,
algunos más elaborados son testimonios del paso de alguna excursión de alumnos
de secundaria y una gran bandera de la república, como manchada de sangre, que hace
las veces de crucifijo. - Uno se pregunta qué tiene todo esto que ver con el
Poeta.
“Mi amada el aura dice
Tu pura veste blanca:
“No te verán mis ojos;
Mi corazón te aguarda”
Luego, tras vagar un rato por separado entre las tumbas,
buscamos el hotel Bougnol-Quintana donde se hospedó Machado. La calle está tan
cerca que es como si hubiese residido en la antesala del camposanto: Solo
aparece una placa al comienzo señalando que fue en el número 2. Pero
contrariando la costumbre francesa de aprovechar el más mínimo vestigio
cultural para montar un museo, aquí no quedan más rastros. Se nota que pasó en
Collioure poco tiempo (no llegaría al mes), que su huella no fue profunda,
aunque murió también aquí su madre sobre cuya cama tuvieron que alzar el cadáver
de Antonio. Su memoria se ha agigantado
en las ruedas de la manipulación
política como su lápida. Y sin embargo, nos sorprendió la belleza de este
último destino que yo había imaginado obscuro e insignificante; como si el
Poeta tuviera siempre que acabar en parajes sugestivos cuyas piedras nos
recuerdan a las de Baeza o Soria.
“... La causa de esta angustia no consigo
ni vagamente comprender siquiera;
pero recuerdo y, recordando, digo:
- Sí, yo era niño y tú mi compañera.
*
“Y no es verdad, dolor, yo te conozco,
tú eres nostalgia de la vida buena
y soledad de corazón sombrío,
de barco sin naufragio y sin estrella...”
Seguíamos la ruta de los artistas: nos acercamos al pueblo
natal de Brassens: Sète. En su flamante museo,
inaugurado nueve meses antes, vuelvo a oír tantas canciones queridas:
L´Auvergnat, le Gorille, La Canne de Jeanne, Les Amoureux des Bancs Public...
El recorrido se efectúa con un audífono: Brassens mismo narra su biografía
desde sus comienzos en Sète donde toda
su familia cantaba aunque no eran instruidos; su lectura de los grandes poetas cuyas
obras trató de emular para luego volver a la chanson, la influencia del jazz
(Django Reinhardt), el traslado a París y el trabajo en la Renault, el paso por
un campo de concentración alemán, las primeras actuaciones en los 50 de la mano
de Patachon, el amor a su mujer báltica a la que bautizó Püppchen, la fidelidad
hacia sus amigos de los que decía que no había perdido a ninguno (no como yo
que perdí a todos); finalmente un vídeo en blanco y negro de los años 70: una
actuación en TV donde se le ve muy sudoroso y avejentado. Muere en 1981, a los
60. -Todo resulta admirable en este rústico meridional en apariencia sencillo.
Por casualidad Morphi descubrió el cementerio donde se halla la tumba del cantor compartida
con su mujer y otras dos personas que no llevan el apellido Brassens (algo así
como Cazzany). No fue pues enterrado en la playa de Sète como suplicó en su
canción pero su cementerio sí fue marino como el de Paul Valéry.
“Quand mon âme aura pris son vol à l’ horizon
Vers celles de gavroche et de mimi pinson,
Celles des titis, des grisettes,
Que vers le sol natale mon corps soit ramené
Dans un sleeping du Paris-Méditerannée,
Terminus en plage de Sète.”
De Sète a Arlés, la ciudad en el Ródano que vio la
locura de Van Gogh y el comienzo de su
declive. Parecíamos ladrones de tumbas que solo peregrinan a los destinos
finales. Y sin embargo Arlés nos pareció un lugar alegre: algarabía de magrebíes
que llenan el bulevar, el imponente anfiteatro romano, el café que pintara
Vincent aún con su toldo amarillo (o sería una imitación); sobre todo nos gusta
la maison de santé –Hôtel-Dieu- donde fue internado: sus arcadas y su patio de flores de diversos
colores (lavandas, coleos, margaritas...) y en el centro una fuente entre
moreras. Como si el duelo y la
autodestrucción se mezclaran de una forma insensata con la belleza y la vida.
Del mismo modo se mezclaban en la Côte d´Azûr el glamour y
lo cutre: En el puerto deportivo de Saint-Tropez nos disgustan los monstruosos
yates cuyas proas parece que van a embestir a las mesitas de las terrazas. Los
precios son desorbitados: una botella de champagne puede costar 1200 €, así lo anuncia la carta de consumiciones en lo que parece una
provocación dirigida a los millonarios. La concurrencia se divide en dos grupos
igual de estúpidos: los que pasean palmito y la gran mayoría que observa; los
que se lucen en los cafetines prohibitivos y los que los contemplan con el
bocadillo y la lata en la mano: Desde siempre las clases populares han anhelado
tener una imagen nítida de las élites, un cuerpo a cuerpo, tal vez para concluir que no se han perdido
demasiado. - La máquina de fotos se estropea y vela el carrete en lo que parece
una rebelión de un objeto inanimado contra el trabajo que pensábamos
encargarle. Nosotros abandonamos el campo desta sórdida confrontación social y
en la taberna menos costazurina de Saint-Tropez nos dedicamos a anotar nuestros
miedos: Los de Morphi ocupan una cuartilla, los míos dos y medio. Esto no
significa que yo sea más cobarde sino que ella se conoce mejor a sí misma.
2007-2015
LA CRISIS
Había pensado resumir y
transfigurar entero nuestro diario de viaje de verano de 2007 en coche por
Europa –hipnepta en el Rialto...- pero
renuncio a repartir margaritas a los
cerdos. ..
-Quiera la Lectora disculparme la frase anterior: de ninguna manera considero que ella sea una cerda. - Anoche un pakistaní me
contó su concepto de las mujeres que se divorcian y se vuelven a casar: se
parecen a las cerdas que son montadas por varios cerdos; según él –que
naturalmente era musulmán- cuando terminan de copular, los cerdos machos dan la
vuelta y aguardan su turno en cola. (Qué cerdos más listos). Mientras tanto, la guarra disfruta sin parar
con unos y con otros....- Así es la
mujer occidental que tiene o ha tenido varias parejas, según mi “amigo” de una
noche, el pakistaní Alí. Mientras le sonreía, por respeto a su cultura y todo
eso, pensé en todas las amigas a las que estaba insultando; y mientras le daba
la razón, no fuera a sentirse ofendido,
me imaginé que le capaban entre todas.
-
... La situación geopolítica mundial a nuestra vuelta a España en septiembre de
2007 no había cambiado mucho; era
triste, como siempre.
-
Pero de pronto, anunciada, diagnosticada,
explicada y retransmitida en directo... se declaró La Crisis.
- El detonante del colapso financiero mundial de
2008-2015, como sabe todo el mundo, fue
la quiebra de Lehmans Brothers; al menos ese fue el comienzo oficial de la
crisis. - Yo lo noté en que me quedé casi sin un duro, apenas una semana
después del crack de la financiera norteamericana. - O no sé si el mismo
día. - Pero no sentí desesperación ni
angustia.-Ya que soy el que liba los almíbares de Eros, y aun acíbares de Venus
(ya iba yo recordando...); devoto eterna de Diosa-
Ni los agentes de bolsa ni los inversionistas
se suicidaban tirándose por las ventanas de Wall Street . Se podía andar
tranquilamente por la VII Avenida sin
peligro de que te cayese encima un arruinado por el crack. - Menuda mierda de Crisis, menuda mierda de
Crack.
No se suicidó nadie. No
se suicidaba ni Dios. - No era para tanto.
-Los hermanos Lehmans habían muerto hacía tiempo; ellos no tenían la
culpa de nada; no se arrojaron por la
ventana. George Soros ganó mucho dinero gracias a la quiebra. Igual que
Rockefeller en la del 29. - Las tasas de suicidio, eso sí, aumentaron entre la
clase obrera, pero eso vino un poco
después. Después de la época del Pelotazo; entre el periodo de la Crisis (hasta
febrero/marzo de 2014) y el
del Rebote (o “Rebrote”) (2015 en
adelante).
- No me costó mucho trabajo
entender la Crisis; hasta me sorprendía su simpleza aunque, en público,
sostenía –para no llamar la atención- que lo ocurrido era un Misterio más
difícil de descifrar que el dogma de la Trinidad (... de paso pude hacerme una
idea más exacta de las chanzas satíricas de la ciencia económica leyendo a Ayn
Rand, a Galbraith, a Keynes y el Artha-Veda
o “Veda de la Riqueza”).
Mi conclusión fue que las
actitudes hacia la Crisis se podrían dividir en las siguientes 7 categorías:
1º Grupo) Los que alardeaban de “haber
vivido siempre en crisis” y no estar por tanto contrariados.- Lo que en
realidad querían decir es que siempre habían sido pobres y que ahora no estaban
tan mal.- Optimistas del pauperismo- . No me podía identificar con ellos: Yo
siempre he sido muy rico.
2º Grupo) Los que también le
quitaban importancia a la crisis y se encogían de hombros : No la vieron venir
porque eran idiotas ni la admitieron al principio porque eran muy incultos
(como nuestro presidente del gobierno en el poder en 2007) .- Yo les
comprendía, igual que comprendo la imbecilidad maravillosa de los ojos de Bambi: simples e inocentes. -Pero no podría decir lo mismo.
3º Grupo:) Los que ni alardearon ni
la esquivaron sino que la enfrentaron porque la venían venir, - al
menos, desde la fecha de publicación de El
Capital de Karl Marx (Maqtub:
estaba escrito).- Yo formo parte de estos.
4º) Otros hablaron de crisis no cíclicas sino espontáneas, naturales,
como el libre comercio; se llamaban los Muchachos de Chicago, los Blue Bros.,
los Red Hot Chilli Peppers, Peggy Sue, Betty Blue, el Manta-Top y el
top-mantra. -Sobra el comentario: Los oigo a todas horas.
5ª) Otros de crisis nada espontáneas ni cíclicas, sino planificadas:
Bin Laden en el fondo se la mamaba
(disculpe la expresión..., entiéndase que de manera metafórica, virtual, no
literal, no una mamada) a George
Bush, a los judíos y a todos ellos... (A los judíos solo se la pudo mamar de
manera metafórica puesto que son unos 11 millones y Bin Laden jamás se
sometería a esa humillación). (Pero un documental de Michel Moore (el director
de Bowling for Columbine) insinuaba
que, siendo muy jóvenes ambos, -Bush y Laden- , podrían haber mantenido juegos
eróticos: en ese caso, sería casi seguro que Bush padre habría actuado como el
chupador mientras que el púber Bin Laden sería el chupado... - Qué way. Qué güay.) -Están bien como chistes de 4 de la
madrugada.
6º) - Bueno,sí: eran
planificadas... ¿Y qué? Ya saldríamos. -Optimismo
heroicista-masoquista. – Yo no estaba de
acuerdo ni con sus conclusiones ni, sobre todo, con su espíritu, presidido por
la desesperación.
7º) De eso nada: “De la crisis no
se sale como de un puente sino como de un túnel: Es decir, hacia un territorio
nuevo. Y sobre todo, olvidad todo recuerdo de la Historia. Todo. Todo.
Quemad los libros de Historia”.
Yo lo tenía claro desde
los primeros minutos, solo me llevó algunos segundos de meditación: la crisis
era a la vez espontánea y planificada, puente y túnel. (La vi venir pero no la
pre-vine, entre otras cosas porque, a diferencia de Soros o de Rockefeller, mi
objetivo no era aumentar mi capital: el capital era el mal, la ominosa equivalencia de dinero y mercancía); y no tenía
remedio.
Nunca una Crisis fue
detectada alive, with his band , unplugged
y en tiempo real como en 2007 la Quiebra de Lehmans Bros. y el jodido Crack o
Crunch o Choco-Crispies de la Google.
-Tio, qué estándares más altos de información y análisis en tiempo récord, casi sin tiempo. ... Eso sí fue un progreso.
- Lo bueno del 11S es que fue a la hora del Telediario, en conexión
mágica Manhattan- Prado del Rey. Si querías, te podías suicidar en tu casa,
aquí en España mientras veías a los de Nueva York precipitándose en directo
desde el segundo rascacielos del World
Trade Center.
-Mi
ordinario o extra-ordinario o-ído no podía dejar de percibir la voz enervante
por erótica de la Super-Ministra Portela,
sobre la cual era fácil verter el Deseo en chistes más o menos efectivos
o en chismes más o menos verdes:
-
De la Crisis no se sale indemne, amiguitos
–declamaba desde los fondos inferiores de los infiernos abisales de redes
sociales luciferinas y satánicas hasta lo demoniaco y lo abyecto; transmisoras
de rachas de virus informáticos más densos que el silicio, el silencio y el
selenio; web super-contaminante y rezumando virus: ¡Por qué lugares, santo
Dios, transitaba ahora la Portela! ...– Vais a salir capados, amiguitos; con
las tetas cortadas, amiguitas...; medio calvas... Perdonad que bromee con cosas
tan serias: Hay que pagar ahora el Precio de la Deuda, la Amortización de
la Desamortización y la Aspiración
al Derecho de Post-pago, tal como exige
o sugiere Bruselas... Vosotros ya me
entendéis. Hay que sacrificarse más y
lloriquear menos. Ahí tenéis titular, alimañas ... Qué asco me dais... ¡Yo
a muchos de vosotros os arrancaría los huevos con mis propias manos!
Entonces la Secretaria
Máxima o Super-Secretaria, -tal vez excitada por su propio discurso- , cambió
de plano súbitamente y se entretuvo ante
las cámaras durante 120 minutos de sexo
en vivo en planos frontales con su marido que
andaba por allí: El marido de la Portela era sub-secretario de Defensa,
especialista acreditado en confetis y
farolillos de feria, además de ser el jodido Presidente de la Asociación
Española de Fabricantes de Armas) (AEFA). Morenez –así se llamaba el marido de
la Portela; y en efecto era muy moreno y musculoso- también tenía un verdadero
cañón en la entrepierna, una pieza de artillería pesada. -Cómo se lo montaban: parecían profesionales más que
amateurs. La paja de la concejala de Villacañas, Bárbara Rey, lo de Pedro J y otros escándalos sexuales que
ya había visto y asimilado el país, parecieron conductas de mojigatos
comparados con el nuevo material aparecido. El pene helado de Berlusconi en sus
orgías con el presidente de Moldavia no podía competir ni de lejos con la
tranca infatigable del marido de la Portela en
luciferistasporlosderechosdelosmonstruos.org.
Al ver cómo follaban sus
líderes en los reality-shows, -con
grabaciones tan largas y de tanta calidad que caían en la irónica realidad de
los pormenores-, los ciudadanos se liberaron: Si la ex- segunda ex-persona del
ex-Gobierno podía dedicarle tanto tiempo al sexo, ¡por qué ellos iban a hacer
otra cosa?
-
Hay que rezar más y follar menos –llegó a
sentenciar Portela desde el pabellón español del FICDO (Feria Internacional del
Comercio Desregulado de Órganos , bajo
el lema este año de “Te va a costar un
riñón”).
Y tuvo efecto: Una vez más tuvo efecto: la Ministra del Diablo fue una
vez más la Portela del Pueblo: desde un comportamiento salvaje, cínico e
imprevisible, se las arreglaba para tocar el corazón del famoso ciudadano medio:
- La Crisis parecía cualquier cosa menos insignificante y lamentable
pero a los que nos afectó de lleno, no nos sorprendió tanto: de un día para
otro nos arrancaban de las manos los médanos de oro, de billetes, de tarjetas,
de monedas, de electrones, de chequeras, de promesas que solíamos manejar en
los 90...
- Como no me pilló
desprevenido, sino que la sentí casi minuto a minuto, segundo a segundo, pulso
a pulso, en todas sus “transiciones de fase”... al final, la Crisis resultó una bagatela, una
fruslería.- Yo estaba conectado a mi país y al mundo a veces más que a mi
ombligo; y no necesitaba leer noticias.
- Por eso en seguida
corrí a asegurarme mi necesidad más importante: La aguda Lectora ya sabe a cuál
me refiero. Bastante me importa a mí un descenso severo de mis ingresos en
dinero: Otros en caso de guerra y copri-fuoco
se abastecen de víveres; yo de Eros. -¿Debería pedir disculpas por ello?
-
No, mira: Crisis,
Krisis era cambio; y además se parecía al bello nombre de Krishna –hare Krishna, hare Krisis-; y apocalipsis significaba en griego
desnudamiento... Dios y Desnudamientos... No parecía malo: Hare Krisis, hare Krishna.
-Sí, yo sabía mucho ya a mis 44, rozaba las sandalias de los sabios. Sin
embargo, a pesar de mi exceso de imaginación,
no era feliz en absoluto ni siquiera en los preluvios del orgasmo, del
Amor.
- Como ya he explicado antes, apenas hay diferencia
entre éxtasis religioso y orgasmo sexual: mujeres que mientras se corren
entonan a voces las cantatas de Bach
con letra de Lutero siendo ellas mismas
protestantes semi-ateas; fantasía de una orgía muy cool en la sinagoga de
Ramala con sionistas completamente ortodoxas hasta ese momento; o una francesa
joven, una materialsta clásica, que
recuperando su fe católica y llorando de emoción, empiece a declamar oraciones
infantiles en francés mientras sufre los
espasmos de un profundo placer mezclados con el sentimiento culpable de su
reconversión... Mesalinas del XIX, ¿dónde fueron?
El recurso a
exclamaciones religiosas como “Santo Dios” durante el coito, ha podido ser
documentado incluso entre musulmanes
integristas sunnitas que no pueden reprimir mezclar una cosa con otra y se
arrepienten mientras se corren y ya no saben si pronucncian Su Santo Nombre
porque están arrepentidos o porque se están dando un gusto: Dios es el Máximo
Placer, como dijo UG Krishnamurti. -Una
torre de copuladores con educación religiosa grabada en el subconsciente,
mezclaría las exclamaciones sacrílegas en una especie de Babel del orgasmo
donde el Gottseidank se confunde con el Alláh
Akhbar y con el Om Namó Bhagavaté,
jadeos sagrados en chino y en tibetano desgañitándose por las ventanas del
absurdo edificio de devotos jincadores...
-Crisis era parecido a
Crisna, el Dueño de todos los Placeres. - La crisis era un placer.
- Pero muchos habían
muerto hacia el 2000, otros estaban muriendo y hasta Morphi –mi verdadero Amor-
había sido en Escuela de Amor traicionada (es decir: en parte muerta). -A pesar de todo no era feliz. Ni ella ni yo.- Los sabios son los felices. -O
eso dicen.- ¿Yo lo sabía todo y no lo
era?
- No, yo no sabía nada.
Estaba electrizado y a la vez en apariencia tranquilo, como un cerdo que recibe
dosis excesivas e inasimilables de sexo. - Ese podría ser un resumen de mi
situación entonces lo mismo que ahora.
- Pero si acaso soy un
cerdo, lo seré con el mismo derecho que la marrana de Alí, la pervertida y
sucia mujer occidental que se casa varias veces. ¿Dónde dijo Dios que solo los
hombres puedan gozar de lo diverso? -Viva mi guarra.
-
¿Y de verdad quiero entregar a la escritura, hacer la confesión o la crónica de
los años de la crisis, 2007-2015, ¿no
será un vano anticiparse? -Recurso literario tan gastado como el manuscrito
encontrado, o la ciencia-ficción o la ficción histórica,o el periodismo anovelado, o la novela
periodística; un escalón por debajo, entre los géneros híbridos de los que
hablaba Manzoni, inferior aún a la
llamada “novela histórica” - ¿... De verdad quiero?
A ESTAS ALTURAS
de mi propio spleen, todo se me va a
en demorarme y en no alcanzar la candente
actualidad... Pues, restando solo un exiguo pastel de pasado, cuando mi memoria lo ha devorado casi todo...,
¿qué son 7 años, - 7 cortos años- para el memorialista, el mnemónico, el
médium, el memorista, el memorieta, el hombre dotado de super-memoria, memoria
eidética o “memoria de elefante”?
Sí, la memoria
cercana es como una frase mal articulada al lado de una aleya. La aleya es
superior.
-En la rabiosa actualidad de mediados de marzo
de 2014 el propio Autor, -sacro-santo, inescrutable- , a causa de su creciente
fama, desciende a intervenir en la novela de su vida con nombre falso en la
tradición de Unamuno... o de Pessoa..-.
- En la
candente actualidad de la noche del 14 o del 15 de marzo de 2014 yo, Jean
Souffrance, le proponía a una chica un
retrato y ella me respondía muy burlona lo que ya me dijeron más de una vez: “¿Vestida o desnuda?”- Esta vez parecía
una proposición que va en serio: - “Si me
das a elegir...”, respondí y de nuevo se desmoronaron mis palabras aunque
sabía poco antes muy bien lo que tenía que decir. Y así íbamos ahora: medio
borrachos y contenidos por los caminos de la Mancha húmeda. Él, en el fondo,
siempre estaba solo. Aunque casi siempre iba acompañado por gente.
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